Entrevista publicada en Vatican News
con el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe
Cardenal Luis Ladaria S.J.
sobre la Carta "Samaritanus bonus"
Eminencia, ¿por qué era necesario este nuevo documento de
la Congregación sobre los temas del fin de la vida?
"Al concluir la
Sesión Plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 2018, en
relación con el estudio de las cuestiones doctrinales y pastorales relativas al
acompañamiento de los enfermos en las fases críticas y terminales de la vida,
los padres sugirieron que era conveniente disponer de un documento que tratara
de ello, no sólo de manera doctrinalmente correcta, sino también con un fuerte
énfasis pastoral y un lenguaje comprensible, en consonancia con el progreso de
las ciencias médicas. Se trataría de profundizar, en particular, en los temas
del acompañamiento y la atención de los enfermos desde un punto de vista
teológico y antropológico, centrándose también en algunas cuestiones éticas
pertinentes relacionadas con la proporcionalidad de las terapias y con la
objeción de conciencia y el acompañamiento de los enfermos terminales. A la luz
de estas consideraciones y aunque la enseñanza de la Iglesia sobre el tema ya
está contenida en conocidos documentos magisteriales, un nuevo pronunciamiento
orgánico de la Santa Sede sobre el cuidado de las personas en las fases
críticas y terminales de la vida parecía oportuno y necesario en relación con
la situación actual, caracterizada por un derecho civil internacional cada vez
más permisivo sobre la eutanasia, el suicidio asistido y las disposiciones
relativas al final de la vida".
¿La Carta "Samaritanus Bonus" contiene alguna novedad? Y si es así, ¿cuáles son estas novedades?
"El documento
ofrece un enfoque integral de la persona humana, del sufrimiento y la
enfermedad, del cuidado de los que se encuentran en fases críticas y terminales
de la vida. Un cuidado que, a su vez, no puede reducirse a la perspectiva
médica o psicológica solamente, sino que consiste en cuidar de toda la persona
necesitada. Porque – como bien se dice en el primer párrafo del texto – el
cuidado de la vida es la primera responsabilidad que el médico experimenta en
el encuentro con el enfermo. No se reduce a la capacidad de curar al enfermo,
ya que su horizonte antropológico y moral es más amplio: incluso cuando la
curación es imposible o improbable, el acompañamiento médico y de enfermería,
con el cuidado de las funciones fisiológicas esenciales del cuerpo, junto con
el acompañamiento psicológico y espiritual, es un deber ineludible. Lo
contrario constituiría de hecho un abandono inhumano del enfermo. Samaritanus
bonus insiste desde el principio hasta el final en esta dimensión integral
del cuidado. En este sentido, el documento se centra bien, volviendo a él
varias veces, en el hecho de que el dolor es existencialmente soportable sólo
si hay una esperanza fiable. Y una esperanza de ese tipo sólo puede ser
comunicada cuando hay una colectividad de presencia que espera alrededor del
paciente que sufre".
¿Por qué el documento se afirma que "incurable"
nunca es sinónimo de "in-cuidable"?
"La Carta apela a
una experiencia humana universal: aquella por la cual la pregunta sobre el
sentido de la vida se agudiza aún más cuando se avecina el sufrimiento y la
muerte. El reconocimiento de la fragilidad y la vulnerabilidad del enfermo –
aunque, en el fondo, el ser humano como tal es frágil y vulnerable – abre
espacio, como ya se ha subrayado, a la ética del cuidado. Ejercer la
responsabilidad en relación a la persona enferma, significa asegurar su cuidado
hasta el final: "curar si es posible, cuidar siempre" escribió Juan
Pablo II. Se trata de una mirada contemplativa – así se sugiere – una mirada
total, es decir, una mirada a la persona en su conjunto, que permite ampliar la
noción de cuidado. Esta intención de curar siempre al enfermo – se lee en el
documento – ofrece el criterio para evaluar las diferentes acciones a tomar en
la situación de enfermedad "incurable": de hecho, incurable nunca es
sinónimo de in-cuidable. La Iglesia no cesa de afirmar el sentido positivo de
la vida humana como un valor ya percibido por la recta razón, que la luz de la
fe confirma y valora en su inalienable dignidad. Afirmar el carácter sagrado e
inviolable de la vida humana significa no desconocer el valor radical de la
libertad de la persona que sufre, fuertemente condicionada por la enfermedad y
el dolor: tal desconocimiento se produciría, sin embargo, en el mismo momento
en el cual se tendría que aceptar el pedido de negarle, por medio de la
eutanasia, cualquier otra posibilidad de relación humana beneficiosa".
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