martes, 11 de agosto de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 134

 

Martes de la 19ª semana

NECESIDAD DE LA HUMILDAD

 

Si no os volviereis e hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos (Mt 18, 3).

 

I. El Señor nos enseña cómo se llega a la gloria celestial, esto es, por el camino de la humildad. Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos (Ibid., 2). ¿Quién es este niño? Se explica de tres maneras. San Juan Crisóstomo dice que fue un verdadero niño, que estaba inmune de pasiones. Otros dicen que Cristo habla de sí mismo comparándose a un niño, y colocándose en medio de ellos...: Si no os hiciereis como este niño, etc. Hay, por fin, quien entiende por el niño al Espíritu Santo, el cual hace niños, porque es espíritu de humildad.

 

Decía, pues: Si no os hiciereis como niños, no en la edad, sino en la sencillez. No seáis niños en el sentido, mas sed pequeñitos en la malicia (1 Cor 14, 20).

 

Muchas son las cualidades de los niños. No ambicionan cosas grandes. Están inmunes de la concupiscencia. Todo aquel que pusiere los ojos en una mujer para codiciarla, ya cometido adulterio en su corazón (Mt 5, 28). Tal codicia no la tienen los niños. Además, no se acuerdan de la enemistad. Por lo cual, si no os hiciereis como niños, esto es, imitadores de las cualidades de los niños, no entraréis en el reino de los cielos. Pues nadie entrará si no es humilde. La gloria recibirá al humilde de espíritu (Prov 29, 23). El que recibiere a un niño tal (Mt 18, 5), esto es, quienquiera que sea imitador de la inocencia de los niños, éste es mayor; porque cuanto más humilde, tanto más elevado es; y quien se humilla, será ensalzado (Lc 18, 14).

 

II. Mas parece que esto no es verdad, porque la perfección consiste en la caridad. Luego donde hay mayor caridad, allí hay mayor perfección.

 

Hay que decir que la humildad acompaña necesariamente a la caridad. Y esto podéis verlo si consideráis qué es la humildad. Porque así como en la soberbia hay dos cosas: afecto desordenado y estimación desordenada de sí mismo, ocurre lo contrario en la humildad, porque no cuida de la propia excelencia; y además no se considera digno. Esto sigue necesariamente a la caridad. Todo hombre toma la excelencia que ama; luego cuanto más humildad posee el hombre, tanto más ama a Dios y más desprecia su propia excelencia, y tanto menos se la atribuye a sí. Por eso cuanta más caridad tiene el hombre, más humildad tiene también.

(In Matth., XVIII)

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