San Roberto Belarmino
por Jaime Correa Castelblanco, S.J.
Presentación
- Niñez y juventud - Los primeros estudios - Discernimiento vocacional - Dificultades
Noviciado - Los estudios de filosofía - Florencia - Los estudios de teología - Lovaina
- Ordenación sacerdotal - Ministerios - La profesión de cuatro votos - Peticiones
desde Italia - Es llamado a Roma - En el Colegio Romano - Las Controversias - El
religioso - El director espiritual - El teólogo activo - En París - El Padre
espiritual de san Luis Gonzaga - Rector del Colegio Romano - Provincial de
Nápoles - Teólogo del Papa - Cardenal de la Iglesia - La célebre Controversia
De auxiliis - Arzobispo de Capua - Cardenal en dos cónclaves - Cardenal de
Curia - La condenación de Galileo - Un encargo a san Bernardino Realino - El
último cónclave - La muerte de San Juan Berchmans - La muerte - La
glorificación
Presentación
San Ignacio de Loyola
nunca quiso para los jesuitas las dignidades eclesiásticas. El mismo intervino
ante el papa Paulo III y logró impedir el nombramiento de cardenal en la
persona de san Francisco de Borja. También representó al Papa contra los deseos
del Emperador quien propuso a san Pedro Canisio para arzobispo de Viena. Lo
mismo en otros casos que recuerda la historia.
El romano pontífice,
por cierto, es el primer superior de la Compañía de Jesús y los jesuitas hacen
a él un voto especial de obediencia. En virtud de este voto, san Roberto
Belarmino debió aceptar la dignidad que el Papa le impuso. Fue cardenal y
arzobispo de Capua. Mantuvo, eso sí, en la vida privada, el modo de proceder de
la Compañía de Jesús.
Es un contemplativo en
la acción. La gracia de Dios está en todos los actos de su vida, en la oración
y unión con el Señor, en su cátedra, en sus escritos, en la dirección
espiritual, en el gobierno episcopal y los trabajos en el colegio cardenalicio.
San Roberto Belarmino
San Roberto Belarmino
es doctor de la Iglesia. Su cátedra y escritos lo transforman en uno de los más
importantes teólogos de su tiempo. La suavidad en la exposición es el gran
medio con que obtiene la reconciliación de numerosos cristianos separados.
Niñez y juventud
Roberto nace el 4 de
octubre de 1542, en Montepulciano, provincia de Sena, en Italia. Es el tercero
de doce hermanos.
Su familia es
importante. Su padre, don Vicente Belarmino es el primer magistrado de la
ciudad y su madre, doña Cintia Cervini, es hermana del cardenal Marcelo
Cervini. Este Cardenal ser m s tarde uno de los presidentes del Concilio de
Trento y poco después, en 1555, sumo Pontífice, con el nombre de Marcelo II. El
padrino de bautismo es el cardenal Roberto Pucci, íntimo amigo de sus padres.
Esos padres piadosos
se esmeran en educar a sus hijos en la devoción y en la práctica religiosa. La
madre, Cintia Cervini, hace los Ejercicios espirituales, en 1547, bajo la
dirección del P. Pascacio Broet, uno de los primeros compañeros de San Ignacio
y director espiritual de su hermano Marcelo. Sin duda fue movida por su ejemplo
ya que el cardenal los había hecho con san Ignacio.
Los numerosos hijos
obligan a la familia a vivir en cierta estrechez económica.
Los primeros estudios
Roberto hace los
primeros estudios, guiado por su madre y un maestro del pueblo, Orfeo Butti.
Pero en 1557 ingresa
al Colegio que ese año abre la Compañía de Jesús en Montepulciano. Tiene quince
años de edad y demuestra un especial talento.
Discernimiento vocacional
En el Colegio jesuita
se desarrolla plenamente. Destaca como alumno. Se inicia con gusto en las
academias de poesía, teatro, música y oratoria.
Con el P. Juan
Gambaro, su director espiritual, hace los Ejercicios espirituales de San
Ignacio y el discernimiento vocacional, determinándose por ingresar en la
Compañía. Tiene entonces diecisiete años.
Dificultades
Don Vicente Belarmino,
al enterarse de la noticia no sabe qué hacer. ¡Son tantas las esperanzas que ha
cifrado en ese hijo! Atribuye la vocación de Roberto a las influencias de los
jesuitas. Prohíbe a su hijo el tener con ellos otro trato que no sea sobre
estudios. Le impone también que en adelante se confiese con los Padres
dominicos. Doña Cintia sufre en silencio.
Roberto se siente muy
desorientado y no tiene el valor para insistir ante su padre. Los jesuitas lo
animan, en todo momento, a insistir para alcanzar el deseado permiso.
Por fin don Vicente se
aviene a dar el consentimiento, con la condición de esperar un año. Antes del
plazo, don Vicente escribe al P. Diego Laínez, general de la Compañía de Jesús:
"Habiendo considerado que se debe a Dios lo que más se estima, he dado a
mi hijo mi bendición y lo he ofrecido a Dios y hecho hijo de la Compañía de
Jesús. Le ruego humildemente se digne
Noviciado
El 17 de septiembre de
1560 Roberto sale de Montepulciano rumbo a Roma. Viaja en compañía de su primo
Ricardo Cervini, también decidido a hacerse jesuita. Los dos peregrinos llegan
a la ciudad eterna el 20 de septiembre.
El P. Diego Laínez los
recibe en la sencilla casa de Nuestra Señora de la Estrada, donde San Ignacio
ha vivido sus últimos años.
La primera probación
de ambos dura diez días. Después se incorporan a la comunidad. Con alegría se
ocupan en los servicios de la cocina y en el comedor, como experiencias de
noviciado.
