Sábado de la 27ª semana
REFORMA INTERIOR
No os conforméis con
este siglo, sino reformaos en novedad de vuestro espíritu; para que
experimentéis cuál es la voluntad de Dios buena, y agradable, y perfecta (Rom
12, 2).
I. Se prohíbe la
complacencia con el siglo: No os conforméis con este siglo esto es, con las
cosas que pasan temporalmente. Porque el siglo presente es cierta medida de las
cosas que perecen con el tiempo. El hombre se complace en las cosas temporales
por el afecto, apegándose a ellas por amor. También se complace con este siglo
el que imita la vida de los que viven mundanamente, como dice el Apóstol:
Requiero en el Señor que no andéis ya como andan las gentes en la vanidad de su
sentido (Ef 4, 17).
II. Se ordena la
reforma interior del espíritu, cuando se dice: Sino reformaos en novedad de
vuestro espíritu. Con la palabra espíritu se designa la razón, ya que por ella
juzga el hombre de las cosas que ha de hacer. El hombre poseyó ese espíritu
íntegro y vigoroso en su creación: Hinchó sus corazones de sentido, y les
mostró los males y los bienes (Eccli 17, 6). Mas por el pecado fue corrompido
ese sentido (o espíritu), Y como envejecido. Y por lo tanto perdió su hermosura
y decoro.
Aconseja, pues, el Apóstol que nos reformemos, esto es, que nuevamente tomemos la belleza y el decoro del espíritu que éste poseyó, lo cual se verifica por la gracia del Espíritu Santo, en cuya participación el hombre debe poner gran empeño, de modo que la reciban los que todavía no la recibieron, y la perfeccionen los que ya han participado de ella: Renovaos, pues, en el espíritu de vuestro entendimiento (Ef 4, 25), es decir, renovaos en los actos exteriores, en la novedad de vuestro espíritu, esto es, según la novedad de la gracia que habéis recibido en vuestra alma.
III. El motivo del
consejo indicado es: para que experimentéis cuál es la voluntad de Dios. Debe
considerarse que así como el hombre que tiene el gusto estragado no posee
juicio recto de los sabores, sino que a veces abomina de las cosas suaves y
apetece las abominables, y el que tiene el gusto sano posee juicio recto de los
sabores, del mismo modo el hombre que tiene corrompido el afecto por su
complacencia con las cosan mundanas, no posee juicio recto acerca del bien; mas
el que tiene el afecto recto y sano, por haber renovado el sentido por la
gracia, posee juicio recto acerca del bien. Por eso se dice: No os conforméis
con este siglo, sino reformaos con novedad de vuestro espíritu, para que
experimentéis, esto es, conozcáis por experiencia. Gustad y ved que el Señor es
suave (Sal 33, 9).
¿Cuál es la voluntad
de Dios?, es decir, con la que quiere que os salvéis. Pues ésta es la voluntad
de Dios, vuestra santificación (1 Tes 4, 3). Buena, es decir, quiere que
nosotros queramos el bien honesto, y a ello nos incita con su preceptos: Te
mostraré, oh hombre, lo que es bueno y lo que te demanda el Señor (Miq 6, 8).
Agradable, por cuanto al que está bien dispuesto es deleitable querer lo que
Dios quiere. Y no solamente es útil para conseguir el fin, sino también perfecta,
por cuanto nos une al fin.
Así, pues,
experimentan la voluntad de Dios los que no se complacen con este siglo, antes
bien, se reforman en la novedad de su espíritu. Mas los que permanecen en la
vejez, conformes con las cosas del mundo, juzgan que la voluntad de Dios no es
buena, sino pesada e inútil.
(In Rom., XII)
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