Carta
Encíclica
Parta
humano generi
LEÓN
XIII
Sobre
el Santo rosario
y la
consagración del nuevo templo
de la
Virgen del Rosario
en
Lourdes, Francia
8 de
Septiembre de 1901
1. El éxito de la labor papal en favor del rezo del Santo -
2. El recuerdo de la labor de Santo Domingo en el sur de Francia - 3. Los
frutos del rezo y las razones del nombre “Rosario” - 4. La consagración de los
15 altares en Lourdes, es una luz en las actuales tinieblas - 5. La ayuda e
intercesión de la Santísima Virgen - 6. Hace extensiva la epístola a todo el
mundo cristiano - 7. Privilegios para la consagración del santuario de Lourdes
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
1. El éxito de la
labor papal en favor del rezo del Santo Rosario
Los inmortales beneficios que Jesucristo Redentor ha
obtenido para el genero humano están profundamente grabados en todas nuestras
mentes, y en la Iglesia no sólo se recuerdan con imperecedera conmemoración
sino que su meditación diaria asocia al influjo que ejerce, cierta obligación
de amor para con la Santísima Virgen, Madre de Dios.
Cuando dirigimos la mirada al lapso largo que dura Nuestro
sumo Sacerdocio y tornamos Nuestra atención a lo actuado, nos invade un
sentimiento grato y gozoso de consolación, al evocar aquellas cosas que Nos,
siendo Dios autor de las buenas ideas y colaborador en su ejecución, hemos emprendido
personalmente o hemos procurado que los católicos emprendiesen y promoviesen
para mayor honra de la Virgen María.
Mas nos causa un singular gozo el que en Nuestras
exhortaciones y disposiciones hayamos puesto más al alcance de las
inteligencias la santa práctica del Rosario mariano; la hayamos introducido en
las costumbres piadosas del pueblo cristiano; multiplicado las cofradías del
Rosario; hecho florecer cada día más el número y la piedad de los socios;
estimulando la composición y amplia divulgación de muchos monumentos literarios
por plumas eruditas; y finalmente, mandado dedicar el mes del Octubre al
Rosario y celebrar su culto en toda la tierra con grande e inusitado esplendor.
2. El recuerdo de la
labor de Santo Domingo en el sur de Francia
En el presente año, empero, del que surge el siglo veinte,
Nos casi creyéramos faltar a Nuestro deber si dejáramos pasar la ocasión
propicia, que, sin proponérselo Nos han ofrecido, el venerable hermano obispo
de Tarbes, el clero y el pueblo de Lourdes, los cuales en el templo augusto,
consagrado a Dios en honor de la santísima Virgen del Rosario, han construido
quince altares, que se han de dedicar a otros tantos misterios del Rosario.
Nos aprovechamos esta oportunidad con tanto mayor gozo
cuanto que se trata de aquellas regiones de Francia que son iluminadas con
tantas y tan grandes mercedes de la santísima Virgen como antiguamente fueron
ennoblecidas por la presencia del Padre legislador, Santo Domingo; y en las
cuales se halla el origen del santo Rosario. Pues, ningún cristiano ignora que
el Padre, Santo Domingo, pasando de España a Francia, se opuso victoriosamente
a la herejía albigense, que, cual perniciosa peste, invadía en aquel tiempo
casi todo el Languedoc, en las proximidades de los montes Pirineos; y
exponiendo y predicando los admirables y sagrados misterios de los distintos
beneficios encendió la luz de la verdad en los mismos parajes que yacían
envueltos en las tinieblas de los errores.
3. Los frutos del rezo
y las razones del nombre “Rosario”
Pues, esos mismos efectos producen en cada uno de nosotros,
especialmente las series de misterios que en el Rosario admiramos; conviene a
saber, que con la frecuente meditación o recuerdo, el alma cristiana poco a
poco e insensiblemente embeba la vitalidad en ellos contenida y se impregne de
ella; que poco a poco e insensiblemente se sienta conducido a disponer sin
pretensiones su vida en activa quietud, a soportar las adversidades con
ecuanimidad y fortaleza de espíritu, a dar aliento a la esperanza de los bienes
inmortales que nos están reservados en una patria mejor, y finalmente, a
fortalecer y aumentar la fe, sin la cual buscamos en vano el remedio y el
alivio de los males que nos agobian, o la conjuración de los peligros que nos
amenazan.
Ahora bien: con razón han sido llamadas “Rosario” las oraciones
marianas que, bajo la Inspiración y ayuda de Dios, Santo Domingo fue el primero
en idear mezclándolas, en determinado orden, con los misterios de la Redención;
pues, cuantas veces saludamos a María como “llena de gracia”, según la alabanza
angélica, tantas veces ofrecemos, mediante la alabanza repetida, a la Virgen
una especie de rosas que despiden un perfume de gratísima dulzura; tantas veces
se presentan en nuestra mente la excelsa dignidad de María y la gracia que Dios
le concedió por el fruto bendito de su seno (Lc. 1, 42); tantas veces
recordemos otros méritos singulares, por los cuales con su Hijo divino María
fue hecha participante en la redención humana. ¡Cuán suave, pues, y cuán grata
es a la Santísima Virgen la salutación angélica, porque, precisamente, al
saludarla Gabriel con ella, sintió que había concebido del Espíritu Santo al
Verbo de Dios!
