La vaca que no tenía voluntad
Una novilla
curioseando el campo fue y mordió una hoja de potota, no sabiendo que era
veneno. Enseguida propuso no hacerlo más; y mostró su propósito de la manera
más original del mundo, brincando furiosamente, bramando sin cesar, corriendo
de un lado a otro, atracándose de agua y sacando la lengua que le parecía que
la traspasaban millares de alfileres, con gran risa de todos sus amigos de la
tropa.
Pero sucedió que al
año siguiente, medio olvidada del caso, fue y se tentó de nuevo con la ancha
hoja en forma de escudo, y le tiró el mordisco. Y quemadas de nuevo las fauces
y las achuras por la horrible planta, bailó de nuevo la tarantela.
Y un año y medio después, un tiempo de sequía, fue y, medio queriendo y medio sin querer, comió de nuevo y se arrepintió otra vez. Por lo cual cayó en el más profundo desprecio de toda la tropa de bueyes viejos y jóvenes terneras, de todos los cuales era la más inteligente y ladina, por su falta increíble de fuerza de voluntad. ¿De qué le servía entonces toda su inteligencia...?
Pero yo digo: ¿no
tenía también un poco de culpa el dueño de la chacra en dejar plantas de potota
al alcance de las vaquillonas que tienen mucha imaginación...?
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