Lunes de la 26ª semana
SI LA OBEDIENCIA PERTENECE A LA PERFECCIÓN RELIGIOSA
La perfección
religiosa consiste principalmente en la imitación de Cristo, según aquellas
palabras del Evangelio: Si quieres ser perfecto... sígueme (Mt 19, 21). Pero en
Cristo se recomienda, sobre todo, la obediencia, según dice el Apóstol: Hecho
obediente hasta la muerte (Filip 2, 8).
I. El estado religioso
es cierta disciplina o ejercicio para dirigirse a la perfección; y es
conveniente que todos los que se instruyen o ejercitan para llegar a algún fin,
sigan la dirección de alguno, por cuyo arbitrio sean instruidos y ejercitados
para llegar a aquel fin, como los discípulos bajo el maestro; y por, eso es
menester que los religiosos se sometan a la instrucción y órdenes de alguno en
las cosas que pertenecen a la vida religiosa. El hombre se somete al imperio y
a la instrucción de otro por la obediencia; luego ésta se requiere para la
perfección de la religión.
Como dice el Filósofo: "Los hombres que se ejercitan en las obras llegan a formar hábitos de ellas, y adquiridos éstos, pueden ejecutar mucho mejor aquellas mismas obras"1. De modo que, obedeciendo, llegan a la perfección los que aún no la han conseguido; y los que ya la han alcanzado están más prestos a la obediencia, no porque necesiten ser dirigidos para adquirirla, sino para perseverar en lo que a ella pertenece.
II. Y aun cuando las
acciones hechas por obediencia procedan de cierta necesidad, esto es, de
precepto; son, empero, sumamente gratas a Dios; porque la necesidad de coacción
produce ciertamente lo involuntario, y por lo tanto excluye la razón de
alabanza y de mérito; mas la necesidad que sigue a la obediencia no es
necesidad de coacción sino de libre voluntad, en cuanto el hombre quiere
obedecer, aunque tal vez no quiera cumplir lo que se le manda, considerado en
sí mismo; y así, puesto que el hombre, mediante el voto de obediencia, se
somete por Dios a la necesidad de hacer algo que en sí no le agrada, por lo
mismo, esto que hace resulta más acepto a Dios, aunque sea menor; porque el
hombre no puede ofrecer a Dios cosa mayor que someter su voluntad a la de otro
por causa de él. Por lo cual se dice en las "Colaciones de los
Padres" que "el peor género de monjes es el de los sarabaítas, porque
se ocupan de sus necesidades, y, libres del yugo de los ancianos, tienen
libertad de hacer lo que les place; y sin embargo pasan los días y las noches
trabajando más que los cenobitas"2.
(2ª
2ae , q. CLXXXVI, a. 5)
Notas:
1
Ethic., lib. II, cap. 1. 245
2
Collat. 18, cap. 7
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