Entrevista al
Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los
Sacramentos
El Cardenal Robert Sarah concedió una entrevista
a Christophe Geffroy, director
de La Nef con motivo de la publicación de su nuevo libro
con Nicolas Diat [1]. Libro magnífico, de notable altura espiritual, que nos hace
entrar en el corazón del misterio de Dios: el silencio, necesario para todo
encuentro con el Señor, en la vida interior y en la liturgia. Encuentro con un
hombre habitado por Dios.
Este libro que usted propone a los
lectores es una auténtica meditación espiritual sobre el silencio: ¿por qué se
ha lanzado a una reflexión tan profunda que no se esperaría habitualmente de un
Prefecto de la Congregación para el Culto divino, responsable de cuestiones muy
concretas de la vida de la Iglesia?
«El primer lenguaje de Dios es el
silencio». Comentando esta rica y bonita intuición de san Juan de la Cruz,
Thomas Keating, en su obra Invitation to love escribe: «Todo
lo demás es una pobre traducción. Para entender este lenguaje, debemos aprender
a ser silenciosos y a descansar en Dios».
Es hora de encontrar el verdadero
orden de las prioridades. Es hora de volver a poner a Dios en el centro de
nuestras preocupaciones, en el centro de nuestro obrar y de nuestras vidas, en
el único lugar que debe ocupar. Así, nuestro camino cristiano podrá gravitar alrededor
de esa Roca, estructurarse en la luz de la fe y alimentarse en la oración, que
es un momento de encuentro silencioso e íntimo donde el hombre se ve cara a
cara con Dios para adorarle y expresarle su amor filial.
No nos equivoquemos. La verdadera urgencia
está ahí: encontrar el sentido de Dios. Donde el Padre no se deja acercar más
que en el silencio. La Iglesia es la que más lo necesita hoy día: no una
reforma administrativa, ni un programa pastoral más, ni un cambio estructural.
El programa ya existe: es el de siempre, sacado del Evangelio y de la tradición
viva. Está centrado en el mismo Cristo al que debemos conocer, amar, imitar,
para vivir en Él y por Él, transformar nuestro mundo que se degrada porque los
hombres viven como si Dios no existiese. Como sacerdote, como pastor, como
Prefecto, como Cardenal, mi prioridad es decir que solo Dios puede colmar el
corazón del hombre.
Creo que somos víctimas de la
superficialidad, del egoísmo y del espíritu mundano que propaga la sociedad
mediatizada. Nos perdemos en luchas de influencia, en conflictos de personas,
en un activismo narcisista y vano. Nos hinchamos de orgullo, de pretensión,
prisioneros de una voluntad de poder. Por títulos, cargos profesionales o
eclesiásticos, aceptamos viles compromisos. Pero todo eso pasa como el humo. En
mi nuevo libro, he querido invitar a los cristianos y a los hombres de buena
voluntad a entrar en el silencio; sin él, nos quedamos en mera ilusión. La
única realidad que merece nuestra atención es Dios mismo, y Dios es silencioso.
Y espera nuestro silencio para revelarse. Encontrar el sentido del silencio es,
pues, una prioridad, una necesidad, una urgencia. El silencio es más importante
que cualquier otra obra humana. Porque expresa a Dios. La verdadera revolución
viene del silencio, que nos lleva a Dios y a los demás para ponernos
humildemente a su servicio.
¿Por qué la noción de silencio es tan
esencial para usted? ¿El silencio es necesario para encontrar a Dios? ¿Y en qué
«es la más grande libertad del hombre» (n. 25)? En cuanto «libertad», ¿el
silencio es una ascesis?