En los primeros años
de la Compañía de Jesús, el tiempo, prescrito para el período del noviciado, no
estaba del todo reglamentado. De hecho, los votos religiosos de Roberto y
Ricardo llevan la fecha del 20 de septiembre de 1560, el mismo día del ingreso.
Los estudios de filosofía
Un mes después del
ingreso, el P. Laínez determina que Roberto pase al Colegio Romano a continuar
sus estudios de filosofía.
El Colegio es una
institución fundada por el mismo San Ignacio. En 1551, en una casita arrendada,
puso en la puerta el letrero: "Escuela de gramática, de humanidades y de
doctrina cristiana, gratis".
En 1560 el Colegio
Romano es muy grande. En ‚l viven 154 jesuitas, de los cuales 112 son
estudiantes. Los alumnos externos son 600. Hay profesores insignes: Francisco
Toledo, Ledesma, Juan de Mariana, Cristóbal Clavio y Juan Leunis, fundador de
las Congregaciones marianas (hoy, Comunidades de Vida cristiana, CVX).
Roberto Belarmino es
desde un comienzo un alumno excelente, a pesar de que su salud es bastante
endeble en esos tres años. La defensa final de las tesis de filosofía es
brillante.
Florencia
En 1563 es destinado
al Colegio de Florencia para la experiencia de magisterio. Tiene a su cargo las
clases de Retórica y la predicación en la iglesia anexa al Colegio.
El éxito lo logra
gracias a la ciencia y a sus modos agradables y al respeto para con los jóvenes
discípulos. Este modo de ser suave, con los alumnos, no fue del agrado de todos
en Florencia.
Al año siguiente, los
Superiores lo trasladan a Mondovi, en el Piamonte, con los mismos cargos de
profesor y predicador.
Los estudios de teología
En 1567 empieza los
estudios de la teología en la célebre universidad de Padua.
A los dos años, antes
de terminarlos, san Francisco de Borja, el nuevo general de la Compañía de
Jesús, lo destina a Lovaina, una de las ciudades m s amenazadas por el
protestantismo. En Padua, Roberto no acepta las teorías de un profesor acerca
de la predestinación. Refuta con calma y ciertamente parece tener la razón.
Ni él mismo sabe por
qué dice al llegar: "El P. General me ha enviado aquí para dos años, pero
me voy a quedar siete". El hecho es que resultó profeta, pues, en efecto
su permanencia en Lovaina dura siete años.
Lovaina
Cuando Roberto
Belarmino llega a Lovaina, en mayo de 1569, los estudiantes de la célebre
universidad son más de tres mil.
El Canciller, Miguel
Bayo, sin ser propiamente hereje, enseña doctrinas muy semejantes a las de
Lutero y de Calvino.
Las conferencias del
joven Belarmino no tardan en llamar la atención. El pueblo y los estudiantes
empiezan a acudir en masa a la iglesia de San Miguel y se agolpan alrededor de
su cátedra para escuchar los sermones y las clases.
La serenidad y la
erudición del joven predicador le traen un numeroso grupo de oyentes. No sólo
de las ciudades vecinas, sino también desde Holanda y aun desde Inglaterra. Las
conversiones se multiplican en gran número y las vocaciones sacerdotales
aumentan.
Ordenación sacerdotal
Conforme a las
disposiciones del papa San Pío V, Roberto hace la profesión solemne de tres
votos el día de la Epifanía de 1570. Es entonces prerrequisito para el
sacerdocio.
En Lieja y después en
Gante, por no haber Obispo en Lovaina, san Roberto recibe, una tras otra, las
órdenes sagradas. El sacerdocio lo recibe el 25 de marzo de 1570. Su primera
Misa solemne la canta el 2 de abril, Domingo in Albis, en la ciudad de Lovaina.
Ministerios
Sus sermones se hacen
extraordinariamente famosos. El primer cuidado es exponer el sentido literal de
los textos de la Escritura que cita, guardándose mucho de forzarlos y darles un
significado distinto al genuino. Para ello se atiene a las fuentes primeras de
los Padres y Doctores de la Iglesia. Es admirable su conocimiento de san
Agustín, san Jerónimo, san Juan Crisóstomo, san Basilio, san Ireneo, san
Hilario y san Ambrosio.
Las clases de
teología, en el Colegio de los jesuitas, las comienza a dictar el 17 de octubre
de 1570, apenas cumplidos los 28 años. Se presenta con un programa basado en
Santo Tomás, la Biblia, los Padres y el Concilio de Trento. Desde los primeros
días sus lecciones son muy concurridas: ¡casi cien escolares! En los años
siguientes la concurrencia aumenta hasta 200 alumnos. Se prepara con enorme
cuidado. Los apuntes manuscritos de estas clases se conservan hoy día y son
cuatro volúmenes con m s de 1.500 páginas. Estudia hebreo para poder leer el
Antiguo Testamento en la lengua original.
La profesión de cuatro votos
El 6 de julio de 1572
pronuncia la profesión solemne de cuatro votos, en la Compañía de Jesús.
Es curioso: san
Francisco de Borja lo exime del prerrequisito de la Tercera probación exigida a
todo jesuita antes de sus últimos votos.
Poco después sufre los
embates de la guerra entre el Príncipe Guillermo, duque de Orléans, jefe de los
protestantes, y las tropas del duque de Alba, defensor de los intereses del rey
de España. Roberto Belarmino se refugia en el Colegio de Douai por poco tiempo.
