Mateo 22, 34-40
Mas los fariseos cuando oyeron que había hecho callar a los saduceos, se
juntaron a consejo; y le preguntó uno de ellos, que era doctor de la ley,
tentándole: "Maestro, ¿cuál es el grande mandamiento en la ley?"
Jesús le dijo: "Amarás al Señor, tu Dios, de todo tu corazón y de toda tu
alma y de todo tu entendimiento. Este es el mayor y el principal mandamiento. Y
el segundo, semejante es a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos
dos mandamientos depende toda la ley y los profetas".
San Jerónimo
Como los fariseos habían sido
confundidos en la presentación de la moneda, y vieron que se había levantado
una facción en la parte contraria, debían con esto haberse decidido a no
presentar nuevas asechanzas. Pero la malicia y la envidia fomentan muchas veces
el atrevimiento. Por esto dice: "Mas los fariseos cuando oyeron que había
hecho callar", etc.
Orígenes, homilia 23 in Matthaeum
Jesús impuso silencio a los saduceos,
queriendo demostrar que la luz de la verdad había hecho enmudecer la voz de la
mentira. Así como es propio del hombre justo callar cuando es tiempo de callar,
y hablar cuando se debe hablar, pero nunca enmudecer, así también es propio de
los doctores de la mentira, enmudecer en cuanto a la cuestión, pero no
callar.
San Jerónimo
Los fariseos, por lo tanto, y los
saduceos que eran enemigos entre sí, están conformes en cuanto se trata de
tentar a Jesucristo, unidos por un mismo fin.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum
in Matthaeum, hom. 42
Sin duda se pusieron de acuerdo los
fariseos para vencer por medio del número a quien no habían podido vencer por
medio de razones y se confiesan destituidos de verdad cuando apelan a la
muchedumbre. Decían, pues, entre sí: que hable uno solo por nosotros, y
nosotros hablemos por medio de él, y si vence, apareceremos como que hemos
vencido todos. Y si queda confundido, lo será él solo. Por esto sigue: "Y
le preguntó uno de ellos", etc.
Orígenes, homilia 23 in Matthaeum
Todo el que pregunta a algún sabio, no
para aprender, sino para examinarlo, debemos creer que es hermano de aquel
fariseo, según lo que dice por San Mateo: "Lo que hicisteis con uno de mis
pequeñuelos, lo hicisteis conmigo" (Mt 25,40).
San Agustín, de consensu
evangelistarum, 2,73
No llame la atención que San Mateo diga
aquí que hubo un tentador que interrogó a Jesús. San Marcos omite esta parte,
pero al final del pasaje concluye diciendo que el Señor Jesús le dijo con toda
sabiduría: "No estás lejos del reino de Dios" ( Mt 12,34).
Pues puede suceder muy bien que, aun cuando alguien se aproxime al Señor con
intención de tentarlo, obtenga de El una respuesta que le aproveche. Y
verdaderamente no debemos mirar a la tentación como mala e hija de uno que
quiere engañar a su enemigo, sino más bien como causa con que se quiere
examinar a quien no se conoce; no en vano está escrito: "Que el que cree
fácilmente, es porque tiene un alma ligera" ( Ecle 18,4). Lo que
pregunta, es lo que se dice a continuación: "Maestro, ¿cuál es el grande
mandamiento de la ley?"
Orígenes, homilia 23 in Matthaeum
Decía Maestro, como tentándolo, porque
no pronunciaba estas palabras como discípulo del Salvador. Por lo tanto, si
alguien no aprende algo del divino Verbo, ni se entrega a El con toda su alma,
aunque le dice Maestro, es hermano del fariseo, que tienta a Jesucristo. Cuando
se leía la ley antes de la venida del Salvador, quizá se inquiría cuál era el
mandamiento grande en ella; y no lo hubiese preguntado el fariseo si no se
hubiese cuestionado esto mucho tiempo, no habiéndole encontrado solución hasta
que viniese Jesucristo a enseñarlo.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum
in Matthaeum, hom. 42
Le preguntaba acerca del mandato grande
quien no cumplía ni aun el más pequeño. Debe preguntar acerca del progreso de
la santidad, aquel que ya viene observando algo que pueda conducir a ella.
