sábado, 14 de septiembre de 2013

Domingo XXIV (ciclo c) Catena Aurea


Lucas 15,1-32

Y se acercaban a El los publicanos y pecadores para oírle. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: "Este recibe pecadores, y come con ellos". Y les propuso esta parábola diciendo: "¿Quién de vosotros es el hombre que tiene cien ovejas, y si perdiere una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va a buscar la que se había perdido, hasta que la halle? Y cuando la hallare, la pone sobre sus hombros gozoso. Y viniendo a casa, llama a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Dadme el parabién, porque he hallado mi oveja que se había perdido. Os digo, que así habrá más gozo en el cielo sobre un pecador que hiciere penitencia, que sobre noventa y nueve justos, que no han menester penitencia".

"O ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si perdiere una dracma, no enciende el candil y barre la casa, y la busca con cuidado hasta hallarla? Y después que la ha hallado, junta las amigas y vecinas, y dice: Dadme el parabién, porque he hallado la dracma que había perdido. Así os digo, que habrá gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que hace penitencia".

Mas dijo: "Un hombre tuvo dos hijos. Y dijo el menor de ellos a su padre: Padre, dame la parte de la hacienda que me toca. Y él les repartió la hacienda. Y no muchos días después, juntando todo lo suyo el hijo menor se fue lejos a un país muy distante, y allí malrotó todo su haber, viviendo disolutamente. Y cuando todo lo hubo gastado, vino una grande hambre en aquella tierra, y él comenzó a padecer necesidad. Y fue, y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra. El cual lo envió a su cortijo a guardar puercos. Y deseaba henchir su vientre de las mondaduras que los puercos comían y ninguno se las daba".

"Mas volviendo sobre sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen el pan de sobra, y yo me estoy aquí muriendo de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, pequé contra el cielo y delante de ti; yo no soy digno de ser llamado hijo tuyo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose se fue para su padre. Y como aun estuviese lejos, le vio su padre, y se movió a misericordia; y corriendo a él le echó los brazos al cuello y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y delante de ti, ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Mas el padre dijo a sus criados: Traed aquí prontamente la ropa primera, y vestidle, y ponedle anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed un ternero cebado y matadlo, y comamos y celebremos un banquete. Porque éste mi hijo era muerto, y ha revivido; se había perdido, y ha sido hallado. Y comenzaron a celebrar el banquete".

 "Y su hijo mayor estaba en el campo, y cuando vino y se acercó a la casa, oyó la sinfonía y el coro. Y llamando a uno de los criados le preguntó qué era aquello. Y éste le dijo: Tu hermano ha venido y tu padre ha hecho matar un ternero cebado, porque le ha recobrado salvo. El entonces se indignó y no quería entrar; mas saliendo el padre, comenzó a rogarle. Y él respondió a su padre y dijo: He aquí tantos años ha que te sirvo, y nunca he traspasado tus mandamientos, y nunca me has dado un cabrito para comerle alegremente con mis amigos. Mas cuando vino éste tu hijo, que ha gastado tu hacienda con rameras, le has hecho matar un ternero cebado. Entonces el padre le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todos mis bienes son tuyos. Pero razón era celebrar un banquete y regocijarnos, porque éste tu hermano era muerto, y revivió; se había perdido, y ha sido hallado".



San Ambrosio

Puede aprenderse en lo dicho hasta el momento que no debemos preocuparnos de las cosas de la tierra, ni preferir lo caduco a lo imperecedero. Pero como la fragilidad humana no puede tener un instante firme mientras viva en este mundo impúdico, este buen médico nos ha proporcionado remedios contra el error. Y como Juez misericordioso, no nos niega la esperanza del perdón. Por esto sigue: "Y se acercaban a El los publicanos", etc.

 

Glosa

Esto es, los que exigen tributos públicos, o los arriendan y los que procuran obtener ganancias por medio de los negocios.

 

Teofilacto

Esto lo consentía, porque con este fin había tomado nuestra carne, acogiendo a los pecadores como el médico a los enfermos. Pero los fariseos verdaderamente criminales correspondían a esta bondad con murmuraciones. Por lo cual sigue: "Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: Este recibe", etc.

 

San Gregorio, in Evang hom. 34

Por esta razón se deduce que la verdadera justicia tiene compasión y la falsa justicia desdén, aun cuando los justos suelen indignarse con razón por los pecadores. Pero una cosa es la que se hace con apariencia de soberbia y otra la que se hace por celo a la disciplina. Porque los justos, aunque exteriormente exageran sus reprensiones por la disciplina, sin embargo, interiormente conservan la dulzura de la caridad y, por lo general, prefieren en su ánimo a aquellos a quienes corrigen, que a sí mismos. Obrando así mantienen a sus súbditos en la disciplina y a la vez se mantienen ellos en la humildad. Por el contrario, los que acostumbran a ensoberbecerse por la falsa justicia, desprecian a todos los demás, sin tener ninguna misericordia de los que están enfermos y, porque se creen sin pecado, vienen a ser más pecadores. De este número eran los fariseos, quienes cuando censuraban al Señor porque recibía a los pecadores, reprendían con un corazón seco al que es la fuente misma de la caridad. Pero como estaban enfermos o ignoraban que lo estaban, el médico celestial usa con ellos, hasta que conociesen su estado, de remedios suaves. Sigue, pues: "Y les propuso esta parábola: ¿Quién de vosotros es el hombre que teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve y va a buscarla?" Propuso esta semejanza que todo hombre puede comprender y, sin embargo, se refiere al Creador de los hombres. Porque ciento es un número perfecto y El tuvo cien ovejas porque poseyó la naturaleza de los santos ángeles y de los hombres. Por esto, sigue: "Que tiene cien ovejas".

 

San Cirilo

Observa aquí la grandeza del reino de nuestro Salvador. Cuando dice cien ovejas se refiere a toda la multitud de las criaturas racionales que le están subordinadas; porque el número cien, compuesto de diez décadas, es perfecto. Pero de éstas se ha perdido una que es el género humano, que habita en la tierra.

 

San Ambrosio

Este pastor es tan rico, que todos nosotros sólo formamos una centésima parte de su rebaño. Por eso sigue: "Y si perdiere una de ellas, no deja las noventa y nueve", etc.

 

San Gregorio, ut sup

Se perdió una oveja cuando el hombre abandonó, por el pecado, los pastos de la vida. Se quedan las otras noventa y nueve en el desierto. Porque el número de las criaturas racionales (esto es, de los ángeles y de los hombres), que ha sido creado para ver a Dios, queda disminuido con la pérdida del hombre. Por esto sigue: "¿No deja las noventa y nueve en el desierto?" Esto es, porque había dejado los coros de los ángeles en el cielo. El hombre abandonó el cielo cuando pecó. Y para que se completase el número de las ovejas en el cielo, era buscado el hombre, perdido en la tierra. Por esto prosigue: "Y va a buscar la que se había perdido".

