Carta
Apostólica
Il
religioso convegno
JUAN XXIII
Sobre el
rezo del Santo Rosario
29
septiembre 1961
Venerables hermanos, queridos hijos, salud y bendición apostólica.
1. La religiosa reunión del domingo l° de septiembre en
Castelgandolfo, con numerosa y selecta representación de cardenales, de
prelados, del Cuerpo Diplomático y una multitud de fieles de las más diversas
procedencias, estuvo penetrada del sentimiento de una viva preocupación en
torno al problema de la paz.
2. La presencia de nuestra humilde persona, nuestra voz conmovida
era punto directivo, luminoso y central de aquel encuentro. Nuestras manos
consagradas y bendecidas ofrecieron el Sacrificio eucarístico de Jesús Salvador
y Redentor: Salvator et Redemptor mundi, y Rey pacífico de los siglos y de los
pueblos.
3. Todas las naciones representadas estaban allí para dar amplia
significación de universalidad. Formaban un grupo notable, entre los demás, los
alumnos del Colegio Urbano de Propaganda, símbolo de todas las gentes, incluso
no cristianas, pero todas ansiosas de la paz.
4. Conmovidos, y a la vez confiados, anunciamos en aquel misterioso
atardecer nuestro propósito de animar a sucesivas reuniones de almas según que
con tiempo se presentase la ocasión, para retenerlas en la oración en pro de
este fundamental propósito de la preservación de la paz en el mundo entero y
para defensa de la civilización.
5. Con esta intención, y para ofrecer un primer ejemplo, pocos días
después Nos dirigimos a las Catacumbas de San Calixto, las más próximas a nuestra
residencia estival, para implorar desde allí, junto a los sacros sepulcros de
cuantos Nos precedieron, más de catorce Pontífices y con ellos obispos y
mártires ilustres en la historia, la cooperación de su celestial intercesión
para asegurar a todas las naciones —pues todas pertenecen de alguna manera a
Cristo— el gran tesoro de la paz: Ut cuncto populo christiano pacem et unitatem
Dominus largiri dignetur (1).
6. Y ahora que nos encontramos en el mes de octubre, que por
tradición de piedad y de caridad cristiana está consagrado al culto y a la
veneración de la Virgen del Rosario, se Nos ofrece como nueva la oportunísima
ocasión de una plegaria universal al Señor por la misma gran intención que
interesa a individuos, familias, pueblos.
La devoción del Santo
Rosario
7. En el pasado mayo, inspirándonos en el texto del Papa León XIII,
de grata memoria, recordamos la enseñanza de la Rerum novarum, desarrollándola
con nuestra encíclica Mater et Magistra, tratando de acomodar, siempre más y
más, la doctrina católica a las nuevas exigencias de la convivencia humana y
cristiana.
8. Recordamos ahora cómo aquel gran Pontífice, que fue ya luz y
guía de nuestro espíritu en nuestra formación, desde nuestra niñez a la aurora
del ministerio sacerdotal, al llegar el mes de octubre muchas veces volvía a
invitar al mundo cristiano al rezo del santo rosario, propuesto a todos los
hijos de la Iglesia como ejercicio de sacra y beneficiosa meditación, como
alimento de espiritual elevación y como intercesión de celestiales gracias para
toda la Iglesia.
9. Sus sucesores procuraron hacer honor a la piadosa y conmovedora
tradición. Y Nos queremos humildemente, seguir a estos grandes pastores,
veneradísimos del rebaño de Cristo, no sólo empleando la solicitud cada vez más
intensa por los intereses de la justicia y de la fraternidad, en la vida de
aquí abajo, mas también en la ferviente búsqueda de la santificación de las
almas, que es nuestra verdadera fuerza y la seguridad para todo buen éxito,
como respuesta de lo alto a las voces de la tierra, que se alzan de almas
sinceras, sedientas de verdad y caridad.
10. Ya en vísperas del mes de octubre de 1959, Nos dirigimos al
mundo católico con la encíclica Grata recordatio (2), y en el año siguiente
dirigimos, con el mismo fin, una carta al cardenal vicario de nuestra diócesis
de Roma (3).
