Miércoles de la 30ª semana
LA PUERTA ESTRECHA
Entrad por la puerta
estrecha (Mt 7, 13).
I. Para que nadie
pueda creer de lo que había dicho el Señor, Pedid y recibiréis, que el hombre
alcanzaría todo de Dios sin obras buenas, por eso Cristo enseña que es preciso
también hacer obras buenas. Pues dice: entrad, esto es, poned empeño en entrar.
San Agustín da dos
explicaciones. Cristo es la puerta: Yo soy la puerta (Jn 10, 9), porque sin él
no se llega al reino. Esta puerta es estrecha por la humildad, pues se humilló
hasta la muerte. Por eso dice Isaías: Palabra abreviada hará el Señor sobre la
tierra (10, 23). Por eso entrad por la puerta estrecha, esto es, por la
humildad y la pasión de Cristo. Pues qué, ¿no fue menester que el Cristo
padeciese estas cosas y que así entrase en su gloria? (Lc 24, 26); y también lo
es para nosotros. Por consiguiente, debemos entrar en el reino de Dios por
muchas tribulaciones
También se dice que
esa puerta es la caridad. Ésta es la puerta del Señor; los justos entrarán por
ella (Sal 117, 20). Esta puerta ha sido estrechada por las leyes divinas, y por
ella debemos entrar observando la ley y los preceptos.
II. Cristo señala el motivo de entrar por la puerta estrecha: porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición (Mat 7, 13). Describe dos puertas, una ancha y otra estrecha. La puerta ancha es así porque ha sido ensanchada por el diablo, ensanchada por la presunción y el orgullo. Es ancha esa puerta, porque es ancho lo que recibe a todos, pues no hay cosa alguna que la llene. Esta puerta es también la iniquidad o el vicio, y es ancha, de muchas maneras: La maldición, y la mentira, y homicidio, y robo, y adulterio la inundaron (Os 4, 2).
Existe además un
camino ancho, y esto es obra del pecado. Este camino es espacioso, porque en
sus comienzos parece ser ancho, aunque después se estrecha, pues su salida va a
parar a la perdición, ya que los gajes del pecado son muerte (Rom 6, 23). Y
muchos son los que entran por él (Mt 7, 13). Aquí señala el número, pues
literalmente el número de los necios es infinito (Eccles I, 15).
III. ¡Qué angosta es
la puerta, y qué estrecho el camino que lleva a la vida! Ésta es contraria a la
anterior, y es estrecha porque está estrechada según la regla de la ley y es
camino contra camino. Parecería que el camino de la caridad fuese ancho: Te
guiaré por las sendas de la equidad; en las cuales, después que hubieres
entrado, no se estrecharán tus pasos (Prov 4, 11); mas el camino de los
pecadores es, por el contrario, estrecho. Por eso se dice en el libro de la
Sabiduría: hemos andado por caminos ásperos (Sab 5, 7). Pero debernos saber que
existe el camino de la carne y el camino de la razón. El camino de la caridad
es camino estrecho en la senda de la carne, pero en el camino de la razón es lo
contrario.
Y pocos son los que
atinan con él. Difícil y raro es encontrarlo en el camino del espíritu, pero en
el camino de la carne, no. La razón se infiere de que el camino de la carne es
el placer y éste está a la mano; pero el camino del espíritu está oculto. ¡Cuán
grande es, Señor, la abundancia de tu dulzura, que tienes escondida para los
que te temen! (Sal 30, 20). Porque está oculto, por eso lo encuentran pocos.
Pero algunos lo encuentran y retroceden, de los cuales se dice: Ninguno que
pone su mano en el arado y mira atrás es apto para el reino de Dios (Lc 9, 62).
(In Matth., VII)
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