En estos días en que
se debate en el Congreso de la Nación un posible proyecto de despenalización
del aborto que amplía las causales vigentes que ya lo permiten, arrecia en los
medios de comunicación y en las redes sociales una campaña para justificar lo que
el Concilio Vaticano II llamó “crimen abominable”.
En ese contexto los
alumnos de nuestros colegios pueden quedar confundidos y aun algunos
manifiestan su apoyo a esa posición equivocada y dañosa.
Por eso, les pido
que arbitren los medios necesarios para que todos los jóvenes sean instruidos
sobre el tema con claridad, delicadeza y prudencia, según la enseñanza de la
Iglesia.
Como ayuda les envío
un escrito de mi autoría que puede ser útil a profesores y maestros para
exponer la verdad según la edad y grado de comprensión de los alumnos.
Además, les pido que
inviten a las familias a participar de la Marcha por la Vida que se realizará
en Buenos Aires, desde Plaza de Mayo hasta Congreso, el domingo 20 de mayo, a
las 15 hs. De ser posible, faciliten la participación disponiendo los medios de
transporte.
El escrito que
menciona el prelado platense es el siguiente:
La cuestión del aborto: sus
facetas
1. La primera afirmación que es preciso hacer, o
eventualmente discutir en el nivel que corresponde, es de
carácter científico. Lo formulo en estos términos: el fruto de la concepción, es decir,
cuando la cabeza del espermatozoide ya ha penetrado en el núcleo del óvulo, es
un ser humano; la unión de los gametos produce una persona humana, aún antes de
la anidación, cinco o seis días después, a partir de la cual se seguirá
su desarrollo en el nido que es el seno materno. Es una nueva criatura, un ser
nuevo se ha hecho presente. Los estudios de genética y de embriología cumplidos
durante el siglo XX -pienso singularmente en el aporte decisivo del candidato
al premio Nobel Jerôme Lejeune- no parecen dejar lugar a dudas. A este
propósito hay que despejar la equívoca postura de quienes sostienen que la
mujer es dueña de su cuerpo. Lo es, sin duda, pero el fruto de su concepción no
es una parte o un apéndice de su cuerpo, sino otro ser humano con otro ADN, es
ya desde el inicio XX o XY, varón o mujer; por lo tanto no tiene derecho a
eliminarlo, ni ella ni nadie. Al contrario, debe ser protegido y cuidado para
que llegue a ver la luz del sol, gozar de la libertad y llegar a la meta de su
plena realización. En mi opinión, es el conocimiento del genoma humano el
primer apoyo para rechazar una legislación que, al despenalizar el aborto lo
declara inocuo, una conducta protegida por la ley; en una decisión semejante se
viola una certeza científica. Llaman la atención declaraciones recientes del
Ministro de Ciencia y Tecnología de la Nación; su postura atrasa casi un siglo,
y podría ser emparentada con ideologías que han producido consecuencias
funestas.
2. La segunda cuestión es filosófica. Desde el instante
mismo de la concepción actúa un principio que guía el crecimiento y la
organización definitiva del embrión. La filosofía de Occidente ha
llamado alma a ese principio de vida. Se trata de un principio vital
general que, en el ser humano se manifestará progresivamente como principio de
conocimiento, voluntad y conciencia. Platón, en su Diálogo “Fedro” escribió: desde
dentro se mueve de por sí. Aristóteles lo expresó más exactamente precisando la
relación cuerpo-alma en su teoría hilemórfica. El alma es la forma del cuerpo;
con él constituye el compuesto que es el ser humano. El microscópico embrión ya
lo es. Esta afirmación implica que existe una ratio, un orden metafísico
de la condición humana, una naturaleza humana. Según la fe cristiana,
el alma es creada inmediatamente por Dios. El materialismo, sobre todo en sus
formas extremas, niega esa verdad filosófica supraconfesional, que han
sostenido incluso los enciclopedistas anticatólicos del siglo XVIII. La visión
teológica del problema, a la que me referiré más adelante, asume y completa
esta consideración desarrollada en la cultura de Occidente, pero que se
encuentra aun esbozada en los pueblos primitivos.
