Miércoles de la 20ª semana
ES PRECISO TRABAJAR EN LA VIÑA DEL SEÑOR
Y saliendo cerca de la
hora de tercia, vio otros en la plaza que estaban ociosos, y les dijo: Id
también vosotros a mi viña, y os daré lo que fuere justo (Mt 20, 3 y 4).
Cuatro cosas se
advierten en estas palabras:
I. La bondad del
Señor. Saliendo, es decir, para la salvación de su pueblo. El haber salido
Cristo para conducir a los hombres a la viña de la justicia fue un acto de
bondad infinita. De cinco modos se dice que sale: al principio del mundo, como
un sembrador, que siembra las criaturas: Salió el sembrador para sembrar su
semilla. En su nacimiento, iluminando al mundo: Hasta que salga su justo como
resplandor (Is 62, 1). Salí del Padre, y vine al mundo (Jn 26, 28). En su
Pasión, salvando a los suyos del poder del demonio y de todos los males. Cercano
está mi Justo, ha salido mi Salvador (Is 51, 5). Sale, como padre de familias,
proveyendo a su familia y cosas. Semejante es el reino de los cielos a un
hombre padre de familias, que salió muy de mañana a ajustar trabajadores para
su viña (Mt 20, 1). Saldrá también en el juicio, como un visitador, para hacer
estrecha averiguación sobre los impíos; como esforzadísimo luchador que vence a
sus rebeldes; y como juez, que castiga a los malhechores según sus crímenes.
II. La necedad del
hombre. Nada más necio que el hombre que vive en la ociosidad durante la vida
presente, cuando debería trabajar para sí a fin de vivir en la eternidad. Los
encontró ociosos en la plaza. Esta plaza es la vida presente. Se llama plaza (o
foro) el lugar donde se litiga y donde se compra y se vende; y significa la
vida presente, que está llena de litigios, de compras y ventas, y en la cual
también se venden el provecho de la gracia y la gloria celestial, a cambio de
obras buenas. Y aquéllos estaban ociosos, porque ya habían perdido parte de su
vida. Y se llaman ociosos no solamente los que obran mal, sino también los que
no practican el bien. Y así como los ociosos no alcanzan el fin, tampoco éstos.
El fin del hombre es la vida eterna. El que obra como debe, lo alcanzará, si no
es ocioso.
Es, por consiguiente,
necedad pasar la vida presente en la ociosidad, porque de la ociosidad, como de
mala maestra, se aprende la mala ciencia; pues se incurre en la pobreza del
bien eterno por medio del ocio; y en cambio el trabajo eterno se adquiere a
cambio del breve ocio.
III. Necesidad de trabajar en la viña del Señor. Esta viña, a la cual son enviados a trabajar, es la justicia en la cual hay tantos sarmientos cuantas son las virtudes. Debemos trabajar en esta viña de cinco modos: plantándola con buenas obras y virtudes; arrancando y extirpando las espinas, es decir, los vicios; cortando los sarmientos superfluos. Y todo aquél (sarmiento) que diere fruto, lo limpiará para que dé más fruto (Jn 15, 2); alejando de ella las raposas, a saber, los demonios; custodiándola de los ladrones, es decir, de las alabanzas y detracciones de los hombres.
IV. Utilidad del
trabajo: y os daré lo que fuere justo. El precio de los que trabajan en esta
viña es el denario que vale mil monedas de plata. Esto es lo que se dice en el
Cantar de los Cantares: Una viña tuvo el pacifico, su hombre entregó por ella
mil monedas de plata. Mil de plata son los mil gozos de la eternidad
simbolizados por el denario.
(Serm. in Dom.
Septuages)
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