Peticiones desde Italia
El cardenal san Carlos
Borromeo, arzobispo de Milán, entrega a los jesuitas el famoso Colegio de Brera
para que dicten clases de letras, ciencia y teología. Con insistencia el
arzobispo pide al P. Juan Polanco, vicario general después de la muerte de San
Francisco de Borja, que el P. Roberto Belarmino sea destinado a Milán como
profesor de teología y como predicador.
Fueron cuatro años de
insistencia desde Milán y otros tantos de representación contraria de parte de
los superiores de Flandes. Borromeo es muy claro en sus peticiones al nuevo
general Everardo Mercuriano: "Suplico de nuevo a Ud. que urja a los
de Flandes para acelerar lo m s posible la venida del P. Belarmino. Y no suceda
ahora que Ud. ponga en duda la venida de dicho Padre y me proponga otros
nombres, porque no pienso desistir de la promesa que se me hizo en Roma, la
cual es justo que se cumpla". En otra carta dice: "Creo que molestar n a Ud. para que deje en Flandes al P. Roberto
Belarmino, pero como hace tiempo me lo han prometido para Mil n, quiero rogarle
que en manera alguna quiera Ud. volverse atrás de la promesa que se me ha
hecho".
Los de Flandes
escriben: "El P. Belarmino es de
gran importancia en el Colegio de Lovaina. Sacándolo de aquí, no hay nadie en
la Provincia que pueda suplirlo. Él es quien da fama al Colegio. El P. Roberto
Belarmino tiene aquí más de 200 alumnos. Respecto a la salud se encuentra mejor
aquí que en Italia. El está contento y nosotros muy satisfechos de él. En
Lovaina es más útil. Aquí el fruto es cierto, en Milán incierto y los alumnos
pocos".
Belarmino escribe: "Estoy contento de estar aquí, mientras
lo disponga la obediencia, pero cuando se disponga otra cosa, a mí no me agradará
menos. Por la gracia del Señor, me encuentro en esto del todo indiferente, como
deseo estarlo en todas las cosas".
Es llamado a Roma
El P. Everardo
Mercuriano, el nuevo General, decide llamarlo a Roma y lo destina al Colegio
Romano.
Emprende el viaje el 1
de septiembre de 1576. En el regreso se detiene en Montepulciano y visita a su
ya anciano padre. También llora junto a la tumba de su querida madre, que ha
muerto el 3 de junio del año anterior. Roberto llega a Roma a fines del mes de
septiembre.
En el Colegio Romano
El papa Gregorio XIII
es el sucesor de san Pío V. Con inmenso celo este pontífice emprende la tarea
de afianzar la fe católica en los países protestantes. Hace subir a cien,
después a ciento cincuenta, el número de los alumnos alemanes del Colegio
Germánico de la Compañía de Jesús y establece las rentas necesarias para su
sustento.
Para la formación del
clero de Inglaterra y Gales, el papa Gregorio funda el Colegio Inglés. Todos
los alumnos deben asistir a clases en el Colegio Romano.
El P. Roberto
Belarmino es designado por el mismo pontífice para dictar las lecciones en una
cátedra de Controversias.
Las Controversias
El P. Roberto
Belarmino tiene tal éxito en sus clases que los Superiores le ordenan imprimir
sus lecciones. Con inmenso trabajo escribe, y vuelve a escribir, por su propio
puño y letra, todas las páginas.
Este es el origen de
la monumental obra de las Controversias. "Disponga Ud., P. General, como
quiera. A mí me basta con haber obedecido". La edición definitiva tiene
cuatro gruesos volúmenes.
Las Controversias son
la obra maestra y la gloria de San Roberto Belarmino. Son una defensa completa
y científica de la Iglesia Católica, de su constitución, del Papado y de su
doctrina. Punto por punto se refutan las doctrinas protestantes.
El éxito de esta obra
es verdaderamente extraordinario. En los treinta años siguientes tiene veinte
ediciones. En Alemania y en Inglaterra, los protestantes se esmeran en
refutarlas. Numerosas conversiones ocasionan su lectura y estudio.
La verdadera clave del
éxito está en la enorme erudición de Belarmino y en su afán por encontrar y
mostrar la verdad. Es característica la lealtad científica, su piedad y respeto
por las cosas de la Iglesia, el amor al Papado, y en especial el suave trato
hacia los adversarios.
El religioso
Los que vivieron con
‚l en el Colegio Romano hablan de su extraordinario amor a las virtudes
religiosas.
En su aposento no hay
cosas superfluas. En su reclinatorio sólo tiene una estampa de papel. En cuanto
a los libros, es cierto, les tiene enorme aprecio, pero a medida de que ya no
los necesita los devuelve a la biblioteca. Aun sus mismos manuscritos los
conserva con cierta reticencia.
Otra de sus virtudes
preferidas es la humildad. Son muchos los que atestiguan acerca de su diligencia
en la cocina, lavando los platos de la comunidad.
El director espiritual
La influencia
espiritual de Roberto Belarmino, entre los alumnos, es muy importante. Entre
sus discípulos y dirigidos espiritualmente figuran el Bienaventurado Rodolfo
Acquaviva, mártir de Salsette, en la India, y el célebre misionero de China, el
P. Mateo Ricci.
En presencia suya, los
estudiantes ingleses, el 15 de abril de 1579, pronuncian el voto heroico de
volver a la patria para trabajar por la fe católica y morir, si fuere necesario.
Los primeros que extienden las manos sobre el Evangelio son los bienaventurados
Roberto Sherwin, Lucas Kirby y William Hart. Después, los santos Roberto
Southwell y Enrique Walpole, de la Compañía de Jesús, y los bienaventurados
Edward Oldcorne, también jesuita, Cristóbal Buxton, Edward Jomes y John Ingram.
