Catecismo 8 - 9
Transmitir la fe: La catequesis III
Mons. JOSE IGNACIO MUNILLA
II. Transmitir la fe: la
catequesis
8 Los períodos de
renovación de la Iglesia son también tiempos en los que a la catequesis le
corresponde un mayor empeño. Así, en la gran época de los Padres de la Iglesia,
vemos a santos obispos consagrar una parte importante de su ministerio a la
catequesis. Es la época de san Cirilo de Jerusalén y de san Juan Crisóstomo, de
san Ambrosio y de san Agustín, y de muchos otros Padres cuyas obras
catequéticas siguen siendo modelos.
9 El ministerio de la
catequesis saca energías siempre nuevas de los concilios. El Concilio de Trento
constituye a este respecto un ejemplo digno de ser destacado: dio a la
catequesis una prioridad en sus constituciones y sus decretos; de él nació el
Catecismo Romano que lleva también su nombre y que constituye una obra de
primer orden como resumen de la doctrina cristiana; este Concilio suscitó en la
Iglesia una organización notable de la catequesis; promovió, gracias a santos
obispos y teólogos como san Pedro Canisio, san Carlos Borromeo, san Toribio de
Mogrovejo, san Roberto Belarmino, la publicación de numerosos catecismos.
Para escuchar el programa Aquí
Punto 8.
El punto 8 dice:
“Los periodos de
renovación de la Iglesia, son también tiempos fuertes de la catequesis. Así, en
la gran época de los Padres de la Iglesia, vemos a santos obispos consagrar una
parte importante de su ministerio a la catequesis. Es la época de San Cirilo de
Jerusalén, de San Juan Crisóstomo, de San Ambrosio y San Agustín y de muchos
otros Padres cuyas obras catequéticas siguen siendo modelos”.
Algo de historia
pues, pero que está directamente relacionada con nuestro presente. Los momentos
históricos de renovación de la vida de la Iglesia, tiempos de gracia, tiempos
en los que la Iglesia se ha renovado con profundidad, han estado muy ligados a
la catequesis. Quizás habría que decir una palabra sobre este término de
renovación, porque quizás en nuestro contexto cultural, por renovación solemos
entender otra cosa distinta a lo que en la tradición de la Iglesia se entiende.
Con frecuencia, ¿Qué es lo que se entiende por la palabra renovación? Hay que
renovarse, desde el punto de vista de la secularización y la mentalidad
mundana, se dice “La Iglesia tiene que cambiar, que adaptarse a este mundo”,
entonces, en el fondo casi renovación viene a ser sinónimo de secularización,
de mundanización, y eso no es, obviamente, la palabra renovación, es utilizar
la misma palabra, pero dándole otro contenido totalmente distinto. Nosotros por
renovación no entendemos adaptarnos a la mentalidad del momento presente, es
decir, pensar conforme al mundo. Nuestro ideal es cristianizar el mundo, no
mundanizar el cristianismo, y ese riesgo de secularizarnos internamente ha
existido siempre. Entre nosotros hay muchos que so pretexto de encarnarse, de
acercarse a la realidad, en el fondo lo que hacen es secularizarse. La clave
está en que un cristiano tiene que encarnarse en este mundo, insertarse en él,
vivir presente en él pero sin secularizarse porque… si la sal se vuelve sosa
¿Entonces para qué sirve? ¿Y si la levadura deja de ser levadura? …Encarnarnos
sí, en el mundo laboral, en el mundo del estudio, vivir en este mundo y vivir
de cerca sus inquietudes, sus luchas, sus alegrías y sus sufrimientos, pero sin
secularizarse. Es tan fácil caer en esta doble dicotomía… ¿Cuál es la
dicotomía? O un espiritualismo desencarnado o una encarnación secularizada, y
eso no nos sirve.
Nosotros por
renovación entendemos volver a los orígenes, volver al amor primero,
redescubrir las raíces bautismales, ir a lo esencial, a lo troncal… intentar
purificar todo lo que se nos ha ido adhiriendo con el paso del camino, es como
si uno tiene una alfombra a la que se le ha ido adhiriendo polvo hasta que
llega un momento que es momento de sacudir la alfombra para que salgan los
colores originales. Eso es renovarse. En el fondo es un proceso de conversión
personal y colectivo. Esto es lo que San Pablo dice a los Romanos en el
capítulo 12 “No os ajustéis a este mundo, antes bien transformaos por la renovación
de la mente”.
