domingo, 9 de agosto de 2020

CELEBRAR Y ORAR EN TIEMPO DE PANDEMIA - Domingo XIX tiempo durante el año Ciclo A

 La siguiente es una guía para poder celebrar en nuestras casas, en este tiempo de pandemia.

Los textos que están en rojo (rúbricas) no son para leer en voz alta y tienen la función de dar algunas indicaciones sobre lo que hay que ir haciendo. De acuerdo a las posibilidades de la persona y/o grupo familiar se realizará todos o algunos de los momentos celebrativos propuestos.

 

Para preparar antes de la celebración:

- Un lugar cómodo que permita el recogimiento y la oración familiar.

- Un pequeño altar con los elementos que a la familia le son significativos: un mantel, una vela encendida, una cruz, la imagen de la Virgen María, etc.

- Una Biblia desde la cual se proclamará el Evangelio.


 

Iniciamos la celebración

Una vez reunida la familia en torno ala Palabra de Dios, se propone comenzar con el canto «Iglesia peregrina» Aquí

 

Iglesia peregrina

 

Todos unidos, formando un solo cuerpo

un cuerpo que en la Pascua nació.

Miembros de Cristo en sangre redimidos

Iglesia peregrina de Dios.

Vive en nosotros la fuerza del Espíritu

que el Hijo desde el Padre envió.

El nos impulsa, nos guía y alimenta

Iglesia peregrina de Dios.

 

Somos en la tierra semilla de otro reino

somos testimonio de amor.

Paz para las guerras y luz entre las sombras

Iglesia peregrina de Dios.

 

Rugen tormentas y a veces nuestra barca

parece que ha perdido el timón.

Miras con miedo, no tienes confianza

Iglesia peregrina de Dios.

Una esperanza nos llena de alegría

presencia que el Señor prometió.

Vamos cantando, El viene con nosotros,

Iglesia peregrina de Dios.

 

Todos nacidos en un solo bautismo

unidos en la misma comunión.

Todos viviendo en una misma casa

Iglesia peregrina de Dios.

Todos prendidos en una misma suerte

ligados a la misma salvación.

Somos un cuerpo y Cristo es la cabeza

Iglesia peregrina de Dios.

 

Luego el adulto que guía la celebración (G) invita a todos a hacerse la señal de la cruz, mientras dicen:

Todos: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

G: Familia, bendigamos al Señor, que en su bondad nos invita a compartir la mesa de su Palabra.

Todos responden: Bendito sea Dios, por los siglos.

 

Y continúa: Jesús nos reconcilia y nos da su paz. Comencemos esta celebración pidiendo perdón por todas nuestras faltas de amor y de justicia.

Todos hacen un breve momento de silencio, y a continuación el que guía la celebración dice:

G: Tú, que calmas la tempestad del mundo. Señor, ten piedad

Todos: Señor, ten piedad.

 

G: Tú, que nos llamas a ir a Ti sin temores. Cristo, ten piedad.

Todos: Cristo, ten piedad.

 

G: Tú, que nos fortaleces en la fe. Señor, ten piedad.

Todos: Señor, ten piedad.

 

G: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

Todos: Amén.

 

Escuchamos la Palabra

Habiendo marcado previamente el texto que se escuchará y puestos todos de pie, alguien toma la Biblia del altar familiar y proclama el evangelio de este domingo Mateo 14, 22-33. Si se prefiere se puede tomar el texto que transcribimos aquí abajo.

 

Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 14, 22-33

        

Después de la multiplicación de los panes, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo.

La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. «Es un fantasma», dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar.

Pero Jesús les dijo: «Tranquilícense, soy Yo; no teman».

Entonces Pedro le respondió: «Señor, si eres Tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua».

«Ven», le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: «Señor, sálvame». En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?»

En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante Él, diciendo: «Verdaderamente, Tú eres el Hijo de Dios».