M s tarde, todos ellos dan la vida en Inglaterra. Roberto Belarmino jura con
sus discípulos y pide ser destinado para enseñar la fe católica entre los
ingleses.
El teólogo activo
Sin embargo las Controversias
no agotan por cierto, la actividad de Belarmino.
Cuatro meses vive en
Nápoles, ayudando al P. Alfonso Salmerón, uno de los primeros compañeros de San
Ignacio, en la edición de los veinte tomos de sus obras.
Coopera con el papa
Gregorio XIII en la reforma del Calendario, en la corrección del Martirologio y
toma parte en la edición de la Vulgata y el Ritual romano. Es también miembro
de la comisión para la reforma del Breviario, para el cual compone en latín
hermosos himnos.
Como teólogo interviene
en la defensa de la Santa Sede en la controversia por los privilegios invocados
por España respecto al gobierno religioso del reino de Sicilia. Igualmente en
la discusión sobre el Sacro Romano Imperio con los príncipes alemanes.
En la Compañía de
Jesús interviene directamente en la redacción de la Ratio Studiorum o normas
por las cuales deben regirse los estudios en los Colegios jesuitas.
En París
El P. Roberto
Belarmino acompaña, en 1589, en calidad de teólogo, al Cardenal Enrique Gaetani
a París, para estudiar allí la situación religiosa y evitar el cisma que
amenaza, a consecuencia del asesinato de Enrique III y la subida al trono de
Enrique IV de Navarra, protestante entonces y protector de los hugonotes.
Fueron seis meses de
grandes tensiones. Aun los católicos franceses estaban divididos. La prudencia
no era la virtud predilecta en las cuestiones políticas. Roberto sufre. No sólo
con el asedio de la ciudad de París por las tropas del rey de Navarra, sino por
la búsqueda incesante de una mejor solución para Francia.
La muerte del papa
Sixto V pone término a la misión, pero quedan puestas las bases para la futura
reconciliación.
El Padre espiritual de San Luis Gonzaga
El regreso a Roma es
un descanso. Reanuda sus clases y la labor espiritual de los estudiantes del
Colegio Romano. Se siente muy a gusto.
Entre tantos, algunos
fueron nombrados m s arriba, resplandece de una manera especial el joven
jesuita Luis Gonzaga.
Tres años lo acompaña,
hasta la muerte de Luis. Fue una hermosa amistad. Roberto enseña y guía, Luis
edifica al maestro. El recuerdo y la devoción por Luis Gonzaga los conserva
hasta el final de sus días. En el testamento pide ser sepultado a los pies de
su joven dirigido. Tuvo el consuelo de verlo en los altares.
Rector del Colegio Romano
El 18 de diciembre de
1592 es nombrado Rector del Colegio Romano, el más importante de la Compañía de
Jesús. Para él es toda una sorpresa, a pesar de haber vivido en él durante
dieciséis años. Acepta esa obediencia con su habitual docilidad y desde el principio
establece las características de su gobierno: ser el padre y el servidor de
todos.
En este rectorado, el
Colegio Romano progresa enormemente. Belarmino se preocupa de una manera
especial de los estudios, de la biblioteca, las cátedras y la vida espiritual.
La alegría comunitaria, la convivencia entre las diversas nacionalidades, los
sentimientos de fidelidad a la Iglesia y a la Compañía cobran aumentos
notables. El mérito de Belarmino se aprecia si consideramos que el Colegio
Romano tiene 20 profesores, 200 estudiantes jesuitas y 2.000 alumnos de otras
órdenes religiosas. El prestigio del rector aumenta. En Roma comienza a correr
el rumor de que el Papa piensa hacerlo cardenal.
Provincial de Nápoles
El P. General, Claudio
Acquaviva, como es su deber, se preocupa y decide alejarlo de Roma y de la
púrpura.
Lo nombra Provincial
de Nápoles, a principios de noviembre de 1594. Nueve cardenales se quejan al
Papa. Clemente VIII se molesta y lo hace comunicar al P. General. El asunto se
demora hasta que el P. Acquaviva habla con el Papa, quien al fin deja todo en
las manos del General.
El 1 de diciembre ya
está Belarmino en Nápoles. Gobierna con prudencia, espíritu y caridad, como
dijo de él el P. General. Pone especial cuidado por los estudios de literatura
y teología.
Hace dos veces la
visita general a todas las Casas de la Provincia. Construye la Iglesia de Jesús
Nuevo en Nápoles y funda un nuevo Colegio en Aquila.
Son muy conmovedoras
las visitas al Colegio de Lecce, donde vive, desde hace 42 años, san Bernardino
Realino. Ambos santos jesuitas saben comprenderse muy de veras.
Teólogo del Papa
En enero de 1597,
Roberto Belarmino es llamado de improviso a Roma. El papa Clemente VIII quiere
un sucesor del P. Francisco de Toledo, su teólogo y consejero, recientemente
fallecido.
El oratoriano César
Baronio, muy amigo de Belarmino, desde seis meses cardenal, presenta el nombre
de su amigo. El General P. Claudio Acquaviva no puede hacer otra cosa sino
aceptar la petición del Papa. Se le nombra teólogo pontificio y consultor del
Santo Oficio.
Belarmino insiste en
no querer vivir en los Palacios Apostólicos y logra hacerlo en la casa de los
Penitenciarios confiada entonces a la Compañía de Jesús y situada junto a la
plaza de San Pedro.
