DESCANSAD
UN POCO
(Mc 6,31)
No siempre es
movimiento lo que manda el Corazón de Jesús.
El mismo que dice
«Levántate», «Anda», «Sígueme», es el que ordena a los suyos: «Descansad un
poco».
¡Qué interesantes
enseñanzas ofrecen estos «Descansos» del Evangelio y las ocasiones en que se
mandaban!
Unas veces se da esa
orden después de un día de muchos milagros; otras, después de grandes ovaciones
y exaltaciones, ora a continuación de cansancios y ahogos apostólicos, ora en
presencia de persecuciones dolorosas.
¿Qué significa eso?
¿Qué enseña ese
acudir al descanso antes y después de los grandes triunfos de su misericordia
sobre nuestra miseria, de su poder sobre nuestras ingratitudes?
¿Tan misteriosa
virtud encierra ese descanso?
El misterio del descanso
Ese «descansad un
poco» no es el dormir sin cuidado de los discípulos de Getsemaní, ni es tampoco
el volver la cara atrás mientras se lleva la mano puesta sobre el arado, de los
inconstantes, ni el enterrar el único talento para no tener que explotarlo, de
los desconfiados; nada de eso. El «Descansad un poco» que precede o sigue a las
grandes acciones evangélicas es un laborioso descansar, es un dejar quietos los
ojos, los oídos, los pies y las manos para reconcentrar la actividad que se
quita al cuerpo en el alma y ésta vea, oiga y se entregue más enteramente a su
Dios.
¡Ah!, y ¡qué bien se
ve a Dios con los ojos cerrados, sin ver caras ni de amigos ni de enemigos, sin
ver bellezas de tierra que distraen, ni fealdades de acciones que inquietan!, y
¡qué bien se oye a Dios con los oídos tapados para no dejar pasar al alma
ruidos ni de alabanzas ni de halagos, ni de perfidias!, y ¡qué bien se siente a
Dios en el alma cuando con voluntad firme y entendimiento dócil se dice a
sentimientos e ideas, a afectos y a recuerdos, a ilusiones y a sueños: ¡atrás,
que ahora está el alma con Dios!
Y, ¡viene tan bien
ver, oír y sentir a Dios en el alma con frecuencia!.
Y nota que digo a Dios
en el alma; porque aquellos apóstoles a quienes ordenaba descansar, tenían la
dicha de ver a Dios, que era Jesús, en cuanto hacían, veían y oían; pero era
preciso verlo y oírlo y sentirlo a Él solo, sin turbas de agradecimientos, sin
ejércitos de dolientes, sin grupos de perseguidores, a Él solo en la soledad
del alma; ése es el «descansad un poco» del Evangelio.
Y ése es el
«descansad un poco» del Sagrario, almas que por buscarle compañía de amor os
afanáis.
Bien está que os
paséis los días andando caminos, saltando montes, atravesando ríos, visitando
pueblos y llamando de puerta en puerta en busca de almas para vuestros
Sagrarios; bien está que quitéis a vuestras noches de sueño horas y horas para
alargar vuestros días de labor; bien está, pero descansad un poco ante vuestro
Sagrario antes de empezar vuestro día y después de darle remate.
¡Al Sagrario!
Cerrados los ojos y los oídos y la memoria y la imaginación y el pensamiento para
todo lo de fuera, ¡a estar con Dios solo!
¡Ya lo sentiréis
llegar...!, y si permanecéis quietecitas allí, ya lo oiréis hablar, y si no
quiere hablar ya veréis después cuando volváis al trabajo cómo os hizo u os
dejó algo.
Por lo menos esos
ratos de descanso ante el Sagrario, os servirán para que apreciéis clara y
distintamente la parte de Dios y la parte vuestra en vuestro trabajo pendiente,
en el afecto dominante, en la idea que halagáis, en el celo, en la virtud, que
al parecer os adorna...
Agitad con violencia
el aceite y el agua contenidos en un vaso y desaparecerán ante vuestra vista
uno y otra. Dejadlos en reposo y veréis cómo poco a poco el agua se precipita
al fondo y el aceite vuelve a flotar en la superficie enteramente desprendido
del agua.
¿Comprendéis el
símil?
¿Comprendéis por qué
el Maestro invitaba tantas veces al reposo a sus cooperadores?
¡Es tan fácil que la
agitación del trabajo cotidiano y aun del ministerio apostólico nos quite la
vista de lo que pone Dios y ponemos nosotros en ellos y nos induzca a
confusiones y a equivocaciones lamentables!
¡Descansad un poco! Y veréis cómo el reposo precipita al fondo de vuestra conciencia
las miserias y torpezas de la parte del hombre y hace flotar las maravillas de
misericordia y gracia de la parte de Dios... Y ¿os parece poco ir sabiendo en
cada obra que hacemos, en cada beneficio o persecución que recibimos la parte
de Dios para agradecerla y secundarla y la parte nuestra para corregirla, si es
defectuosa, reforzarla, si es débil, anularla, si es perjudicial, o guardarla
perseverante, si es buena?
¡No os canséis de descansar!
Vuelvo a deciros, ¡a
descansar un poco todos los días en el Sagrario!, ¡a estar a solas con Dios!
Trabajad con
vuestros pies, con vuestras manos, con vuestra boca, con vuestra cabeza, con
todo vuestro corazón... pero, ¡por Dios!, que no olvidéis el trabajar de
rodillas..., esto es, ¡descansad un poco!
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