Renovarse no quiere decir pensar como piensa este mundo. ¿La Iglesia cuando piensa cambiar y adaptar su mentalidad a lo que se piensa hoy en día? Eso no es renovación, eso es más bien disolución, secularización, eso es otra cosa. Esta es, por tanto, la primera afirmación, que la auténtica renovación de la Iglesia suele coincidir con un auge de la catequesis, porque en la catequesis se va a lo fundamental, en la catequesis se va a lo troncal.
Recuerdo con
emoción, creo recordar que era el inicio del Pontificado de Benedicto XVI, cuando él decía cuáles
iban a ser las líneas fundamentales de su pontificado, decía que su programa
iba a consistir en el “no hacer programas”, que su programa fuese lo esencial,
lo troncal, ir a los fundamentos de nuestra fe. Es curioso ver como Benedicto
XVI lo ha hecho en su pontificado, a veces hacemos programaciones donde hay una
inflación de palabrería, teniendo mucho andamio y poco edificio. Menos
programaciones y vamos más a lo esencial, lo esencial es la fe, la esperanza y
la caridad. El auténtico programa es Evangelio y Magisterio. El auténtico
programa es el ejercicio de la caridad, la liturgia bien celebrada y la
predicación bien celebrada. El Papa decía “Yo quisiera que mi programa fuese
tener pocos programas e ir a lo esencial y a lo fundamental, a la catequesis,
credo, mandamientos, sacramentos y oración”.
Es una llamada de
atención, el Catecismo quiere decir que nosotros también estamos en un periodo
en el que necesitamos renovarnos en este sentido, volver a las fuentes. El
Concilio Vaticano II tuvo también esta convicción, tenemos que volver a las
fuentes. Por eso después del Concilio Vaticano II y antes también, hubo un
resurgimiento de los estudios bíblicos, que todos tengamos directamente acceso
a la Sagrada Escritura, y también hubo un resurgimiento de la Patrología, de
los Padres de los primeros siglos en los que encontramos unas fuentes muy
cercanas a Jesucristo, para ver cuál es la auténtica interpretación de las
palabras del Señor. Volver a la Escritura y a los Padres de la Iglesia forma
parte de estos signos de interrogación, y volver a los santos. El Señor nos
conceda esta gracia, de renovarnos y volver a las raíces.
Dice otra frase:
“Así en la época de los Padres de la Iglesia vemos a santos obispos consagrar
una parte importante de su ministerio a la catequesis”. Recuerdo, haciendo un
comentario personal, que cuando comencé este programa, aún sin ser obispo, y
cuando la Iglesia me llamó al ministerio episcopal tuve la duda de continuar o
no en Radio María con las explicaciones del catecismo pues no sabía si era
compatible o no, y habiéndolo consultado con algunas autoridades en la Iglesia,
recibí la siguiente respuesta: “Uno de los quehaceres principales del
ministerio episcopal es el de la predicación, se habla en la teología católica
de la tría munera, es decir, de los tres ministerios principales del obispo,
del sacerdote y en el fondo de todo católico, que lo tenemos por el bautismo y
más aún por el orden sacerdotal, somos sacerdotes, profetas y reyes por el
bautismo y en otro grado distinto por el orden sacerdotal.
− Un sacerdote, un
obispo, en virtud de las tres funciones sacerdote, profeta y rey, como
sacerdote está llamado a santificar principalmente administrando los
sacramentos. Un obispo suele administrar dos sacramentos de forma especial, el
de la confirmación porque confirma y el orden sacerdotal. Como obispo que es,
santifica administrando los sacramentos, ya que el obispo tiene la potestad de
administrar los siete sacramentos.
− Sacerdote, profeta
y rey, rey se refiere a regir, así otra faceta del episcopado es la de gobernar
y para ello tiene unas estructuras de gobierno en un obispado que tiene que
dirigir, delegar, pero delegar no quiere decir que ha de olvidarse de que es
responsabilidad suya directa, tiene que seguir de cerca lo que se le ha
encomendado.
