Misas de la Virgen
XLIII (Tiempo Ordinario XXV):
"La Virgen
María de la Merced"
MISA COMPLETA,
GUIÓN Y COMENTARIO
Entre
las familias religiosas dedicadas con vínculo especial a la Madre de Cristo, se
cuenta la Orden de Nuestra Señora, la Virgen María de la Merced, que fundó San
Pedro Nolasco (+1256) para la redención de los cautivos cristianos, en el año
1218, en Barcelona, después de haber consultado a San Raimundo de Peñafort
(+1275) y a Jaime I (+1276), rey de Aragón.
La
Santísima Virgen es venerada con el título «de la Merced», sobre todo en los
territorios de Aragón y Cataluña, y en muchos lugares de la América latina.
El
formulario, teniendo en cuenta la finalidad para la que fue instituida la Orden
mercedaria, celebra en primer lugar a Cristo, «Redentor de los hombres (Oración
colecta), que «nos mereció con su Sacrificio» «la verdadera libertad de hijos»
(Oración colecta).
Luego
conmemora a la Santísima Virgen que, por ser la esclava del Señor (cf. Lc 1,
38) y estar totalmente· entregada a la obra del Hijo redentor (cf. LG 56), es
llamada con razón «Dispensadora de los tesoros de la redención» (Prefacio).
En
la Misa la Santísima Virgen es celebrada como:
-
nueva Judit, ya que así como la antigua Judit, con gran valentía, liberó al
pueblo del asedio de Holofernes, así María, luchando contra la Serpiente
primordial, trajo el bien al pueblo de Israel y a toda la Iglesia (cf. 1ª
Lectura 15, 8-10. 14; 16, 13-14);
-
profetisa de la redención de Israel, ya que, convertida en voz de su pueblo, proclamó
la grandeza del Señor, que, acordándose de su misericordia, había auxiliado a
Israel, redimiéndolo de la esclavitud del pecado (cf. Antífona de entrada, Lc
1, 46a. 54-55a);
-
asociada a la Pasión de Cristo, ya que la Santísima Virgen, que estuvo junto a
su Hijo desde su «humilde Nacimiento»; estuvo también «asociada a su Pasión
junto a la Cruz» (Prefacio); con razón, pues, se toma para la lectura
evangélica el texto de San Juan sobre la presencia de la Virgen junto a la Cruz
del Señor (Evangelio, Jn 19,25-27);
-
Madre amantísima (Oración después de la comunión), que el Señor nos concedió
misericordiosamente, y que «cuida siempre con afecto materno / a los hermanos
de su Hijo que se hallan en peligros y ansiedad, / para que, rotas las cadenas
de toda opresión, / alcancen la plena libertad del cuerpo y del espíritu»
(Prefacio);
-
abogada nuestra (Prefacio) y celestial patrona (Oración después de la
comunión); María, en efecto, «elevada a la Ciudad celeste» (Prefacio),
intercede constantemente por nosotros.
Los
textos de esta Misa se han tomado del Proprium missarum Ordinis beatae
Mariae Virginis de Mercede, Curia General de la Orden, Roma 1976, pp.
26-28. 50.
Antífona de entrada Lc 1, 46a. 54-55a
Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque auxilia a Israel, su
siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros
padres.
Oración colecta
Padre misericordioso, que enviaste al mundo a tu Hijo Jesucristo,
Redentor de los hombres, con la maternal cooperación de la Virgen María,
concede a cuantos la invocamos con el título de la Merced, mantenernos en la
verdadera libertad de hijos que Cristo Señor nos mereció con su sacrificio, y
ofrecerla incansablemente a todos los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera lectura
La mano del Señor me ha dado fuerzas
Lectura del libro de Judit 15, 8-10; 16, 13-14
En aquellos días, el sumo sacerdote Joaquín y el senado israelita de
Jerusalén fueron a contemplar los prodigios de Dios a favor de Israel y a ver y
a saludar a Judit. Cuando llegaron a su casa, todos a una voz la felicitaron:
– «Tú eres la gloria de Jerusalén, tú eres el honor de Israel, tú eres
el orgullo de nuestra raza. Con tu mano lo hiciste, bienhechora de Israel, y
Dios se ha complacido. Que Dios omnipotente te bendiga por siempre jamás.»
Y todos aclamaron:
– «¡Así sea, así sea!»
Judit entonó este canto:
– «Cantaré a mi Dios un cántico nuevo:
Señor, tú eres grande y glorioso,
admirable en tu fuerza, invencible.
Que te sirva toda la creación,
porque tú lo mandaste y existió;
enviaste tu aliento, y la construiste,
nada puede existir sin tu voz.»
Palabra de Dios.
Salmo
responsorial Lc 1, 46-48a. 48b-49. 50-51. 52-53. 54-55
R. El Señor se
ha compadecido de su pueblo.
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava. R.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo. R.
Y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón. R.
Derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes;
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos. R.
Auxilia a Israel su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. R.
Aleluya Cf.