11. Por esto Nos complacemos, venerables hermanos y queridos hijos,
todos cuantos estáis esparcidos por todo el mundo, en recordaros también este
año algunas consideraciones sencillas y prácticas, que la devoción del Santo
Rosario Nos sugiere, para sabroso alimento y para robustecimiento de principios
vitales, normativos de vuestro pensamiento y de vuestra plegaria cristiana
perfecta y feliz, y siempre bajo la luz de una universal súplica por la paz de
todas las almas y de todas las naciones.
12. El rosario, como ejercicio de cristiana devoción entre los
fieles de rito latino, que son notable parte de la familia católica, ocupa su
lugar, para los eclesiásticos, después de la santa misa y el Breviario; y, para
lo seglares, después de la participación en los sacramentos. Es (el rosario)
forma devota de unión con Dios, y siempre de alta elevación espiritual.
Palabras y contenido
13. Es verdad que, para algunas almas no educadas a elevarse por
encima del homenaje puramente oral, el rosario puede ser recitado como una
monótona sucesión de las tres oraciones: el Pater noster, el Ave Maria y el
Gloria, dispuestas en el orden tradicional de quince decenas. Esto, sin duda,
ya es algo. Pero —debemos también repetirlo— es tan sólo preparación o
resonancia exterior de una plegaria confiada, mas no vibrante elevación del
espíritu en coloquio con el Señor, buscado en la sublimidad y dulzura de sus
misterios de amor misericordioso por la humanidad toda entera.
14. La verdadera substancia del rosario bien meditado está
constituida por un triple elemento, que da a la expresión vocal unidad y
reflexión, descubriendo en vivaz sucesión los episodios que asocian la vida de
Jesús y de María, con referencia a las varias condiciones de las almas orantes
y a las aspiraciones de la Iglesia universal.
15. Para cada decena de avemarías he aquí un cuadro, y para cada
cuatro un triple acento, que es al mismo tiempo: contemplación mística,
reflexión íntima e intención piadosa. Contemplación mística
16. Ante todo, contemplación pura, luminosa, rápida, de cada
misterio, es decir, de aquellas verdades de la fe que nos hablan de la misión
redentora de Jesús. Contemplando, nos encontramos en una comunicación íntima de
pensamiento y de sentimiento con la doctrina y con la vida de Jesús, Hijo de
Dios e Hijo de María, venido a la tierra para redimir, instruir y santificar:
—en el silencio de la vida oculta, hecha de plegaria y de trabajo; —en los
dolores de su santa Pasión; —en el triunfo de la resurrección, como en la
gloria de los cielos donde está sentado a la diestra del Padre, asistiendo y
vivificando siempre con el Espíritu Santo la Iglesia fundada por Él, que va
siguiendo su camino a través de los siglos.
Reflexión íntima
17. El segundo elemento es la reflexión, que desde la plenitud de
los misterios de Cristo se difunde con viva luz sobre el espíritu del orante.
Cada uno advierte, misterio por misterio, la oportuna y buena enseñanza para
sí, en orden a la propia santificación y a las condiciones en que vive; y bajo
la continua iluminación del Espíritu Santo, que desde lo profundo del alma en
gracia «pide por nosotros con gemidos inenarrables» (4), cada uno compara su
vida con el calor de la enseñanza que brota de esos mismos misterios, y
encuentra sus inagotables aplicaciones tanto a las propias necesidades
espirituales como a las necesidades de su vivir cotidiano.
Intención piadosa
18. En último término está la intención, es decir, la indicación de
personas, instituciones o necesidades de orden personal y social, que para un
católico verdaderamente activo y piadoso entran en el ejercicio de la caridad
hacia los hermanos, caridad que se difunde en los corazones como expresión
viviente de la común pertenencia al cuerpo místico de Cristo.