 

San Cirilo

¿Cómo es que abandona todas las demás y sólo tiene caridad respecto de una sola? De ningún modo. Todas las demás se encuentran en su redil, defendidas por su diestra poderosa. Pero debía compadecerse más de la perdida, para que no quedase incompleto el resto de sus criaturas. Una vez recogida ésta, el número ciento recobra su perfección.

 

San Agustín De quaest.Evang. 2, 32

O bien: aquellas noventa y nueve que dejó en el desierto, se refieren a los soberbios que, llevando la soledad -por decirlo así- en el alma, quieren aparecer como que son solos. A estos les falta la unidad para la perfección. Así, cuando alguno se separa de la verdadera unidad, se separa por soberbio. Deseando no depender más que de su propio poder, prescinde de la unidad, que está en Dios. Se aleja de todos los reconciliados por la penitencia, que se obtiene con la humildad.

 

San Gregorio Niceno

Cuando el pastor encuentra la oveja, no la castiga ni la conduce al redil violentamente sino que, colocándola sobre sus hombros y llevándola con clemencia, la reúne con su rebaño. Por esto sigue: "Y cuando la hallare, la pone sobre sus hombros gozoso".

 

San Gregorio, ut sup

Puso la oveja sobre sus hombros porque, habiendo tomado la naturaleza humana, llevó sobre sí todos nuestros pecados ( Is 53). Habiendo encontrado la oveja, vuelve a su casa. Porque nuestro pastor, una vez redimida la humanidad, vuelve al reino de los cielos. Por esto sigue: "Y viniendo a casa, llama a sus amigos y vecinos diciéndoles: Dadme el parabién, porque he hallado mi oveja que se había perdido". Llama amigos y vecinos a los coros de los ángeles. Estos son amigos suyos, porque constantemente cumplen su voluntad sin cesar. También son vecinos suyos, porque gozan a su lado de la claridad de su presencia.

 

Teofilacto

Se llaman, pues, ovejas, los espíritus celestiales, porque toda naturaleza creada es animal respecto de Dios. Pero son llamados amigos y vecinos por ser criaturas racionales.

 

San Gregorio, ut sup

Debe advertirse que no dice: Felicitaos por la oveja encontrada, sino: dádmela a mí. Porque nuestra vida es su alegría y cuando somos llevados al cielo hacemos el colmo de ella.

 

San Ambrosio

Los ángeles, como racionales, se alegran también en la redención inmerecida de los hombres. Por esto sigue: "Os digo, que así habrá más gozo en el cielo sobre un pecador que hiciere penitencia, que sobre noventa y nueve justos que no han menester penitencia". Sirva esto de aliciente para obrar bien. Porque cada uno puede creer que su conversión será agradable a los coros de los ángeles, cuyo patrocinio se debe buscar, así como se debe temer su ofensa.

 

San Gregorio, ut sup

Declara el Señor que habrá más alegría en el cielo por la conversión de los pecadores que por la perseverancia de los justos. Porque todos aquellos que no viven bajo el yugo del pecado, están siempre en el camino de la justicia, pero no anhelan con afán la patria celestial. Y la mayor parte andan perezosos en las prácticas de las buenas obras, porque se creen seguros por no haber cometido las culpas más graves. Por el contrario, aquellos que recuerdan haber cometido faltas, afligidos por su dolor, se enardecen en el amor de Dios. Y como ven que han obrado mal respecto del Señor, recompensan los males primeros con los méritos que les siguen. Por tanto, hay mayor alegría en el cielo. Como sucede en las batallas que el capitán ama más a aquel soldado que después de haber huido vuelve y combate con más ardor al enemigo, que a aquel que nunca ha vuelto las espaldas, pero que nunca ha peleado con ardor. Así, el labrador estima más aquella tierra que después de abrojos produce óptimos frutos, que aquella que nunca produce ni espinas ni fruto abundante. Pero entre estas cosas debe tenerse en cuenta que hay muchos justos cuya vida causa tanta alegría que no puede preferirse a ella ninguna penitencia. De aquí debe deducirse que el Señor goza mucho cuando el justo llora humildemente, puesto que le llena de alegría que el pecador condene el mal que ha hecho por la penitencia.

 

Cirilo

Por la parábola que precede, en la que se dice que el género humano era una oveja descarriada, se nos enseña que somos creaturas de Dios omnipotente que nos ha hecho a nosotros, -y no nosotros a El- y que somos ovejas de sus pastos. Ahora añade la segunda parábola, en que el género humano es comparado a una dracma que se ha perdido. Por medio de ésta manifiesta que hemos sido creados a imagen y semejanza del Rey, esto es, del Dios excelso. Porque la dracma es una moneda que lleva impresa la imagen del rey. Por esto dice: "¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si perdiese una dracma", etc.

 

San Gregorio, in Evang hom. 34

Lo mismo que se representa por el pastor, se representa por la mujer, porque aquél es el mismo Dios y ésta la sabiduría de Dios. El Señor creó a imagen suya la naturaleza angélica y la naturaleza humana para que lo conociesen. Tuvo diez dracmas, porque nueve son los coros de los ángeles y, para completar el número de los elegidos, el hombre fue creado décimo.

 

San Agustín De quaest.Evang. 2, 33

También coloca entre las nueve dracmas, así como entre las noventa y nueve ovejas, la representación de aquellos que -presumiendo de sí- se prefieren a los pecadores que vuelven al camino de la salvación. Uno falta a nueve para que sean diez. Y al noventa y nueve también le falta uno para ser ciento. Este uno designa a todos los reconciliados por la penitencia.

 

San Gregorio, ut sup

Y como la imagen le representa en la moneda, la mujer perdió la dracma cuando el hombre -que había sido creado a imagen de Dios- dejó de parecérsele cuando pecó. Y esto es lo que añade: "¿Si perdiere una dracma no enciende el candil?". La mujer enciende la antorcha porque la sabiduría de Dios apareció en la humanidad. La antorcha es una luz en un vaso de barro. La divinidad en la carne es como la luz en el vaso de barro. Una vez encendida la antorcha, prosigue: "Y barre la casa", porque así como su divinidad ha resplandecido en la humanidad, toda nuestra conciencia quedó limpia. Esta palabra barre no se diferencia de limpia, que se lee en los demás códices. Porque el alma depravada, si no se limpia primero por el temor, no queda limpia de los defectos en que vivía. Una vez barrida la casa se encuentra la dracma. Por eso sigue: "Y la busca con cuidado hasta hallarla". Cuando la conciencia humana es sacudida 1, es reparada en el hombre la semejanza del Creador.

 

San Gregorio Nacianceno

Una vez encontrada la dracma hace participante de su alegría a los espíritus celestiales, a quienes hace dispensadores de sus beneficios. Y sigue: "Y después que la ha encontrado, junta a las amigas y vecinas", etc.

 

San Gregorio, ut sup

Los espíritus celestiales se encuentran tanto más unidos con la divina sabiduría, cuanto más se aproximan por la gracia de su visión permanente.

