Domingo de la 23ª semana
EFECTOS DE LA CONTEMPLACIÓN
Me introdujo el rey en
sus cámaras (Cant 1, 3).
1º) Me introdujo el
rey en sus cámaras, esto es, en su dulzura, dándome su gracia. Llama a la
gracia cámaras, en plural, porque de ella fluyen y se derivan cada una de las
virtudes espirituales que perfeccionan las diversas potencias; y según las
variadas virtudes de las diversas potencias, nos alegramos y regocijarnos
diversamente en el Señor, y perfeccionados con estas virtudes derivadas de la
gracia, bebemos en cierto modo los vinos de la alegría espiritual de las
diversas cámaras.
(In Cant., I)
2°) La contemplación
mitiga las tristezas.
En la contemplación de
la verdad reside la mayor delectación; y, como toda delectación mitiga el
dolor, la contemplación mitiga la tristeza o el dolor; y tanto más, cuanto más
perfecto amador de la sabiduría sea uno.
Por lo tanto, los
hombres, por la contemplación de las cosas divinas y de la futura bienaventuranza,
se regocijan en las tribulaciones, según aquello de Santiago: Hermanos míos,
tened por sumo gozo, cuando fuereis envueltos en diversas tribulaciones (Stgo.
1, 2). Y lo que es más, aun en medio de los suplicios corporales se halla
también este gozó, como lo manifestó el mártir Tiburcio, cuando con los pies
desnudos sobre brasas encendidas dijo: “Paréceme que ando sobre flores de rosas
en nombre de Jesucristo.”
Esto ocurre porque en
las potencias del alma; hay redundancia de lo superior a lo inferior, y según
esto, el deleite de la contemplación, que está en la parte superior, rebosa
hasta mitigar también el dolor que está en los sentidos.
(1ª 2ae , q. XXXVIII,
a. 4)
3º) La contemplación adormece el amor de las cosas temporales.
Yo duermo, y mi
corazón vela (Cant 5, 2). Se dice que los contemplativos duermen, porque son
indiferentes a las cosas sensibles y exteriores, pero velan con el corazón, en
cuanto que son más aptos para percibir interiormente las inspiraciones y
efusiones divinas; pues así como los ciegos, no distraídos por las cosas
visibles, recuerdan mejor, así los contemplativos no distraídos por las cosas
exteriores perciben más intensamente las inspiraciones interiores.
4º) Acrecienta y
fortifica el amor a Dios.
Fuerte es como la
muerte el amor (Cant 8, 6). Porque así como la muerte separa al alma del
cuerpo, de tal modo que ya no le es posible al hombre desear o ambicionar nada
en la vida presente, así el amor de Cristo hace morir totalmente este siglo y
vuelve como insensible a aquél de quien verdaderamente se adueña, y viviendo
únicamente para Cristo, está muerto para el mundo. El mismo sentido tiene la
frase: duro como el infierno el celo (Cant 8, 6). Porque así como el infierno
nunca devuelve a los que una vez recibe, sino que siempre los retiene,
igualmente el amor de Cristo no abandona a los que una vez ha invadido. Por eso
dice el Apóstol: ¿Quién nos separará del amor de Cristo?: ¿la tribulación?, ¿la
angustia?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la persecución, ¿la
espada? (Rom 8, 35).
(In Cant).
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