sábado, 14 de septiembre de 2013

Domingo XXIV (ciclo c) - San Alberto Hurtado

 “¡Éste recibe a los pecadores!” 

“¡Éste recibe a los pecadores!” es la acusación que lanzaban contra Jesucristo hipócritamente escandalizados los fariseos (Lc 15,2). “¡Éste recibe a los pecadores!” Y ¡es verdad! Esas palabras son como la divisa exclusiva de Jesucristo. ¡Ahí pueden escribirse sobre esa cruz, en la puerta de ese Sagrario!

Divisa exclusiva porque si no es Jesucristo, ¿quién recibe misericordiosamente a los pecadores? ¿Acaso el mundo?… ¿El mundo?… ¡por Dios!, si se nos asomara a la frente toda la lepra moral de iniquidades que quizás ocultamos en los repliegues de la conciencia, ¿qué haría el mundo sino huir de nosotros gritando escandalizado: ¡Fuera el leproso!? Rechazarnos brutalmente diciéndonos, como el fariseo, ¡apártate que manchas con tu contacto!

El mundo hace pecadores a los hombres, pero luego que los hace pecadores, los condena, los escarnece, y añade al fango de sus pecados el fango del desprecio. Fango sobre fango es el mundo: el mundo no recibe a los pecadores. A los pecadores no los recibe más que Jesucristo.

San Juan Crisóstomo: Miserere mei Deus, ¡Dios mío, ten misericordia de mí! ¿Misericordia pides? ¡Pues nada temas! Donde hay misericordia no hay pesquisas judiciales sobre la culpa, ni aparato de tribunales, ni necesidad de alegar razonadas excusas. ¡Grande es la borrasca de mis pecados, Dios mío! Mayor es la bonanza de tu misericordia!

Jesucristo, luego que apareció en el mundo, ¿a quién llama? ¡A los magos! ¿Y después de los magos? ¡Al publicano! Y después del publicano a la meretriz, ¿y después de la meretriz? ¡Al salteador! ¿Y después del salteador? Al perseguidor impío.

¿Vives como un infiel? Infieles eran los magos. ¿Eres usurero? Usurero era el publicano. ¿Eres impuro? Impura era la meretriz. ¿Eres homicida? Homicida era el salteador. ¿Eres impío? Impío era Pablo, porque primero fue blasfemo, luego apóstol; primero perseguidor, luego evangelista… No me digas: “soy blasfemo, soy sacrílego, soy impuro”. Pues, ¿no tienes ejemplo de todas las iniquidades perdonadas por Dios?

¿Has pecado? Haz penitencia. ¿Has pecado mil veces? Haz penitencia mil veces. A tu lado se pondrá Satanás para desesperarte. No lo sigas, antes bien recuerda las 5 palabras “éste recibe a los pecadores” que son grito inefable del amor, efusión inagotable de misericordia, y promesa inquebrantable de perdón.

Cuán hermoso es tornando a tus huellas

De nuevo por ellas

seguro correr

No es tan dulce tras noche sombría

la lumbre del día

que empieza a nacer.

 (San Alberto Hurtado, Un disparo a la eternidad, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 2005, p. 216-217)

 

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