Domingo de la 25ª semana
LA PRECIPITACIÓN
Se dice en los
Proverbios: El camino de los impíos es tenebroso; no saben dónde caerán (4,
19). Los caminos tenebrosos de la impiedad pertenecen a la imprudencia, luego
el caer o precipitarse corresponde a la imprudencia.
La precipitación en
los actos del alma se dice metafóricamente, según la semejanza tomada del
movimiento corporal, y se dice precipitación, según el movimiento corporal, lo
que proviene de arriba abajo según cierta impetuosidad del propio movimiento o
de alguno que empuja, no por descenso ordenado y gradual.
Lo más elevado del alma es la razón misma; lo ínfimo es la acción ejecutada por el cuerpo, y los grados intermedios, por los cuales es menester descender ordenadamente; son la memoria de lo pasado, la inteligencia de lo presente, la solercia en la consideración de los futuros acontecimientos, el raciocinio, que compara una cosa con otra, la docilidad, por la que uno se conforma con el parecer de los mayores; grados por los cuales efectivamente desciende uno ordenadamente aconsejándose con rectitud. Mas, si uno es llevado a obrar por el ímpetu de la voluntad o de la pasión, dejando a un lado estos grados, habrá precipitación. Así, pues, como el desorden del consejo pertenece a la imprudencia, es evidente que el vicio de la precipitación se contiene bajo la imprudencia.
Se llaman temerarias
las acciones que no son regidas por la razón, lo cual puede ocurrir de dos
modos: 1º, por ímpetu de la voluntad o de la pasión; 2°, por desprecio de la
regla que dirige, y esto es propiamente la temeridad, por lo que parece
provenir esa raíz de la soberbia, que rehúye someterse a la dirección ajena.
Pero la precipitación se refiere a ambas.
(2ª 2ae , q. LIII, a.
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