− Y en tercer lugar
como profeta, tiene que predicar, tiene que predicar directamente, no
únicamente delegar el que otros prediquen sino ejercer esa función profética.
Por ello, cuando hice esa consulta me dijeron que la predicación en Radio María
era ejercer una función propia del obispo. El primer catequista tiene que ser
el obispo.
Repetimos la frase
que dice el catecismo “Los obispos en la época de los Padres de la Iglesia consagraron
una parte importante de su ministerio a la catequesis”, obviamente, en
ello nos tenemos que implicar y para ello, existen distintas formas actuales en
las que un obispo se sirve, de medios de comunicación y de los medios internos
de la Iglesia para predicar la Palabra “Ay de mi si no predicare” dice San
Pablo, y cualquiera de nosotros puede hacer suya esa expresión. Para eso hemos
sido llamados y consagrados.
Continuamos en este
punto 8 en el que se nos dice que los momentos fuertes de la vida de la Iglesia
coincidido con una renovación profunda de la catequesis, y se nos ponen cuatro
figuras muy destacadas de los siglos I a VI. Es la época de San Cirilo de
Jerusalén, de San Juan Crisóstomo, San Ambrosio y San Agustín.
San Cirilo de Jerusalén fue obispo de Jerusalén en el siglo IV, está considerado doctor de
la Iglesia, conservamos de él 24 célebres catequesis, también sus homilías
constituyeron una catequesis sistemática sobre el nuevo nacimiento del
cristiano en el bautismo. La verdad es que es una joya todo lo que San Cirilo de
Jerusalén nos enseña de cómo él catequizó y cómo él predicó. La catequesis de
San Cirilo se basaba en tres dimensiones: la doctrinal, la moral y la
mistagógica. San Cirilo comenta el credo recurriendo a imágenes de la
Escritura, de cómo el Antiguo Testamento era una especie de velo o imagen que
nos preparaba para Jesucristo. La tipología es muy utilizada por él, la
tipología es como una alegoría, por ejemplo, el cordero que fue sacrificado en
lugar de Isaac pero el ángel detuvo su mano, ese cordero que fue sacrificado en
lugar de Isaac es una tipología de Jesucristo, se utiliza mucho ese género
alegórico o simbólico, se llama tipología, y es muy utilizado en sus
catequesis. El Antiguo Testamento es como el velo del Nuevo Testamento, en el
Nuevo Testamento se manifiesta definitivamente el Antiguo Testamento. Él tuvo
que luchar contra la herejía arriana, que negaba la divinidad de Jesucristo.
También hoy en día tenemos muchas tendencias arrianas entre nosotros. Su
catequesis tenía la dimensión doctrinal, moral, fundada en que había una gran
unidad entre la fe y la vida, el dogma se tiene que ir traduciendo
progresivamente en una coherencia de vida, en un comportamiento conforme a
Jesucristo. Luego está la dimensión mistagógica, que era una parte muy
importante de lo que San Cirilo de Jerusalén predicaba y era como explicar el
sentido de los ritos, por ejemplo, bautismales, (el agua significa esto, la
piscina en la que te introduces son imagen de las aguas del mar y el hombre
viejo queda enterrado…) se hacía como una catequesis de todos los ritos
litúrgicos, sacramentales. Por ejemplo, uno de los párrafos de su proto
catequesis número 5 dice: “Has caído dentro de las redes de la Iglesia, por
tanto, déjate captar vivo, no huyas porque es Jesús el que te pesca con su
anzuelo, no para darte la muerte, sino la resurrección después de la muerte,
desde hoy mueres al pecado y vives para la justicia” Nos fijamos con qué
belleza utilizaba estas imágenes para explicar los ritos bautismales. Otro de
los textos dice “Tres veces habéis sido sumergidos en el agua, y otras tantas
habéis emergido para simbolizar los tres días de la sepultura de Cristo,
imitando con este rito a nuestro Salvador que pasó tres días y tres noches en
el seno de la tierra”. Nos explica por qué se derrama el agua tres veces en el
bautismo. Es una catequesis en la que todos los símbolos son explicados y se
hace de ellos luz y conocimiento profundo de Jesucristo y de su misterio.
