Jueves de la 28ª semana
LA VANAGLORIA ES VICIO CAPITAL
I. De
los vicios capitales algunos hablan de dos maneras; pues unos clasifican a la
soberbia entre los vicios capitales y no incluyen entre ellos a la vanagloria.
Pero San Gregorio considera a la soberbia como reina de todos los vicios; y a
la vanagloria, que nace inmediatamente de la misma, la pone como vicio capital*. Y esto con razón.
Porque
la soberbia es apetito desordenado de excelencia. De todo bien que uno apetece,
consigue cierta perfección y excelencia; por lo tanto, los fines de todos los
vicios se ordenan al fin de la soberbia, y por eso parece que tiene cierta
general causalidad sobre los otros y no debe computarse entre los principios
especiales de los vicios, cuales son los pecados capitales. Pero entre los
bienes por los que el hombre alcanza superioridad parece concurrir
principalmente la gloria, en cuanto importa la manifestación de la bondad de
alguno; porque lo bueno es naturalmente amado y honrado por todos. Y por lo
tanto, así como por la gloria que hay en Dios, el hombre consigue la excelencia
en las cosas divinas, así también por la gloria de los hombres alcanza el
hombre la excelencia en las cosas humanas. Por lo tanto, es lógico que sea muy
apetecible a causa de la proximidad a la superioridad, que los hombres desean
sobre todo. Y puesto que del apetito desordenado de ésta dimanan muchos vicios,
la vanagloria es vicio capital.
II. De la vanagloria proceden la jactancia, la presunción de novedades, la hipocresía, la pertinacia, la discordia, las riñas y la desobediencia, que son sus hijas.
Pues
aquellos vicios, que por sí naturalmente se ordenan al fin de algún vicio
capital se llaman hijos de éste. El fin de la vanagloria es la manifestación de
la propia excelencia. A ello puede tender el hombre de dos maneras.
De una
manera directa, ya por palabras, y así es jactancia; ya por hechos, y así si
son cosas verdaderas, que tienen alguna admiración, constituyen presunción de
novedades; mas si son falsas, hipocresía.
De
manera indirecta, si alguno se empeña en manifestar su excelencia haciendo ver
que no es menor que otro, lo cual puede ocurrir de cuatro modos:
1º) En
cuanto a la inteligencia, y así es pertinacia, por la que el hombre se aferra
demasiado en su propio parecer, y no quiere creer mejor a otro.
2º) En
cuanto a la voluntad, y así es discordia, porque no quiere apartarse de su
propia voluntad para concordar con otros.
3º) En
cuanto al lenguaje, y así es riña, cuando uno disputa con otro verbalmente con
griterío.
4º) En
cuanto al hecho, y así es desobediencia, cuando alguien no quiere cumplir el
mandato del superior.
(2ª 2ae , q.
CXXXII, a. 4, 5)
Nota:
*Moral., lib. XXXI,
cap. 17
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