3. La cuestión jurídica. El derecho a la vida del
embrión humano desde el instante mismo de la concepción está tutelado por
tratados internacionales a los cuales ha adherido la República Argentina y que
tienen rango constitucional; me refiero, por ejemplo al Pacto de San José de
Costa Rica. Para legitimar el aborto habría que anular el artículo 75 de
nuestra Carta Magna. Resulta incomprensible la posición al respecto de
numerosos legisladores, y peor aún ciertos pronunciamientos de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, que ha avalado fallos inconstitucionales. ¿Tendremos
que reconocer que en nuestro país no existe una plena seguridad jurídica? A las
gravísimas fallas que se atribuyen actualmente a la administración de la
justicia, se sumaría esta nueva iniquidad. El tercer poder del Estado
compartiría la corrupción que se ha detectado en los otros dos. No me refiero
en este caso, en primer lugar, al vicio del enriquecimiento ilegítimo, sino a
la perversión del sentido mismo del Derecho.
Conozco algún caso
en el que un embrión ha sido favorecido con una herencia, y ha sido
reconocido por la justicia como heredero. El proyecto que se discutirá
próximamente despenaliza el aborto hasta la decimocuarta semana del embarazo,
cuando el fruto de la concepción mide aproximadamente diez centímetros y tiene
un corazón que late. ¿Cómo se lo puede llamar? Es, sin duda un niño por nacer.
No hay derecho a privarlo de la vida, a impedirle que nazca.
La dimensión jurídica
del asunto está estrechamente ligada a la política, sobre la que trataré
después. Existen lamentables antecedentes de los proyectos que ahora circulan.
En abril de 2015, el Ministerio de Salud de la Nación “colgó” en su página web
un “Protocolo para la atención integral de las personas con derecho a
la interrupción legal del embarazo”, que ha sido referido a la Ley 25.673, la
cual excluye los métodos abortivos del suministro de anticonceptivos. Se impuso
el mencionado Protocolo sin advertir que violaba la disposición en la cual
pretendía basarse, ignorando las jurisdicciones provinciales, ampliando los
supuestos previstos en el Código Penal y limitando la objeción de conciencia.
Es el colmo de la arbitrariedad; con disposiciones aparentemente legales, y por
cierto ilegitimas, se trastorna el orden de la Justicia. ¿Quién podrá confiar
en ella, si es manipulada de esta guisa? Es antijurídico, inconstitucional,
insensato, postular el aborto como un derecho de la mujer. Resulta escandaloso
que la Directora para las Américas de Amnistía Internacional reclame al Estado
argentino que reconozca el derecho de las mujeres a abortar; lo acusa de
“violencia institucional”. Más que escandaloso es diabólico.
A este capítulo
corresponde un reclamo: facilitar los trámites de la adopción mediante una
renovación de ese instituto. Hay padres que tienen hijos sin querer tenerlos, y
padres que los desean y no pueden tenerlos. Es una cuestión de justicia, y una
alternativa al aborto, resolver esta desigualdad.
4. La cuestión del aborto también puede abordarse asumiendo una
variada perspectiva sociológica. La reivindicación de la libre interrupción del embarazo, o de su
despenalización, que implica lo primero, es una bandera de la burguesía, ámbito
en el cual pueden coincidir posiciones liberales o neoliberales y de extrema
izquierda. Digo esto con todo respeto por las personas, y comprensión del drama
que enfrentan muchas mujeres, especialmente jóvenes. La
palabra burguesía ha caído en desuso, ni los marxistas la emplean ya.
Mi sugerencia puede corroborarse observando con atención a quienes participan
en las marchas que se realizan periódicamente y que se han intensificado en las
últimas semanas; es penoso constatar la presencia de muchas jóvenes
universitarias, ideologizadas en sus respectivas Facultades. Lo mismo puede
decirse de algunos medios de comunicación, copados por los lobbies feministas
o del “Colectivo LGBT”. Mi experiencia pastoral en las zonas periféricas me
indica que las jóvenes pobres consideran al hijito como una riqueza, cualquiera
haya sido la circunstancia en que fue concebido. Nuestro programa de
acompañamiento y ayuda integral a la mujer embarazada, en la Arquidiócesis de
La Plata, tiene por finalidad la protección de esa nueva vida y su dichoso
nacimiento. Todos los años celebramos solemnemente en la Catedral el bautismo
de esos niños, salvados de las garras de los nuevos Herodes, el victimario de
los Mártires Inocentes, cuyas madres desean hacerlos cristianos. Aclaro, no
obstante, que el servicio que presta la Arquidiócesis está abierto a toda mujer
embarazada, sea creyente o no, o pertenezca a otra confesión religiosa.