En este tiempo
escribe, por encargo del Papa, una de sus obras más benéficas y tal vez la de
mayor difusión, el Catecismo, el grande y el pequeño. En julio de 1598 sale de
la imprenta, acompañado de un Breve de Clemente VIII. Junto con alabarlo, lo
recomienda para todas las diócesis, imponiéndolo formalmente en los Estados
Pontificios. La rapidez con que es adoptado por los Obispos de diversos países
hace pensar a muchos que muy pronto llegaría a ser el Catecismo universal de la
Iglesia Católica. Tal vez ningún libro, excepto los Evangelios y la Imitación
de Cristo, tiene el honor de tantas traducciones. Se cuentan 56, en lenguas
distintas.
En 1598 acompaña al
Papa a Ferrara a tomar posesión del ducado que debe volver a la Santa Sede
después de la muerte del duque Alfonso II pues no ha dejado herederos
legítimos. San Roberto Belarmino aprovecha, por encargo del P. General, esta
cercanía de seis meses, tan próxima al Papa, para tratar con él asuntos
relacionados con la Controversia de Auxiliis suscitada por el libro del P. Luis
de Molina sobre la Gracia. También sobre los detalles de la crucifixión de los
mártires japoneses, recientemente ocurrida, y los motivos religiosos y no
civiles de esas muertes. Logra la benevolencia papal respecto a la situación de
la Compañía de Jesús en Francia y detiene la formación de una Compañía de
jesuitas descalzos en España. En todos estos asuntos cuenta con la ayuda de su
amigo el cardenal César Baronio, pues juntos están en Ferrara.
A su regreso a Roma el
P. General pide y obtiene permiso del Papa para nombrar a Roberto, rector de la
casa de los Penitenciarios.
Por encargo de
Clemente VIII califica teológicamente las opiniones y sentencias contenidas en
las obras de Giordano Bruno. Con infinita caridad y paciencia trata Belarmino
todo este asunto. Lo visita, varias veces en la prisión, y le da prolongados
plazos para que pueda reconsiderar sus opiniones contra la Eucaristía, la
virginidad de María, los milagros de Cristo y la transmigración de las almas.
La suavidad del P. Roberto espera, hasta el último, una muestra de
arrepentimiento.
Cardenal de la Iglesia
En el consistorio del
3 de marzo de 1599, el Papa Clemente lo proclama, sin más, sin haberlo
comunicado a nadie, Cardenal de la Iglesia, con estas palabras: "Lo
elegimos porque no hay otro en la Iglesia de Dios que lo iguale en sabiduría, y
por ser sobrino de mi antecesor, el santísimo Papa Marcelo II".
El marqués Sannesio es
el encargado de llevar la noticia a la casa de los Penitenciarios y ordenarle,
en nombre del Papa que no salga de casa por ninguna razón. Roberto Belarmino se
siente como herido por un rayo. Reúne a la comunidad y pide consejo sobre lo
que debe hacer. Manda al P. Ministro que visite al cardenal Aldobrandini,
sobrino del Papa, y pida una audiencia a su Santidad, pues quiere exponerle las
razones por las cuales no debe aceptar esa dignidad. El cardenal contesta que
no puede ir sin ser llamado y que sepa que el Papa no desea oír sus razones
sino que debe aceptar por obediencia.
Cuando llega el día va
al Palacio Apostólico acompañado por el mismo marqués Sannesio. El cardenal
Aldobrandini baja desde las habitaciones del Papa. El P. Roberto le sale al
encuentro y le ruega con toda el alma interceder para que le sea permitido
seguir en su estado. El cardenal le corta la palabra. Le dice que el Papa manda
aceptar bajo pena de pecado mortal. Belarmino calla, pero rompe a llorar. El
llanto conmueve a los presentes. Continúa llorando mientras se deja vestir con
el traje rojo de los cardenales. Conducido, después, a los pies del Papa para
la imposición del capelo, todavía trata de exponer sus excusas. Pero Clemente
VIII lo interrumpe diciendo: "En virtud de santa obediencia y bajo pena de
pecado mortal te obligo a recibir la dignidad cardenalicia, y te prohibo
replicar bajo pena de excomunión, ipso facto". No le queda más que
obedecer.
Su vida cambia sólo en
lo exterior. A los pies del crucifijo renueva el propósito de ser santo que le
condujo a la Compañía de Jesús. Las bases de su conducta futura, las establece
en tres puntos: Primero, no cambiar el modo de vivir respecto a la comida, a la
oración, Misa diaria y normas de las Constituciones de la Compañía de Jesús.
Segundo, no acumulará, por ningún motivo, dineros, ni enriquecerá a sus
parientes, sino dará a la Iglesia y a los pobres cuanto le sobrare de sus
gastos absolutamente necesarios. Tercero, no pedirá al Papa mayores entradas
que las que le fueren señaladas, ni aceptará regalos ni dones de los Príncipes.
Varios años más tarde, al fin de sus días pudo decir: "Mantuve todas estas
promesas".
Se le señala el título
de Santa María in Vía. Rechaza los ofrecimientos del embajador de España, quien
a nombre de Felipe III, pretende otorgarle una excelente pensión. Quiere ser
deudor únicamente del Papa quien le da lo necesario para instalar una casa digna
de un cardenal. Reduce al mínimo el número de sirvientes, carrozas y caballos.
Los pobres siempre gozan de su amistad y de las pocas limosnas que de su
pobreza puede entregarles.
Es elegido miembro de
las Congregaciones del Santo Oficio, de Ritos y del Indice. Además forma parte
de la comisión de ocho Cardenales que debe discutir la causa matrimonial de
Enrique IV, rey de Francia.
La célebre Controversia De Auxiliis
Es designado miembro
de número en la Comisión De Auxiliis que trata de poner paz entre dominicos y
jesuitas respecto de la gracia, la salvación y el libre albedrío. Esta Comisión
tiene un enorme trabajo, porque los ánimos de las dos Ordenes religiosas
parecen estar muy caldeados. Belarmino es insistente en la búsqueda de la paz.
