Sábado de la 25ª semana
PRESENTACIÓN DE CRISTO EN EL TEMPLO
Presentación de Jesús en el templo - Girolamo Romanino |
Cristo quiso nacer
bajo la ley para redimir a aquéllos que estaban bajo la ley (Gal 4, 5) y para
que la justificación de la ley se cumpliese espiritualmente en sus miembros.
Mas de la prole nacida se establece doble precepto en la ley. Uno general, que
se refería a todos, a saber, que cumplidos los días de la purificación de la
madre, se ofreciese un sacrificio por el hijo o la hija*; y este sacrificio tenía por objeto, ya la expiación del
pecado, en que la prole había sido concebida y nacida, ya también cierta
consagración de la misma, puesto que entonces era presentada por vez primera en
el templo. Por eso se ofrecía algo en holocausto y algo por el pecado.
Existía otro precepto
especial en la ley acerca de los primogénitos, tanto en los hombres como en los
animales, porque el Señor se había reservado para sí a todo primogénito de los
hijos de Israel, puesto que, para librar al pueblo de Israel, había matado a
los primogénitos de Egipto desde el hombre hasta los animales, con excepción de
los primogénitos de Israel. Este mandato se establece en el Éxodo (XIII), en el
que se prefiguraba Cristo, que es el primogénito entre muchos hermanos (Rom 8,
29). Luego, puesto que Cristo nació de mujer como primogénito y quiso nacer
bajo la ley, demuestra el Evangelista haberse observado con él estas dos cosas:
1º) Lo que se refiere a los primogénitos, cuando dice: Lo llevaron a Jerusalén,
para presentarlo al Señor, como está escrito en la ley del Señor: Que todo
varón que abriere matriz, será consagrado al Señor (Lc 2, 22-23). 2º) Lo que
pertenece comúnmente a todos, cuando dice: Y para dar la ofrenda, conforme está
mandado en la ley del Señor, un par de tórtolas o das palominos (Ibid., 24).
La humanidad de Cristo
siempre estuvo muy presente a Dios, y sin embargo, debió ser presentada por
nosotros. Porque así como el Hijo de Dios no se hizo hombre y fue circuncidado
en la carne para propia utilidad, sino para hacernos dioses por su gracia y
para que seamos circuncidados espiritualmente, así también es presentado al
Señor por nosotros, para que nosotros mismos aprendamos a presentarnos a Dios.
Y esto se hizo después de su circuncisión, para demostrar que nadie es digno de
las miradas de Dios si no está circuncidado de sus vicios.
Se manda,
efectivamente, en el Levítico (XII) que quienes pudiesen ofrecieran por el hijo
o hija un cordero y además una tórtola o paloma; pero los que no pudieran ofrecer
un cordero, ofreciesen dos tórtolas o dos pichones. El Señor que, siendo rico,
se hizo pobre por amor vuestro, a fin de que vosotros fueseis ricos por su
pobreza (2 Cor 8, 9), quiso que se ofreciese por él la ofrenda de los pobres,
del mismo modo que en su nacimiento quiso ser envuelto en pañales y reclinado
en un pesebre.
(3ª
q. XXXVII, a. 3)
Nota:
*Lev
XII
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