5. La referencia precedente me acerca a la
dimensión psicológica del asunto. Podría decir
socio-psicológica. Para ello debo aludir antes a la condición femenina. La
ideología de género y sus aplicaciones consideran la maternidad como una
imposición arbitraria a la mujer si no se le concede el derecho de abortar. Es
innegable que los cambios culturales han favorecido una amplia participación
femenina en la vida social, económica y política y que el varón ha exhibido y
exhibe todavía un predominio abusivo en muchas áreas. La dignificación de la
mujer ha sido un fruto del cristianismo, que afirma que la persona humana más
insigne que existe es una mujer, la Virgen María. San Juan Pablo II es el autor
de un documento clave para comprender la posición de la Iglesia, la
encíclica Mulieris dignitatem. Una cierta impostación del feminismo
pretende desconocer la diversidad varón-mujer y el valor inestimable de la
maternidad.. Con ocasión de la marcha del 8 de marzo pasado, un diario
importante presentaba como signo de sometimiento que 9 de cada 10
mujeres se ocupen de las tareas domésticas. Sabemos muy bien que más allá de
esas cifras, muchos varones cambian al bebé, llevan los chicos al colegio,
preparan la comida y lavan los platos sin desmedro de su condición viril; lo
que no ocurría décadas atrás. Recuerdo una frase de Eva Perón, en un mensaje
suyo a un Congreso de Mujeres realizado en Barcelona; decía: “Nuestro siglo
–por el XX- será recordado como el siglo del feminismo victorioso: la victoria
del feminismo consiste en la indisolubilidad del matrimonio y la presencia de
la mujer en el hogar”. Esa mujer extraordinaria que fue Evita trabajó muchísimo
por la promoción de la mujer. Su obra y su mensaje son un fruto del humanismo
cristiano.
La maternidad es lo
más bello que puede ofrecer al mundo una mujer, y ella sola puede darlo; la
contribución viril es de otro orden, e incomparable. En el relato bíblico de la
creación la primera mujer recibe este nombre: Eva; en hebrero se
dice Jawwá, vocablo que en esa lengua suena parecido al verbo que
significa vivir. Se la llamó así porque ella es la madre de todos los
vivientes (cf. Génesis 3, 20).
En lo que hace más
concretamente a la cuestión psicológica, es bien conocida la situación
llamada síndrome post-aborto y la dificultad de superarla. La
experiencia pastoral de los sacerdotes registra una dolencia análoga, de orden
espiritual: mujeres que vuelven a confesar que han abortado, aunque ese pecado
ya les ha sido perdonado en confesiones anteriores, pero cargan con el peso
agobiante del sentimiento de culpa, y es preciso consolarlas y animarlas
espiritualmente para que gocen de la libertad cristiana y enfrenten la vida con
alegría. Los partidarios de liberalizar el aborto, ¿han contemplado alguna vez
esta sangrienta operación? Al niño por nacer –porque esto es una personita de
14 semanas- se lo va extrayendo a pedazos, que acaban en un tacho de residuos
biológicos. Se pueden ver imágenes escalofriantes de lo que ocurre en algunos
países inveteradamente abortistas. No hay siquiera un cementerio para esos
niños asesinados.
6. La cuestión política. Esta dimensión del asunto
está referida al principio del Bien Común, que es la finalidad de la vida
política, y asimismo al cuidado de la población, que es tarea indelegable del
Estado. La virtud por excelencia del político es la prudencia, que no consiste
en el medroso o interesado equilibrio entre posiciones contrastantes sino en la
realización del bien objetivo de la sociedad. En algunos países, de modo
persistente, el aborto ha sido promovido como un método de control de la
natalidad, junto con los otros procedimientos de anticoncepción artificial que
el Beato Pablo VI declaró inmorales en la encíclica Humanae vitae
tradendae, de cuya publicación se cumplirá medio siglo el próximo 25 de julio.
La promoción del aborto o de los otros procedimientos antinatalistas ha sido
considerada estratégica para los Estados Unidos en el célebre Informe
Kissinger, y se procuró extender esa política a las zonas de su influencia
imperial. Una política suicida, que lleva al envejecimiento de la población.
