SAN JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 21 de agosto de 1996
La unión virginal de María y José
Los desposorios de la Virgen - Sebastién López de Arteaga
(Lectura: capítulo 1 del evangelio de san Mateo, versículos
18-20)
1. El evangelio de
Lucas, al presentar a María como virgen, añade que estaba "desposada
con un hombre llamado José, de la casa de David" (Lc 1, 27). Estas
informaciones parecen, a primera vista, contradictorias.
Hay que notar que el
término griego utilizado en este pasaje no indica la situación de una mujer que
ha contraído el matrimonio y por tanto vive en el estado matrimonial, sino la
del noviazgo. Pero, a diferencia de cuanto ocurre en las culturas modernas, en
la costumbre judaica antigua la institución del noviazgo preveía un contrato y
tenía normalmente valor definitivo: efectivamente, introducía a los novios en
el estado matrimonial, si bien el matrimonio se cumplía plenamente cuando el
joven conducía a la muchacha a su casa.
En el momento de la
Anunciación, María se halla, pues, en la situación de esposa prometida. Nos
podemos preguntar por qué había aceptado el noviazgo, desde el momento en que
tenía el propósito de permanecer virgen para siempre. Lucas es consciente de
esta dificultad, pero se limita a registrar la situación sin aportar
explicaciones. El hecho de que el evangelista, aun poniendo de relieve el
propósito de virginidad de María, la presente igualmente como esposa de José
constituye un signo de que ambas noticias son históricamente dignas de crédito.
2. Se puede suponer que entre José y María, en el momento de comprometerse, existiese un entendimiento sobre el proyecto de vida virginal. Por lo demás, el Espíritu Santo, que había inspirado en María la opción de la virginidad con miras al misterio de la Encarnación y quería que ésta acaeciese en un contexto familiar idóneo para el crecimiento del Niño, pudo muy bien suscitar también en José el ideal de la virginidad.
El ángel del Señor,
apareciéndosele en sueños, le dice: "José, hijo de David, no temas tomar
contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu
Santo" (Mt 1, 20). De esta forma recibe la confirmación de estar
llamado a vivir de modo totalmente especial el camino del matrimonio. A través
de la comunión virginal con la mujer predestinada para dar a luz a Jesús, Dios
lo llama a cooperar en la realización de su designio de salvación.
El tipo de matrimonio
hacia el que el Espíritu Santo orienta a María y a José es comprensible sólo en
el contexto del plan salvífico y en el ámbito de una elevada espiritualidad. La
realización concreta del misterio de la Encarnación exigía un nacimiento
virginal que pusiese de relieve la filiación divina y, al mismo tiempo, una
familia que pudiese asegurar el desarrollo normal de la personalidad del Niño.
José y María,
precisamente en vista de su contribución al misterio de la Encarnación del
Verbo, recibieron la gracia de vivir juntos el carisma de la virginidad y el
don del matrimonio. La comunión de amor virginal de María y José, aun
constituyendo un caso especialísimo, vinculado a la realización concreta del
misterio de la Encarnación, sin embargo fue un verdadero matrimonio (cf.
Exhortación apostólica, Redemptoris custos, 7).
La dificultad de
acercarse al misterio sublime de su comunión esponsal ha inducido a algunos, ya
desde el siglo II, a atribuir a José una edad avanzada y a considerarlo el
custodio de María, más que su esposo. Es el caso de suponer, en cambio, que no
fuese entonces un hombre anciano, sino que su perfección interior, fruto de la
gracia, lo llevase a vivir con afecto virginal la relación esponsal con María.
3. La cooperación de
José en el misterio de la Encarnación comprende también el ejercicio del papel
paterno respecto de Jesús. Dicha función le es reconocida por el ángel que,
apareciéndosele en sueños, le invita a poner el nombre al Niño: "Dará a
luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de
sus pecados" (Mt 1, 21).
Aun excluyendo la
generación física, la paternidad de José fue una paternidad real, no aparente.
Distinguiendo entre padre y progenitor, una antigua monografía sobre la
virginidad de María -el De Margarita (siglo IV)- afirma que "los
compromisos adquiridos por la Virgen y José como esposos hicieron que él
pudiese ser llamado con este nombre (de padre); un padre, sin embargo, que no
ha engendrado". José, pues, ejerció en relación con Jesús la función de
padre, gozando de una autoridad a la que el Redentor libremente se
"sometió" (Lc 2, 51), contribuyendo a su educación y
transmitiéndole el oficio de carpintero.
Los cristianos han
reconocido siempre en José a aquel que vivió una comunión íntima con María y
Jesús, deduciendo que también en la muerte gozó de su presencia consoladora y
afectuosa. De esta constante tradición cristiana se ha desarrollado en muchos
lugares una especial devoción a la santa Familia y en ella a san José, Custodio
del Redentor. El Papa León XIII, como es sabido, le encomendó el patrocinio de
toda la Iglesia.
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