Memoriales muy serios
son elevados a Clemente VIII, varios meses y años. El Papa empieza a cansarse y
manifiesta deseos de zanjar los asuntos con una definición dogmática. Belarmino
es muy valiente, y le encarece no dejarse engañar porque su Santidad no es un
teólogo y la cuestión es muy obscura. El Papa replica molesto que él va a dar
una solución dogmática. Roberto Belarmino le replica: "Vuestra Santidad no
va a definirla". Días más tarde dice lo mismo al cardenal del Monte. Si el
Papa puede y quiere, ¿por qué dice Ud., cardenal Belarmino, que no va
definirla?. Pues aunque pueda y quiera definirla, le repite san Roberto, no lo
hará, porque va a morir. Del Monte queda atónito, pero más cuando se cumple la
profecía.
A Clemente VIII le
molesta la firme oposición de Belarmino y lo reprende. Roberto contesta con un
escrito admirable, por la humildad y la firmeza de sus argumentos.
Arzobispo de Capua
Tal vez por estas
diferencias, tal vez no, lo cierto es que el Papa aleja de Roma al cardenal
Roberto Belarmino. A comienzos de 1602, al quedar vacante la diócesis de Capua,
Clemente VIII lo nombra arzobispo.
Capua tiene, entonces,
buenas rentas y muchos ven en este nombramiento una promoción del cardenal. El
mismo Papa determina conferirle, el 21 de abril, la ordenación episcopal y
entregarle, dos días después, el palio. Enseguida, el nuevo arzobispo deja sus
habitaciones del Vaticano y se retira al Colegio Romano.
Ocho días después está
ya en su diócesis, contento de llevar una vida apostólica, en contacto directo
con los fieles.
En Capua, el
recibimiento del nuevo arzobispo es espléndido. Lo precede su fama de santidad
y sabiduría.
Roberto se dedica de
lleno a su diócesis. Sus primeros trabajos van dirigidos al clero y a la vida
religiosa. Las normas del Concilio de Trento son aplicadas. El Seminario
diocesano aumenta sus vocaciones. Los pobres son la principal preocupación.
En tres años hace tres
visitas pastorales a través de toda la diócesis visitando todas las parroquias,
iglesias y casas religiosas. La instrucción catequética de los fieles es
establecida en la ciudad y en todos los pueblos. Predica incansablemente y
anima a sus sacerdotes en este ministerio. Tres veces reúne al Sínodo diocesano
y una vez al Concilio provincial, el cual no se había tenido desde hacía
dieciocho años. Repara iglesias, reforma conventos de religiosas, distribuye
limosnas.
Roberto se siente
dichoso en su labor pastoral. "Fui
amado por el pueblo y yo lo amé a mi pueblo". "Capua es ahora mi
patria. Su catedral es mi casa. Mi familia es este pueblo. Mi preocupación son
los intereses de estas almas".
Vive en armonía con
las autoridades civiles del Reino de Nápoles, cosa no muy frecuente en esos
tiempos.
Cardenal en dos cónclaves
El 3 de marzo de 1605
muere el Papa Clemente VIII. Roberto Belarmino debe viajar al cónclave. La
despedida de sus fieles es conmovedora, porque todos saben que no regresará.
El 14 de marzo entra
en el cónclave. Son 69 cardenales. España y Francia, según las deplorables
costumbres de la época hacen conocer la oposición hacia los cardenales César
Baronio y Roberto Belarmino. Y sin embargo, en el primer escrutinio, Baronio
obtiene ocho sufragios y Belarmino, once. Por fin, el 1 de abril, es elegido el
cardenal Alejandro de Médicis quien toma el nombre de León XI.
Pero la alegría por la
elección de un Papa, tan del agrado del cardenal Belarmino se cambia muy pronto
en un gran dolor. El 27 de abril el Papa muere de una súbita pulmonía contraída
el mismo día de su toma de posesión en San Juan de Letrán.
El nuevo cónclave
comienza el 8 de mayo. Esta vez la candidatura de Belarmino es apoyada muy
fuertemente por su amigo el cardenal César Baronio. En el primer escrutinio
tiene catorce sufragios. San Roberto se llena de temor. En su pequeña celda, en
los pasillos, en la Capilla, su angustiada oración es siempre la misma: "Señor, elige a aquél a quien Tú
quieras, pero a mí, líbrame del Papado". El Señor parece escucharlo.
En el cónclave, poco a
poco, empiezan las discusiones. Interminables y a veces muy airadas. Hay hasta
más de algún tumulto. El Cardenal Aldobrandini propone al Cardenal Tosco, al no
haber un buen consenso. Esta candidatura es muy combatida. Una de las razones
dadas para no elegir a Belarmino es la célebre controversia De Auxiliis. El
papa Belarmino, sería juez y parte.
Por fin, tras mucho
deliberar y conforme a los deseos de Baronio y Belarmino, se elige, el 16 de
mayo, al cardenal Camilo Borghese. Toma el nombre de Paulo V.
Cardenal de Curia
Paulo V, como primera
medida, no permite que el Cardenal Roberto Belarmino regrese a su diócesis de
Capua. Determina mantenerlo a su lado.
Belarmino representa:
"Padre Santo, yo estoy obligado a obedecer a sus indicaciones; sin
embargo, le suplico considere que la residencia en la Iglesia de Capua es m s
necesaria. En Roma hay muchos cardenales, pero en Capua no hay más que un
arzobispo. Si su Santidad se resuelve a que yo quede en Roma, ser necesario
nombrar un sucesor en Capua". El Papa nombra un nuevo arzobispo para Capua
y deja a Belarmino en Roma.