Lc 1, 45
Dichosa tú, Virgen María, que has creído, porque lo que te ha dicho el
Señor se cumplirá.
Evangelio
Mujer, ahí tienes a tu hijo
+ Lectura del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27.
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana
de su madre, María la de Cleofás, y María la Magdalena. Jesús, al ver a su
madre, y cerca al discípulo que tanto quería,
dijo a su madre:
— Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo:
— Ahí tienes a tu madre.
Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
Palabra del Señor.
Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, las ofrendas de tu pueblo, que celebra la obra de la
inmensa caridad de Cristo, y confírmanos en el amor a ti y al prójimo, con el
ejemplo de la gloriosa Virgen María. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
Santa María, Madre del Redentor y administradora de
la de redención
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Por un admirable y providente designio de tu amor,
uniste la gloriosa Virgen María a Cristo, tu Hijo,
en la obra de la salvación humana,
con tan estrecho vínculo,
que fue Madre suya amantísima en su humilde
nacimiento.
Asociada a su pasión junto a la cruz,
es ahora elevada a la ciudad celeste,
abogada nuestra
y dispensadora de los tesoros de la redención.
Ella cuida siempre con afecto materno
a los hermanos de su Hijo que se hallan en peligros
y ansiedad,
para que, rotas las cadenas de toda opresión,
alcancen la plena libertad del cuerpo y del
espíritu.
Por eso, con los ángeles y todos los santos,
al celebrar el memorial de la redención y del amor
de tu Hijo,
te alabamos en su nombre y cantamos sin cesar:
Santo, Santo, Santo.
Oración después de la comunión
Recibido el sacramento de la redención y de la vida, te pedimos, Señor,
por intercesión de la Virgen María de la Merced, nuestra Madre amantísima y
celestial Patrona, que nos concedas cooperar más intensamente en el misterio de
la salvación de los hombres, y ser admitidos en la gloria de tu Reino. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Introducción
En esta Misa queremos honrar a la Santísima Virgen con el título de
"Nuestra Señora de la Merced".
La profética inspiración de San Pedro Nolasco lo llevó a fundar, hace
más de siete siglos y medio, la Orden de la Virgen de la Merced para la
redención de los cautivos. Su objetivo era, al principio, el rescate de los
cristianos apresados por los islámicos. No solamente se trataba de una
liberación física sino de la misma salvación del alma de las víctimas, que se
hallaban en serio peligro de perder su fe. Con los siglos, esta Orden sigue
socorriendo a los perseguidos y privados física o espiritualmente de su
libertad. Por los perseguidos y por los que persiguen; por los que rescatan a
los primeros y oran por la conversión de los segundos; por los que son esclavos
de antiguas y nuevas cadenas ya sea materiales, ideológicas o espirituales. Por
todos, ofrecemos esta celebración. Cantamos…
Lecturas
Recibamos la Palabra de Dios y siendo dóciles a ella vivamos con la
libertad de los hijos de Dios.
Oración de los fieles
R. Por María, redentora de cautivos, líbranos, Señor.
-De la tentación de hacer de la Iglesia una casa exclusiva para nosotros, a la medida de nuestro egoísmo y de nuestra arrogancia, te pedimos...R.
-De la pretensión de erigirnos en jueces de los demás, sin ser capaces de reconocer el pecado que hay en nosotros mismos, te pedimos...R.
-De la indiferencia hacia los hermanos que sufren en los establecimientos penitenciarios, o de aquellos que son esclavos de cualquier forma de pecado, te pedimos...R.
-Del deseo desmedido de poder y de poseer; del rencor y la venganza; de la envidia y la ambición; te pedimos...R.
-De la obstinación en el pecado y de la eterna condenación, te pedimos...R.
Ofertorio
Con los dones concretos de pan y vino, depositamos también espiritualmente en el Altar, por medio de la Virgen santa de la Merced, el dolor de todos aquellos que pagan con su libertad el precio de permanecer fieles a Cristo y a la Iglesia, y de amar al prójimo como el Señor nos enseñó. Cantamos…
Con los dones concretos de pan y vino, depositamos también espiritualmente en el Altar, por medio de la Virgen santa de la Merced, el dolor de todos aquellos que pagan con su libertad el precio de permanecer fieles a Cristo y a la Iglesia, y de amar al prójimo como el Señor nos enseñó. Cantamos…
Comunión
Eucaristía, "memorial de nuestra redención y del amor de Cristo" .
Reconociendo a Cristo a la Víctima inmolada para la redención de los cautivos de ayer, de hoy y de siempre presente en el Santísimo Sacramento. Cantamos…
Eucaristía, "memorial de nuestra redención y del amor de Cristo" .
Reconociendo a Cristo a la Víctima inmolada para la redención de los cautivos de ayer, de hoy y de siempre presente en el Santísimo Sacramento. Cantamos…
Despedida
Concluimos la celebración. Con María, redentora de los cautivos, vayamos al rescate de aquellos que han olvidado a qué precio han sido redimidos. Cantamos…
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