Quinto domingo del Tiempo Ordinario
CEC 782: el pueblo
de Dios, sal de la tierra y luz del mundo
CEC 2044-2046: vida
moral y testimonio misionero
CEC 2443-2449: la
atención a las obras de misericordia, amor a los pobres CEC 1243: los bautizados
(neófitos) están llamados a ser luz del mundo CEC 272: Cristo crucificado es
Sabiduría de Dios
CEC 782: el pueblo
de Dios, sal de la tierra y luz del mundo
Las características del Pueblo de Dios
782 El Pueblo de
Dios tiene características que le distinguen claramente de todos los grupos
religiosos, étnicos, políticos o culturales de la historia:
— Es el Pueblo de
Dios: Dios no pertenece en propiedad a ningún pueblo. Pero Él ha adquirido
para sí un pueblo de aquellos que antes no eran un pueblo: "una raza
elegida, un sacerdocio real, una nación santa" (1 P 2, 9).
— Se llega a
ser miembro de este cuerpo no por el nacimiento físico, sino
por el "nacimiento de arriba", "del agua y del Espíritu" (Jn 3,
3-5), es decir, por la fe en Cristo y el Bautismo.
— Este pueblo tiene
por Cabeza a Jesús el Cristo [Ungido, Mesías]: porque la misma
Unción, el Espíritu Santo fluye desde la Cabeza al Cuerpo, es "el Pueblo
mesiánico".
— "La identidad de
este Pueblo, es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios en cuyos
corazones habita el Espíritu Santo como en un templo" (LG 9).
— "Su ley,
es el mandamiento nuevo: amar como el mismo Cristo mismo nos amó (cf. Jn 13,
34)". Esta es la ley "nueva" del Espíritu Santo (Rm 8,2; Ga 5,
25).
— Su misión es
ser la sal de la tierra y la luz del mundo (cf. Mt 5, 13-16).
"Es un germen muy seguro de unidad, de esperanza y de salvación para todo
el género humano" (LG 9.
— "Su destino es
el Reino de Dios, que él mismo comenzó en este mundo, que ha de ser extendido
hasta que él mismo lo lleve también a su perfección" (LG 9).
CEC 2044-2046: vida
moral y testimonio misionero
Vida moral y testimonio
misionero
2044 La fidelidad
de los bautizados es una condición primordial para el anuncio del Evangelio y
para la misión de la Iglesia en el mundo. Para manifestar ante los
hombres su fuerza de verdad y de irradiación, el mensaje de la salvación debe
ser autentificado por el testimonio de vida de los cristianos. “El mismo
testimonio de la vida cristiana y las obras buenas realizadas con espíritu
sobrenatural son eficaces para atraer a los hombres a la fe y a Dios” (AA 6).
2045 Los
cristianos, por ser miembros del Cuerpo, cuya Cabeza es Cristo (cf Ef 1,
22), contribuyen a la edificación de la Iglesia mediante la
constancia de sus convicciones y de sus costumbres. La Iglesia aumenta, crece y
se desarrolla por la santidad de sus fieles (cf LG 39), “hasta que
lleguemos al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud en Cristo”
(Ef 4, 13).
2046 Llevando una
vida según Cristo, los cristianos apresuran la venida del Reino de Dios,
“Reino de justicia, de verdad y de paz” (Solemnidad de N. Señor Jesucristo
Rey del Universo, Prefacio: Misal Romano). Esto no significa que abandonen
sus tareas terrenas, sino que, fieles a su Maestro, las cumplen con rectitud,
paciencia y amor.
CEC
2443-2449: la atención a las obras de misericordia, amor a los pobres
El amor de los pobres
2443 Dios bendice a
los que ayudan a los pobres y reprueba a los que se niegan a hacerlo: “A quien
te pide da, al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda” (Mt 5,
42). “Gratis lo recibisteis, dadlo gratis” (Mt 10, 8). Jesucristo
reconocerá a sus elegidos en lo que hayan hecho por los pobres (cf Mt 25,
31-36). La buena nueva “anunciada a los pobres” (Mt 11, 5; Lc 4,
18)) es el signo de la presencia de Cristo.
2444 “El amor de la
Iglesia por los pobres [...] pertenece a su constante tradición” (CA 57).
Está inspirado en el Evangelio de las bienaventuranzas (cf Lc 6,
20-22), en la pobreza de Jesús (cf Mt 8, 20), y en su atención
a los pobres (cf Mc 12, 41-44). El amor a los pobres es
también uno de los motivos del deber de trabajar, con el fin de “hacer
partícipe al que se halle en necesidad” (Ef 4, 28). No abarca sólo
la pobreza material, sino también las numerosas formas de pobreza cultural y
religiosa (cf CA 57).