Palabra del Señor

 

Reflexionamos en familia

Se puede hacer una reconstrucción del evangelio, con preguntas para dialogar en familia. Además, puede leerse la siguiente reflexión:

La Palabra de Dios que es viva y eficaz, hoy vuelve a nutrir y a iluminar nuestras vidas. La experiencia de los discípulos y de Pedro es nuestra experiencia hoy más que nunca. Las olas del mundo y de nuestra vida se agitan por nuestra realidad pecadora y en este tiempo tan especial por la incertidumbre de la crisis sanitaria y todo lo que ella conlleva, el aislamiento, el miedo a la enfermedad, la crisis económica, la inseguridad, etc. Como Pedro queremos ir hacia Jesús, pero a veces sentimos que nos hundimos.

El evangelio de hoy resalta tres cosas:

Jesús siempre está allí donde las olas nos sacuden o la serenidad nos tranquiliza. “Animo, soy yo, no tengan miedo”. La urgencia de la tempestad a veces nos abruma y no nos deja experimentar a Dios que nos sostiene y no se “borra” en la dificultad, como a veces pasa con otras relaciones humanas.

Poner la mirada en lo que nos desestabiliza es lo que hace que nos hundamos. Nunca debemos desviar la mirada de Jesús, en quien encontramos el norte y el sentido de nuestra vida. Si dejamos que las crisis, los conflictos o nuestros pecados dirijan nuestras vidas, sin dudas nos vamos a hundir.

La fe es el ancla que nos sostiene en la Vida plena. Creer en Dios y en lo que él nos ha revelado es la roca firme, donde encontramos seguridad, estabilidad, felicidad y Vida en abundancia. Si dejamos subir a Jesús a la barca de nuestras vidas, de nuestras familias y de nuestra sociedad la transformación será posible y el Reino de Dios hará morada entre nosotros.

Terminemos este momento de reflexión diciendo en familia: "Señor, sálvanos porque confiamos en vos."

 

Para concluir este momento de reflexión se propone cantar «Máscerca oh Dios de Ti» Aquí

Más cerca, oh Dios

 

Más cerca, oh Dios, de Ti, más cerca, sí,

aunque sea una Cruz que me lleve a Ti.

Si tiende al sol la flor, si el agua busca el mar,

a Ti, mi solo Bien, yo he de buscar.

 

Mi pobre corazón inquieto está

hasta que en Ti, Señor, encuentre paz.

Abráceme Tu Amor, oh Luz de eternidad.

Cerca de Ti, Señor, quiero morar.

 

Refugio es el Señor, no temeré.

Mi fuerza en el dolor, confío en l.

Si brama y gime el mar, las olas al romper,

conmigo Dios está, no temeré.

 

Yo creo en Ti, Señor, yo creo en Ti.

Dios vivo en el altar, presente en mí.

Si ciegos al mirar, mis ojos no te ven,

yo creo en Ti, Señor, aumenta mi fe.

 

Confesamos nuestra fe

G: Como familia de Dios vamos a expresar con alegría nuestra de fe diciendo: «Creo, Señor»

 

Alguno de los presentes va proponiendo las fórmulas de fe, a las que todos responden.

 

Lector: En Dios Padre, creador del cielo y de la tierra…

Todos: «Creo, Señor»

 

Lector: En Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen…

Todos: «Creo, Señor»

 

Lector: En Jesucristo, que padeció bajo el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos…

Todos: «Creo, Señor»

 

Lector: En Jesucristo, que subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso, y que desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos…

Todos: «Creo, Señor»

 

Lector: En el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna…

Todos: «Creo, Señor»

Presentamos nuestra oración

G: El Señor que nos sostiene en medio de las dificultades, escucha siempre lo que le pedimos con fe. Presentemos nuestras intenciones, respondiendo a cada una: “Señor, óyenos”.

 

Lector:

Por la Iglesia, para que a través de sus palabras y testimonio, ayude a todos los hombres y mujeres a recordar que el Señor está siempre al lado nuestro en los momentos de tormenta. Oremos.

 

Por todos los que tienen la responsabilidad de dirigir, para que sus acciones permitan a la sociedad renovar la confianza en que un mundo mejor es posible. Oremos.

 

Por las personas víctimas del COVID-19, de la violencia, de los accidentes y atentados, para que en medio de estas dificultades encuentren en el Señor la fortaleza necesaria para atravesarlas. Oremos.