Desde los comienzos de
este pontificado, el cardenal Belarmino goza de toda la confianza del Papa. En
la Curia es nombrado miembro de las Congregaciones del Santo Oficio, del Índice,
del Examen de Obispos, de Ritos, de Indulgencias y de la Propagación de la Fe
en Alemania y Hungría.
En la Congregación de
Ritos trabaja incansablemente en la causa de san Ignacio, san Carlos Borromeo,
san Francisco Javier y san Felipe Neri. Además es nombrado cardenal protector
de la Orden de los Celestinos, del Colegio Germánico y del Monasterio de Santa
Marta. Desde un comienzo debe intervenir, por expreso deseo del Papa, en la
difícil cuestión de relaciones con la República de Venecia, contra la cual se
ha dictado la pena de excomunión y entredicho.
También interviene con
notable habilidad en todas las actividades que permiten la reincorporación a la
Iglesia Católica de grandes grupos de cristianos orientales: los rutenos de
Polonia, los roscianos o serbocroatas ortodoxos, los malabares de la India y la
profesión de fe católica de Neófito II, Patriarca griego de Constantinopla.
Belarmino domina la lengua griega y su amor por la liturgia oriental lo hace
especialmente apto para estas funciones. Siente profundo amor por la Iglesia
maronita. Recibe la profesión de fe católica de Jeremías de Boris, sacerdote de
Chipre y ayuda a la unión del metropolita griego de Naxos. Logra la conversión
al catolicismo de Demetrio, duque de Moscú. El 19 de noviembre de 1611,
Belarmino agrega a la Iglesia de Roma al Obispo Simeón Vretanja, de quien tiene
origen la actual jerarquía católica de rito oriental en Croacia y Serbia,
dándole la ordenación episcopal sub conditione. Las relaciones del cardenal
Belarmino con Polonia son admirables. Mantiene amistad muy sinceras con los
reyes Batory, Segismundo III y el heredero Ladislao.
El cardenal jesuita
Jamás olvida el
cardenal Belarmino a la Compañía de Jesús. Sus cartas están llenas de
sentimientos nostálgicos por los años vividos como simple religioso. Su
director espiritual es, desde sus años en Nápoles, el P. Juan Bautista
Carminata. A este Padre le abre siempre su alma, le pide consejo en todo y
suplica le transmita sus correcciones. Siente por ‚l una profunda estima y
admiración. El Padre Carminata le es fiel y sincero, en medio de sus
ocupaciones de Rector, Provincial de Sicilia y otros cargos. Es una hermosa
amistad la de estos dos hombres santos, que dura hasta la muerte del P.
Carminata en 1619.
Desde su regreso a
Roma, en 1605, san Roberto toma la costumbre de vivir un mes entero en la casa
del noviciado de San Andrés, en el Quirinal. Escoge, casi siempre, el mes de
septiembre, por estar m s libre de sus ocupaciones de Curia.
Allí vivieron san
Estanislao de Kostka y san Luis Gonzaga y con sus recuerdos le parece volver a
la vida religiosa. Deja de lado sus vestiduras de cardenal y participa en todos
los actos y en la vida de la comunidad. En la casa del Noviciado hace siempre
los ocho días de Ejercicios espirituales, prescritos a todo jesuita. En San
Andrés, en 1616, hace su célebre voto de defender la doctrina sobre la
Inmaculada Concepción de la Virgen María, a pesar de no ser todavía un dogma de
fe.
La condenación de Galileo
En 1616 debe
intervenir en el asunto de Galileo Galilei. Ya en 1611 había tenido con Galileo
una larga conversación y Belarmino quedó profundamente impresionado por la
ciencia del sabio y la explicación del sistema copernicano acerca del
movimiento de los astros. Roberto, buscando una confirmación, pide el parecer
de los Padres Cristóbal Clavio y otros sabios del Colegio Romano y queda
satisfecho con la nueva explicación de la ciencia.
Los problemas para
Galileo comienzan, el 1616, cuando ‚l quiere confirmar el sistema de Copérnico,
es decir, del movimiento de la tierra alrededor del sol, con pruebas sacadas de
la Escritura, entrando en un campo que no es el suyo y pretendiendo dar nuevas
explicaciones a los textos de la Biblia.
Habiendo tocado a la
Escritura, Galileo se coloca en el terreno religioso, y se le llama la atención
desde Roma. Consultado Belarmino, éste advierte: "Digo que cuando se demuestre verdaderamente que el sol está en el
centro del mundo y la tierra en el tercer cielo, y que el sol no marcha
alrededor de la tierra, sino la tierra alrededor del sol, entonces ser preciso
andar con mucho tiento para explicar las Escrituras, que parecen contrarias, y
m s bien decir que no las entendemos, que decir que es falso lo que se
demuestra".
No puede ser más
sabio, ni menos prudente. Con todo, Galileo es condenado por el Santo Oficio a
no defender su ciencia basándola en las Escrituras. El Papa ordena al cardenal
Belarmino, dada su benevolencia, a que sea ‚l el encargado de comunicar a
Galileo la sentencia. Galileo se somete y no recibe penitencia alguna. Es
cierto, el proceso va a continuar m s tarde, pero Belarmino ya habrá muerto.
Un encargo a san Bernardino Realino
En junio de 1616
encarga al P. Antonio Beatillo, que parte desde Roma a Lecce: "Cuando Ud. llegue a Lecce diga al
santo anciano P. Bernardino Realino, que ya es muy viejo y no puede hacer nada
en esta vida, que vaya pronto al paraíso y me prepare a mí un sitio para que
cuando yo llegue lo encuentre todo preparado".
