“Vayan y hagan discípulos
en todas las naciones”
(Mt 28,19)
Homilía en la
45ª Invasión de Pueblos
Lobería
28 de septiembre de 2013
Queridos jóvenes, chicos y chicas de todas las parroquias de los nueve partidos de nuestra diócesis:
I. Una sola familia
Como les decía en el mensaje que les he dirigido para preparar esta “Invasión de pueblos” nº 45, éste es para mí “uno de los momentos más esperados. La visión de tantos jóvenes juntos, de tantos centenares de chicos y chicas que tienen ganas de ser mejores discípulos y misioneros de Jesucristo, me alegra el corazón y me abre a la esperanza”.
Según el registro de inscripciones, estoy delante de 944 jóvenes participantes. Aquí están presentes las parroquias de Pinamar, Villa Gesell y Madariaga; las de Mar Chiquita y Balcarce; las de Gral. Pueyrredón, Gral. Alvarado, Lobería y Necochea. Ésta debe ser para ustedes una experiencia inolvidable, no sólo por el número, sino ante todo por la calidad de su encuentro con Cristo dentro de su Iglesia.
¡Qué hermoso es sentir la unidad en la fraternidad! Como dice el Salmo 133: “¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!” (Sal 133,1). Hoy sentimos que se fortalecen nuestros vínculos fraternos. Hoy tomamos mayor conciencia de formar una sola familia. Porque aunque los cristianos católicos pertenecemos a distintas parroquias que tienen sus párrocos, no hay una Iglesia distinta en cada lugar, pues todos pertenecemos a la Iglesia Católica que es una y la misma en cada parroquia y en cada diócesis, que está presidida por un obispo que vive en comunión con el Papa y con los demás obispos del mundo.
Hace pocos días, recordando lo vivido en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, nos decía el Papa Francisco unas palabras que debemos aplicar a esta ocasión: “En aquella inmensa multitud de jóvenes sobre las playas de Copacabana, se sentía hablar tantas lenguas, se veían rostros de rasgos muy diversos entre ellos, se encontraban culturas diversas. Y sin embargo había una profunda unidad, se formaba una única Iglesia, estábamos unidos y esto se sentía. Preguntémonos todos: ¿siento esta unidad, o quizá no me interesa porque estoy encerrado en mi pequeño grupo o en mi mismo? ¿Soy de aquellos que privatizan la Iglesia para el propio grupo, la propia Nación, los propios amigos? Cuándo siento que tantos cristianos en el mundo sufren ¿soy indiferente o es como si sufriese uno de mi familia? ¿Rezamos los unos por los otros? ¡Es importante mirar fuera del propio recinto, sentirse Iglesia, única familia de Dios!” (Audiencia general del 25 de septiembre).