 

Teofilacto

Son sus amigas, porque cumplen su voluntad; vecinas suyas, porque son incorpóreas. O bien: son amigos suyos todos los espíritus celestes, pero son sus vecinos los que están más cerca, como son los tronos, los querubines y los serafines.

 

San Gregorio Niceno

De otro modo: creo que el Señor nos da a conocer en la búsqueda de la dracma perdida que no nos viene utilidad alguna de la práctica de las virtudes exteriores -a las que llama dracmas- aun cuando se posean todas, si queda el alma como viuda de aquella que le da el brillo de la semejanza de Dios. Por esto, primero manda encender la luz -esto es, la palabra divina que descubre las cosas ocultas-, o acaso la lámpara de la penitencia. Pero en la casa propia -en sí mismo y en su conciencia- conviene buscar la dracma perdida. Es decir, la imagen del rey, que no se ha perdido del todo, sino que está cubierta debajo del abono, que significa la miseria humana. Una vez quitado éste con esmero, es decir limpiado por el esfuerzo de la vida, resplandece lo que fue encontrado. Por esto conviene que aquella que la encuentra se alegre y que llame a participar de su alegría a las vecinas, esto es, a las que están más próximas, que son las virtudes; a saber: el entendimiento, la sensibilidad y todos los afectos que puedan considerarse como propios del alma, que deben alegrarse en el Señor. Finalmente, para concluir la parábola añade: "Así os digo que habrá gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que hace penitencia".

 

San Gregorio, ut sup

Hacer penitencia es llorar los pecados pasados y llorando, no volver a cometerlos. Porque el que llora unos pecados a la vez que vuelve a cometerlos, o ignora qué es hacer penitencia, o la hace fingidamente. Debe considerarse también que para satisfacer a su Creador, aquel hombre que hizo lo que está prohibido debe abstenerse aún de lo que está permitido y el que recuerde que faltó en lo grave, debe censurarse por lo leve.

 

San Ambrosio

San Lucas expone sucesivamente tres parábolas: la de la oveja que se había perdido y se encontró; la de la dracma que también se había perdido y se halló y la del hijo que había muerto y resucitó, para que estimulados por estos tres remedios curemos las heridas de nuestra alma. Jesucristo, como pastor, te lleva sobre su cuerpo. Te busca la Iglesia, como la mujer. Te recibe Dios, que es tu padre. La primera es la misericordia, la segunda los sufragios y la tercera la reconciliación.

 

Crisóstomo

También hay en las parábolas antedichas cierta distinción entre las personas que pecan. En un caso, el padre recibe al hijo penitente que usa de su libre albedrío para conocer de dónde ha caído; en el otro, el pastor busca la oveja perdida que no sabe volver, llevándola sobre sus hombros, comparando al animal irracional con el hombre imprudente que, llevado del engaño de otro, se había perdido como la oveja. Esta parábola se expone diciendo: "Entonces dijo: Un hombre tuvo dos hijos". Hay quien dice -refiriéndose a estos dos hijos- que el mayor figura a los ángeles y el menor al hombre, que se fue a tierras lejanas cuando cayó a la tierra desde el cielo y el paraíso; y aplican la consecuencia a la caída o al estado de Adán. Pero este significado parece ciertamente piadoso, aunque ignoro si será verdadero. Porque el hijo menor se arrepintió espontáneamente al acordarse de la abundancia pasada que había en la casa de su padre. Pero el Señor, cuando vino, invitó a la humanidad a que hiciera penitencia, cuando no pensaba en volver por su voluntad al lugar de donde había caído. Después, el hijo mayor se entristece por la vuelta y por la salvación de su hermano, cuando dice el Señor que habrá alegría entre los ángeles cuando se convierta un pecador.

 

San Cirilo

Otros dicen que el hijo mayor figura al pueblo de Israel según la carne y que el otro, que se separó de su padre, es el pueblo de los gentiles 2.

 

San Agustín

Se entiende que este hombre que tiene dos hijos es Dios, que tiene dos pueblos, como dos ramas del género humano. Una, la de los que permanecieron fieles en el culto del verdadero Dios y otra, la de los que lo abandonaron hasta el punto de adorar a los ídolos. Desde el principio de la creación del hombre mortal, el hijo mayor da culto al verdadero Dios. Pero el menor pidió que se le diese la parte de la fortuna que le tocaba por su padre. Por esto sigue: "Y dijo el menor de ellos a su padre: Padre, dame la parte de la hacienda que me toca". Como un alma que se complace con su poder, pide aquello que lo hace vivir, entender, recordar y distinguirse por su ingenio especial; cosas todas que son dones de Dios y que recibió para usar de ellas a su voluntad. Por esto sigue: "Y él les partió la hacienda".

 

Teofilacto

La hacienda del hombre es la razón, a la que acompaña el libre albedrío. Del mismo modo podemos creer que todas las cosas que el Señor nos ha dado nos pertenecen, como son el cielo, la tierra, todas las criaturas, la ley y los profetas.

 

San Ambrosio

Ve cómo se da el patrimonio divino a quienes lo piden. Y no creas que fue un error del padre el que le diera su parte al hijo más joven. No hay edad alguna que sea débil en el reino de Dios, porque la fe no se cuenta por los años. El se creyó idóneo cuando pidió su parte. ¡Ojalá no se hubiese separado de su padre! porque entonces hubiese desconocido los inconvenientes de la edad. Y sigue: "Y no muchos días después, juntando todo lo suyo, el hijo menor se fue lejos a un país muy distante", etc.

 

Crisóstomo

El hijo menor se marchó a un país lejano. Se separó de Dios, no por el lugar, pues Dios está en todas partes, sino por el afecto; así huye el pecador de Dios y se pone lejos de El.

 

San Agustín

El que quiera ser semejante a Dios para conservar su fuerza en El, que no se separe, sino que se una a El, si ha de conservar la imagen y semejanza con quien le ha creado. Pero si quiere imitar a Dios culpablemente; es decir, si quiere ser independiente como Dios y vivir sin reconocer autoridad ninguna, ¿qué le queda sino enfriarse por la separación de su calor y extraviarse por el abandono de la verdad?

 

San Agustín

Lo que dijo que sucedió a los pocos días, esto es, que reunió todo lo que era suyo y que se marchó en seguida a una región muy distante, representa el olvido de Dios. Es decir, que poco después de haber creado al género humano, quiso el hombre por su libre albedrío llevar consigo la potencia de su naturaleza y abandonar a Aquel por quien fue creado, confiando en sus fuerzas. Estas fuerzas consumió tan pronto como abandonó a Aquel de quien las había recibido. Por esto sigue: "Y allí derrochó todo su haber, viviendo disolutamente". Llama vida disoluta o pródiga a la que derrama o disipa su afecto en las pompas exteriores, teniendo el vacío en su interior. Vida con la cual se emprenden siempre nuevas cosas y se abandona al que está dentro de nosotros. Y prosigue: "Y cuando todo lo hubo gastado, vino un grande hambre en aquella tierra". El hambre es la necesidad de la palabra de verdad.