Varios países han reconocido esta consecuencia; China ha abandonado su política
del hijo único, sostenida férreamente por la dictadura comunista, y Francia
ofrece ahora subsidios a las familias con tres o más hijos. La Argentina posee
un inmenso territorio semipoblado, y nunca se sostuvo en el tiempo una seria
política de población. Si nos atenemos a la consigna de Juan Bautista Alberdi,
“Gobernar es poblar”, se puede decir entonces que ha sido y es un país
desgobernado, o mal gobernado. ¿Quién habitará en el futuro nuestro territorio?
La alternativa al
aborto es, como se dice, la prevención. Durante décadas esta consistió y
consiste aún en la distribución masiva de preservativos y anticonceptivos; por
lo visto, ha fracasado. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires, hace unos años,
presentó su programa, que circula en internet, llamado significativamente
“Chautabú”, con errores científicos que en su momento señalé a las autoridades;
pero a los ideólogos les importan poco las verdades científicas. La
alternativa auténtica es una educación sexual integral, una educación para el amor,
la castidad, el matrimonio y la familia. Sería este el “tabú” al que habría que
despedir con un “chau”, según el gobierno porteño. Por lo menos, si la
actividad política no puede atribuirse semejante tarea educativa, y bien hecha,
podría intentar algo para detener el derrumbe moral que protagoniza y sufre
nuestra sociedad en todos los ámbitos en los que se ceba la corrupción. También
la deseducación creciente respecto del sentido y valor de la sexualidad humana
y el acceso prematuro de los adolescentes a la experiencia sexual, exacerbado
por la difusión de la pornografía y los ejemplos negativos del mundo de la
farándula. Control de la natalidad es el nombre elegante del onanismo, así
llamado por referencia al crimen de Onán, hijo de Judá, que cada vez que se
unía a Tamar, viuda de su hermano, sabiendo que según la ley del
levirato la descendencia no le pertenecería, derramaba el semen en la
tierra (Gén. 38, 9). Sigmund Freud en su “Introducción al Psicoanálisis” lo
considera una impudicia y una perversión por impedir la finalidad esencial de
la sexualidad, que es la transmisión de la vida.
Se trata de
decisiones políticas, en el más noble sentido de la palabra. El Presidente de
la Nación ha manifestado su posición personal a favor de la vida,
pero lo que aquí cuenta no es su posición personal, sino su
posición política. Una muestra insigne de buena política la ha dado el Dr.
Tabaré Vázquez, Presidente de la República Oriental del Uruguay, que no es
creyente y procede de la extrema izquierda. Pero es un médico, no un
empresario.
7. Concluyo apuntando el nivel teológico del problema. El aborto ha sido
llamado por el Concilio Vaticano II crimen abominable (Constitución
Pastoral Gaudium et spes, 51). Se trata de una posición constante e
invariable de la Iglesia, basada en el quinto mandamiento del Decálogo de
la Torá bíblica, la enseñanza del Nuevo Testamento y la unánime
Tradición eclesial: No matarás. Además, se puede añadir una razón cristológica.
Nuestro Señor Jesucristo fue un embrión, plasmado virginalmente de un óvulo de
María por la misteriosa acción del Espíritu Santo, sin intervención de varón;
fue un feto, un niño por nacer. Según la fe cristiana, el Hijo eterno de Dios
tomó una naturaleza humana, para rescatar y elevar desde dentro a la naturaleza
humana; posee un cuerpo formado de la Virgen María y un alma humana creada por
Dios en el instante de la encarnación. La segunda Persona de la Santísima
Trinidad compartió nuestra condición humana también desarrollándose por nueve
meses en el nido del seno materno. El que es verdadero Dios desde toda la
eternidad, es verdadero hombre desde su concepción en el seno de su Madre
Santísima. Muerto y resucitado, el Hombre-Dios reina con el Padre y el Espíritu
Santo, en la máxima realización de la condición humana. Es esta la razón
teológica que compartimos con nuestros hermanos ortodoxos y con otras
confesiones cristianas.
La convicción
contraria al aborto es ecuménica; señalo la excelente declaración publicada
recientemente por la Asociación Cristiana de Iglesias Evangélicas de la
República Argentina. Entiendo asimismo que en el judaísmo y en el Islam existen
mayoritarias posiciones antiabortistas.
El conjunto de
facetas que he expuesto, y que son complementarias, muestra que la postura de
la Iglesia no puede ser descalificada como “fundamentalismo religioso”, según
afirman algunos con ligereza.
+ Héctor Aguer
Arzobispo de La
Plata
Académico de Número
de la
Academia Nacional de
Ciencias Morales y Política.
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