SEMILLA
ES LA PALABRA DE DIOS
(Lc 8,11)
El
fruto de tu Comunión o de tu visita al Sagrario no puede ni debe limitarse a
los minutos que allí pasas; debe durarte y servirte para todos los minutos del
día, es decir, hasta la nueva Comunión o visita.
¡Pero
somos tan olvidadizos! ¡Se nos disipan tan pronto los recuerdos, aun los más
queridos!
Ahí
te presento una sencilla industria para prevenirte contra esos olvidos tan
funestos como injustos. Y consiste en compendiar lo que has dicho u oído
interiormente o prometido al Jesús de tu Comunión y visita en una palabra y
esforzarte en repetirla muchas, muchas veces al día, más que con los labios con
el corazón. ¡Como si paladearas un caramelo!
La palabra de mi Comunión
Ésta
es la palabra que cada mañana prometo cumplir al Jesús de mi Comunión como
acción de gracias, práctica y sincera, eficaz, efusiva y difusiva para con mi
prójimo, reformadora y transformadora de mí y conformadora con Él.
Esta
palabra es el jugo de mi preparación y Comunión circulando como savia en todas
las obras de mi día, es la flor que la semilla divina de la mañana ha hecho
brotar para que me pase el día recreándome en su olor, es la respuesta con que
mi alma sigue la conversación que al entrar en ella mi Jesús empezara, es el
alerta de mi atención con los furtivos cazadores de mi alma, sentimientos de
vanidad o despecho, pensamientos mundanos o impuros, halagos de disipaciones y
tibiezas, solicitudes excesivas y preocupaciones atormentadoras, etc., etc., es
una vuelta más de afecto actual, de presencia íntima al lazo con que até mi
corazón al Corazón suyo...
Un
ejemplo para facilitarte esta industria.
Estas
palabras, entre otras, podrán ser:
¡Soy
granito de trigo! Esa palabra casi insensiblemente me dice que para que dé
fruto he de ser arrojado al surco, o sea, más abajo del suelo, escondido,
oscurecido, labrado, abonado, segado, difundido y todo esto para que se muera y
se pudra y sobre su corrupción se levante la vida nueva...
Hoy
sí: Es la palabra de la aceptación animosa, decidida y confiada en el auxilio
de Dios y desconfiada del auxilio propio, de mi cruz de hoy, del deber penoso.
Como
Tú quieras: Así, Padre, porque así te agrada. Sin buscar ni consentir más razón
que ésa.
Hágase:
Cómo y cuándo y con las condiciones que Tú quieras.
Al
punto: No mañana, ni cuando me guste a mí, ni cuando me venga bien, ni una hora
ni un minuto después, sino ahora, ¡al punto!
Como
niños: Así quiero vivir, con el abandono en sus padres, con la despreocupación
del mañana, con la ingenuidad y la sencillez de los niños...
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