4. La consagración de
los 15 altares en Lourdes, es una luz en las actuales tinieblas
Mas también en nuestros días, la antigua herejía, con el
nombre cambiado y por obra de otras sectas, revive sorprendentemente en nuevas
formas y seducciones de errores e impías mentiras, se vuelve a introducir en
dichas regiones y corrompe y contamina extensamente con su contagio a los
pueblos cristianos, a los cuales arrastra miserablemente a la perdición y
condenación. Pues, Nos vemos, y en gran manera deploramos, la cruelísima
tempestad, desatada ahora, especialmente en Francia contra las Familias
religiosas en extremo beneméritas de la Iglesia y de los pueblos por las obras
de piedad y de beneficencia que hacen.
Mas mientras Nos dolemos de estos males y Nos causa amarga
pena la grave situación de la Iglesia, providencialmente sucede que se presenta
a Nuestro espíritu una clara señal de salvación. Pues, tenemos por auspicio
seguro y feliz — que la augusta Reina del cielo se digne confirmar—, el que en
el próximo mes de octubre, como hemos dicho, se hayan de consagrar, en el
templo de Lourdes, tantos altares cuantos son los misterios del santísimo
Rosario.
5. La ayuda e
intercesión de la Santísima Virgen
Y ciertamente no hay cosa que tenga tanta fuerza para
conciliarnos y merecernos la benevolencia de María como el culto que, en la
mejor forma posible, tributamos a los misterios de nuestra redención, a los
cuales Ella no asistió meramente sino en que intervino, y como también la
sucesión ordenada de los hechos que ponemos delante de los ojos,
desenvolviéndolos para la meditación y devoción.
Por eso, Nos no dudamos que la misma Virgen, Madre de Dios
y Piadosísima Madre nuestra, querrá atender benignamente a los deseos y
súplicas que elevarán debidamente las innumerables muchedumbres de cristianos
que en peregrinación afluirán ahí, y Ella unirá y confundirá sus ruegos con los
de ellos, a fin de que, asociadas en alguna manera las plegarias, violenten el
corazón de Dios, rico en misericordia, moviéndolo a escucharlos.
De este modo, la poderosísima Virgen y Madre, que un día
cooperó con su caridad para que los fieles naciesen en la Iglesia (1) sea
también ahora medianera e intercesora de nuestra salvación: quebrante y corte
las múltiples cabezas de la hidra impía que hace vastos estragos por toda
Europa; devuelva la paz a los espíritus angustiados y apresure, por fin, la
vuelta a la vida privada y pública a Jesucristo, quien puede salvar para
siempre a los que, por su medio, se aproximan a Dios (Hebr.7, 25).
6. Hace extensiva la
epístola a todo el mundo cristiano
Entre tanto, Nos, dando públicas pruebas de Nuestra
benevolencia a Nuestro venerable hermano, el obispo de Tarbes, al clero y
pueblo de Lourdes, amados hijos Nuestros, hemos querido, con ésta Nuestra
Epístola apostólica, secundar todos y cada uno de sus deseos que poco ha nos
manifestaron, y hemos mandado remitir un ejemplar auténtico de la misma a todos
Nuestros hermanos en el apostolado, patriarcas, arzobispos, obispos y demás
sagrados prelados esparcidos por el orbe católico, a fin de que también ellos
sientan el mismo gozo y la misma alegría que embargan Nuestro corazón.
7. Privilegios para la
consagración del santuario de Lourdes
Por lo cual, con el deseo de que todo redunde en bien,
felicidad, prosperidad y mayor gloria de Dios, no menos que en provecho de la
universal Iglesia, concedemos, con Nuestra autoridad apostólica y por ésta
Nuestra epístola, que Nuestro hijo Benito María Langénieux, cardenal de la Santa Romana Iglesia, pueda consagrar
lícitamente, en Nuestro nombre y autoridad, el nuevo templo erigido en el
pueblo de Lourdes, y consagrado a Dios en honor de la Santísima Virgen María
del santísimo Rosario; que el mismo querido hijo Nuestro use libremente el palio,
en la misa solemne, como si estuviese en su propia arquidiócesis; y que después
de la misa solemne, pueda bendecir a los presentes, asimismo en Nuestro nombre
y autoridad, con las acostumbradas indulgencias. Así lo concedemos sin que nada
obste en contrario.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 8 de Septiembre de
1901, año vigésimo cuarto de Nuestro Pontificado.
LEÓN XIII
Nota:
1. San Agustín. De Sancta Virgine, c. 6.
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