Domingo de la 26ª semana
TRES GRADOS DE CARIDAD
I. Como dice San
Agustín*: "Cuando nace la
caridad, es alimentada", lo cual pertenece a los que comienzan;
"cuando está alimentada, se fortifica", lo cual corresponde a los que
progresan; y "cuando está fortalecida, se perfecciona", lo cual es
propio de los perfectos.
El crecimiento
espiritual de la caridad puede considerarse de una manera semejante al
crecimiento corporal del hombre, el que, aunque puede distinguirse en muchas
partes, tiene, sin embargo, algunas distinciones determinadas, según las
determinadas acciones o estudios a los que el hombre llega por el aumento. Así
también se distinguen los diversos grados de la caridad según los diversos
esfuerzos a que el hombre llegue por aumento de la caridad.
II. Primeramente,
pues, el estudio principal del hombre consiste en apartarse del pecado y
resistir a sus concupiscencias, que le mueven en sentido contrario a la
caridad; y esto pertenece a los que comienzan, en los cuales la caridad debe
ser alimentada y fomentada para que no se corrompa.
El segundo estudio que el hombre hace después tiene por objeto principal progresar en el bien; y esto pertenece a los que progresan, que tienden principalmente a que la caridad se robustezca en ellos por el aumento.
El tercero consiste en
que el hombre procure principalmente unirse a Dios y gozar de él; y esto
pertenece a los perfectos, que desean ser desatados de la carne, y estar con
Cristo (Filip 1, 23); como también observamos en el movimiento corporal, cuyo
primer paso es el alejamiento del punto de partida; el segundo, que consiste en
aproximarse al término; y el tercero, que tiene por objeto descansar en el
mismo término.
Aquéllos en quienes
comienza la caridad, aunque progresen, tienen sin embargo más cuidado para
resistir a los pecados cuyos ataques les inquietan. Pero después sienten menos
estos ataques, y con más seguridad se dirigen a lo perfecto, practicando por
una parte el bien, y por otra teniendo su mano sobre la espada, como se dice en
Esdras de los que edificaban a Jerusalén: Con la una mano trabajaban en la obra
y con la otra tenían la espada (Esdra., lib. II, cap. IV, 17).
Los perfectos
progresan también en la caridad; pero no es éste su cuidado principal, sino que
ya su mayor afán consiste en unirse a Dios; y aunque también buscan esto los
que comienzan y los que progresan, sin embargo, están preocupados aún otras
cosas: los que comienzan piensan, sobre todo en evitar los pecados; y los que
progresan, en adelantar en las virtudes.
(2ª
2ae , q. XXIV, a. 9)
Nota:
*Super
I Can. Joan., tract. 5.
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