San Jerónimo
No le pregunta acerca de los
mandamientos, sino cuál sea el mandato primero y más grande. Porque como todo
lo que Dios manda es grande, cualquier cosa que responda servirá para
calumniarle.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum
in Matthaeum, hom. 42
El Señor, para humillar con su primera
contestación la conciencia engañosa del que le preguntaba, respondió así:
"Amarás al Señor tu Dios", etc. Amarás, dijo, y no temerás, porque
amar es más que temer; temer es propio de los siervos, y amar es propio de los
hijos. El temor procede de la necesidad, el amor, de la libertad; el que sirve
a Dios por temor, evita el castigo, es verdad, pero no tiene la gracia de la
santidad, puesto que obligado, practica el bien por miedo. No quiere el Señor
que le teman los hombres de un modo servil, y como a amo, sino que se le ame
como padre, puesto que ha concedido a los hombres el Espíritu de adopción. Amar
a Dios de todo el corazón, es tanto como no tener su corazón inclinado al amor
de alguna cosa, sino al amor de Dios. Amar a Dios con toda el alma, es tanto
como tener un conocimiento ciertísimo de la verdad, y estar firme en la fe; por
lo tanto, una cosa es el amor del corazón, y otra el amor del alma. El amor del
corazón, es carnal en cierto sentido; en tal concepto amamos a Dios de una
manera carnal, lo que no podemos hacer sin abstenernos del amor de las cosas
terrenas; por lo tanto, el amor del corazón se siente en el corazón. Pero el
amor del alma no se siente, sino que se comprende, porque consiste en el juicio
del alma. El que cree que todo bien está en Dios, y que nada bueno está fuera
de El, éste le ama con toda su alma. Amar a Dios con toda la mente, es tanto
como consagrarle todos los sentidos, y aquél cuyo entendimiento sirve a Dios, y
cuya sabiduría se fija en Dios, y cuya inteligencia se ocupa de las cosas de
Dios, cuya memoria recuerda lo bueno, puede decirse que ama a Dios con toda su
mente.
San Agustín, de doctrina
christiana, 1,22
Se te manda que ames a Dios de todo
corazón, para que le consagres todos tus pensamientos; con toda tu alma, para
que le consagres tu vida; con toda tu inteligencia, para que consagres todo tu
entendimiento a Aquel de quien has recibido todas estas cosas. No deja parte alguna
de nuestra existencia que deba estar ociosa, y que dé lugar a que quiera gozar
de otra cosa. Por lo tanto, cualquier otra cosa que queramos amar, conságrese
también hacia el punto donde debe fijarse toda la fuerza de nuestro amor. Un
hombre es muy bueno, cuando con todas sus fuerzas se inclina hacia el bien
inmutable.
Glosa
De todo tu corazón, esto es, con tu
entendimiento; con tu alma, esto es, con tu voluntad; con tu inteligencia, esto
es, con tu memoria, a fin de que nada quieras, sientas ni recuerdes, que pueda
contrariarle.
Orígenes, homilia 23 in Matthaeum
Con todo tu corazón, esto es, con toda
tu memoria, todas tus acciones y todos tus deseos. Con toda tu alma, esto es,
que estén preparados a ofrecerla por la gloria de Dios. Con toda tu
inteligencia, esto es, no profiriendo más que lo que pertenezca a Dios. Y ve si
puedes someter tu corazón a tu entendimiento por medio del cual conocemos las
cosas inteligibles; también tu inteligencia, para manifestarlas, pues con ella
las explicamos todas. Por cada una de estas cosas que se dan a conocer, como
que crecemos y avanzamos en nuestra mente.
Si el Señor, no hubiese contestado al
fariseo que le tentaba, podríamos creer que un mandamiento no es mayor que el
otro. Pero el Señor le responde: "Este es el mayor y el primer
mandamiento"; en lo que comprendemos que hay diferencia entre los
mandamientos, que hay uno mayor y otros inferiores hasta el último. Le responde
el Señor, no sólo que éste es el mandamiento grande, sino también el primero:
no según el orden con que está escrito, sino según su mayor importancia. Unicamente
reconocen la magnificencia y el primado de este mandamiento, aquellos que no
sólo aman al Señor su Dios, sino que también le aman con aquellas tres
condiciones, a saber: con todo su corazón, con toda su alma y con todo su
entendimiento. Le enseñó que no sólo es grande y el primero, sino que también
tiene un segundo que se parece a éste. Por esto sigue: "Y el segundo
semejante es a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Por lo tanto,
si el que ama la iniquidad aborrece su alma ( Sal 10,6), claro está
que no ama a su prójimo como a sí mismo, porque ni aun a sí mismo se ama.
