BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
Palacio Pontificio de Castelgandolfo
Domingo 17 de septiembre de 2006
Queridos hermanos y hermanas:
…
Ahora, antes de la
oración mariana, deseo referirme a dos recientes e importantes conmemoraciones
litúrgicas: la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, celebrada el 14 de
septiembre, y la memoria de la Virgen de los Dolores, celebrada al día
siguiente. Estas dos celebraciones litúrgicas se pueden resumir visiblemente en
la tradicional imagen de la crucifixión, que representa a la Virgen María al
pie de la cruz, según la descripción del evangelista san Juan, el único de los
Apóstoles que permaneció junto a Jesús moribundo. Pero ¿qué sentido tiene
exaltar la cruz? ¿Acaso no es escandaloso venerar un patíbulo infamante? Dice
el apóstol san Pablo: "Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo
para los judíos, necedad para los gentiles" (1 Co 1, 23). Pero los
cristianos no exaltan una cruz cualquiera, sino la cruz que Jesús
santificó con su sacrificio, fruto y testimonio de inmenso amor. Cristo en la
cruz derramó toda su sangre para librar a la humanidad de la esclavitud del
pecado y de la muerte. Por tanto, de signo de maldición la cruz se ha
transformado en signo de bendición, de símbolo de muerte en símbolo por excelencia
del Amor que vence el odio y la violencia y
engendra la vida inmortal. "O Crux, ave spes
unica!", "¡Oh cruz, única esperanza!". Así canta la
liturgia.
Narra el evangelista: junto a la cruz estaba María (cf. Jn 19, 25-27). Su dolor forma un todo con el de su Hijo. Es un dolor lleno de fe y de amor. La Virgen en el Calvario participa en la fuerza salvífica del dolor de Cristo, uniendo su "fiat", su "sí", al de su Hijo.
Queridos hermanos y
hermanas, unidos espiritualmente a la Virgen de los Dolores, renovemos también
nosotros nuestro "sí" al Dios que eligió el camino de la cruz para
salvarnos. Se trata de un gran misterio que aún se está realizando, hasta el
fin del mundo, y que requiere también nuestra colaboración. Que María nos ayude
a tomar cada día nuestra cruz y a seguir fielmente a Jesús por el camino de la
obediencia, del sacrificio y del amor.
Gracias a todos vosotros; me animáis
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