Viernes de la 21ª semana
PURIFICACIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARIA
Y después que fueron
cumplidos los días de la purificación de María, según la ley de Moisés*, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor (Lc 2,
22).
En este Evangelio
podemos notar siete virtudes de la Bienaventurada Virgen: la humildad en una
purificación, que ella no necesitaba; el amor a la pureza, en esta purificación
sobreabundante; el amor a la obediencia, según la ley; el respeto al Hijo al
llevarlo al Templo: lo llevaron; la devoción a los lugares santos: a Jerusalén;
la acción de gracias en la oblación del Hijo: para presentarlo al Señor, porque
lo ofrecemos a ti, Señor, que nos lo has dado; y la pobreza en la oblación: un
par de tórtolas, que era la oblación de los pobres.
Al querer la
Bienaventurada Virgen ser purificada, sin tener necesidad, nos enseñó cómo
debemos purificarnos nosotros, que lo necesitarnos. Debemos purificarnos de
ocho modos, como puede colegirse del texto:
1º) De la mancha del
pecado. El Señor lo purificó de sus pecados (Eccli 47, 13).
2º) En el
conocimiento, en cuanto a la inteligencia. De corazón puro (1 Tim 1, 5), esto
es, de entendimiento sin error.
3º) En el afecto, en
cuanto al amor. Los que invocan al Señor con la conciencia pura, (2 Tim 2, 22).
4º) En el espíritu, por la recta intención. Limpiad la vieja levadura (1 Cor 5,7), esto es, la hipocresía. Y guardaos de la levadura de los fariseos, que es hipocresía (Lc 12, 1).
5º) En la boca, en
cuanto a las palabras. La palabra pura, como muy agradable, será aprobada de él
(Prov 15, 26).
6º) En las manos, en
cuanto a las acciones. Levantando las manos puras (1 Tim 2, 8).
7º) En todo el cuerpo,
en cuanto a la manera de vivir.
8º) En los bienes, en
cuanto a la supresión de cosas superfluas. Todo sarmiento que no diere fruto en
mí, lo quitará (Jn 15, 2).
(Serm).
Nota:
*Lev XII, 2 y 1x XIII,
2, 25. 205
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