Prosigue: "Y él comenzó a padecer necesidad".

 

San Ambrosio

Con razón empezó a tener hambre el que se había alejado de los tesoros de la sabiduría y de la ciencia de Dios y de la abundancia de las riquezas celestiales. Prosigue: "Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra".
 

San Agustín

Este ciudadano de aquella región es algún príncipe del aire, perteneciente a la milicia del diablo, cuyo cortijo se somete a su poder. Acerca de esto sigue: "El cual lo envió a su cortijo a guardar puercos". Los puercos son los espíritus inmundos que estaban bajo su poder.

 

Beda

Apacentar los puercos es hacer como una obra de las que gozan los espíritus inmundos. Prosigue: "Y deseaba henchir su vientre de las algarrobas que los puercos comían".

 

San Ambrosio

Las algarrobas son un género de legumbre vacía en lo interior y tierna en lo exterior, con la que el cuerpo no se alimenta, sino que se llena, sirviéndole más bien de peso que de utilidad.

 

San Agustín, ut sup

Las algarrobas con que apacentaba los puercos eran las doctrinas mundanas que enseña la vanidad, en las que rebosan las alabanzas de los ídolos y de las fábulas con que honraban a sus dioses los gentiles en sus cantos y sus discursos; con ellos complacen a los demonios. Y como el hijo pródigo deseaba saciarse, buscaba algo sólido y recto que se refiriese a la felicidad y no podía encontrarlos en estas cosas. Y prosigue: "Y ninguno se lo daba".

 

San Cirilo

Como los judíos son acusados tantas veces en la Sagrada Escritura ( Jer 2,5; Is 29,13) de muchos crímenes, ¿cómo pueden referirse a aquel pueblo las palabras del hijo mayor, que dice: "He aquí tantos años ha que te sirvo y nunca he traspasado tus mandamientos?". El sentido de la parábola es éste: Arguyendo los fariseos y los escribas al Salvador porque recibía a los pecadores, les propuso la siguiente parábola, en la cual compara a Dios con un hombre que es padre de dos hermanos (de los justos y de los pecadores), de los que el primero representa a los justos -que desde el principio han obrado con justicia- y el segundo a los que por la penitencia vuelven a la justicia.

 

San Basilio

La madurez y gravedad del juicio del mayor, influyen en su perseverancia más que la blancura de sus cabellos. Y no es increpado quien es joven por la edad, sino quien es joven por las costumbres y vive según las pasiones.

 

Tito Bostrense

Se marchó el más joven, que aún no era adulto por el juicio y le pidió a su padre lo que le pertenecía de la herencia para no verse obligado a servir, porque somos seres racionales dotados de libre albedrío.

 

Crisóstomo, ut sup

Dice, pues, la Escritura que el padre dividió igualmente entre sus dos hijos su fortuna, es decir la ciencia del bien y del mal, que son las verdaderas y perpetuas riquezas del alma cuando usa bien de ellas. En efecto, todos los hombres al nacer reciben de Dios la sustancia racional del mismo modo, pero después en el transcurso de la vida, se ve que cada uno tiene mayor o menor cantidad de esta sustancia. Porque unos, creyendo que lo que han recibido es de su padre, lo guardan como propiedad paterna, mientras que otros, creyendo que lo que reciben es suyo propio, lo disipan licenciosamente. Se da, pues, a conocer aquí el libre albedrío, porque el padre no retiene al que quiere marcharse, ni le quita su libertad. Y no obliga a que se marche al que quiere quedarse para no aparecer él mismo como autor de los males que puedan sobrevenirle. Se marchó lejos, no por la distancia de los lugares, sino por el extravío de su mente. Prosigue: "Y se fue a un país muy distante".

 

San Ambrosio

¿Qué cosa hay más lejana que separarse de sí mismo, no separándose por razón de territorio sino por la diferencia de costumbres? Y el que se separa de Jesucristo es desterrado de su patria y ciudadano del mundo. Así que disipa su patrimonio el que se separa de la Iglesia.

 

Tito Bostrense

Por tanto, se llama pródigo el que disipa sus tesoros, esto es, su recta inteligencia, las enseñanzas de la castidad, el conocimiento de la verdad, el recuerdo de su autor y el pensamiento de su origen.

 

San Ambrosio

Sobrevino allí, pues, el hambre, no de los alimentos, sino de las virtudes y de las buenas obras, que es la más miserable, porque el que se separa de la palabra de Dios, tiene hambre, supuesto que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra de Dios ( Mt 4,44) y el que se separa de este tesoro queda en la indigencia. Empezó, pues, a estar en la indigencia y a padecer hambre, porque nada basta a una voluntad pródiga. Y se marchó y entró a servir a un habitante del país; pero el que sirve es esclavo y el habitante del país parece ser el príncipe de este mundo. Finalmente, el ser enviado a la finca (del habitante del país) es lo que compra el que se excusa de asistir al festín del reino ( Lc 14).

 

Beda

Ser enviado al cortijo, equivale a subyugarse a la codicia de las cosas mundanas.
 

San Ambrosio

Apacienta a aquellos puercos en los que pidió entrar el diablo siendo animales, porque viven en las inmundicias y en la corrupción ( Mt 8; Mc 2; Lc 8).

 

Teofilacto

A éstos apacienta el que aventaja a otros en sus vicios, como son los corruptores, los jefes de ladrones y los de los publicanos, que enseñan a otros a obrar mal.

 

Crisóstomo, ut sup

O bien: se dice que el desprovisto de riquezas espirituales -como son la prudencia y la inteligencia- apacienta a los puercos, porque equivale a alimentar en su alma pensamientos sórdidos e inmundos. Y come los alimentos irracionales de un trato depravado -dulces en verdad para el que ha abandonado el bien- porque a los perversos les parece dulce toda obra de voluptuosidad carnal, que enerva y destruye en absoluto las virtudes del alma. La Sagrada Escritura designa con el nombre de algarrobas a estos alimentos fatalmente dulces, propios de los puercos: las complacencias de las delectaciones carnales.

 

San Ambrosio

Deseaba, pues, llenar su vientre de aquellas algarrobas. No es otro el cuidado de los lujuriosos sino el llenar su vientre.

 

Teofilacto

Pero ninguno puede saciarse del mal, pues está muy distante de Dios el que se alimenta de tales manjares y los demonios tienen gran cuidado de que nunca llegue la saciedad de los malos.

 

Glosa

Y ninguno le daba; porque el diablo, cuando se apodera de alguno, no le procura la abundancia sabiendo que ya está muerto.

 

San Gregorio Niceno

El hijo más joven había despreciado a su padre marchándose de su lado y había disipado su patrimonio; pero cuando hubo pasado tiempo y se vio abrumado por los trabajos, viéndose convertido en un criado y alimentándose de lo mismo que los puercos, volvió castigado a la casa de su padre; por esto dice: "Mas volviendo sobre sí dijo: ¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen el pan de sobra y yo me estoy aquí muriendo de hambre!"
 