19. Así es como el rosario se convierte en súplica universal de
cada una de las almas particulares y de la inmensa comunidad de los redimidos,
que desde todos los puntos de la tierra se encuentran en una misma plegaria: ya
sea en la invocación personal, para implorar gracias por necesidades
individuales de cada uno, ya sea en la participación en el coro inmenso y
unánime de toda la Iglesia por los grandes intereses de la humanidad entera. La
Iglesia, como el Redentor Divino la quiere, vive entre las asperezas, las
adversidades y las tempestades de un desorden social que frecuentemente se
convierte en amenaza pavorosa; pero sus miradas están fijas y las energías de
la naturaleza y de la gracia tienden siempre hacia el supremo destino de los
fines eternales.
Recitación oral y
privada
20. Esto es el rosario mariano, observado en sus varios elementos,
conjuntamente reunidos en alas de la plegaria vocal y a ella entrelazados como
un bordado fino y substancioso, pero lleno de calor y de atractivo espiritual.
21. Las oraciones vocales adquieren, por lo tanto, también ellas,
su pleno sentido: ante todo, la oración dominical, que da al rosario tono,
substancia y vida, y, al venir después del anuncio de cada uno de los
misterios, señala el paso de una a otra decena; después, la salutación
angélica, que lleva en sí ecos de la alegría del cielo y de la tierra en torno
a los varios cuadros de la vida de Jesús y de María; y, finalmente, el
trisagio, repetido en adoración profunda a la Santísima Trinidad.
22. ¡Qué bello es siempre, así, el rosario del niño inocente y del
enfermo; de la virgen consagrada al retiro del claustro o al apostolado de la
caridad, siempre en la humildad y en el sacrificio; del hombre y de la mujer,
padre y madre de familia, alimentados por alto sentido de responsabilidad noble
y cristiana; de las modestas familias fieles a la antigua tradición doméstica;
de las almas recogidas en silencio y abstraídas de la vida del mundo al que han
renunciado, aunque debiendo, siempre vivir con el mundo, pero como anacoretas,
entre las incertidumbres y las tentaciones!
23. Éste es el rosario de las almas piadosas, que mantienen viva la
preocupación de la propia singularidad de vida y de ambiente.
Oración social y
solemne
24. Respetando esta antigua, acostumbrada y conmovedora forma de
devoción mariana, según las circunstancias personales de cada uno, Nos está
permitido, además, añadir que las transformaciones modernas sobrevenidas en
cada sector de la convivencia humana, los inventos científicos, el mismo
perfeccionamiento de la organización laboral, conduciendo al hombre a medir con
mayor amplitud de mirada y penetración para comprender la fisonomía del mundo
actual, viene creando nuevas sensibilidades también en torno a la función y las
formas de la plegaria cristiana. Hoy cada alma que ora ya no se siente sola y
ocupada exclusivamente en los propios intereses de orden espiritual y temporal;
sino que advierte, más y mejor que en el pasado, que pertenece a todo un cuerpo
social, cuya responsabilidad participa, gozando sus ventajas y temiendo sus
incertidumbres y peligros. Éste, por lo demás, es el carácter de la oración
litúrgica del Misal y del Breviario: cada una de sus partes, sellada por el
Oremus, que supone pluralidad y multitud tanto de quien ora cuanto de quien
espera ser escuchado y por quien la plegaria se realiza. Es la multitud que ora
en unidad de súplica por toda la fraternidad humana, religiosa y civil.
25. El rosario de María, pues, viene elevado a la condición de una
gran plegaria pública y universal frente a las necesidades ordinarias y
extraordinarias de la Iglesia santa, de las naciones y del mundo entero.
26. Ha habido épocas difíciles, demasiado difíciles en la historia
de los pueblos, por la sucesión de acontecimientos que señalaron con notas de
lágrimas y de sangre los cambios de los Estados más potentes de Europa.
27. Es bien conocida de quienes siguen, desde el punto de vista
histórico, los acontecimientos de las transformaciones políticas, la influencia
ejercitada por la piedad mariana, en la preservación de desgracias
amenazadoras, en la restauración de la prosperidad y del orden social, en la
prueba de las espirituales victorias obtenidas.
Monumento histórico
de piedad y de arte en Venecia
28. Acordándonos siempre de nuestra querida ciudad de Venecia, que
durante seis años Nos ofreció tan caras ocasiones de buen ministerio pastoral,
Nos place señalar, cual motivo de viva complacencia que conmueve nuestro
corazón, la restauración ya terminada de la suntuosa capilla del Rosario,
ornato preclarísimo de la basílica de San Juan y San Pablo, de los padres
dominicos de allí.
