Domingo de la 21ª semana
MANIFESTACIÓN DE DIOS AL QUE LE AMA
Si alguno me ama,
guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en
él (Jn 14, 23).
I. Dos cosas hacen
apto al hombre para la manifestación de Dios: la caridad y la obediencia. En
cuanto a lo primero dice: Si alguno me ama. Ahora bien, tres cosas son
necesarias al hombre que quiere ver a Dios. 1º) Que se acerque a Dios. 2º) Que
eleve hacia él los ojos para verlo, como dice el profeta Isaías: Alzad a lo
alto vuestros ojos, y ved quién creó estas cosas (40, 26). 3º) Que se dedique a
la contemplación; porque sólo pueden ver las cosas espirituales aquellos que se
desligan de las cosas terrenas: Gustad y ved qué bueno es el Señor. (Sal
XXXIII, 9).
La caridad cumple
estas tres condiciones porque une el alma del hombre a Dios: Quien permanece en
caridad, en Dios permanece (1 Jn 4, 16); la eleva a ver a Dios, pues, como se
lee en Mateo: En donde está tu tesoro, allí está también tu corazón (6, 21);
por eso se dice: donde está tu amor, allí está tu ojo. Y le hace también
abandonar las cosas mundanas: Si alguno ama al mundo, la caridad del Padre no
está en él (1 Jn 2, 15).
Por el contrario,
quien ama perfectamente a Dios, no tiene en sí el amor del siglo.
De caridad se sigue la
obediencia; por eso dice: guardará mi palabra. Como explica San Gregorio:
"La prueba del amor son las obras. El amor de Dios nunca está, ocioso; si
es real, ejecuta grandes cosas; pero si se resiste a obrar, no es amor"*. Cuando la voluntad está fuertemente dirigida a Dios, que
es su fin, mueve todas las fuerzas para obrar todo lo que lleva a él. Por la
caridad nos dirigimos a Dios, luego la caridad es la que nos hace guardar los
mandamientos; y por la obediencia el hombre se hace apto para ver a Dios: Por
tus mandamientos (es decir, observados por mí) he tenido inteligencia (Sal 118,
104).
II. Tres condiciones obran la manifestación de Dios al hombre:
1º) El amor divino, y
en cuanto a esto dice: Mi Padre le amará. Amará, en futuro, en cuanto al efecto
del amor, aunque este amor sea eterno en cuanto a la voluntad de hacer el bien.
2º) La visita divina,
y en cuanto a esto dice: y vendremos a él. Pero viene a alguno en cuanto que
está en él de una manera nueva, según la cual antes no estaba, a saber, por un
efecto de la gracia, y por este efecto de la gracia hace que nos acerquemos a
él.
Mas de tres modos
viene Dios a nosotros, y de otros tantos vamos nosotros a él. Viene a nosotros
llenándonos con sus efectos, y nosotros vamos a él tomando esos efectos. Viene
ilustrándonos, y nosotros vamos a él considerando. Viene ayudando; y nosotros
vamos a él obedeciendo, porque ni siquiera podemos obedecer sin la ayuda de
Cristo.
3º) Para la
manifestación de Dios es necesaria la perseverancia en esas dos condiciones, es
decir, en el amor a Dios y en su visita, y en cuanto a ello dice: haremos
morada en él. En esas palabras señala dos cosas: la firmeza de la adhesión a
Dios, con la voz morada; pues Dios viene a algunos por la fe, pero no mora,
porque a tiempo creen, y en el tiempo de la tentación vuelven atrás (Lc 8, 13);
y a otros viene por la compunción del pecado, pero no se queda con ellos,
porque vuelven a los pecados. En cambio, en sus predestinados permanece
siempre. En segundo lugar, muestra la familiaridad de Cristo con los hombres,
pues dice: haremos morada en él, es decir, en el que ama para obedecer, en
cuanto que se deleita con nosotros y hace que nos deleitemos en él.
(In
Joan., XIV)
Nota:
* Hom.,
30, In Evang.
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