 

Por los que han perdido la fe o pasan por momentos de dudas, para que escuchen en el fondo de su corazón la voz de Jesús que les dice que nunca los abandona. Oremos.

 

Por nosotros, confiados en la cercanía del Señor, seamos el testimonio a través de la caridad y la responsabilidad social, haciéndolo presente en medio de la incertidumbre que nos deja la pandemia. Oremos.

 

Quien lo desee, puede agregar intenciones.

 

Después, quien anima la oración, dice: Concluyamos nuestra celebración en familia, diciendo juntos la oración que Jesús enseñó a los apóstoles: Padre nuestro que estás en el cielo…

 

G: Oremos.

Dios omnipotente,

que dominas toda la creación;

fortalece nuestra fe

y haz que te reconozcamos presente

en cada acontecimiento de la vida y de la historia,

para afrontar serenamente toda prueba

y caminar con Cristo hacia tu paz.

Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Pedimos a Dios su bendición

Quien anima la oración, invocando la bendición de Dios, y santiguándose, dice:

El Señor nos bendiga,

nos defienda de todo mal

y nos lleve a la Vida eterna.

Y todos responden: Amén.

 

O bien:

 

Que nos bendiga y nos custodie

el Señor omnipotente y misericordioso,

 el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Y todos responden: Amén.

 

Para terminar podemos cantar “Te alabamos Virgen Madre” Aquí

 

 

Te alabamos Virgen Madre

 

Te alabamos Virgen Madre,

pues nos diste al Redentor,

que alcanzó para los hombres

toda gracia y salvación.

Eres Tú el gran prodigio

que creó Dios por bondad,

la promesa de victoria

nuestro triunfo sobre el mal.

 

Nuestro pueblo peregrino,

buscador de eternidad,

halle un signo de esperanza

en tu imagen virginal.

 

Fuiste, Oh Madre de la Iglesia,

forjadora de la fe

de esta tierra americana

en los tiempo del nacer.

Y le diste a la Argentina

vocación de amor y paz,

sus "espadas son arados"

con que afirma la hermandad.

 

Tu grandeza proclamamos:

Oh modelo de virtud,

te pedimos que Argentina

muestre el rostro de Jesús.

El Señor nos dio este suelo

de belleza singular

al que Tú siempre proteges

con tu mano maternal.

 

Una vez que se ha pedido la bendición de Dios, la familia puede realizar alguna de las siguientes oraciones, preparadas especialmente para este tiempo de pandemia.

 

Invocación del Papa Francisco a San José

 

Protege, Santo Custodio, este país nuestro.

Ilumina a los responsables del bien común,

para que ellos sepan - como tú - cuidar a las personas

a quienes se les confía su responsabilidad.

Da la inteligencia de la ciencia a quienes buscan los medios adecuados para la salud

y el bienestar físico de los hermanos.

Apoya a quienes se sacrifican por los necesitados: l

os voluntarios, enfermeros, médicos,

que están a la vanguardia del tratamiento de los enfermos,

incluso a costa de su propia seguridad.

Bendice, San José, la Iglesia:

a partir de sus ministros, conviértela en un signo e instrumento de tu luz y tu bondad.

Acompaña, San José, a las familias:

con tu silencio de oración, construye armonía entre padres e hijos,

 especialmente en los más pequeños.

Preserva a los ancianos de la soledad:

asegura que ninguno sea dejado en la desesperación

por el abandono y el desánimo.

Consuela a los más frágiles,

alienta a los que flaquean, intercede por los pobres.

Con la Virgen Madre, suplica al Señor

que libere al mundo de cualquier forma de pandemia.

Amén.

 

Invocación a la protección de

San José Gabriel del Rosario Brochero

 

Señor, de quien procede todo don perfecto,

Tú esclareciste a San José Gabriel del Rosario,

por su celo misionero, su predicación evangélica

y su vida pobre y entregada;

concede con su intercesión, la gracia que te pedimos:

por su entrega en la asistencia de los enfermos y moribundos

de la epidemia de cólera que azotó a la ciudad de Córdoba,

te pedimos por nuestra Patria y el mundo entero,

líbranos de la actual pandemia y de todo mal.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén

 

 

 

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