viernes, 24 de mayo de 2019

Misa de la Virgen XLIV La Virgen María, Salud de los enfermos


Misas de la Virgen XLIV (Tiempo Ordinario XXVI):
"La Virgen María, Salud de los enfermos"

MISA COMPLETA, GUIÓN Y COMENTARIO


La «salvación de Dios» abarca al hombre entero, su cuerpo, su alma y su espíritu, no sólo mientras peregrina aquí en la Tierra, sino también, y principalmente, cuando se convierte en ciudadano del Cielo. Por la salvación realizada por Cristo en el Espíritu Santo, cambia radicalmente la condición del hombre: la opresión se convierte en libertad, la ignorancia en conocimiento de la verdad, la enfermedad en salud, la tristeza en alegría, la muerte en vida, la esclavitud del pecado en participación de la naturaleza divina. Sin embargo, en este mundo el hombre no puede alcanzar la salvación total y perfecta, ya que su vida está sujeta al dolor, a la enfermedad, a la muerte. La «salvación de Dios» es Jesucristo en persona, a quien el Padre envió al mundo como Salvador del hombre y médico de los cuerpos y de las almas, tal como la liturgia lo llama, reproduciendo en cierto modo unas palabras de San Ignacio de Antioquía (cf. Ad Ephesios VII, 2: S Ch 10, p. 74). Él, durante los días de su vida terrena, movido por su misericordia, curó a muchos enfermos, librándolos también con frecuencia de las heridas del pecado (cf. Mt 9, 2-8; Jn 5, 1-14).
También la Santísima Virgen, por ser Madre de Cristo, Salvador de los hombres, y Madre de los fieles, socorre con amor a sus hijos cuando se hallan en dificultades. Por esto, los enfermos acuden a ella con frecuencia -muchas veces visitando los santuarios a ella dedicados-, para recibir, por su intercesión, la salud. En los santuarios marianos existen muchos testimonios de esta confianza de los enfermos en la Madre de Cristo.
Entre los títulos con que los fieles aquejados de enfermedad veneran a la Santísima Virgen, destaca el de «Salud de los enfermos», por obra principalmente de los religiosos de la Congregación de Regulares Servidores de los Enfermos, que han hecho popular este título, y en cuya iglesia de Santa María Magdalena, dedicada en la Urbe, se venera una imagen insigne por la devoción de los fieles y por los milagros. 
En la liturgia de la palabra se lee el cántico de Isaías sobre el «Siervo del Señor» (1ª Lectura, Is 53, 1-5. 7-10), que «soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores» (v. 4), Y cuyas «cicatrices nos curaron» (v. 5).
La asamblea de los fieles responde bendiciendo al Señor, que «cura todas (nuestras) enfermedades» (Salmo responsorial, 102 [103], la. 3b).
En la lectura evangélica se proclama el fragmento de San Lucas sobre la Visitación de María a su parienta Isabel (Evangelio, Lc 1, 39-56), para que los fieles, contemplando a la Santísima Virgen, que, llena de fe, alabando la misericordia de Dios, se apresura a visitar a la madre del Precursor, se sientan impelidos a imitar su solicitud en la atención a los hermanos y hermanas enfermos.
En la liturgia eucarística se glorifica a Dios Padre, que ha dado a la Santísima Virgen por patrona y ejemplo a los fieles enfermos:
- patrona, porque «brilla como señal de salvación y de celestial esperanza / para los enfermos que invocan su protección» (Prefacio);

- ejemplo, porque «a todos los que la contemplan, / les ofrece el ejemplo de aceptar (la) voluntad (de Dios) / y configurarse más plenamente con Cristo» (Prefacio).
Oficiar la Misa en honor de la Santísima Virgen «Salud de los enfermos» y suplicar su intercesión para conseguir la salud corporal equivale a celebrar un peculiar momento de la historia de la salvación que tendrá su acabamiento y perfección cuando, en la gloriosa Venida de Cristo, «el último enemigo aniquilado será la muerte» (1 Oración colecta 15, 26). Y los cuerpos de los justos resucitarán incorruptos.
Los textos de este formulario, excepto el Prefacio, son los mismos de la Misa de la Santísima Virgen con el título de Salus infirmorum que se halla en el Proprium missarum Ordinis Ministrantium infirmis, Tipografía Políglota Vaticana 1974, pp. 14-15. 27-30.




Antífona de entrada Cf. Sal 34 (35), 3; Jon 2, 3

Yo soy la salvación del pueblo. Cuando me llamen desde el peligro, yo los escucharé.


Oración colecta

Te pedimos, Señor, que nosotros, tus siervos, gocemos siempre de salud de alma y cuerpo, y por la intercesión de santa María, la Virgen, líbranos de las tristezas de este mundo y concédenos las alegrías del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.

