“¡Éste recibe a los
pecadores!”
“¡Éste recibe a los pecadores!” es la acusación que lanzaban
contra Jesucristo hipócritamente escandalizados los fariseos (Lc 15,2). “¡Éste
recibe a los pecadores!” Y ¡es verdad! Esas palabras son como la divisa
exclusiva de Jesucristo. ¡Ahí pueden escribirse sobre esa cruz, en la puerta de
ese Sagrario!
Divisa exclusiva porque si no es Jesucristo, ¿quién recibe
misericordiosamente a los pecadores? ¿Acaso el mundo?… ¿El mundo?… ¡por Dios!,
si se nos asomara a la frente toda la lepra moral de iniquidades que quizás
ocultamos en los repliegues de la conciencia, ¿qué haría el mundo sino huir de
nosotros gritando escandalizado: ¡Fuera el leproso!? Rechazarnos brutalmente
diciéndonos, como el fariseo, ¡apártate que manchas con tu contacto!
El mundo hace pecadores a los hombres, pero luego que los
hace pecadores, los condena, los escarnece, y añade al fango de sus pecados el
fango del desprecio. Fango sobre fango es el mundo: el mundo no recibe a los
pecadores. A los pecadores no los recibe más que Jesucristo.
San Juan Crisóstomo: Miserere mei Deus, ¡Dios mío, ten
misericordia de mí! ¿Misericordia pides? ¡Pues nada temas! Donde hay
misericordia no hay pesquisas judiciales sobre la culpa, ni aparato de
tribunales, ni necesidad de alegar razonadas excusas. ¡Grande es la borrasca de
mis pecados, Dios mío! Mayor es la bonanza de tu misericordia!
Jesucristo, luego que apareció en el mundo, ¿a quién
llama? ¡A los magos! ¿Y después de los magos? ¡Al publicano! Y después del
publicano a la meretriz, ¿y después de la meretriz? ¡Al salteador! ¿Y después
del salteador? Al perseguidor impío.
¿Vives como un infiel? Infieles eran los magos. ¿Eres
usurero? Usurero era el publicano. ¿Eres impuro? Impura era la meretriz. ¿Eres
homicida? Homicida era el salteador. ¿Eres impío? Impío era Pablo, porque
primero fue blasfemo, luego apóstol; primero perseguidor, luego evangelista… No
me digas: “soy blasfemo, soy sacrílego, soy impuro”. Pues, ¿no tienes ejemplo
de todas las iniquidades perdonadas por Dios?
¿Has pecado? Haz penitencia. ¿Has pecado mil veces? Haz
penitencia mil veces. A tu lado se pondrá Satanás para desesperarte. No lo
sigas, antes bien recuerda las 5 palabras “éste recibe a los pecadores” que son
grito inefable del amor, efusión inagotable de misericordia, y promesa
inquebrantable de perdón.
Cuán hermoso es tornando a tus huellas
De nuevo por ellas
seguro correr
No es tan dulce tras noche sombría
la lumbre del día
que empieza a nacer.
(San Alberto Hurtado, Un disparo a la
eternidad, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile,
2005, p. 216-217)
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