Jueves de la 19ª semana
NECESIDAD DEL JUICIO FINAL
El Juicio final - Miguel Ángel - Capilla Sixtina
La palabra que he
hablado, ella le juzgará en el día postrimero (Jn 12, 48).
No puede juzgarse
perfectamente de una cosa mutable antes ‹le su consumación; como no puede
juzgarse perfectamente de alguna acción, cualquiera que ella sea, antes de que
esté consumada en sí y en sus efectos, puesto que parecen ser útiles muchas
acciones que demuestran ser nocivas por sus efectos, y de la misma manera, no
puede juzgarse perfectamente a hombre alguno hasta que se termine su vida;
porque puede, por muchos modos, pasar de bueno a malo y recíprocamente, o de
bueno ir a mejor, o de malo, a peor. Por eso dice el Apóstol: Está establecido
a los hombres que mueran una sola vez, y después el juicio (Hebr 9, 27).
No debe ignorarse, sin
embargo, que aunque por la muerte termine la vida temporal del hombre
considerada en sí misma ella subsiste dependiente, en cierta manera, de las
cosas futuras.
1º) Porque todavía
vive en la memoria de los hombres, en los cuales, a veces, falsamente perdura
con buena o mala fama.
2º) En los hijos, que
son como algo del padre, según el Eclesiástico: Muerto es el padre de él, y
como si no fuera muerto; porque dejó en pos de sí un su semejante (30, 4), y
sin embargo, hay hijos malos de muchos padres buenos, y al contrario.
3º) Por el efecto de
sus obras, como por la decepción de Arrio y de otros sectarios, pulula la
infidelidad hasta el fin del mundo; y hasta entonces progresa la fe por la
predicación de los Apóstoles.
4º) En cuanto al cuerpo, que a veces recibe honrosa sepultura, a veces se deja insepulto, y al fin se resuelve totalmente en ceniza.
5º) En cuanto a las
cosas en las que el hombre puso su afecto, tales como las cosas temporales, de
las cuales unas acaban rápidamente, y otras perduran mucho tiempo. Todas esas
cosas están sometidas a la estimación del juicio de Dios.
Por consiguiente, no
puede formarse de todas ellas un juicio perfecto y evidente mientras dura el
curso de esta vida. Y por eso es menester que tenga lugar el juicio final en el
último día, en que se juzgue perfecta y manifiestamente lo que de algún modo
pertenece a cada hombre.
Después de la muerte,
el hombre alcanza realmente cierto estado inmutable según las cosas que
pertenecen al alma; y por eso no es menester diferir más allá el juicio en
cuanto al premio del alma. Mas porque hay otras cosas pertenecientes al hombre,
que se hacen en todo el curso del tiempo, y no son ajenas al juicio divino, es
necesario que todas esas cosas sean llevadas otra vez a juicio al fin del tiempo;
porque, aunque el hombre según ellas no merezca ni desmerezca, pertenecen, no
obstante, a algún premio o castigo suyo. Por lo cual conviene que todas ellas
sean apreciadas en el juicio final.
(3ª, q. LIX, a. 5)
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