1 de noviembre: Solemnidad de Todos
los Santos
CEC 61, 946-962,
1090, 1137-1139, 1370: la Iglesia, comunión de los santos
CEC 956, 2683: la
intercesión de los santos
CEC 828, 867, 1173,
2030, 2683-2684: los santos, ejemplos de santidad
CEC 61, 946-962,
1090, 1137-1139, 1370: la Iglesia, comunión de los santos
61 Los patriarcas, los profetas y otros
personajes del Antiguo Testamento han sido y serán siempre venerados como
santos en todas las tradiciones litúrgicas de la Iglesia.
LA
COMUNIÓN DE LOS SANTOS
946 Después
de haber confesado "la Santa Iglesia católica", el Símbolo de los
Apóstoles añade "la comunión de los santos". Este artículo es, en
cierto modo, una explicitación del anterior: "¿Qué es la Iglesia, sino la
asamblea de todos los santos?" (San Nicetas de Remesiana, Instructio
ad competentes 5, 3, 23 [Explanatio Symboli, 10]: PL 52, 871).
La comunión de los santos es precisamente la Iglesia.
947 "Como
todos los creyentes forman un solo cuerpo, el bien de los unos se comunica a
los otros [...] Es, pues, necesario creer [...] que existe una comunión de
bienes en la Iglesia. Pero el miembro más importante es Cristo, ya que Él es la
cabeza [...] Así, el bien de Cristo es comunicado [...] a todos los miembros, y
esta comunicación se hace por los sacramentos de la Iglesia" (Santo Tomás
de Aquino, In Symbolum Apostolorum scilicet «Credo in Deum» expositio,
13). "Como esta Iglesia está gobernada por un solo y mismo Espíritu, todos
los bienes que ella ha recibido forman necesariamente un fondo común"
(Catecismo Romano, 1, 10, 24).
948 La
expresión "comunión de los santos" tiene, pues, dos significados
estrechamente relacionados: "comunión en las cosas santas [sancta]"
y "comunión entre las personas santas [sancti]".
Sancta
sanctis [lo que es santo
para los que son santos] es lo que se proclama por el celebrante en la mayoría
de las liturgias orientales en el momento de la elevación de los santos dones
antes de la distribución de la comunión. Los fieles (sancti) se
alimentan con el cuerpo y la sangre de Cristo (sancta) para crecer en la
comunión con el Espíritu Santo (Koinônia) y comunicarla al mundo.
I. La comunión de los bienes espirituales
949 En
la comunidad primitiva de Jerusalén, los discípulos "acudían [...]
asiduamente a la enseñanza de los Apóstoles, a la comunión, a la fracción del
pan y a las oraciones" (Hch 2, 42):
La comunión en la fe. La fe de los fieles es la fe de la Iglesia recibida de los Apóstoles, tesoro de vida que se enriquece cuando se comparte.
950 La comunión
de los sacramentos. “El fruto de todos los Sacramentos pertenece a todos.
Porque los Sacramentos, y sobre todo el Bautismo que es como la puerta por la
que los hombres entran en la Iglesia, son otros tantos vínculos sagrados que
unen a todos y los ligan a Jesucristo. Los Padres indican en el Símbolo que
debe entenderse que la comunión de los santos es la comunión de los sacramentos
[...]. El nombre de comunión puede aplicarse a todos los sacramentos puesto que
todos ellos nos unen a Dios [...]. Pero este nombre es más propio de la
Eucaristía que de cualquier otro, porque ella es la que lleva esta comunión a
su culminación” (Catecismo Romano, 1, 10, 24).
951 La comunión
de los carismas: En la comunión de la Iglesia, el Espíritu Santo
"reparte gracias especiales entre los fieles" para la edificación de
la Iglesia (LG 12). Pues bien, "a cada cual se le otorga la
manifestación del Espíritu para provecho común" (1 Co 12, 7).
952 “Todo
lo tenían en común” (Hch 4, 32): "Todo lo que posee
el verdadero cristiano debe considerarlo como un bien en común con los demás y
debe estar dispuesto y ser diligente para socorrer al necesitado y la miseria
del prójimo" (Catecismo Romano, 1, 10, 27). El cristiano es un
administrador de los bienes del Señor (cf. Lc 16, 1, 3).