Otro autor que se
nos propone es San Juan Crisóstomo,
obispo de Constantinopla, en el siglo V, nacido en Antioquía. Crisóstomo quiere
decir boca de oro. Era un hombre con un don muy grande para la predicación, es
muy prolífero en sus escritos, tenemos de él 17 tratados, más de 700 homilías,
comentarios a San Mateo, a San Pablo, 241 cartas, uno de los grandes padres de
la doctrina social de la Iglesia, hablamos del siglo V, la Iglesia conserva
unas fuentes maravillosas, hablamos de algo que tiene más de 1500 años, una
auténtica joya, una auténtica riqueza de cómo él predicaba, cómo era su
catequesis, él insistía mucho en la integración de los laicos, que asumiesen su
oficio de sacerdote, profeta y rey. Nosotros pensamos que hemos sido nosotros
los que hemos descubierto la importancia del laico en la vida de la Iglesia, no
es así, San Juan Crisóstomo insiste mucho en la catequización que todos los
cristianos tenemos que hacer de nuestros hermanos. En una de sus homilías dice
“También a ti el bautismo te hace rey, sacerdote y profeta” Lo dice con mucha
fuerza. También él tuvo que luchar contra los arrianos. Una de las partes más
duras de la catequesis es que ha de responder a los errores de la época, si una
catequesis se hace en un tiempo, como el de los arrianos, en el que se negaba
la divinidad de Jesucristo, la catequesis tiene que insistir en la divinidad de
Jesucristo. Él tuvo que vivir muchas controversias y persecuciones.
El tercer autor, San Ambrosio, del siglo IV, obispo de
Milán. Este hombre era el más alto magistrado del Imperio en el Norte de
Italia, estaba muy bien preparado culturalmente. Cuando tuvo esa llamada del
Señor se dedicó al estudio de las escrituras y podemos tener en él una
auténtica joya como obispo y como catequeta. Conservamos por San Agustín cuales
eran las costumbres de San Ambrosio. San Ambrosio diariamente en un lugar de la
catedral, en una sala en la que podían sentarse alrededor de las paredes un
grupo de oyentes, salía a estudiar las escrituras, así, el estudio en lugar de
tenerlo en un despacho particular lo tenía ante tal grupo de personas. Él leía
un salmo y le dictaba a su secretario los comentarios del salmo, públicamente,
como una catequesis pública. Y era como un privilegio poder asistir a las
catequesis de Ambrosio. Es como trabajar en público, imaginamos que uno de
nosotros en nuestro despacho ponemos sillas y trabajamos en voz alta y los que
están en el despacho escuchan cómo se trabaja, se reflexiona y qué se dice. Era
un catequeta y era como exprimir la propia vida, San Ambrosio no tenía tiempo
particular para él, escribía en público para que todos pudieran beneficiarse de
esa doctrina. Él tenía una escucha orante de la Palabra, él se leía la
escritura y había sido iniciado en el estilo de Orígenes, de cómo comentar las
escrituras en la práctica de la lectio divina, una escucha orante, después de
la escucha hacía comentarios en público. Su método era la Escritura misma
íntimamente asimilada, sugiriendo contenidos que se pueden enunciar a los
hombres de hoy. Algo así como se hace en Radio María con el programa “Palabra y
Vida”, con el comentario diario que se suele hacer sobre la Escritura del día.
He aquí otro gran catequista, San Ambrosio.
Y, por último, San Agustín, que fue Obispo de Hipona
del año 395 al 430, fue 35 años obispo, fue un largo episcopado y es el más
grande de los padres de la Iglesia latina, de la iglesia de occidente, un
hombre de pasión y de fe, de altísima inteligencia, que dejó una profunda
huella en la vida cultural de occidente y del mundo. Él tuvo un itinerario
largo, espiritual e intelectual, en el que también fue tanteando tantísimas
cosas, entró en varias sectas, salió de ellas, hasta que finalmente abrazó el
cristianismo. Fue un buscador innato, había sido bautizado por su madre Mónica,
pero luego, ha de convencerse por sí mismo y rechazó la fe que su madre la
había transmitido y empezó en una secta y en otra…
Recuerdo una frase
que decía Chesterton, autor
británico de finales del siglo XIX y principios del XX y decía que él también
había sido una especie de rebelde y lo que le ocurría en su vida era algo
parecido a San Agustín, y lo contaba de la siguiente manera “Es como si sale
una barco de Inglaterra a descubrir el Nuevo Mundo, sale navegando y de repente
el capitán sin darse cuenta se pierde en el mar, el barco vuelve sobre sus
pasos, gira 180 grados, vuelve a Inglaterra, y el capitán dice “¡Tierra a la
vista!, ¡Hemos descubierto un nuevo mundo!” . Chesterton hace la parodia de
pensarse que habían descubierto el mundo nuevo siendo el lugar de donde habían
partido. Dice Chesterton: “Eso mismo me pasó a mí y a San Agustín”. Aunque
habían recibido en su niñez la auténtica fe, por rebeldía necesitaron ir a
descubrirla por ellos mismos, salieron pensando que tenían que descubrir la
tierra nueva y cuando la descubrieron dijeron “¡Si estoy en casa! ¡Si este es
el sito del que he partido! ¡Si yo pensaba que había descubierto el
Mediterráneo y resulta que había vivido en él!”.
