Vigésimo quinto domingo del Tiempo
Ordinario
CEC 210-211: Dios
de misericordia y de piedad
CEC 588-589: Jesús
identifica su compasión hacia los pecadores con la de Dios
CEC 210-211: Dios
de misericordia y de piedad
"Dios
misericordioso y clemente"
210 Tras
el pecado de Israel, que se apartó de Dios para adorar al becerro de oro
(cf. Ex 32), Dios escucha la intercesión de Moisés y acepta
marchar en medio de un pueblo infiel, manifestando así su amor (cf. Ex 33,12-17).
A Moisés, que pide ver su gloria, Dios le responde: "Yo haré pasar ante tu
vista toda mi bondad (belleza) y pronunciaré delante de ti el nombre de
YHWH" (Ex 33,18-19). Y el Señor pasa delante de Moisés, y
proclama: "Señor, Señor, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera
y rico en amor y fidelidad" (Ex 34,5-6). Moisés confiesa
entonces que el Señor es un Dios que perdona (cf. Ex 34,9).
211 El
Nombre divino "Yo soy" o "Él es" expresa la fidelidad de
Dios que, a pesar de la infidelidad del pecado de los hombres y del castigo que
merece, "mantiene su amor por mil generaciones" (Ex 34,7).
Dios revela que es "rico en misericordia" (Ef 2,4)
llegando hasta dar su propio Hijo. Jesús, dando su vida para librarnos del
pecado, revelará que Él mismo lleva el Nombre divino: "Cuando hayáis
levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo soy" (Jn 8,28)
CEC 588-589: Jesús identifica su compasión hacia los pecadores con la de Dios
588 Jesús escandalizó a los
fariseos comiendo con los publicanos y los pecadores (cf. Lc 5,
30) tan familiarmente como con ellos mismos (cf. Lc 7, 36; 11,
37; 14, 1). Contra algunos de los "que se tenían por justos y despreciaban
a los demás" (Lc 18, 9; cf. Jn 7, 49; 9, 34),
Jesús afirmó: "No he venido a llamar a conversión a justos, sino a
pecadores" (Lc 5, 32). Fue más lejos todavía al proclamar
frente a los fariseos que, siendo el pecado una realidad universal (cf. Jn 8,
33-36), los que pretenden no tener necesidad de salvación se ciegan con
respecto a sí mismos (cf. Jn 9, 40-41).
589 Jesús
escandalizó sobre todo porque identificó su conducta misericordiosa hacia los
pecadores con la actitud de Dios mismo con respecto a ellos (cf. Mt 9,
13; Os 6, 6). Llegó incluso a dejar entender que compartiendo
la mesa con los pecadores (cf. Lc 15, 1-2), los admitía al
banquete mesiánico (cf. Lc 15, 22-32). Pero es especialmente
al perdonar los pecados, cuando Jesús puso a las autoridades de Israel ante un
dilema. Porque como ellas dicen, justamente asombradas, "¿Quién puede
perdonar los pecados sino sólo Dios?" (Mc 2, 7). Al perdonar
los pecados, o bien Jesús blasfema porque es un hombre que pretende hacerse
igual a Dios (cf. Jn 5, 18; 10, 33) o bien dice verdad y su
persona hace presente y revela el Nombre de Dios (cf. Jn 17,
6-26).
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