953 La comunión
de la caridad: En la comunión de los santos, "ninguno
de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo" (Rm 14,
7). "Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es
honrado, todos los demás toman parte en su gozo. Ahora bien, vosotros sois el
cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte" (1 Co 12,
26-27). "La caridad no busca su interés" (1 Co 13, 5;
cf. 1 Co 10, 24). El menor de nuestros actos hecho con caridad
repercute en beneficio de todos, en esta solidaridad entre todos los hombres,
vivos o muertos, que se funda en la comunión de los santos. Todo pecado daña a
esta comunión.
II. La comunión entre la Iglesia del cielo y la de la
tierra
954 Los
tres estados de la Iglesia. «Hasta que el Señor venga en su esplendor con
todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos,
unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros
están glorificados, contemplando "claramente a Dios mismo, uno y trino,
tal cual es"» (LG 49):
«Todos, sin embargo,
aunque en grado y modo diversos, participamos en el mismo amor a Dios y al
prójimo y cantamos el mismo himno de alabanza a nuestro Dios. En efecto, todos
los que son de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y están
unidos entre sí en Él» (LG 49).
955 "La
unión de los miembros de la Iglesia peregrina con los hermanos que durmieron en
la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe. Más aún, según la constante
fe de la Iglesia, se refuerza con la comunicación de los bienes
espirituales" (LG 49).
956 La
intercesión de los santos. "Por el hecho de que los del cielo están
más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia
en la santidad [...] No dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan
por medio del único mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los
méritos que adquirieron en la tierra [...] Su solicitud fraterna ayuda, pues,
mucho a nuestra debilidad" (LG 49):
«No lloréis, os seré
más útil después de mi muerte y os ayudaré más eficazmente que durante mi vida»
(Santo Domingo, moribundo, a sus frailes: Relatio iuridica 4;
cf. Jordán de Sajonia, Vita 4, 69).
Pasaré mi cielo
haciendo el bien sobre la tierra (Santa Teresa del Niño Jesús, verba).
957 La
comunión con los santos. "No veneramos el recuerdo de los del cielo
tan sólo como modelos nuestros, sino, sobre todo, para que la unión de toda la
Iglesia en el Espíritu se vea reforzada por la práctica del amor fraterno. En
efecto, así como la unión entre los cristianos todavía en camino nos lleva más
cerca de Cristo, así la comunión con los santos nos une a Cristo, del que mana,
como de fuente y cabeza, toda la gracia y la vida del Pueblo de Dios" (LG 50):
«Nosotros adoramos a
Cristo porque es el Hijo de Dios; en cuanto a los mártires, los amamos como
discípulos e imitadores del Señor, y es justo, a causa de su devoción
incomparable hacia su rey y maestro; que podamos nosotros, también, ser sus
compañeros y sus condiscípulos (Martirio de san Policarpo 17, 3: SC
10bis, 232 [Funk 1, 336]).
958 La
comunión con los difuntos. «La Iglesia peregrina, perfectamente consciente
de esta comunión de todo el cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros
tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y
también ofreció sufragios por ellos; "pues es una idea santa y piadosa
orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados" (2 M 12,
46)"» (LG 50). Nuestra oración por ellos puede no solamente
ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor.
959 En
la única familia de Dios. "Todos los hijos de Dios y miembros de una
misma familia en Cristo, al unirnos en el amor mutuo y en la misma alabanza a
la Santísima Trinidad, estamos respondiendo a la íntima vocación de la
Iglesia" (LG 51).
960 La
Iglesia es "comunión de los santos": esta expresión designa
primeramente las "cosas santas" (sancta), y ante todo la
Eucaristía, "que significa y al mismo tiempo realiza la unidad de los
creyentes, que forman un solo cuerpo en Cristo" (LG 3).
961 Este
término designa también la comunión entre las "personas santas" (sancti)
en Cristo que ha "muerto por todos", de modo que lo que cada uno hace
o sufre en y por Cristo da fruto para todos.