Es lo que le ocurrió
a San Agustín, después de pegar palos de ciego, finalmente descubrió que había
sido bautizado en la auténtica fe. Por ello San Agustín, que es un gran
catequeta, que es un predicador cuyas predicaciones son incisivas, directas,
tiene siempre frases provocadoras, de las que hacen pensar. Los pensamientos de
San Agustín hacen pensar, hacen caer en cuenta que la catequesis no es
únicamente un aprendizaje, que tiene que serlo, sino que es un revulsivo que te
cuestiona, que te hace ver la interna coherencia de las cosas. Este es San
Agustín. Un hombre inquieto que descubre que en sus raíces estaba y fue un gran
catequeta en la explicación de tantas cosas, del Padrenuestro, y conservamos de
él muchísimas obras, ésta es la gran riqueza de la Iglesia Católica.
Punto 9
Pasamos al punto 9.
“El ministerio de la
catequesis saca energías siempre nuevas de los Concilios. El Concilio de Trento
constituye a este respecto un ejemplo digno de ser destacado. Dio a la
catequesis una prioridad en sus constituciones y sus decretos. De Él nació el
catecismo romano que lleva su nombre y que constituye una obra de primer orden
como resumen de la vida cristiana. Este Concilio suscitó en la Iglesia una
organización notable de la catequesis. Promovió gracias a santos obispos y
teólogos, como San Pedro Canisio, San Carlos Borromeo, Santo Toribio de
Mogrobejo, San Roberto Megarbino, la publicación de numerosos catecismos”.
Es otra parte de la
historia, si antes hemos hablado de los primeros siglos de la Iglesia, hemos
hablado de esos autores que eran los padres de la Iglesia, de los primeros seis
siglos de la Iglesia, ahora vamos al siglo XVI, donde después de haberse
celebrado el Concilio de Trento, en ese salto del siglo XV al XVI, tiene que
aplicarse el Concilio. La aplicación del Concilio de Trento, que además era un
Concilio clave porque respondía a la ruptura que se había producido de la
Iglesia con Lutero y la Reforma Protestante, pues tiene que hacer una
Contrarreforma, que fue básica si no para sanar totalmente la herida que había
ocurrido, al menos para minorar buena parte de sus efectos. El Concilio de
Trento llegó en su aplicación posterior a ganar muchísimos territorios de nuevo
para la fe católica. Nació del Concilio de Trento el Catecismo de San Pio V,
también llamado Catecismo de Trento o Catecismo Romano, que ha sido el
catecismo que ha durado tantos siglos hasta que ha llegado el catecismo que
ahora explicamos que tiene tan sólo 20 años. Fue fruto de un concilio, al igual
que el nuestro fue fruto del Concilio Vaticano II. Los Concilios luego tienen
que descender a lo práctico y tienen que aplicarse de una manera catequética.
Vamos a hablar
brevemente de estos teólogos. San Pedro
Canisio del siglo XVI fue el octavo de los jesuitas en hacer votos
solemnes, fue de los primeros hijos de San Ignacio. Aunque nació en Holanda,
pertenecía a la archidiócesis de Colonia y se le llama el segundo evangelizador
de Alemania, el primero sería San Bonifacio. En los siglos VII y VIII San
Bonifacio había evangelizado por primera vez Alemania que era pagana, y después
San Pedro Canisio hizo una labor muy importante de reconquista de tantísimas
personas que habían sido ganadas por la herejía luterana de nuevo a la Iglesia
Católica. También fue trasladado a Viena, donde cuando él llegó en los últimos
20 años no había habido ni una sola ordenación sacerdotal, los monasterios
estaban abandonados, el noventa por ciento de la gente había perdido la fe.
