La siguiente es una guía para poder celebrar en nuestras casas, en este tiempo de pandemia.
Los textos que están en rojo
(rúbricas) no son para leer en voz alta y tienen la función de dar algunas
indicaciones sobre lo que hay que ir haciendo. De acuerdo a las posibilidades
de la persona y/o grupo familiar se realizará todos o algunos de los momentos
celebrativos propuestos.
Para preparar antes de la
celebración:
- Un lugar cómodo que permita el
recogimiento y la oración familiar.
- Un pequeño altar con los elementos
que a la familia le son significativos: un mantel, una vela encendida, una
cruz, la imagen de la Virgen María, etc.
- Una Biblia desde la cual se
proclamará el Evangelio.
Iniciamos la celebración
Iglesia peregrina
Todos unidos, formando
un solo cuerpo
un cuerpo que en la
Pascua nació.
Miembros de Cristo en
sangre redimidos
Iglesia peregrina de
Dios.
Vive en nosotros la
fuerza del Espíritu
que el Hijo desde el
Padre envió.
El nos impulsa, nos
guía y alimenta
Iglesia peregrina de
Dios.
Somos en la tierra
semilla de otro reino
somos testimonio de
amor.
Paz para las guerras y
luz entre las sombras
Iglesia peregrina de
Dios.
Rugen tormentas y a
veces nuestra barca
parece que ha perdido
el timón.
Miras con miedo, no
tienes confianza
Iglesia peregrina de
Dios.
Una esperanza nos
llena de alegría
presencia que el Señor
prometió.
Vamos cantando, El
viene con nosotros,
Iglesia peregrina de
Dios.
Todos nacidos en un
solo bautismo
unidos en la misma
comunión.
Todos viviendo en una
misma casa
Iglesia peregrina de
Dios.
Todos prendidos en una
misma suerte
ligados a la misma
salvación.
Somos un cuerpo y
Cristo es la cabeza
Iglesia peregrina de
Dios.
Luego el
adulto que guía la celebración (G) invita a todos a hacerse la señal de la
cruz, mientras dicen:
Todos: En el nombre del
Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
G: Familia, bendigamos
al Señor, que en su bondad nos invita a compartir la mesa de su Palabra.
Todos
responden:
Bendito sea Dios, por los siglos.
Y continúa: Jesús nos reconcilia y nos da su paz. Comencemos esta celebración pidiendo perdón por todas nuestras faltas de amor y de justicia.
Todos hacen un
breve momento de silencio, y a continuación el que guía la celebración dice:
G: Tú, que calmas la
tempestad del mundo. Señor, ten piedad
Todos: Señor, ten piedad.
G: Tú, que nos llamas a
ir a Ti sin temores. Cristo, ten piedad.
Todos: Cristo, ten piedad.
G: Tú, que nos
fortaleces en la fe. Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.
G: Dios todopoderoso
tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida
eterna.
Todos: Amén.
Escuchamos la Palabra
Habiendo
marcado previamente el texto que se escuchará y puestos todos de pie, alguien
toma la Biblia del altar familiar y proclama el evangelio de este domingo Mateo
14, 22-33. Si se prefiere se puede tomar el texto que transcribimos aquí abajo.
Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Mateo 14, 22-33
Después de la
multiplicación de los panes, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la
barca y pasaran antes que Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la
multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer,
todavía estaba allí, solo.
La barca ya estaba muy
lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la
madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al
verlo caminar sobre el mar, se asustaron. «Es un fantasma», dijeron, y llenos
de temor se pusieron a gritar.
Pero Jesús les dijo:
«Tranquilícense, soy Yo; no teman».
Entonces Pedro le respondió:
«Señor, si eres Tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua».
«Ven», le dijo Jesús.
Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a
Él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a
hundirse, gritó: «Señor, sálvame». En seguida, Jesús le tendió la mano y lo
sostuvo, mientras le decía: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?»
En cuanto subieron a
la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante Él,
diciendo: «Verdaderamente, Tú eres el Hijo de Dios».
Palabra del Señor
Reflexionamos en familia
Se puede hacer
una reconstrucción del evangelio, con preguntas para dialogar en familia.