2445 El amor a los
pobres es incompatible con el amor desordenado de las riquezas o su uso
egoísta:
«Ahora bien,
vosotros, ricos, llorad y dad alaridos por las desgracias que están para caer
sobre vosotros. Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos están
apolillados; vuestro oro y vuestra plata están tomados de herrumbre y su
herrumbre será testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como
fuego. Habéis acumulado riquezas en estos días que son los últimos. Mirad: el
salario que no habéis pagado a los obreros que segaron vuestros campos está
gritando; y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de
los ejércitos. Habéis vivido sobre la tierra regaladamente y os habéis
entregado a los placeres; habéis hartado vuestros corazones en el día de la
matanza. Condenasteis y matasteis al justo; él no os resiste» (St 5,
1-6).
2446 San Juan Crisóstomo lo recuerda vigorosamente: “No hacer participar
a los pobres de los propios bienes es robarles y quitarles la vida; [...] lo
que poseemos no son bienes nuestros, sino los suyos” (In Lazarum, concio
2, 6). Es preciso “satisfacer ante todo las exigencias de la justicia, de modo
que no se ofrezca como ayuda de caridad lo que ya se debe a título de justicia”
(AA 8):
«Cuando damos a los
pobres las cosas indispensables no les hacemos liberalidades personales, sino
que les devolvemos lo que es suyo. Más que realizar un acto de caridad, lo que
hacemos es cumplir un deber de justicia» (San Gregorio Magno, Regula
pastoralis, 3, 21, 45).
2447 Las obras
de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos
a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (cf. Is 58,
6-7; Hb 13, 3). Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son
obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con
paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar
de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo,
visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos (cf Mt 25,31-46).
Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres (cf Tb 4,
5-11; Si 17, 22) es uno de los principales testimonios de la
caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios
(cf Mt 6, 2-4):
«El que tenga dos
túnicas que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer que haga
lo mismo» (Lc 3, 11). «Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así
todas las cosas serán puras para vosotros» (Lc 11, 41). «Si un
hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de
vosotros les dice: “Id en paz, calentaos o hartaos”, pero no les dais lo
necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?» (St 2, 15-16; cf Jn 3,
17).
2448 “Bajo sus
múltiples formas —indigencia material, opresión injusta, enfermedades físicas o
psíquicas y, por último, la muerte—, la miseria humana es el
signo manifiesto de la debilidad congénita en que se encuentra el hombre tras
el primer pecado de Adán y de la necesidad que tiene de salvación. Por ello, la
miseria humana atrae la compasión de Cristo Salvador, que la ha querido cargar
sobre sí e identificarse con los «más pequeños de sus hermanos». También por
ello, los oprimidos por la miseria son objeto de un amor de preferencia por
parte de la Iglesia, que, desde los orígenes, y a pesar de los fallos de muchos
de sus miembros, no ha cesado de trabajar para aliviarlos, defenderlos y
liberarlos. Lo ha hecho mediante innumerables obras de beneficencia, que siempre
y en todo lugar continúan siendo indispensables” (Congregación para la Doctrina
de la Fe, Instr. Libertatis conscientia,
68).
2449 En el Antiguo
Testamento, toda una serie de medidas jurídicas (año jubilar, prohibición del
préstamo a interés, retención de la prenda, obligación del diezmo, pago
cotidiano del jornalero, derecho de rebusca después de la vendimia y la siega)
corresponden a la exhortación del Deuteronomio: “Ciertamente nunca faltarán
pobres en este país; por esto te doy yo este mandamiento: debes abrir tu mano a
tu hermano, a aquél de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra” (Dt 15,
11). Jesús hace suyas estas palabras: “Porque pobres siempre tendréis con
vosotros; pero a mí no siempre me tendréis” (Jn 12, 8). Con esto,
no hace caduca la vehemencia de los oráculos antiguos: “comprando por dinero a
los débiles y al pobre por un par de sandalias [...]” (Am 8, 6),
sino que nos invita a reconocer su presencia en los pobres que son sus hermanos
(cf Mt 25, 40):
El día en que su
madre le reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, santa Rosa de
Lima le contestó: “Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, somos buen
olor de Cristo”.
CEC
1243: los bautizados (neófitos) están llamados a ser luz del mundo
1243 La vestidura blanca simboliza que
el bautizado se ha "revestido de Cristo" (Ga 3,27): ha resucitado con Cristo. El cirio que se
enciende en el Cirio Pascual, significa que Cristo ha iluminado al neófito. En
Cristo, los bautizados son "la luz del mundo" (Mt 5,14; cf Flp 2,15).
CEC
272: Cristo crucificado es Sabiduría de Dios
272 La fe en Dios
Padre Todopoderoso puede ser puesta a prueba por la experiencia del mal y del
sufrimiento. A veces Dios puede parecer ausente e incapaz de impedir el mal.
Ahora bien, Dios Padre ha revelado su omnipotencia de la manera más misteriosa
en el anonadamiento voluntario y en la Resurrección de su Hijo, por los cuales
ha vencido el mal. Así, Cristo crucificado es "poder de Dios y sabiduría
de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres,
y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres" (1 Co 2, 24-25). En
la Resurrección y en la exaltación de Cristo es donde el Padre "desplegó
el vigor de su fuerza" y manifestó "la soberana grandeza de su poder
para con nosotros, los creyentes" (Ef 1,19-22).
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