San Agustín, de doctrina christiana
1,30
Debe tenerse en cuenta que se ha de
considerar como prójimo a todo hombre y que por lo tanto con nadie se debe
obrar mal. Si se llama propiamente nuestro prójimo aquel a quien se debe
dispensar o de quien debemos recibir oficios de caridad, se demuestra por medio
de este precepto de qué modo tenemos obligación de amar al prójimo, y aun
comprendiendo también a los santos ángeles, de quienes recibimos tantos oficios
de caridad, como podemos ver fácilmente en las Escrituras. Así, el mismo Dios
quiso llamarse nuestro prójimo, cuando Nuestro Señor Jesucristo se nos presenta
como aquel tullido que se encontraba medio muerto y tendido en el camino
( Lc 10).
San Agustín, de Trinitate, 8,6
El que ama a los hombres, debe amarlos,
ya porque son justos, o ya para que lo sean. De este modo debe amarse al
prójimo, y así es como se ama al prójimo como a sí mismo, sin peligro alguno;
ya porque es justo, o ya para que sea justo.
San Agustín, de doctrina
christiana, 1, 22
Si debes amarte a ti mismo, no es por
ti, sino por aquél a quien debe encaminarse tu amor, como a fin rectísimo; no
se extrañe nadie, si le amamos también por Dios. El que ama con verdad a su
prójimo, debe obrar con él de modo que también ame a Dios con todo su corazón.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum
in Matthaeum, hom. 42
El que ama al hombre es semejante al que
ama a Dios, porque como el hombre es la imagen de Dios, Dios es amado en él
como el rey es considerado en su retrato. Y por esto dice que el segundo
mandamiento es semejante al primero.
Orígenes, homilia 23 in Matthaeum
El hecho de ser semejante el segundo
mandamiento al primero, demuestra que es uno mismo el proceder y el mérito de
uno y de otro: no hay pues, amor que aproveche para salvarse como aquel que se
tiene a Dios en Jesucristo, y a Jesucristo en Dios.
Prosigue: "De estos dos mandamientos depende toda la ley y los
profetas".
San Agustín, de consensu
evangelistarum, 1,33
Dijo que depende; esto es, esta referida
allí a donde tiene su cumplimiento.
Rábano
Todo el decálogo está comprendido en
estos dos mandamientos: los preceptos primeros afectan al amor de Dios, y los
segundos al del prójimo.
Orígenes, homilia 23 in Matthaeum
Aquel que cumplió todo lo que está
mandado, respecto del amor de Dios y del prójimo, es digno de recibir gracias
divinas, para que comprenda, que toda la Ley y los Profetas dependen de un solo
principio: a saber, del amor de Dios y del prójimo.
San Agustín, de Trinitate, 8, 7
Siendo, pues, dos los preceptos de los
cuales dependen la Ley y los Profetas -el amor de Dios y del prójimo- con razón
la sagrada Escritura los presenta muchas veces como uno solo. Ya como amor de
Dios, según aquello de San Pablo: "Sabemos que a los que aman a Dios todo
les sale bien" (Rom 8,28), ya como amor del prójimo, como dice el
mismo Santo; "Toda la ley está comprendida en un solo punto: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo" ( Gál5,14). Por lo tanto, como el que ama a
su prójimo consiguientemente amará también a Dios, amamos a Dios y al prójimo
con la misma caridad, aunque debemos amar a Dios por sí mismo, y al prójimo por
Dios.
San Agustín, de doctrina
christiana, 1,30,26
Mas, como la esencia divina es mucho más
excelente que nuestra naturaleza, se le ama de una manera diferente a como
amamos al prójimo, según está mandado. Y si te comprendes a ti mismo y si
comprendes también a tu prójimo (esto es, alma y cuerpo), verás que no hay
diferencia alguna entre estos dos preceptos: cuando va primero el amor de Dios
y está circunscrito al modo con que se le puede amar, le sigue el amor del
prójimo para que le ames como a ti mismo; por lo tanto, tu amor a ti no queda
excluido de la cooperación a uno y otro amor.
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