Además, puede leerse la siguiente reflexión:
La Palabra de Dios que
es viva y eficaz, hoy vuelve a nutrir y a iluminar nuestras vidas. La
experiencia de los discípulos y de Pedro es nuestra experiencia hoy más que
nunca. Las olas del mundo y de nuestra vida se agitan por nuestra realidad
pecadora y en este tiempo tan especial por la incertidumbre de la crisis
sanitaria y todo lo que ella conlleva, el aislamiento, el miedo a la
enfermedad, la crisis económica, la inseguridad, etc. Como Pedro queremos ir
hacia Jesús, pero a veces sentimos que nos hundimos.
El evangelio de hoy
resalta tres cosas:
Jesús siempre está
allí donde las olas nos sacuden o la serenidad nos tranquiliza. “Animo, soy yo,
no tengan miedo”. La urgencia de la tempestad a veces nos abruma y no nos deja
experimentar a Dios que nos sostiene y no se “borra” en la dificultad, como a
veces pasa con otras relaciones humanas.
Poner la mirada en lo
que nos desestabiliza es lo que hace que nos hundamos. Nunca debemos desviar la
mirada de Jesús, en quien encontramos el norte y el sentido de nuestra vida. Si
dejamos que las crisis, los conflictos o nuestros pecados dirijan nuestras
vidas, sin dudas nos vamos a hundir.
La fe es el ancla que
nos sostiene en la Vida plena. Creer en Dios y en lo que él nos ha revelado es
la roca firme, donde encontramos seguridad, estabilidad, felicidad y Vida en
abundancia. Si dejamos subir a Jesús a la barca de nuestras vidas, de nuestras
familias y de nuestra sociedad la transformación será posible y el Reino de
Dios hará morada entre nosotros.
Terminemos este
momento de reflexión diciendo en familia: "Señor, sálvanos porque
confiamos en vos."
Para concluir este momento de reflexión se propone cantar «Máscerca oh Dios de Ti» Aquí
Más
cerca, oh Dios
Más cerca, oh Dios, de Ti, más cerca, sí,
aunque sea una Cruz que me lleve a Ti.
Si tiende al sol la flor, si el agua busca
el mar,
a Ti, mi solo Bien, yo he de buscar.
Mi pobre corazón inquieto está
hasta que en Ti, Señor, encuentre paz.
Abráceme Tu Amor, oh Luz de eternidad.
Cerca de Ti, Señor, quiero morar.
Refugio es el Señor, no temeré.
Mi fuerza en el dolor, confío en l.
Si brama y gime el mar, las olas al romper,
conmigo Dios está, no temeré.
Yo creo en Ti, Señor, yo creo en Ti.
Dios vivo en el altar, presente en mí.
Si ciegos al mirar, mis ojos no te ven,
yo creo en Ti, Señor, aumenta mi fe.
Confesamos nuestra fe
G: Como familia de Dios vamos a
expresar con alegría nuestra de fe diciendo: «Creo, Señor»
Alguno de los presentes va
proponiendo las fórmulas de fe, a las que todos responden.
Lector: En Dios Padre, creador del
cielo y de la tierra…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, su único Hijo,
nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de
Santa María Virgen…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, que padeció bajo
el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los
infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, que subió a los
cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso, y que desde
allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En el Espíritu Santo, la santa
Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la
resurrección de la carne y la vida eterna…
Todos: «Creo, Señor»
Presentamos nuestra oración
G: El Señor que nos
sostiene en medio de las dificultades, escucha siempre lo que le pedimos con
fe. Presentemos nuestras intenciones, respondiendo a cada una: “Señor, óyenos”.
Lector:
Por la Iglesia, para que a través de sus palabras y
testimonio, ayude a todos los hombres y mujeres a recordar que el Señor está
siempre al lado nuestro en los momentos de tormenta. Oremos.
Por todos los que tienen la responsabilidad de
dirigir, para que sus acciones permitan a la sociedad renovar la confianza en
que un mundo mejor es posible. Oremos.
Por las personas víctimas del COVID-19, de la
violencia, de los accidentes y atentados, para que en medio de estas
dificultades encuentren en el Señor la fortaleza necesaria para atravesarlas.
Oremos.