Allí llega San Pedro Canisio, comienza a predicar con las iglesias vacías. Es
bueno saber que situaciones como la actual y bastante más duras han existido en
la vida de la Iglesia y los santos catequistas les han dado la vuelta. La clave
está en nuestra santidad. Publicó muchos catecismos, Resumen de la Vida
Cristiana en el año 1555, después escribió Catecismo Breve, luego Catecismo
Brevísimo, según él veía que tenía que llegar a las personas más sencillas iba
adaptando los catecismos y haciéndolos más sencillos, iba mascando, masticando
como algunas aves hacen que mastican y luego se lo dan al pico a sus criaturas,
pues eso hacía él, Catecismo Breve, Catecismo Brevísimo, en unos ambientes
complicados.
San Carlos Borromeo fue arzobispo de Milán de una familia muy noble, él era sobrino
del papa, amigo de San Pio V, San Francisco de Borja, San Felipe Neri. Lo que
habría que destacar de él es que lleva el sentido catequético no sólo a la
población sino también a la formación de los seminarios, luchó por tener
sacerdotes bien preparados, redactó reglamentos sabios para la formación de los
seminaristas. Él tenía cierta dificultad en la palabra, no era deslumbrante,
pero aun siendo un poco lento hablando, la fuerza del Espíritu de Cristo es el
que mueve los corazones. Ser catequista no es tener una boca privilegiada, sino
que a quien predica se le vea enamorado, se le vea convencido. Es más, si
alguien está enamorado y convencido y tartamudea o no tiene facilidad de expresión,
aún enamora más. ¡Que enamorado tiene que estar de lo que dice que no tiene
mucha facilidad de palabra, pero ahí está él!
Santo Toribio de Mogrodejo, arzobispo de Lima, de Perú, español que marchó. Fue nombrado en
el año 1580 arzobispo de Lima. Una diócesis que tenía 700 km de costa y se
adentraba a los Andes y un arzobispo que no dejó de visitar ni una sola
población, que llegó a los indios, que aprendió muchísimos idiomas y dialectos
de los indios para escribir catecismos en todos sus idiomas vernáculos. Visitó
toda la extensa diócesis confirmando a todos, confirmó a Santa Rosa de Lima, a
San Martín de Porres. Impresionante su labor de catequista y era un arzobispo
de los que no paraba en su despacho casi nada, desplazándose en aquellos
lugares de la selva inaccesibles, pero sin embargo accesibles para quien tiene
celo de Dios.
San Roberto Benarnino es el último que nos proponen aquí como modelo, también jesuita,
que escribió dos catecismos y numerosas obras de apologética. Él escribió unos
volúmenes que iba publicando, discusiones sobre puntos controvertidos, llamado
“Las Controversias” donde los temas discutidos por los protestantes eran
aclarados por él. En 20 años se sacaron 30 ediciones de este libro de “Las
Controversias”, muy utilizado por San Francisco de Sales. San Roberto también
aprendió a ser muy sencillo, al principio sus sermones estaban llenos de
erudición, de frases de autores famosos, de adornos literarios… Pero llegó un
día en que le enviaron hacer un sermón sin haberle anunciado con anticipación,
y él salió con un sentido del ridículo tremendo y él entonces lo que hizo fue
sencillamente predicar frases de la Biblia, porque no tenía otra cosa
preparada, y resulta que aquel sermón tuvo más frutos de conversión que otros
preparados con citas solemnes y con una erudición en la palabra. A partir de
ahí cambió totalmente su forma de predicar y pensó, vamos a dejarnos de
expresiones que no mueven corazones y vamos a ir a la predicación directa al
corazón.
En la historia de la
Iglesia tenemos muchos autores como éstos que nos han enseñado a que tenemos
que priorizar la catequesis, formarnos siempre bien e ir a los orígenes del
cristianismo, a las fuentes.
ALABADO SEA
JESUCRISTO.
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