29. Es un monumento que brilla, con mucho honor, entre los muchos
que en Venecia afirman a través de los siglos las victorias de la fe, y
corresponde precisamente a aquellos años que siguieron al Concilio Tridentino,
sellando —del 1563 al 1565— el característico fervor difundido por toda la
cristiandad, en honor del rosario de María, desde entonces invocada en la
letanía bajo el título de Auxilium christianorum.
Ahora y siempre:
Rosario, invocación de paz universal
30. ¡Oh rosario bendito de María; ¡cuánta dulzura al verte
sostenido por la mano de los inocentes, de los sacerdotes santos, de las almas
puras, de los jóvenes y de los ancianos, de cuantos aprecian el valor y la
eficacia de la oración, llevado por innumerables y piadosas multitudes como
emblema y como bandera augural de paz en los corazones y de paz para todas las
gentes humanas!
31. Decir paz en sentido humano y cristiano significa la
penetración en las almas de aquel sentido de verdad, de justicia, de perfecta
fraternidad entre las gentes, que disipa todo peligro de discordia, de
confusión, que armoniza la voluntad de todos y de cada uno sobre las huellas de
la doctrina evangélica, mediante la contemplación de los misterios de Jesús y
de María, convertidos en algo familiar a la devoción universal; sobre el
esfuerzo de cada alma, de todas las almas, hacia la práctica perfecta de la ley
santa, que, regulando los secretos del corazón, rectifica las acciones de cada
uno hacia el cumplimiento de la paz cristiana, delicia del vivir humano, gusto anticipado
de los goces imperecederos y eternos.
32. Queridos hermanos e hijos: Sobre este tema del rosario de
María, entendido como súplica mundial por la paz del Señor y por la felicidad,
aun aquí abajo, de las almas y de los pueblos, el corazón Nos sugeriría otras
piadosas consideraciones persuasivas y conmovedoras. Mas preferimos ofrecer a
vuestra atención, a modo de complemento de esta carta apostólica, un pequeño
ensayo nuestro de devotos pensamientos, distribuidos para cada decena del
rosario, con referencia al triple acento —misterio, reflexión e intención— que
más arriba hemos señalado.
33. Estas simples y espontáneas notas pueden convenir bien al
espíritu de muchos, particularmente inclinados a superar la monotonía de la
simple recitación. Formas útiles y oportunas para una personal edificación más
viva, para un más encendido fervor de la oración por la salvación y la paz de
todas las gentes.
34. Y ahora, el último pensamiento para San José. Su querida figura
aparece más veces en los misterios gozosos del rosario. Pero recordamos que el
gran Pontífice León XIII, en el fervor de sus recomendaciones, por tres veces
—en el 1885, en el 1886 y en el 1889— lo presentó a la veneración de los fieles
del mundo entero enseñando aquella plegaria «A ti, oh bienaventurado San José»,
que Nos es tanto más querida, cuanto que fue aprendida en los fervores de
nuestra feliz infancia.
35. Una vez más la recomendamos, invitando al custodio de Jesús y
al Esposo purísimo de María a que con su intercesión dé valor a nuestros votos,
a nuestras esperanzas.
36. Deseamos, en fin, de todo corazón, que este mes de octubre sea,
como debe, una sucesión continuada y deliciosa, para las almas piadosas, de
mística elevación hacia Aquella que el ejercicio del sacratísimo rosario, en su
terminación, aclama ahora y siempre la Beata Mater, et intacta Virgo gloriosa,
Regina mundi para universal paz y consuelo.
Castelgandolfo, 29 de septiembre de 1961, fiesta de San Miguel
Arcángel.
Juan XXIII
Notas
1.
Cf. Litaniae Sanctorum
2.
A.A.S. 51 (1959), 673-678.
3.
Ep. L’ottobre che Ci sta inanzi: A.A.S. 52 (1960), 814-817.
4.
Rom 8, 26.
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