Martes de la 19ª semana
NECESIDAD DE LA HUMILDAD
Si no os volviereis e
hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos (Mt 18, 3).
I. El Señor nos enseña
cómo se llega a la gloria celestial, esto es, por el camino de la humildad. Y
llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos (Ibid., 2). ¿Quién es este
niño? Se explica de tres maneras. San Juan Crisóstomo dice que fue un verdadero
niño, que estaba inmune de pasiones. Otros dicen que Cristo habla de sí mismo
comparándose a un niño, y colocándose en medio de ellos...: Si no os hiciereis
como este niño, etc. Hay, por fin, quien entiende por el niño al Espíritu
Santo, el cual hace niños, porque es espíritu de humildad.
Decía, pues: Si no os
hiciereis como niños, no en la edad, sino en la sencillez. No seáis niños en el
sentido, mas sed pequeñitos en la malicia (1 Cor 14, 20).
Muchas son las
cualidades de los niños. No ambicionan cosas grandes. Están inmunes de la
concupiscencia. Todo aquel que pusiere los ojos en una mujer para codiciarla,
ya cometido adulterio en su corazón (Mt 5, 28). Tal codicia no la tienen los
niños. Además, no se acuerdan de la enemistad. Por lo cual, si no os hiciereis
como niños, esto es, imitadores de las cualidades de los niños, no entraréis en
el reino de los cielos. Pues nadie entrará si no es humilde. La gloria recibirá
al humilde de espíritu (Prov 29, 23). El que recibiere a un niño tal (Mt 18,
5), esto es, quienquiera que sea imitador de la inocencia de los niños, éste es
mayor; porque cuanto más humilde, tanto más elevado es; y quien se humilla,
será ensalzado (Lc 18, 14).
II. Mas parece que esto no es verdad, porque la perfección consiste en la caridad. Luego donde hay mayor caridad, allí hay mayor perfección.
Hay que decir que la
humildad acompaña necesariamente a la caridad. Y esto podéis verlo si
consideráis qué es la humildad. Porque así como en la soberbia hay dos cosas:
afecto desordenado y estimación desordenada de sí mismo, ocurre lo contrario en
la humildad, porque no cuida de la propia excelencia; y además no se considera
digno. Esto sigue necesariamente a la caridad. Todo hombre toma la excelencia
que ama; luego cuanto más humildad posee el hombre, tanto más ama a Dios y más
desprecia su propia excelencia, y tanto menos se la atribuye a sí. Por eso cuanta
más caridad tiene el hombre, más humildad tiene también.
(In Matth., XVIII)
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