San Ambrosio

Muy oportunamente se dice que volvió en sí, porque se había separado de sí; y el que vuelve a Dios, se vuelve a sí mismo, como el que se separa de Jesucristo también se separa de sí.

 

San Agustín De quaest.Evang. 2, 33

Volvió en sí, porque se separó de aquellas cosas que exteriormente agradan y seducen y volvió su atención a lo interior de su conciencia.

 

Gregorio Nacianceno orat. in sanct. lavcr

La obediencia puede verificarse de tres modos diferentes. Porque nos separamos de lo malo por temor del castigo y nos colocamos en una disposición servil; porque obedecemos lo que se manda por alcanzar el premio ofrecido -y en este caso nos asemejamos a los mercenarios-; o porque servimos por amor al bien y por afecto a aquel que nos manda y entonces imitamos la conducta de los buenos hijos.

 

San Ambrosio

El hijo que tiene en su corazón el don del Espíritu Santo, no ambiciona el premio mundano, sino que conserva su derecho de heredero. Hay también mercenarios buenos, que son llevados a trabajar a la viña ( Mt 20); pero éstos no se alimentan de algarrobas, sino que abundan en pan.

 

San Agustín, ut sup

¿Pero cómo podía saber esto aquel que vivía tan olvidado de Dios, como todos los idólatras, sino porque su pensamiento era el de los que habían de convertirse cuando se predicase el Evangelio? El alma podía ya conocer que muchos predicaban la verdad, entre los que se encontrarían los que fuesen llevados, no por el amor de la verdad, sino por el deseo de procurarse bienes materiales; tales son los herejes que anuncian lo mismo. Por esto se llaman con razón mercenarios, porque viven en la misma casa y comen el mismo pan de la palabra; pero no son llamados a la herencia eterna, sino que se dejan llevar de una recompensa temporal.

 

Crisóstomo

Después que sufrió en una tierra extraña el castigo digno de sus faltas, obligado por la necesidad de sus males, esto es, del hambre y la indigencia, conoce que se ha perjudicado a sí mismo, puesto que por su voluntad dejó a su padre por los extranjeros; su casa por el destierro; las riquezas por la miseria; la abundancia por el hambre, lo que expresa diciendo: "Pero yo aquí me muero de hambre". Como si dijese: yo, que no soy un extraño, sino hijo de un buen padre y hermano de un hijo obediente; yo, libre y generoso, me veo ahora más miserable que los mercenarios, habiendo caído de la más elevada altura de la primera nobleza, a lo más bajo de la humillación.

 

San Gregorio Niceno

No volvió a la primera felicidad, hasta que volviendo en sí conoció perfectamente su desgracia y meditó las palabras de arrepentimiento que sigue: "Me levantaré".

 

San Agustín, ut sup

Porque estaba echado; "e iré", porque estaba lejos; "a mi padre", porque estaba bajo el dominio del dueño de los puercos. Las demás palabras son propias del que piensa arrepentirse y confesar su pecado, pero que aun no lo ha llevado a cabo; no habla aún con su padre, sino que ofrece hablarle cuando vaya a él. Entiéndase aquí, que ir al padre quiere decir entrar en la Iglesia por la fe, en donde ya puede hacerse una confesión legítima y provechosa de los pecados; dice, pues, que hablará así a su padre: "Padre".

 

San Ambrosio

¡Cuán misericordioso es Aquel que, después de ofendido, no se desdeña de oír el nombre de padre! "He pecado"; ésta es la primera confesión que se hace ante el Autor de la naturaleza, Padre de misericordia y Arbitro de nuestras culpas. Pero aun cuando Dios todo lo sabe, sin embargo, espera oír nuestra confesión, porque la confesión vocal hace la salud ( Rom 10,10), puesto que alivia del peso del error a todo aquel que se carga a sí mismo y evita la vergüenza de la acusación en el que la previene confesando su pecado; en vano querrás engañar a quien nadie engaña. Por tanto, confiesa sin temor lo que sabes que es ya conocido. Confiesa también para que Jesucristo interceda por ti, la Iglesia ruegue por ti y el pueblo llore por ti. No temas no alcanzar gracia; tu Abogado te ofrece el perdón, tu Patrono te ofrece la gracia, tu Testigo te promete la reconciliación con tu piadoso Padre. Añade, pues: "Contra el cielo y contra ti".

 

Crisóstomo hom, ut sup

Diciendo contra ti, manifiesta que debe entenderse a Dios por este padre; sólo Dios es el que todo lo ve y de quien no pueden ocultarse ni aun los pecados meditados en el corazón.

 

San Agustín, ut sup

Pero este pecado contra el cielo es el pecado contra ti, de modo que llama cielo a la elevada majestad del padre; o dice más bien: he pecado contra el cielo delante de las almas santas y delante de ti en el secreto de mi conciencia.
 

Crisóstomo hom, ut sup

O bien en la palabra cielo se entiende a Jesucristo, porque el que peca contra el cielo -que aunque está muy alto, es un elemento visible-, es el que peca contra la humanidad, que tomó el Hijo de Dios por nuestra salvación.

 

San Ambrosio

O quiere decir que el pecado significa la disminución en el alma de los dones celestiales del Espíritu, o que no conviene separarse del seno de esta madre, que es la Jerusalén celestial. O bien: el que ha caído no debe exaltarse. Por esto añade: "Ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo". Y para merecer ser ensalzado por su humildad añade: "Hazme como a uno de tus jornaleros".

 

Beda

No se atreve a aspirar al afecto de hijo aquel que no duda que todo lo que es de su padre sea suyo y así desea servirle como mercenario por una retribución. Pero declara que ni aun eso merece ya si no es por la bondad de su padre.

 

San Gregorio Niceno

El Espíritu Santo nos dio a conocer la parábola de este hijo pródigo, para que comprendamos cómo debemos llorar los extravíos de nuestro corazón.

 

Crisóstomo hom 10 in epist. ad Rom

Después que dijo: "Iré a mi padre", -lo que le hizo digno de todos los bienes- no se detuvo, sino que anduvo todo el camino. Sigue, pues: "Y levantándose se fue para su padre". Así debemos hacer nosotros y no nos asuste lo largo del camino; porque si quisiéremos, el regreso será ligero y fácil con tal que abandonemos el pecado, que fue el que nos sacó de la casa de nuestro Padre. El Padre es clemente para los que vuelven a El, porque añade: "Y como aún estuviese lejos", etc.

 

San Agustín, ut sup

Antes que conociese a Dios, de quien estaba lejos, como ya le buscaba piadosamente, su padre le vio; se dice con razón que no ve a los impíos ni a los soberbios, porque no los tiene a la vista.

 

Crisóstomo, ut sup

Conoció el padre el arrepentimiento y no esperó a oír las palabras de su confesión, sino que salió al encuentro de sus ruegos obrando con misericordia. De aquí prosigue: "Y se movió a misericordia".

