martes, 20 de octubre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 202

 

Martes de la 29ª semana

NECESIDAD DE LA VIGILANCIA

 

Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor (Mt 24, 42).

 

I. El Señor exhorta a la vigilancia, señalando la incertidumbre de la hora de la muerte, pues dice: el día es incierto, y nadie puede fiarse de su estado, pues de dos será tomado uno, y dejado otro. Por eso debéis ser solícitos y diligentes. Velad, pues, como dice San Jerónimo, el Señor quiso dejar incierto el término de la vida, para que el hombre esté siempre en espera. Por tres cosas suele delinquir el hombre: porque sus sentidos están ociosos, o porque deja de moverse, o porque duerme; por esa razón velad, a fin de que vuestros sentidos se eleven por la contemplación, como dice el Cantar de los Cantares (5, 2): Yo duermo, y mi corazón vela. Asimismo velad, para que no quedéis inmóviles en la muerte. Pues vela el que se ejercita en obras buenas: Sed sobrios, y velad, porque el diablo, vuestro adversario, anda como león rugiendo alrededor de vosotros, buscando a quién devorar (1 Pedro 5, 8). Asimismo, velad, para que no caigáis por negligencia. ¿Hasta cuándo, perezoso, dormirás? (Prov 6, 9).

 

II. Porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. Dice San Agustín* que esto es necesario a los Apóstoles, y a los que existían antes de nosotros, y a nosotros también, porque el Señor viene de dos maneras. Vendrá al fin del mundo a todos en general, viene también a cada uno de nosotros al fin de la vida, es decir, en la muerte. Luego existe una doble venida: al fin del mundo, y también en la muerte. Y quiso que ambas fueran inciertas.

 

Estas venidas se corresponden, porque cada uno será encontrado en la segunda tal cual esté en la primera. Y dice San Agustín (en el lugar citado): "El último día del mundo encontrará desapercibido al que en su último día halló desapercibido."

 

También puede entenderse de otra venida invisible, cuando el Señor viene al alma, como dice Job: Si viniere a mí, no lo veré (9, 11). Por eso viene a muchos y no se dan cuenta. Debéis, por consiguiente, velar mucho, para que le abráis, si llamare. He aquí que estoy a la puerta, y llamo. Si alguno oyere mi voz, y me abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él (Apoc 3, 20).

(In Matth., XXIV)

 

Nota:

*Ad Hesychium (epist. 80). 273

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