Primera lectura

Él soportó nuestros sufrimientos

Lectura del libro del profeta Isaías 53, 1-15. 7-10

¿Quién creyó nuestro anuncio?,
¿a quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,
como un hombre de dolores,
acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultan los rostros,
despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
Maltratado, voluntariamente se humillaba
y no abría la boca;
como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quien meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron sepultura con los malvados,
y una tumba con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación;
verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Palabra de Dios.


Salmo responsorial Sal 102, 1-2. 3-4. 6-7. 8 y 10 (R.: 1a. 3a)

R. Bendice, alma mía, al Señor; él cura todas tus enfermedades.

Bendice, alma mía, al Señor
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor
y no olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a loa hijos de Israel. R.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no nos trata como merecen nuestro pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R.


Aleluya Cf. Lc 1, 45

Dichosa tú, Virgen María, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.


Evangelio

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

+ Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
–«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»
María dijo:
— «Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Palabra del Señor.

Oración sobre las ofrendas
Señor, escucha las plegarias y recibe las ofrendas que te presentan los fieles en honor de santa María, siempre Virgen; que sean agradables a tus ojos y atraigan sobre el pueblo tu protección y tu auxilio. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Prefacio

La Bienaventurada Virgen María brilla como signo de salud para los enfermos

V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.

En verdad es justo darte gracias
y deber nuestro glorificarte, Padre santo.

Porque la santa Virgen María,
participando de modo admirable en el misterio del dolor,
brilla como señal de salvación y de celestial esperanza
para los enfermos que invocan su protección;
y a todos los que la contemplan,
les ofrece el ejemplo de aceptar tu voluntad
y configurarse más plenamente con Cristo.
El cual, por su amor hacia nosotros,
soportó nuestras enfermedades
y aguantó nuestros dolores.

Por él,
los ángeles y los arcángeles
y todos los coros celestiales
celebran tu gloria,
unidos en común alegría.

Permítenos asociamos a sus voces
cantando humildemente tu alabanza:

Santo, Santo, Santo



Oración después de la comunión
Hemos recibido gozosos, Señor, el sacramento que nos salva, el Cuerpo y la Sangre de tu Unigénito, en la celebración de su Madre, la bienaventurada Virgen María; que él nos conceda los dones de la vida temporal y de la eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Introducción
Hoy vamos a celebrar la Misa en honor de la Santísima Virgen, "Salud de los enfermos". Suplicaremos la intercesión de esta Madre amorosa en favor de los que están enfermos física o espiritualmente. Realizaremos así un acto de confianza en María, Virgen fiel, a la vez que profesaremos nuestra fe en el Señor Jesucristo, el Justo Juez que vendrá al final de los tiempos para sanar toda enfermedad y poner fin a toda lamentación. Cantamos…

Lecturas
Con el gozo que Isabel recibió la visita de María, recibamos la Palabra de Dios y guiados por ella preservemos nuestras almas de todo lo que pueda enfermarlas.


Oración de los fieles

R.  Por los méritos de tu Madre, sánanos, Jesús.

-Del mal de la soberbia, que nos conduce a sentirnos autosuficientes y a rechazar la gracia que Dios nos ofrece por medio de los sacramentos de la Iglesia. 
R.

-Del mal de la ceguera espiritual, que nos impide reconocer a Cristo en la persona de los enfermos, pobres y postergados. 
R.

-Del mal de la
 arrogancia, que nos lleva a sentirnos superiores a los demás, y a erigirnos en jueces de todos. R.

-Del mal de la ignorancia, que nos impulsa a objetar ciertas verdades de la fe que la Iglesia nos enseña como Madre, y a contestar determinadas disposiciones disciplinarias que en ella rigen, y que nuestra mente no alcanza a comprender. R. 

-Del mal de la indiferencia, que nos hace olvidar del acto de caridad de oración y sufragio que debemos a las Almas del Purgatorio. R.


Ofertorio

Por medio de Santa María, Salud de los enfermos, junto a los dones eucarísticos, depositemos en el altar los diversos padecimientos de los que viven la experiencia de la enfermedad física, mental o espiritual, más las dificultades de los familiares que cuidan de ellos y de los médicos y demás agentes sanitarios que los atienden. Cantamos…

Comunión
Ofrezcamos la Comunión de hoy, sacramental o espiritual, por los hermanos enfermos, a quienes estamos unidos por la participación de este Pan celestial y por la confesión de la misma fe. Santa María, Consuelo de los afligidos, lleve a buen puerto esta nuestra intención. Cantamos…

Despedida
Invocando a María, Salud de los enfermos y Estrella de esperanza en la noche del dolor y la enfermedad, concluimos esta celebración. Cantamos…


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