domingo, 23 de agosto de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 146

 

Domingo de la 21ª semana

MANIFESTACIÓN DE DIOS AL QUE LE AMA

 

Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él (Jn 14, 23).

 

I. Dos cosas hacen apto al hombre para la manifestación de Dios: la caridad y la obediencia. En cuanto a lo primero dice: Si alguno me ama. Ahora bien, tres cosas son necesarias al hombre que quiere ver a Dios. 1º) Que se acerque a Dios. 2º) Que eleve hacia él los ojos para verlo, como dice el profeta Isaías: Alzad a lo alto vuestros ojos, y ved quién creó estas cosas (40, 26). 3º) Que se dedique a la contemplación; porque sólo pueden ver las cosas espirituales aquellos que se desligan de las cosas terrenas: Gustad y ved qué bueno es el Señor. (Sal XXXIII, 9).

 

La caridad cumple estas tres condiciones porque une el alma del hombre a Dios: Quien permanece en caridad, en Dios permanece (1 Jn 4, 16); la eleva a ver a Dios, pues, como se lee en Mateo: En donde está tu tesoro, allí está también tu corazón (6, 21); por eso se dice: donde está tu amor, allí está tu ojo. Y le hace también abandonar las cosas mundanas: Si alguno ama al mundo, la caridad del Padre no está en él (1 Jn 2, 15).

 

Por el contrario, quien ama perfectamente a Dios, no tiene en sí el amor del siglo.

 

De caridad se sigue la obediencia; por eso dice: guardará mi palabra. Como explica San Gregorio: "La prueba del amor son las obras. El amor de Dios nunca está, ocioso; si es real, ejecuta grandes cosas; pero si se resiste a obrar, no es amor"*. Cuando la voluntad está fuertemente dirigida a Dios, que es su fin, mueve todas las fuerzas para obrar todo lo que lleva a él. Por la caridad nos dirigimos a Dios, luego la caridad es la que nos hace guardar los mandamientos; y por la obediencia el hombre se hace apto para ver a Dios: Por tus mandamientos (es decir, observados por mí) he tenido inteligencia (Sal 118, 104).

 

II. Tres condiciones obran la manifestación de Dios al hombre:

 

1º) El amor divino, y en cuanto a esto dice: Mi Padre le amará. Amará, en futuro, en cuanto al efecto del amor, aunque este amor sea eterno en cuanto a la voluntad de hacer el bien.

 

2º) La visita divina, y en cuanto a esto dice: y vendremos a él. Pero viene a alguno en cuanto que está en él de una manera nueva, según la cual antes no estaba, a saber, por un efecto de la gracia, y por este efecto de la gracia hace que nos acerquemos a él.

 

Mas de tres modos viene Dios a nosotros, y de otros tantos vamos nosotros a él. Viene a nosotros llenándonos con sus efectos, y nosotros vamos a él tomando esos efectos. Viene ilustrándonos, y nosotros vamos a él considerando. Viene ayudando; y nosotros vamos a él obedeciendo, porque ni siquiera podemos obedecer sin la ayuda de Cristo.

 

3º) Para la manifestación de Dios es necesaria la perseverancia en esas dos condiciones, es decir, en el amor a Dios y en su visita, y en cuanto a ello dice: haremos morada en él. En esas palabras señala dos cosas: la firmeza de la adhesión a Dios, con la voz morada; pues Dios viene a algunos por la fe, pero no mora, porque a tiempo creen, y en el tiempo de la tentación vuelven atrás (Lc 8, 13); y a otros viene por la compunción del pecado, pero no se queda con ellos, porque vuelven a los pecados. En cambio, en sus predestinados permanece siempre. En segundo lugar, muestra la familiaridad de Cristo con los hombres, pues dice: haremos morada en él, es decir, en el que ama para obedecer, en cuanto que se deleita con nosotros y hace que nos deleitemos en él.

(In Joan., XIV)

Nota:

* Hom., 30, In Evang.

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