Un recado de un santo
para otro santo. La suave respuesta de san Bernardino Realino fue: "Padre mío, dentro de pocos días yo me
iré de esta vida y haré lo que manda el señor Cardenal, y cuando esté en el
cielo por la gracia del Señor, le esperaré y le tendré preparado el sitio.
Escríbalo Ud. así al señor Cardenal".
Quince días después
muere en Lecce el P. Bernardino Realino.
El último cónclave
A principios de 1621
muere el papa Paulo V. Es el decimocuarto Papa que baja al sepulcro en la larga
vida de san Roberto. Y de nuevo entra al cónclave. Esta vez va sin cuidados,
pues tiene m s de 78 años y le parece no haber peligros en la elección. Con
todo, hay todavía trece sufragios en su favor. Él los interpreta como una
benevolencia para con su persona.
El elegido es el
cardenal Ludovisi, quien toma el nombre de Gregorio XV. De inmediato Roberto
pide al nuevo Pontífice la gracia de retirarse de sus funciones y el permiso
para vivir cerca del Noviciado de San Andrés. El Papa, primero rehusa, pero
algunos meses m s tarde accede, movido por las instancias que le hace el P.
General Mucio Vitelleschi.
La muerte de san Juan Berchmans
El 13 de agosto de
1621 muere, en el Colegio Romano, el joven jesuita san Juan Berchmans. Cuando
le cuentan la noticia y el enorme impacto de todos, Belarmino pide más
detalles.
Le dicen que Juan
Berchmans, en su lecho de muerte ha atestiguado no haber cometido jamás un
pecado venial deliberado. Belarmino no se conmueve. Después de un momento de
reflexión dice: "No me parece gran
cosa. ¿Quién haría jamás un pecado venial voluntariamente? Por lo que a mí
toca, no recuerdo haberlo hecho. La palabra voluntariamente quiere decir a
propósito. Yo no recuerdo haberlo hecho".
La muerte
El 25 de agosto se
traslada a vivir al Noviciado de San Andrés. "A morir", como él dice.
El 28 de agosto asiste
a las sesiones de la Sagrada Congregación del Índice. Pero regresa a casa con
fiebre. Tercianas dobles.
Gregorio XV viene a
San Andrés, el 1 de septiembre, para visitarlo en el lecho de enfermo y darle
su bendición. En los días siguientes el gentío es inmenso, cardenales y
sacerdotes, señores y pueblo.
Cuando el P. General
le comunica que no hay esperanzas, dice: "¡Oh, qué buena noticia, qué buena
noticia!". El mismo pide el Viático y el Sacramento de los enfermos.
El 10 de septiembre,
ante diez testigos, hace una solemne declaración de fe, pues sabe que muchos
adversarios hacen correr rumores infundados: "Cuanto he escrito en defensa de la fe católica lo ratifico en
esta hora y en esa fe quiero morir. Además, en lo referente a la materia De
auxiliis divinae gratiae, ratifico y tengo por verdadero cuanto he escrito en
las Controversias. No he cambiado jamás de opinión. Ruego a los presentes quieran
firmar esta declaración en testimonio de la verdad".
Otro día recibe a los
novicios y al P. Maestro y se entretiene con mucho agrado con ellos.
Muere en la mañana de
17 de septiembre de 1621.
La glorificación
Su testamento dice: "Quiero que mi cuerpo, sin
embalsamarlo, sea llevado de noche y sin pompa a una Iglesia de la Compañía de
Jesús, a la del Colegio Romano o de la Casa profesa. Mis funerales los hagan
solamente los Padres y Hermanos de la Compañía de Jesús, sin asistir el Sacro
Colegio, sin túmulo, escudo o colgaduras. Con la misma sencillez con que se
suelen hacer los de la Compañía. Y en este particular, con toda verdad, suplico
humildemente a la Santidad de nuestro Señor el Papa, quiera cumplirme este
deseo.
En cuanto al lugar de mi sepultura, mucho me gustaría
tenerlo a los pies de mi hijo espiritual, el Bienaventurado Luis Gonzaga. Sin
embargo, los Superiores de la Compañía podrán depositar mi cuerpo donde les
parezca.
Estoy seguro de que la piadosa caridad de mi madre la
Compañía de Jesús, no dejará de rogar por mi alma como lo hace con los demás
hijos suyos".
El 12 de diciembre de
1628, Urbano VIII firma el decreto de introducción de la causa. Los procesos
apostólicos se llevan a cabo rápidamente en Roma, Capua, Parma y Montepulciano.
En 1629 todos están terminados y depositados en la Sagrada Congregación.
Y sin embargo la causa
tiene un sin número de dificultades. Difícilmente se puede encontrar un ejemplo
semejante en la historia de estos procedimientos canónicos. La primera
suspensión es motivada por los decretos de Urbano VIII que prohíben discutir la
heroicidad de virtudes hasta que no pasen por lo menos cincuenta años después
de la muerte del siervo de Dios. En 1675 se reasume la causa y es aprobada por
unanimidad. La muerte del Papa trae un nuevo retraso. El nuevo Papa la difiere
por haberse omitido algunas formalidades de procedimiento. En 1753 el papa
Benedicto XIV la reasume y aprueba. Las persecuciones a la Compañía de Jesús,
que terminarán con su supresión en 1773, dejan también esta causa en suspenso.
En 1923 el papa Pío XI
lo beatifica cuando han pasado ya m s de trescientos años de su muerte. El
mismo pontífice lo canoniza el 29 de junio de 1930, y al año siguiente lo
declara Doctor de la Iglesia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario