La siguiente es una guía para poder
celebrar en nuestras casas, en este tiempo de pandemia.
Los textos que están en rojo
(rúbricas) no son para leer en voz alta y tienen la función de dar algunas
indicaciones sobre lo que hay que ir haciendo. De acuerdo a las posibilidades
de la persona y/o grupo familiar se realizará todos o algunos de los momentos
celebrativos propuestos.
Para preparar antes de la
celebración:
- Un lugar cómodo que permita el
recogimiento y la oración familiar.
- Un pequeño altar con los elementos
que a la familia le son significativos: un mantel, una vela encendida, una
cruz, la imagen de la Virgen María, etc.
- Una Biblia desde la cual se
proclamará el Evangelio.
Iniciamos la celebración
JESUCRISTO ES EL PAN
DE LA VIDA
Jesucristo es el Pan
de la Vida
que conforta al
hombre en su historia.
Proclamemos al mundo
sin miedo:
quien comparte
reparte, y le sobra... (Bis)
La montaña se colma
de gente,
cinco mil a Jesús lo
seguían;
El reparte los panes
y peces
que un muchacho
gustoso ofrecía.
Le dio gracias al
Padre del cielo
y después que ya
todos comieron,
les pidió que
recojan las sobras,
doce cestos repletos
trajeron.
Solo el Padre da el
pan verdadero
que da vida y
sentido a este mundo.
Pan de Dios que se
torna fecundo
es el Pan de que
desciende del cielo.
"Danos siempre
este pan", le dijeron.
"Yo soy el Pan
que ha bajado del cielo"
a colmar al
hambriento que crea
y saciar para
siempre su anhelo.
Esta Cena que es
Mesa de Vida,
puede ser también de
condena:
cuando unos padecen
el hambre,
y otros solos aparte
se llenan.
No desprecien,
hermanos queridos,
no dividan así la
Asamblea:
quien comulga con
este pecado,
es al mismo Jesús
que desprecia
Luego el adulto
que guía la celebración (G) invita a todos a hacerse la señal de la cruz,
mientras dicen:
Todos: En el nombre del
Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
G: Familia, bendigamos
al Señor, que en su bondad nos invita a compartir la mesa de su Palabra.
Todos
responden:
Bendito sea Dios, por los siglos.
Y continúa: Jesús nos reconcilia
y nos da su paz. Comencemos esta celebración pidiendo perdón por todas nuestras
faltas de amor y de justicia.
Todos hacen un
breve momento de silencio, y a continuación el que guía la celebración dice:
G: Tú, que te compadeces
de los pobres y los que sufren. Señor, ten piedad
Todos: Señor, ten piedad.
G: Tú, que nos cuidas
con tu providencia. Cristo, ten piedad.
Todos: Cristo, ten piedad.
G: Tú, que nos llamas
multiplicar el pan de la caridad. Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.
G: Dios todopoderoso
tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida
eterna.
Todos: Amén.
Escuchamos la Palabra
Habiendo
marcado previamente el texto que se escuchará y puestos todos de pie, alguien
toma la Biblia del altar familiar y proclama el evangelio de este domingo Mateo
14, 13-21. Si se prefiere se puede tomar el texto que transcribimos aquí abajo.
Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Mateo 14, 13-21
Jesús se alejó en una
barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las
ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre
y, compadeciéndose de ella, sanó a los enfermos.
Al atardecer, los
discípulos se acercaron y le dijeron: «Éste es un lugar desierto y ya se hace
tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse
alimentos».
Pero Jesús les dijo:
«No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos».
Ellos respondieron:
«Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados».
«Tráiganmelos aquí»,
les dijo. Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto,
tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo,
pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los
distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta
saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que
comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Palabra del Señor
Reflexionamos en familia
Se puede hacer
una reconstrucción del evangelio, con preguntas para dialogar en familia.
Además, puede leerse la siguiente reflexión:
Hoy somos esa multitud
que rodea a Jesús: desde nuestros hogares, cada uno desde estas plataformas y
redes que hemos comenzado a incorporar en nuestras vidas: tablet, celulares, la
computadora, WhatsApp, Facebook, Instagram, Zoom, Meet… y la lista podría
seguir seguramente; nos hemos hechos “amigables” con una tecnología que nos
“conecta” con el Amigo. Somos esa “gente” que hoy rodea, (e incluso “acosa”) un
poco a Jesús, porque estamos interesados en escucharlo, porque hemos acomodado
nuestras agendas para pasar un tiempo con él… porque la actual situación nos ha
hecho olvidar de nuestras urgencias y necesidades… o si se quiere, ha
relativizado todo poniendo en primer lugar al Señor. Y Jesús nos sorprenderá
nuevamente. Porque no es un predicador que viene a llenar sin más nuestro
espacio, en medio de la TV y Netflix, sino que viene a ocuparse de nosotros. No
llenará nuestras cabezas de discursos y palabras… viene a darnos sus Reino; y
en esta nueva realidad, también hoy, están primero las personas y sus
necesidades.
El Reino de Dios que
anuncia Jesús tiene que ver con todo esto, con lo que les pasa en ese momento,
con lo que necesita la gente. Las cosas de Jesús y del Reino no son simples
teorías, o doctrina, ni están alejadas de su realidad concreta. Tienen que ver
con su ahora. Y AHORA algunos están enfermos, y muchos tienen hambre.
Volvamos al Evangelio.
Jesús está cansado. Y podemos dar por supuesto que también está triste e impactado
porque acaban de matar a Juan Bautista. Y pretendía estar a solas con sus
amigos más íntimos para comprender, interpretar y dejarse cuestionar por lo que
ha pasado. Jesús profundiza en las cosas, en los acontecimientos. No se limita
al chismorreo de la noticia, a quejarse contra Herodes, a hacer un acto público
de condena: se pregunta qué significa aquello, cómo le afecta, cuál ha de ser
su reacción... No le costará darse cuenta de que a partir de ahora el centro de
atención y de acoso será él...
Sin embargo, su
cansancio, su tristeza y su necesidad de reflexionar y estar un poco a solas...
no le impide darse cuenta de la necesidad de la gente, sentir compasión y hacer
algo por ella. No dice, hace. La palabra que ha elegido Mateo no es ni
«lástima» ni «pena»: es “compasión”, que significa sufrir con ellos y buscar
una solución (actuar): es la misma palabra que había usado antes en unas de las
bienaventuranzas. Los discípulos, que andaban también escuchando a Jesús, se
dan cuenta de que se ha hecho tarde, y del hambre de la gente (seguramente
también ellos están deseando que los dejen tranquilos) y le piden a Jesús que
termine ya con su actividad.
Los criterios de los
discípulos no son los criterios de Jesús. Como los criterios de la sociedad, en
general, y su modo de resolver los problemas, no tendrían que ser exactamente
los criterios de los cristianos. Jesús nos habla continuamente de COMUNIÓN, de
COMPARTIR, de construir COMUNIDAD, de ponerse al lado de los débiles, enfermos
y necesitados... Si los “echamos”, si les decimos que vayan a “comprarse” (el
dinero lo primero que hace es establecer diferencias, entre quien tiene/no
tiene, tiene más/tiene menos), si pensamos que no es problema nuestro... es que
no nos hemos enterado de nada de lo que Jesús ofrece y pretende de nosotros.
No es muy difícil
partir de esta reflexión para volver nuestra mirada a lo que está pasando en
nuestro mundo y en nuestras comunidades, por culpa de esta pandemia: soledad,
hambre, desempleo, abusos, injusticia, explotación... Para preguntarnos
serenamente y seriamente lo que nos pide el Señor como cristianos, como
comunidades, como Iglesia. No hacerlo así supondría desvirtuar el Evangelio y
hacerlo «increíble» para la gente de hoy. Y sería falsear la Eucaristía.
Cinco Panes Y Dos Peces
Yo soy un mendigo de tu gracia,
Soy solo un ladrón de tu amor.
Perderte seria mi desgracia,
No te vayas nunca mi Señor.
/Señor tengo cinco panes y dos peces,
Y veo tanto hambre a mi alrededor,
Lo pongo en tus manos,
dale de comer a mis hermanos.
Aquí esta tu siervo mi Señor
Y cuando te pierdo, pierdo la calma,
Soy un débil que se protege en Dios.
En tu amor se limpia toda mi alma,
Soy un ambicioso lléname de voz.
Confesamos nuestra fe
G: Como familia de Dios vamos a
expresar con alegría nuestra de fe diciendo: «Creo, Señor»
Alguno de los presentes va
proponiendo las fórmulas de fe, a las que todos responden.
Lector: En Dios Padre, creador del
cielo y de la tierra…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, su único Hijo,
nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de
Santa María Virgen…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, que padeció bajo
el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los
infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, que subió a los
cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso, y que desde
allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En el Espíritu Santo, la santa
Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección
de la carne y la vida eterna…
Todos: «Creo, Señor»
Presentamos nuestra oración
G: Dios, nuestro Padre,
está siempre cerca de aquellos que lo invocan. Pidamos confiados por nuestras necesidades
y las de nuestros hermanos. A cada intención respondemos: “¡Danos siempre de tu
Pan!”.
Lector:
Para que la Iglesia, en medio de los problemas y dificultades de la
vida contemporánea, invite sin fatiga a alimentarnos de tu Palabra y de tu Pan,
te pedimos…
Para que todos los párrocos que esta semana celebrarán su día
renueven su compromiso de anunciarte sintiéndose acompañados por sus
comunidades, te pedimos…
Para que los gobernantes respondan con planes concretos para
resolver el problema de los que sufren por falta de justicia en la distribución
de los alimentos y bienes que produce la tierra, te pedimos…
Para que tantos hermanos y hermanas que están buscando pan y
trabajo y se confían a tu amor providente, puedan encontrar solución a sus
necesidades, te pedimos…
Para que todos nosotros seamos conscientes en medio de las
dificultades, que nada tiene poder para apartarnos de tu amor, te pedimos…
Después, quien anima la oración,
dice:
Concluyamos nuestra celebración en
familia, diciendo juntos la oración que Jesús enseñó a los apóstoles: Padre
nuestro que estás en el cielo…
G:
Oremos
Derrama, Padre, tu misericordia
sobre tu pueblo suplicante,
y ya que nos gloriamos de tenerte por Creador y Señor,
renueva en nosotros tu gracia y consérvala en tu bondad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
Derrama, Padre, tu misericordia
sobre tu pueblo suplicante,
y ya que nos gloriamos de tenerte por Creador y Señor,
renueva en nosotros tu gracia y consérvala en tu bondad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
G: Oremos.
Padre, fuente de sabiduría,
que nos has revelado en Cristo el
tesoro escondido y la perla preciosa,
concédenos el discernimiento del
Espíritu,
para que sepamos apreciar entre las
cosas del mundo
el valor inestimable de tu Reino,
dispuestos a renunciar a todo para
obtener tu don.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Pedimos a Dios su bendición
Quien anima la oración, invocando la
bendición de Dios, y santiguándose, dice:
El Señor nos bendiga,
nos defienda de todo mal
y nos lleve a la Vida eterna.
Y todos responden: Amén.
O bien:
Que nos bendiga y nos custodie
el Señor omnipotente y
misericordioso,
el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo.
Y todos responden: Amén.
En medio de los
pueblos
En medio de los
pueblos,
columna de verdad,
la Santa Iglesia se
alza
cual mística ciudad.
¡Oh Cristo,
sálvanos!
¡Señor,
defiéndenos!1
¡Devuelve a la
humanidad
tu paz y la unidad!
Su Jefe y Rey es
Cristo,
su ley, la unidad,
su código divino,
la mutua caridad.
La Iglesia es el
Misterio
viviente de Jesús,
en ella recibimos
su vida, fuerza y
luz.
Una vez que se ha pedido la bendición
de Dios, la familia puede realizar alguna de las siguientes oraciones,
preparadas especialmente para este tiempo de pandemia.
Invocación del Papa
Francisco a San José
Protege, Santo
Custodio, este país nuestro.
Ilumina a los
responsables del bien común,
para que ellos
sepan - como tú - cuidar a las personas
a quienes se les
confía su responsabilidad.
Da la inteligencia
de la ciencia a quienes buscan los medios adecuados para la salud
y el bienestar
físico de los hermanos.
Apoya a quienes se
sacrifican por los necesitados: l
os voluntarios,
enfermeros, médicos,
que están a la
vanguardia del tratamiento de los enfermos,
incluso a costa de
su propia seguridad.
Bendice, San José,
la Iglesia:
a partir de sus
ministros, conviértela en un signo e instrumento de tu luz y tu bondad.
Acompaña, San José,
a las familias:
con tu silencio de
oración, construye armonía entre padres e hijos,
especialmente
en los más pequeños.
Preserva a los
ancianos de la soledad:
asegura que ninguno
sea dejado en la desesperación
por el abandono y
el desánimo.
Consuela a los más
frágiles,
alienta a los que
flaquean, intercede por los pobres.
Con la Virgen
Madre, suplica al Señor
que libere al mundo
de cualquier forma de pandemia.
Amén.
Invocación a la
protección de
San José Gabriel
del Rosario Brochero
Señor, de quien
procede todo don perfecto,
Tú esclareciste a
San José Gabriel del Rosario,
por su celo
misionero, su predicación evangélica
y su vida pobre y
entregada;
concede con su intercesión,
la gracia que te pedimos:
por su entrega en
la asistencia de los enfermos y moribundos
de la epidemia de
cólera que azotó a la ciudad de Córdoba,
te pedimos por
nuestra Patria y el mundo entero,
líbranos de la
actual pandemia y de todo mal.
Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Amén
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