962 "Creemos
en la comunión de todos los fieles cristianos, es decir, de los que peregrinan
en la tierra, de los que se purifican después de muertos y de los que gozan de
la bienaventuranza celeste, y que todos se unen en una sola Iglesia; y creemos
igualmente que en esa comunión está a nuestra disposición el amor
misericordioso de Dios y de sus santos, que siempre ofrecen oídos atentos a
nuestras oraciones" (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 30).
...la
cual participa en la liturgia celestial
1090 "En
la liturgia terrena pregustamos y participamos en aquella liturgia celestial
que se celebra en la ciudad santa, Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como
peregrinos, donde Cristo está sentado a la derecha del Padre, como ministro del
santuario y del tabernáculo verdadero; cantamos un himno de gloria al Señor con
todo el ejército celestial; venerando la memoria de los santos, esperamos
participar con ellos y acompañarlos; aguardamos al Salvador, nuestro Señor
Jesucristo, hasta que se manifieste Él, nuestra vida, y nosotros nos
manifestemos con Él en la gloria" (SC 8; cf. LG 50).
Los
celebrantes de la liturgia celestial
1137 El
Apocalipsis de san Juan, leído en la liturgia de la Iglesia, nos revela
primeramente que "un trono estaba erigido en el cielo y Uno sentado en el
trono" (Ap 4,2): "el Señor Dios" (Is 6,1;
cf Ez 1,26-28). Luego revela al Cordero, "inmolado y de
pie" (Ap 5,6; cf Jn 1,29): Cristo crucificado
y resucitado, el único Sumo Sacerdote del santuario verdadero (cf Hb 4,14-15;
10, 19-21; etc), el mismo "que ofrece y que es ofrecido, que da y que es
dado" (Liturgia Bizantina. Anaphora Iohannis Chrysostomi). Y por
último, revela "el río de agua de vida [...] que brota del trono de Dios y
del Cordero" (Ap 22,1), uno de los más bellos símbolos del
Espíritu Santo (cf Jn 4,10-14; Ap 21,6).
1138 "Recapitulados"
en Cristo, participan en el servicio de la alabanza de Dios y en la realización
de su designio: las Potencias celestiales (cf Ap 4-5; Is 6,2-3),
toda la creación (los cuatro Vivientes), los servidores de la Antigua y de la
Nueva Alianza (los veinticuatro ancianos), el nuevo Pueblo de Dios (los ciento
cuarenta y cuatro mil [cf Ap 7,1-8; 14,1]), en particular los
mártires "degollados a causa de la Palabra de Dios" [Ap 6,9-11]),
y la Santísima Madre de Dios (la Mujer [cf Ap 12], la Esposa
del Cordero [cf Ap 21,9]), y finalmente una muchedumbre inmensa, que nadie
podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas" (Ap 7,9).
1139 En
esta liturgia eterna el Espíritu y la Iglesia nos hacen participar cuando
celebramos el Misterio de la salvación en los sacramentos.
1370 A la ofrenda de Cristo se unen no sólo los
miembros que están todavía aquí abajo, sino también los que están ya en la gloria del cielo: La Iglesia ofrece
el Sacrificio Eucarístico en comunión con la santísima Virgen María y haciendo
memoria de ella, así como de todos los santos y santas. En la Eucaristía, la
Iglesia, con María, está como al pie de la cruz, unida a la ofrenda y a la
intercesión de Cristo.
CEC 956, 2683: la
intercesión de los santos
956 La intercesión de los
santos. "Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente
unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad
[...] No dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio
del único mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que
adquirieron en la tierra [...] Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a
nuestra debilidad" (LG 49):
«No lloréis, os seré
más útil después de mi muerte y os ayudaré más eficazmente que durante mi vida»
(Santo Domingo, moribundo, a sus frailes: Relatio iuridica 4;
cf. Jordán de Sajonia, Vita 4, 69).
Pasaré mi cielo
haciendo el bien sobre la tierra (Santa Teresa del Niño Jesús, verba).
