Nota de la Subcomisión Episcopal de Familia y Vida de la
Conferencia Episcopal Española ante las iniciativas legislativas sobre la
eutanasia y el suicidio asistido
1. El
mandamiento «no matarás» se encuentra en el fundamento de toda ética
verdaderamente humana y, de modo particular, en la tradición cristiana.
«Explícitamente, el precepto «no matarás» tiene un fuerte contenido negativo:
indica el límite que nunca puede ser transgredido. Implícitamente, sin embargo,
conduce a una actitud positiva de respeto absoluto por la vida, ayudando a
promoverla y a progresar por el camino del amor que se da, acoge y sirve.» (Evangelium
Vitae, 54).
2. La eutanasia
y el suicidio asistido son presentados hoy por algunos como respuestas viables
y aceptables al problema del dolor y del sufrimiento. Como afirma Benedicto
XVI, «es cierto que debemos hacer todo lo posible para superar el sufrimiento,
pero extirparlo del mundo por completo no está en nuestras manos, simplemente
porque no podemos desprendernos de nuestra limitación, y porque ninguno de
nosotros es capaz de eliminar el poder del mal, de la culpa, que –lo vemos– es
una fuente continua de sufrimiento» (Spe Salvi, 3).
3. Ante las diversas
iniciativas legislativas presentadas en el Congreso de los Diputados sobre la
eutanasia y el suicido asistido, debemos recordar que la eutanasia en sentido
verdadero y propiose debe entender como una acción u omisión que por su
naturaleza y en la intención causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier
dolor. La Iglesia siempre ha considerado la eutanasia como un mal moral y
un atentado a la dignidad de la persona. San Juan Pablo II afirmaba que
«de acuerdo con el Magisterio de mis predecesores y en comunión con los obispos
de la Iglesia católica, confirmo que la eutanasia es una grave violación de la
Ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una
persona humana.» (Evangelium Vitae, 65).
4. La proposición de
ley defiende una absolutización del principio de autonomía y de la pura
subjetividad como criterios fundamentales de la decisión. A este respecto, es
necesario señalar que nadie es dueño absoluto de la vida. No existe un
derecho a disponer arbitrariamente de la propia vida. Las decisiones
terapéuticas tienen su raíz en los conocimientos de la Medicina basada en la
evidencia.
5. Por otro lado, no
es posible entender la eutanasia y el suicidio asistido como algo que se
refiera exclusivamente a la autonomía del individuo, ya que tales acciones
implican la participación de otros, en este caso, del personal sanitario. Ya el
juramento hipocrático afirma: «no daré ninguna droga letal a nadie, aunque me
la pidan, ni sugeriré un tal uso». La eutanasia es ajena al ejercicio de la
Medicina y a las profesiones sanitarias, que siempre se rigen por el axioma de
«curar, al menos aliviar y siempre acompañar y consolar». El artículo 36.3 del
Código de Ética y Deontología Médica de la Organización Médica Colegial
española afirma que «el médico nunca provocará intencionadamente la muerte de
ningún paciente, ni siquiera en caso de petición expresa por parte de éste». A
este respecto, el Papa Francisco afirma: «no siempre se puede garantizar la
curación de la enfermedad, a la persona que vive debemos y podemos cuidarla
siempre: sin acortar su vida nosotros mismos, pero también sin ensañarnos
inútilmente contra su muerte. En esta línea se mueve la medicina paliativa que
reviste también una gran importancia en ámbito cultural, esforzándose por
combatir todo lo que hace la muerte más angustiosa y llena de sufrimiento, es
decir, el dolor y la soledad.» (Mensaje del Papa Francisco al Presidente de la
Academia Pontificia para la Vida con motivo del Encuentro Regional Europeo de
la «World Medical Association», Roma, noviembre 2017).
6. También es
necesario reconocer que la eutanasia y el suicidio asistido conciernen al
conjunto de la sociedad y sus instituciones. En el pensamiento que subyace
a la proposición de ley, el ser humano aparece como aislado de los demás, y la
sociedad no es considerada como un tejido de interacciones humanas, sino como
mero ámbito en el que existe una libertad absoluta de los individuos encerrados
en sí mismos sin ninguna referencia a los otros. Ante esta concepción, es
necesario resaltar que el ser humano es un ser con los otros y para los otros.
Este es el fundamento último de la sociedad. Y en este contexto, el Estado
tiene la obligación de proteger la vida de todos los ciudadanos.
7. Lo que
realmente demandan los enfermos y sus familias es la ayuda para asumir los
problemas y las dificultades personales y familiares que se suelen presentar en
los últimos momentos de la vida. El tratamiento del dolor y el abordaje
del sufrimiento, el control de efectos secundarios y colaterales, la mejora de
la calidad de vida y de la autonomía del paciente, la ayuda a las familias
en estas situaciones, el morir en compañía de los seres queridos, con la asistencia
espiritual y sacramental, y otros muchos aspectos importantes, son los
elementos reiteradamente demandados. Y estos elementos son precisamente los que
configuran lo que conocemos como cuidados paliativos. Es llamativo que se
quiera proponer una ley de eutanasia cuando no se ha legislado a nivel estatal
sobre la instauración de los cuidados paliativos, así como la necesaria
formación reglada de esta disciplina de altísimo valor científico y ético en el
ámbito universitario y sanitario. Son precisamente estos cuidados los que son
demandados ampliamente por la sociedad y por los profesionales sanitarios en
particular.
8. Todo ser
humano es un don que refleja el rostro de Dios y que merece acogida,
protección, respeto y amor. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos
mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40). Es lo que el Papa
Francisco ha denominado «el gran protocolo» (Gaudete et exultate, 95). En este
mes de mayo nos acogemos al cuidado materno de la Virgen María, salud de los
enfermos.
Madrid, 21 de mayo de 2018
+ Mario Iceta
Gabicagogeascoa, obispo de Bilbao y presidente
+ Francisco Gil Hellín, arzobispo emérito de Burgos
+ Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares
+ José Mazuelos Pérez , obispo de Asidonia-Jerez
+ Juan Antonio Aznárez Cobo, obispo auxiliar de Pamplona y Tudela
+ Francisco Gil Hellín, arzobispo emérito de Burgos
+ Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares
+ José Mazuelos Pérez , obispo de Asidonia-Jerez
+ Juan Antonio Aznárez Cobo, obispo auxiliar de Pamplona y Tudela
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