El
CORAZÓN DE JESÚS
ESTÁ
DEDICADO A OCUPACIONES
CASI
SIEMPRE IGNORADAS
Y CASI
JAMÁS AGRADECIDAS
Ven,
Evangelio querido; ven, Evangelio de mi Señor Jesucristo, a hablarme un poquito
más de Él, a descubrirme otra ocupación suya en su Sagrario... ¡Interesa tanto
a mi alma sorprenderlo trabajando en aquel rinconcito de sus soledades...! ¡Me
acerca tanto a Él, ensancha y aviva mi fe adivinarlo allí trabajando...!
¡siempre...! ¡por mí...! El Evangelista san Juan nos dijo que otras muchas
cosas hizo Jesús que no se escribieron en el Evangelio. ¡Obras ignoradas y no
agradecidas por el mundo! ¡Cuántas de éstas brotarán de cada Sagrario!
Con
tres hechos me responde afable a mi petición, el Evangelio.
¡Oh!,
¡qué luz tan viva irradian esos hechos evangélicos sobre el misterio del
Sagrario!
El
primero es la curación del paralítico de la piscina de Betsaida.
Jesús
llega a él, lo ve tendido en su camilla, lee en sus ojos la gran angustia de
treinta y años de enfermedad y sin preguntarle por su fe, y sin darse a
conocer con él, le manda que se levante, se eche a cuestas su camilla y
salga andando...
El
Corazón de Jesús hace ahí un milagro en favor de quien no le conoce.
Otro
hecho
Pedro
corta la oreja del esbirro Malco que viene con cuerdas y palos a prender a
quien no le había hecho daño alguno.
Jesús
se inclina hasta la tierra, toma entre sus puros dedos aquella sucia oreja, se
yergue y la vuelve a pegar a la cara que aun manaba sangre.
El
Evangelio no dice que aquel hombre se convirtiera ante aquel milagro.
No
arroja de sus manos las cuerdas para amarrar ni el palo para intimidar y pegar
al que le estaba devolviendo su oreja y enjugando la sangre de su herida...
El
Corazón de Jesús hace ahí un milagro en favor de quien lo odia y lo seguirá
odiando.
El
tercero
La
muchedumbre había seguido al Maestro tres días sin preocuparse de más comida ni
bebida, que oír su palabra y verlo a Él.
Era ya
hora de que aquellos hombres comieran.
Ni los
hambrientos oyentes, sin embargo, ni los discípulos lo piden, ni exponen
siquiera su hambre.
Es Él
quien propone la cuestión del hambre y sus amigos no aciertan a resolverla más
que con el egoísta «sálvese el que pueda» de las situaciones desesperadas.
A
ninguno se le ocurre pedir un milagro de pan.
El
Corazón de Jesús hace ahí un milagro en favor de quien no le pide, aunque le
conozca y le ame...
Ahora,
almas ávidas de Sagrario, meted la luz que
arrojan esos tres hechos por entre la puerta del Sagrario vuestro y mirad hacia
dentro... mirad, mirad.
¡Ahí
está el propio Jesús del Evangelio, haciendo lo mismo que allí; haciendo
bien y hasta milagros, cuando éstos son menester, en favor de los que no
saben que hay Sagrario, de los que odian y odiarán siempre el Sagrario, y de
los que, aun conociéndolo y amándolo, no acaban de aprovecharse de Él ni de
contar con Él para todo y para siempre!
Mirad
bien, y después de mirar, buscad por el mundo a ver si encontráis un corazón
más generoso, más desinteresado, más exquisitamente fino que el Corazón aquel
de vuestro Sagrario...
¿No os
parece que esa ocupación tan poco conocida y agradecida del Corazón de Jesús,
pide en retorno de vosotros ansias de verlo y de sorprenderlo e ingeniosidades
de amor para agradecerlo?
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