 

San Gregorio

El pensamiento de la confesión calmó al padre respecto de él, hasta el punto de salirle al encuentro y besarle abrazado a su cuello. Sigue, pues: "Y corriendo a él le echó los brazos al cuello y le besó". Lo cual significa el freno espiritual impuesto a la boca del hombre por la tradición evangélica que destruyó el cumplimiento de la ley.

 

Crisóstomo hom. de patre et duobus filiis

¿Qué significa eso de salir al encuentro, sino que no podíamos llegar hasta Dios sólo por nuestro esfuerzo, por impedírnoslo nuestros pecados? Pero pudiendo El llegar a los imposibilitados, baja El mismo y besa los labios, porque había salido de ellos la confesión que había nacido de un corazón penitente que, como Padre, recibió lleno de alegría.

 

San Ambrosio

Te sale al encuentro, pues, porque conoce lo que meditas en lo secreto de tu alma; y aun cuando estés lejos sale a recibirte para que nadie te detenga; te abraza también -en el acto de salir al encuentro se indica la presciencia y en el de abrazar la clemencia- y se arroja a tu cuello impulsado por cierto afecto de amor paternal para levantar al que está caído y para encaminar hacia el cielo al que, cargado por sus pecados, se encuentra postrado en la tierra. Quiero más bien ser hijo que oveja; la oveja es encontrada por el pastor, pero el hijo es honrado por su padre.

 

San Agustín De quaest.Evang. 2, 33

O bien: corriendo, se arroja sobre su cuello; porque no abandonó el Padre a su Hijo Unigénito, en el cual recorrió hasta el fin nuestra larga peregrinación ( 2Cor 5,19); porque Dios estaba en Jesucristo reconciliando para Sí al mundo. Arrojarse a su cuello para abrazarle, equivale a humillar su brazo, que es Nuestro Señor Jesucristo. Consolar con la palabra de la gracia de Dios para hacer esperar el perdón de los pecados, equivale a volver a merecer el ósculo de caridad paterna cuando se vuelve de un largo viaje. Una vez ya dentro de la Iglesia empieza a confesar sus pecados, pero no dice todo lo que se había prometido decir. Sigue, pues: "Y el hijo le dice", etc. Quiere obtener por la gracia lo que confiesa que es indigno de merecer por sus obras; no añadió lo que había dicho en aquella consideración. "Trátame como a uno de tus jornaleros", porque cuando no tenía qué comer deseaba ser sólo un jornalero, pero desdeñó serlo una vez que hubo recibido el beso de su padre.

 

Crisóstomo

El padre no dirigió ninguna exhortación al hijo, sino que habla a sus ministros; porque el que se arrepiente, ruega, pero no recibe en verdad respuesta a su palabra y reconoce eficazmente la misericordia en el afecto. Sigue, pues: "Mas el padre dijo a sus criados. Traed aquí prontamente la ropa más preciosa y vestidle".

 

Teofilacto

A sus siervos que, o son sus ángeles como administradores de lo espiritual, o son los sacerdotes que por el bautismo y la palabra docente revisten su alma en el mismo Jesucristo y todos los que somos bautizados en Cristo nos revestimos en El ( Gál 3,27).

 

San Agustín, ut sup

O el vestido primero es la dignidad que se perdió en Adán y los siervos que la traen son los predicadores de la reconciliación.

 

San Ambrosio

También el vestido es el amito de la sabiduría, con el que los apóstoles cubren la desnudez de su cuerpo; recibió la primera sabiduría, pero aún existe otra para la que no existe misterio. El anillo es la señal de la fe sincera y la expresión de la verdad, acerca de lo que prosigue: "Y ponedle anillo en su mano".

 

Beda

Esto es, en sus acciones, para que su fe brille en sus obras y éstas sean confirmadas por la fe.

 

San Agustín, ut sup

El anillo colocado en la mano es el don del Espíritu Santo, por la participación de la gracia que se representa muy bien por el dedo.

 

Crisóstomo hom. de patre ed duobus filiis

Manda que se le dé el anillo, esto es, el símbolo de la salud, o más bien, un signo de promesa y una prenda de las bodas, por las que Jesucristo se une con la Iglesia, cuando el alma, reconociéndose, se une a Jesucristo por el anillo de la fe.

 

San Agustín, ut sup

El calzado en los pies es la preparación a la predicación, para no tocar las cosas de la tierra. Acerca de esto prosigue: "Y calzado en sus pies".

 

Crisóstomo, ut sup

Manda que se ponga calzado en sus pies, bien para cubrir las huellas y que pueda marchar con firmeza por las asperezas de este mundo, o para mortificación de sus miembros. El curso de nuestra vida se llama pie en las Sagradas Escrituras y los zapatos significan la mortificación, porque se confeccionan con pieles de animales muertos. Añade que se debe matar un ternero cebado para celebrar el convite. Sigue, pues: "Y traed un ternero cebado", esto es, a nuestro Señor Jesucristo, a quien llama ternero porque es el holocausto de un cuerpo sin mancilla; dijo también que cebado, porque es tan bueno y rico que basta para la salvación de todo el mundo. Pero el padre no inmoló él mismo al becerro, sino que le entregó a otros para que le inmolasen; porque permitiéndolo el Padre y consintiéndolo el Hijo, fue crucificado por los hombres.

 

San Agustín, ut sup

También se entiende por becerro cebado el mismo Señor, que, según la carne, fue saciado de oprobios. Cuando manda que le traigan, ¿qué otra cosa quiere decir sino que le prediquen y anunciándole hagan revivir las entrañas extenuadas del hijo hambriento? Pero manda también que le maten, esto es, que anuncien su muerte, porque será muerto para quien crea que lo ha sido.

Prosigue: "Y comamos".

 

San Ambrosio

En realidad es la carne del becerro porque es víctima sacerdotal ofrecida por los pecados. Anuncia luego el festín diciendo: "Y celebremos un banquete", para dar a conocer que la comida del Padre es nuestra salvación y que su alegría es la redención de nuestros pecados.

 

Crisóstomo, ut sup

El padre se regocija en la vuelta del hijo y le convida con un becerro; porque el Creador, alegrándose por el fruto de su misericordia en la inmolación de su Hijo, considera un festín la adquisición del pueblo creyente. Y prosigue: "Porque éste mi hijo era muerto y ha revivido".

 

San Ambrosio

Murió el que fue. Por lo tanto ya no existen los gentiles, sino sólo el cristiano. También puede tomarse esto por el género humano; fue Adán y en él fuimos todos; pereció Adán y todos perecieron en él; el hombre, por tanto, fue restaurado en aquel hombre que había muerto. También puede entenderse esto del que hace penitencia, porque no muere sino el que ha vivido alguna vez; y así como los gentiles, cuando llegan a creer, se vivifican por la gracia, así también el que ha caído revive por la penitencia.

