Miércoles de la 29ª semana
LA GRANDEZA MORAL O SOCIAL
DE LA PERSONA QUE PECA AGRAVA EL PECADO
Existen dos clases de
pecados. Uno que proviene de la subrepción, por debilidad de la naturaleza
humana; y tal pecado se imputa menos al que es más aventajado en virtud, porque
descuida menos el reprimir semejantes pecados, a los que, sin embargo, la
debilidad humana no permite evitar del todo.
Otros pecados proceden
de deliberación, y se imputan tanto más a uno cuanto mayor sea. Y esto puede
ser por cuatro razones:
1º) Porque los mayores
pueden resistir más fácilmente al pecado, por ejemplo, los que aventajan a los
demás en ciencia y en virtud; por lo cual dice el Señor: «Aquel siervo que,
conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme
a su voluntad, recibirá muchos azotes (Lc 12, 47).
2º) Por la ingratitud,
porque todo bien con que uno se engrandece es beneficio de Dios, a quien el
hombre se hace ingrato pecando; y en cuanto a esto, cierta supremacía, aun en
los bienes temporales, agrava el pecado, conforme a aquella sentencia del libro
de la Sabiduría: Los poderosos poderosamente padecerán tormento (Sab 6, 7).
3º) Por la especial repugnancia del acto del pecado a la grandeza de la persona, como si un príncipe, que está constituido en custodio de la justicia, la violara, y el sacerdote, que tiene hecho voto de castidad, fornicara.
4º) Por razón del
ejemplo o escándalo, porque, como dice San Gregorio: "La culpa se extiende
vehementemente al ejemplo, cuando el pecador es honrado por la reverencia de su
posición''*. Pero si Dios castiga más a los
mayores por un solo y mismo pecado, no hace en esto acepción de personas,
porque la superioridad de los mismos influye en la gravedad del pecado.
(1ª 2ae , q. LXXIII,
a. 10)
Nota:
*In Pastorali, part. I, cap.
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