Una
pléyade de testigos
2683 Los
testigos que nos han precedido en el Reino (cf Hb 12, 1),
especialmente los que la Iglesia reconoce como “santos”, participan en la
tradición viva de la oración, por el testimonio de sus vidas, por la
transmisión de sus escritos y por su oración hoy. Contemplan a Dios, lo alaban
y no dejan de cuidar de aquéllos que han quedado en la tierra. Al entrar “en la
alegría” de su Señor, han sido “constituidos sobre lo mucho” (cf Mt 25,
21). Su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios. Podemos y debemos
rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero.
CEC 828, 867, 1173,
2030, 2683-2684: los santos, ejemplos de santidad
828 Al canonizar a ciertos fieles, es decir, al proclamar
solemnemente que esos fieles han practicado heroicamente las virtudes y han
vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, la Iglesia reconoce el poder del
Espíritu de santidad, que está en ella, y sostiene la esperanza de los fieles
proponiendo a los santos como modelos e intercesores (cf LG 40;
48-51). "Los santos y las santas han sido siempre fuente y origen de
renovación en las circunstancias más difíciles de la historia de la
Iglesia" (CL 16, 3). En efecto, "la santidad de la
Iglesia es el secreto manantial y la medida infalible de su laboriosidad
apostólica y de su ímpetu misionero" (CL 17, 3).
867 La Iglesia es santa: Dios santísimo es su autor; Cristo, su Esposo, se entregó
por ella para santificarla; el Espíritu de santidad la vivifica. Aunque
comprenda pecadores, ella es "ex maculatis immaculata"
("inmaculada aunque compuesta de pecadores"). En los santos brilla su
santidad; en María es ya la enteramente santa.
1173 Cuando la Iglesia, en el ciclo anual, hace
memoria de los mártires y los demás santos "proclama el misterio pascual
cumplido en ellos, que padecieron con Cristo y han sido glorificados con Él;
propone a los fieles sus ejemplos, que atraen a todos por medio de Cristo al
Padre, y por sus méritos implora los beneficios divinos" (SC 104;
cf SC 108 y 111).
2030 El cristiano realiza su vocación en la
Iglesia, en comunión con todos los bautizados. De la Iglesia recibe la Palabra
de Dios, que contiene las enseñanzas de la “ley de Cristo” (Ga 6, 2). De la Iglesia recibe la gracia de los
sacramentos que le sostienen en el camino. De la Iglesia aprende el ejemplo de la santidad; reconoce en la
Bienaventurada Virgen María la figura y la fuente de esa santidad; la discierne
en el testimonio auténtico de los que la viven; la descubre en la tradición
espiritual y en la larga historia de los santos que le han precedido y que la
liturgia celebra a lo largo del santoral.
Una
pléyade de testigos
2683 Los
testigos que nos han precedido en el Reino (cf Hb 12, 1),
especialmente los que la Iglesia reconoce como “santos”, participan en la
tradición viva de la oración, por el testimonio de sus vidas, por la
transmisión de sus escritos y por su oración hoy. Contemplan a Dios, lo alaban
y no dejan de cuidar de aquéllos que han quedado en la tierra. Al entrar “en la
alegría” de su Señor, han sido “constituidos sobre lo mucho” (cf Mt 25,
21). Su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios. Podemos y debemos
rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero.
2684 En
la comunión de los santos, se han desarrollado diversas espiritualidades a
lo largo de la historia de la Iglesia. El carisma personal de un testigo del
amor de Dios hacia los hombres puede transmitirse a fin de que sus discípulos
participen de ese espíritu (cf PC 2), como aconteció con el
“espíritu” de Elías a Eliseo (cf 2 R 2, 9) y a Juan Bautista
(cf Lc 1, 17). En la confluencia de corrientes litúrgicas y
teológicas se encuentra también una espiritualidad que muestra cómo el espíritu
de oración incultura la fe en un ámbito humano y en su historia. Las diversas
espiritualidades cristianas participan en la tradición viva de la oración y son
guías indispensables para los fieles. En su rica diversidad, reflejan la pura y
única Luz del Espíritu Santo.
“El Espíritu es
verdaderamente el lugar de los santos, y el santo es para el Espíritu un lugar
propio, ya que se ofrece a habitar con Dios y es llamado templo suyo” (San
Basilio Magno, Liber de Spiritu Sancto, 26, 62).
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