 

Teofilacto

Por la índole de sus vicios había muerto sin esperanza; pero en cuanto a la naturaleza humana, que es mudable y puede muy bien volver del vicio a la virtud, se dice que estaba perdido; porque menos es perderse que morir. Cualquiera que se convierta, se purifique de sus culpas y participe del festín del becerro cebado, será causa de alegría para el Padre y sus domésticos; esto es, para los ángeles y los sacerdotes. Y prosigue: "Y todos comenzaron a celebrar el banquete".

 

San Agustín, ut sup

Este convite y esta festividad también se celebra ahora y se ve en la Iglesia, extendida y esparcida por todo el mundo; porque aquel becerro cebado, que es el cuerpo y la sangre del Señor, se ofrece al Padre y alimenta a toda la casa.

Beda

Cuando murmuraban los escribas y los fariseos porque recibía a los pecadores, el Salvador les propuso tres parábolas por orden. En las dos primeras les da a conocer cuánto se alegra con sus ángeles por la salvación de los que se arrepienten; pero en esta tercera, no sólo da a conocer su alegría y la de los suyos, sino que reprende la murmuración de los envidiosos. Dice, pues: "Y su hijo el mayor estaba en el campo".

 

San Agustín, De quaest.Evang. 2,33

El hijo mayor es el pueblo de Israel que no marchó a una región distante y sin embargo no está en la casa; está en el campo, esto es, trabaja en la rica herencia de la ley y en la tierra de los profetas. Viniendo del campo fue aproximándose a la casa, es decir una vez reprobado su trabajo servil, empezó a ver la libertad de la Iglesia por las mismas Escrituras. Y prosigue: "Y cuando vino y se acercó a la casa, oyó la sinfonía y el coro", esto es, a los que predicaban el Evangelio con palabras acordes inspiradas por el Espíritu Santo. Sigue, pues: "Y llamando a uno de los criados", etc. Es decir, tomó para leer a alguno de los profetas y le interrogó, por decirlo así, a fin de saber por qué se celebraba esta fiesta en la Iglesia, en la que no se encuentra él. Y el profeta, siervo del padre, le responde como sigue: "Y éste le dijo: Tu hermano ha venido", etc. Como diciendo: Tu hermano se encontraba en la extremidad de la tierra; de aquí la gran alegría de los que cantan un cántico nuevo, porque "su alabanza viene de lo más lejano de la tierra" y a causa de aquel que estaba ausente fue muerto el varón que sabía sufrir la flaqueza y le vieron los que no habían oído hablar de El.

 

San Ambrosio

El hermano mayor, que era el pueblo de Israel, tuvo envidia del hijo menor (esto es, del pueblo gentil), por el beneficio de la bendición paterna, lo mismo que los judíos cuando Jesucristo comía con los gentiles. Prosigue: "El entonces se indignó y no quería entrar", etc.

 

San Agustín, ut sup

Todavía sigue indignándose y no quiere entrar. Pero cuando haya entrado la totalidad de los gentiles, saldrá oportunamente su Padre para la salvación de todo el pueblo de Israel. Y prosigue: "Mas saliendo el padre comenzó a rogarle". Esto sucederá cuando sean llamados abiertamente los judíos a la salvación del Evangelio, cuya manifiesta vocación está figurada por la salida del padre a rogar al hijo mayor. Después, cuando le respondió el hijo mayor, deben tenerse en cuenta dos cosas ( Rom 11). Prosigue: "Y él respondió a su padre y le dijo: He aquí tantos años ha que te sirvo y nunca he traspasado tus mandamientos", etc. Se entiende esto de no haber traspasado sus mandamientos, no de todos, sino del más necesario, porque no se debe prestar adoración a ningún otro Dios que no sea el Creador de todas las cosas; y no se entienda que este hijo representa a todos los israelitas, sino únicamente a los que nunca han abandonado al Dios único por los falsos dioses. Así, pues, aunque desease las cosas de la tierra, pedía al verdadero Dios estos bienes que debían serle comunes con los pecadores. Por esto se lee en el Salmo "Me he convertido en un jumento delante de ti, pero siempre he estado contigo" ( Sal 72,23). ¿Pero cuál es el cabrito que nunca había recibido para el festín? Prosigue: "Y nunca me has dado un cabrito", etc. El pecador puede ser representado por este cabrito.

 

San Ambrosio

El pueblo judío pide un cabrito y el cristiano un cordero; por tanto, Barrabás es entregado a los primeros y el cordero es inmolado para nosotros. Lo cual parece que se da a conocer en el cabrito, porque los judíos habían perdido el rito del antiguo sacrificio y los que piden el cabrito esperan al Anticristo.

 

San Agustín, ut sup

Pero yo no comprendo el objeto de esta frase, porque es un gran absurdo que aquel de quien se dice después: "Tú estás siempre conmigo", pidiese a su padre que creyese en el Anticristo; y no es posible creer que este hijo represente a ninguno de los judíos que han de creer en el Anticristo. Y si ese cabrito figura al Anticristo, ¿cómo podía hacer con él un banquete aquel que no creía en el Anticristo? Pero si el alegrarse por la muerte del cabrito equivale a alegrarse de la perdición del Anticristo, ¿cómo dice el hijo a quien el padre recibió que no se le había concedido esto, cuando todos sus hijos deben alegrarse de su perdición? Se queja, por tanto, de que le ha sido negado el mismo Señor en un festín, porque le cree un pecador; pues como es un cabrito para aquellas gentes -esto es, como le juzgan violador y profanador del sábado-, no mereció alegrarse en su convite.

 

San Gregorio

Cuando dice "con mis amigos", debe entenderse el pueblo con respecto a la persona de los príncipes, o el pueblo de Jerusalén respecto de los demás pueblos de Judá.

 

San Jerónimo, in tract. de filio prodigo

O bien, dice: "Nunca me has dado un cabrito", es decir, ni la sangre de ningún profeta o de sacerdote nos libró de la dominación romana.

 

San Ambrosio

Aquel desvergonzado hijo se parece al publicano que se justificaba; porque observaba la ley conforme a la letra, acusaba sin piedad a su hermano por haber gastado toda su fortuna con mujeres de mundo. Prosigue: "Mas cuando vino éste tu hijo, que ha gastado su hacienda con rameras", etc.

 

San Agustín, ut sup

Las rameras son las supersticiones de los paganos, con quienes disipa su fortuna aquel que, una vez abandonada la verdadera alianza con el Dios único, vive con el demonio en sus vergonzosas pasiones.

 

San Jerónimo, ut sup

En lo que dice: "Y le has hecho matar un ternero cebado", confiesa que ha venido Jesucristo, pero que por su envidia no quiere salvarse.

 

San Agustín, ut sup

No le reprende el padre como si mintiese, sino que, aprobando su constancia en estar con él, le invita a la perfección de una vida mejor y más satisfactoria. Y prosigue: "Mas él le dijo: Tú siempre estás conmigo".

