Martes de la 30ª semana
BUEN USO DEL TIEMPO
Le dio Dios tiempo y
lugar de penitencia, y él abusó de esto para soberbia (Job 24, 23).
1. Ahora el tiempo es
nuestro, porque podemos hacer lo que queremos, el bien o el mal: Dios ha dejado
al hombre en la mano de su consejo; y así ante el hombre están la vida y la
muerte, el bien y el mal; lo que quisiere le será dado (Eccli 15, 14-18).
Pero un día tomará
Dios su tiempo, y entonces no podremos hacer más lo que quisiéramos, sino que
recibiremos lo que hubiéremos merecido. Por eso se dice en el Eclesiastés (9,
10): Cualquier cosa que puede hacer tu mano, óbrala con instancia.
II. El Señor nos da el
tiempo como oportunidad, como auxilio, como prueba, como aviso.
Como oportunidad que podemos aprovechar para volver a él: Aguarda el Señor para tener misericordia de vosotros (Is 30, 18). Luego busquemos al Señor cuando puede ser encontrado, no sea que, preocupados súbitamente por el día de la muerte, busquemos tiempo de penitencia y no podamos hallarlo.
Como auxilio, porque
la cualidad del tiempo nos ayuda para hacer penitencia, si queremos, porque
ahora nos aflige el calor, el frío, el viento, la lluvia. Si sufrimos
pacientemente esas cosas, practicamos la penitencia. Pero si murmuramos, ahora
que el tiempo está a nuestro favor, en el día del juicio estará contra
nosotros: Llamó contra mí al tiempo (Lamen 1, 15). Por eso dice San Bernardo:
"Así como no pereciera ni un cabello de nuestra cabeza, tampoco perecerá
un momento del tiempo."
Como prueba; porque
así como después del día, durante el cual trabajan los hombres, viene la noche
en que descansan, así, después de esta vida, viene la muerte; por lo cual los
que hubieren trabajado por Cristo durante esta vida, descansarán después con
él. Pero el que no trabaja, el que más descansa durante el día en su casa,
trabajará durante la noche. Además, así como después del trabajo se da el
galardón en la noche, igualmente Cristo pagará a sus operarios su jornal
después de esta vida.
Por último, como
aviso; porque durante el día nos aconseja temer las tinieblas del infierno, de
las cuales ninguno saldrá una vez que estuviere allí. Por otra parte, el cambio
del tiempo nos avisa y muestra que todas las cosas son mudables, y que no
debemos detenernos en ellas.
III. Le dio tiempo, es
decir, partes del tiempo o de la edad, niñez, adolescencia, juventud,
ancianidad, para que durante ellas hiciese penitencia. La penitencia debe
comenzarse desde la primera parte: Por la mañana siembra tu simiente, esto es,
en la niñez, y por la tarde no cese tu mano (Eccles 11, 6), es decir, en la
senectud. Pero pocos son los que quieren hacer penitencia en la niñez y en la
juventud, y en la, senectud no pueden; por lo tanto, se pierde todo el tiempo.
Cuando son jóvenes, no quieren; cuando son viejos, no pueden. De ellos dice
Isaías: Llegaron los hijos hasta el parto, y no hay fuerza para parir (37, 3).
Mas ¡ay de las preñadas, y de las que dan de mamar en aquellos días! (Lc 21,
23).
Por consiguiente es
conveniente que nos arrepintamos cuando podemos, porque tiempo vendrá en que se
nos quitará todo poder de obrar bien.
(In Apoc., II)
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