EL
CORAZÓN DE JESÚS AL CORAZÓN DEL SACERDOTE
Ya no os llamaré siervos, sino amigos
(Jn 15,15)
LO QUE QUISIERAN SER ESTAS PÁGINAS
Soplo
de brisa en horas de estío, rayo de sol en horas de invierno, gota de bálsamo
sobre una herida, recuerdo de casa paterna, evocación de días felices, aliento
de desmayos, chispa de fuego, ráfaga de luz, apretón de manos de viejos amigos,
saludo y cambio de señas de viajeros que se encuentran en el camino de la
eternidad... y todo eso espiritualizado, para que pueda obrar sobre el alma, y
envuelto en el más vehemente de sus cariños fraternales y en la más rica de sus
bendiciones de Obispo, quiere y pide que sean estas paginillas para sus
hermanos los sacerdotes, el último de todos.
Manuel González
Obispo de Palencia, antes de Málaga
S Ú P L I C A
que podría preceder a cada uno de
estos ratos de Sagrario
Corazón
de Jesús Sacramentado: Con mucha pena de ser como soy y con muchas ganas de ser
como Tú quieres que sea, vengo a tener contigo este rato de conversación
afectuosa para tu mayor gloria, honor de mi Madre Inmaculada y provecho de mi
alma.
ángel de mi Guarda y san José:
Enseñadme a oír y a hablar a Jesús.
I. SI
CONOCIERAS...
(Jn 4,10)
Un rato de intimidad
¿Quieres,
sacerdote mío, que echemos un rato de conversación aquí en mi Sagrario? De
Corazón a corazón.
¡Nos
hace tanta falta a los dos ese rato! A ti, para fortalecerte, orientarte y
hacerte más bueno; a Mí, para endulzar mis horas de abandono, para gozarme en
hacerte bien y por ti a muchos hijos tuyos y míos y a los dos para desahogarnos
y consolarnos mutuamente...
Porque
la verdad es que quien dice Corazón de Jesús o corazón de sacerdote, dice penas
de ingratitudes muy negras, de espinas muy punzantes, de hieles muy amargas.
Yo
desde mi Sagrario y tú desde tus ministerios podemos todavía repetir la queja y
la pregunta de mi profeta: "Oh vosotros todos los que pasais por el
camino, contemplad y ved si hay dolor semejante a mi dolor" (Lamentaciones,
1,12)
Las penas de los dos amigos
En
verdad que no hay en la tierra dolor como nuestro dolor.
Y
¡qué!, ¿hemos de ser hermanos en el padecer y no en el desahogarnos?
¿Nos
han de unir las desolaciones y no los consuelos?
Y
mi Corazón, ¡los tiene guardados tan ricos y suaves para sus sacerdotes!
Sí,
sí, sacerdote amigo, nos hace mucha falta a los dos el rato de conversación a
que te invitaba.
Tenemos
que hablarnos los dos, ¡los dos!, ¿te enteras? Tú me hablas y yo seré todo
oídos para escucharte, y cuando Yo te hable, calla tú y manda callar todo lo
que levante ruido en tu corazón.
Y
hemos de hablarnos en mi Sagrario, ¡no faltaba más! ¡Sí para eso he hecho Yo el
Sagrario! ¡Si para que en todo el orbe pudieran mis hijos hablar y estar
conmigo he hecho tu sacerdocio! ¡Como que tu sacerdocio se ha creado para
perpetuar mis Sagrarios en la tierra!
De
modo ¡que en nuestro Sagrario!
Una queja
Déjame
que preceda a nuestra conversación una queja que tengo de muchos de mis
sacerdotes.
¡Los
veo muy poco por mis Sagrarios!
Los
veo en las bibliotecas y en las aulas aprendiéndome, en los púlpitos y en la
propaganda enseñándome, los veo en diversidad de lugares haciendo mis veces,
los veo también, ¡qué pena!, en lugares en los que ni tienen que aprenderme, ni
hacer nada por Mí... y, sin embargo, por mis Sagrarios ¡los veo tan poco!, y a
¡tan pocos!
¿Verdad
que tengo motivos para quejarme?
¡Si conocieras...!
¡Si
supieras, sacerdote mío, lo que se aprende leyendo libros, estudiando
cuestiones, examinando dificultades a la luz de la lámpara de mi Sagrario!
¡Si
supieras la diferencia que hay entre sabios de biblioteca y sabios de Sagrario!
¡Si
supieras todo lo que un rato de Sagrario da de luz a una inteligencia, de calor
a un corazón, de aliento a un alma, de suavidad y fruto a una Obra!...
¡Si
supieras tú y todos mis sacerdotes el valor que para estar de pie junto a todas
las cruces infunde ese rato de rodillas ante mi Sagrario!...
¡Ah!
Si se supiera prácticamente todo esto, ¿cómo se verían mis Sagrarios tan vacíos
de sacerdotes y en cambio tan llenos los círculos de recreo, los paseos
públicos, y alguna vez... hasta los cafés, cines y teatros?
¡Si
supieran! ¡Si supieran!
Los
diez, catorce años de seminario, ¿qué otro fin tenían sino enseñar por todos
los medios y modos ese saber y sabor de lo que es mi Sagrario...? ¿Qué
ha quedado de la formación eucarística del seminario? ¿Qué lugar ocupa en tu
alma el Sagrario de tu parroquia, de tu iglesia, y qué lugar ocupas tú en ese
Sagrario...? ¿El primero como debe ser?, ¿el de uno de tantos...?, ¿ninguno?
¡Qué
buenas preguntas para tiempos de retiro!
*****
Responda
cada uno como le sugiera el Espíritu santo. Pudiera ser buena respuesta la
recitación lenta y paladeada del Salmo 41:
Como
el ciervo desea las fuentes...
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