Por los que han perdido la fe o pasan por momentos
de dudas, para que escuchen en el fondo de su corazón la voz de Jesús que les
dice que nunca los abandona. Oremos.
Por nosotros, confiados en la cercanía del Señor,
seamos el testimonio a través de la caridad y la responsabilidad social,
haciéndolo presente en medio de la incertidumbre que nos deja la pandemia.
Oremos.
Quien lo
desee, puede agregar intenciones.
Después, quien
anima la oración, dice: Concluyamos nuestra celebración en familia, diciendo
juntos la oración que Jesús enseñó a los apóstoles: Padre nuestro que estás en
el cielo…
G: Oremos.
Dios omnipotente,
que dominas toda la creación;
fortalece nuestra fe
y haz que te reconozcamos presente
en cada acontecimiento de la vida y de la historia,
para afrontar serenamente toda prueba
y caminar con Cristo hacia tu paz.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Pedimos a Dios su bendición
Quien anima la oración, invocando la
bendición de Dios, y santiguándose, dice:
El Señor nos bendiga,
nos defienda de todo mal
y nos lleve a la Vida eterna.
Y todos responden: Amén.
O bien:
Que nos bendiga y nos custodie
el Señor omnipotente y
misericordioso,
el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo.
Y todos responden: Amén.
Para terminar podemos cantar “Te alabamos Virgen Madre” Aquí
Te alabamos Virgen Madre
Te alabamos Virgen Madre,
pues nos diste al Redentor,
que alcanzó para los hombres
toda gracia y salvación.
Eres Tú el gran prodigio
que creó Dios por bondad,
la promesa de victoria
nuestro triunfo sobre el mal.
Nuestro pueblo peregrino,
buscador de eternidad,
halle un signo de esperanza
en tu imagen virginal.
Fuiste, Oh Madre de la Iglesia,
forjadora de la fe
de esta tierra americana
en los tiempo del nacer.
Y le diste a la Argentina
vocación de amor y paz,
sus "espadas son arados"
con que afirma la hermandad.
Tu grandeza proclamamos:
Oh modelo de virtud,
te pedimos que Argentina
muestre el rostro de Jesús.
El Señor nos dio este suelo
de belleza singular
al que Tú siempre proteges
con tu mano maternal.
Una vez que se ha pedido la bendición
de Dios, la familia puede realizar alguna de las siguientes oraciones,
preparadas especialmente para este tiempo de pandemia.
Invocación del Papa
Francisco a San José
Protege, Santo
Custodio, este país nuestro.
Ilumina a los
responsables del bien común,
para que ellos
sepan - como tú - cuidar a las personas
a quienes se les
confía su responsabilidad.
Da la inteligencia
de la ciencia a quienes buscan los medios adecuados para la salud
y el bienestar
físico de los hermanos.
Apoya a quienes se
sacrifican por los necesitados: l
os voluntarios,
enfermeros, médicos,
que están a la
vanguardia del tratamiento de los enfermos,
incluso a costa de
su propia seguridad.
Bendice, San José,
la Iglesia:
a partir de sus
ministros, conviértela en un signo e instrumento de tu luz y tu bondad.
Acompaña, San José,
a las familias:
con tu silencio de
oración, construye armonía entre padres e hijos,
especialmente
en los más pequeños.
Preserva a los
ancianos de la soledad:
asegura que ninguno
sea dejado en la desesperación
por el abandono y
el desánimo.
Consuela a los más
frágiles,
alienta a los que
flaquean, intercede por los pobres.
Con la Virgen
Madre, suplica al Señor
que libere al mundo
de cualquier forma de pandemia.
Amén.
Invocación a la
protección de
San José Gabriel
del Rosario Brochero
Señor, de quien
procede todo don perfecto,
Tú esclareciste a
San José Gabriel del Rosario,
por su celo
misionero, su predicación evangélica
y su vida pobre y
entregada;
concede con su
intercesión, la gracia que te pedimos:
por su entrega en
la asistencia de los enfermos y moribundos
de la epidemia de
cólera que azotó a la ciudad de Córdoba,
te pedimos por
nuestra Patria y el mundo entero,
líbranos de la
actual pandemia y de todo mal.
Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Amén
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