 

San Jerónimo, ut sup

Lo que había dicho era pura jactancia y no verdad, con lo que el padre no se conformó, sino que le ataja con otra razón diciéndole: "Estás conmigo", esto es, eres obligado por la ley, no porque no haya pecado, sino porque el Señor siempre le detuvo por el castigo. Y no nos llame la atención que mienta a su padre quien tiene envidia del hijo.

 

San Ambrosio

Pero este buen padre quería todavía salvarle diciendo: "Tú siempre estás conmigo", como judío, por la ley, o como justo, por la comunión.

 

San Agustín, ut sup

¿Qué es lo que quiere decir cuando añade: "Y todos mis bienes son tuyos"? Como si no fueran también de su hermano; pero los hijos perfectos e inmortales poseen todas las cosas como si perteneciesen a todos en común y a cada uno en particular. Así como la codicia nada posee sin angustia, así la caridad todo lo tiene sin ella. ¿Pero por qué dice todas las cosas? ¿Acaso se habrá de creer que Dios hubiese dado a tal hijo la posesión de los ángeles? Si por posesión se entiende que el poseedor sea dueño de la cosa poseída, no podrá decirse que todas las cosas, porque no seremos dueños, sino más bien consortes de los ángeles. Pero si se entiende la posesión en el sentido de que nuestras almas posean la verdad, no encuentro razón para que no podamos tomarlo al pie de la letra; porque no decimos con esto que las almas son dueñas de la verdad. Ahora, si el nombre de posesión nos impide tomarlo en este sentido, prescindamos de él, porque el padre no le dice: "Todo lo posees", sino "todas mis cosas son tuyas" y esto no es declararle dueño de ellos. En efecto, el dinero que tenemos puede ser para alimento de nuestra familia, o para honor suyo, o cosa semejante. Y en realidad, cuando puede decir que el mismo padre es suyo, no hallo razón para que no pueda llamar suyas también las cosas que son de aquél. Puede llamarlas también suyas, aunque bajo diferente aspecto, porque cuando obtengamos aquella beatitud serán nuestras las cosas superiores para contemplarlas, las iguales para vivir con ellas y las inferiores para dominarlas. Regocíjese, pues, y esté muy seguro el hermano mayor.

 

San Ambrosio

Si deja de tener envidia, verá que todo es suyo y porque como judío tendrá los sacramentos del Antiguo Testamento y como bautizado los del Nuevo.

 

Teofilacto

O en sentido enteramente distinto, la persona del hijo, que parece murmurar, representa a todos los que se escandalizan por los adelantos repentinos y por la salud de los perfectos, así como la persona, de que habla David, que se escandalizaba de la paz de los pecadores.

 

Tito Bostrense

Pero el hijo mayor, como el labrador, continuaba cultivando, no la tierra, sino el campo de su alma y plantando árboles de salvación, que son las virtudes.

 

Teofilacto, super Senior filius

Estaba en el campo, esto es, en el mundo, cultivando su propia carne para que se sacie de panes y sembrando en lágrimas para coger en alegrías. Pero conociendo lo que sucedía, no quería tomar parte en la alegría común.

 

Crisóstomo

Se pregunta si es presa de la pasión de la envidia el que siente la prosperidad de los demás y, a lo cual se debe contestar que ninguno de los santos se aflige por tales cosas. Antes al contrario, considera todos los bienes ajenos como propios. No conviene, pues, tomar al pie de la letra todo lo que dice una parábola, sino que, sacando el sentido con que ha sido dictada, no debemos buscar otra cosa en élla. Esta parábola ha sido compuesta para que los pecadores no desconfíen de poder convertirse, sabiendo que alcanzarán grandes beneficios. Por esto presenta a los que, turbados a la vista de estos bienes, aparecen como atormentados de los celos, porque los que vuelven son honrados de tal modo, que se hacen objeto de envidia para los otros.

 

Teofilacto

O bien, el Señor reprende la intención de los fariseos por la presente parábola y los llama justos por hipócritas, como diciendo: Supongamos que sois verdaderamente justos y no quebrantáis ninguno de los mandamientos, ¿acaso por esto no se deberá admitir a los que se convierten de los pecados?
 

San Jerónimo, in lib. de filio prodigo

Toda justicia en comparación con la justicia de Dios es injusticia. Por esto dice San Pablo ( Rom 7,24): "¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?". Por esto los apóstoles se indignaron cuando oyeron la petición de la madre de los hijos de Zebedeo ( Mt 20).

 

San Cirilo

Esto mismo nosotros lo experimentamos también a veces, porque algunos observan una vida excelente y perfecta, mientras que otros se convierten a Dios en la ancianidad, o borran sus culpas por la misericordia del Señor en el último día de su vida. Algunos menosprecian estas cosas por una pusilanimidad inoportuna, puesto que no tienen en cuenta el propósito del Salvador, que goza con la salvación de los que están a punto de perecer.

 

Teofilacto

Dice, pues, el hijo a su padre: en vano he pasado la vida entre penas, molestado siempre por los pecadores enemigos y nunca has mandado matar un cabrito por mí, para que yo disfrutase un poco. Esto es, nunca mandaste matar al pecador que me perseguía. En este sentido, Ajab fue la víctima respecto de Elías, que decía ( 1Re 19,10): "Señor, han matado a tus profetas".


San Ambrosio

O de otro modo, se dice que el hermano venía de la granja, esto es, que había estado ocupado en las labores de la tierra, ignorando las cosas del Espíritu de Dios y por último, que se queja de que nunca se hubiese matado un cabrito en obsequio suyo; porque no ha sido sacrificado el cordero por envidia, sino por el perdón del mundo. El envidioso busca el cabrito y el inocente desea que se sacrifique por él un cordero. Por tanto, el mayor es llamado así, porque la envidia anticipa la vejez y permanece fuera, porque la malicia lo excluye. Por esto no puede oír el coro ni la sinfonía, lo cual no significa el incentivo lascivo del teatro, sino la concordia del pueblo que canta manifestando la dulce suavidad de su alegría por la salvación del pecador. Porque los que se creen justos se indignan cuando se concede el perdón al pecador que confiesa sus pecados. ¿Quién eres tú, pues, para oponerte a que el Señor perdone los pecados, cuando tú los perdonas a quien quieres? Pero nosotros debemos aplaudir la remisión de los pecados después de la penitencia, no sea que, si envidiamos el perdón de otros, no lo merezcamos nosotros de Dios. No tengamos envidia a los que vienen de lejanas tierras, porque también nosotros estuvimos muy lejos.

 

Notas

1. "Sacudida", en el sentido de limpiar, sacudir el polvo, lo que hace referencia al acto de barrer de la mujer que busca la dracma.

Notas

2. El original latino dice multitudo gentium, "la multitud de las naciones". Es la gentilidad, la humanidad que no ha recibido directamente la Alianza de Dios, y que mediante la Iglesia, pasará a formar parte del nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia, que une en su seno a los judíos y a los gentiles.

 

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