Sábado de la 18ª semana
INTERCESIÓN DE LOS SANTOS ANTE DIOS EN FAVOR NUESTRO
I. Los santos ruegan
por nosotros.
Como dice San
Jerónimo, "el error de Vigilancio fue concebir que mientras vivimos,
podemos rogar unos por otros; pero que después de la muerte, no es escuchada la
oración por otro". Mas esto es falso, porque como la oración hecha en
favor de otros procede de la caridad, cuanto más perfecta sea la caridad que
tienen los santos que están en la patria, tanto más oran por los viadores, a
quienes pueden ayudar con oraciones; y cuanto más unidos estén a Dios, tanto
más eficaces serán sus oraciones; porque según el orden divino la excelencia de
los seres superiores redunda en los inferiores, como la claridad del sol en el
aire. Por eso se dice también de Cristo: Puede salvar perpetuamente a los que
por él se acercan a Dios; viviendo siempre para interceder por nosotros (Hebr
7, 25). Por eso dice San Jerónimo: "Si los Apóstoles y los mártires,
cuando todavía vivían en cuerpo mortal, cuando aún debían preocuparse por sí
mismos, oraban por otros, ¿cuánto más, después de las coronas, las victorias y
los triunfos?"
(2º 2ae , q.
LXXXIII, a. 11)
II. Las oraciones
que los santos dirigen a Dios por nosotros son siempre escuchadas.
Los santos ruegan por nosotros de dos maneras: 1ª, con oración expresa, cuando conmueven los oídos de la clemencia divina con sus súplicas por nosotros; 2ª, con oración interpretativa, es decir, por medio de sus merecimientos, que no sólo están presentes siempre a los ojos de Dios, sino que son también sufragios y oraciones para nosotros, así como la sangre de Cristo, derramada por nosotros, se dice que pide perdón.
Los santos oran de
ambos modos, y sus oraciones, en cuanto tales, son eficaces para alcanzar lo
que piden. Pero por nuestra parte puede haber un defecto, que nos impide
recibir el fruto de sus oraciones en cuanto se dice que sus merecimientos nos
aprovechan por ser éstos como oración en favor nuestro. Pero en cuanto ruegan
por nosotros, pidiendo para nosotros alguna cosa con sus oraciones, siempre son
escuchados, porque no quieren sino lo que Dios quiere, ni piden sino lo que
puede hacerse. Ahora bien, lo que Dios quiere, se cumple siempre, a no ser que
hablemos de la voluntad antecedente, con la cual Dios quiere que todos los
hombres se salven, y que no se cumple siempre. Por eso no es de admirar que no
se cumpla, a veces, lo que también quieren los santos con esta voluntad
antecedente.
(4, Dist. 45, q.
III, a. 3)
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