BENEDICTO
XVI
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 17 de junio de 2009
San Cirilo y san Metodio
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy quiero hablar de san Cirilo y san Metodio, hermanos en la
sangre y en la fe, llamados apóstoles de los eslavos. San Cirilo nació en
Tesalónica; era el más joven de los siete hijos de León, magistrado imperial en
los años 826-827. De niño aprendió la lengua eslava. A los catorce años fue
enviado a Constantinopla para educarse y fue compañero del joven emperador
Miguel III. En aquellos años fue introducido en las diferentes materias universitarias,
entre ellas la dialéctica, teniendo como maestro a Focio. Después de rechazar
un matrimonio brillante, decidió recibir las órdenes sagradas y se convirtió en
"bibliotecario" en el patriarcado. Más tarde, deseando retirarse a la
soledad, se escondió en un monasterio, pero pronto fue descubierto y le
encomendaron la enseñanza de las ciencias sagradas y profanas, tarea que
desempeñó tan bien que se ganó el apelativo de "filósofo".
Mientras tanto, su hermano Miguel (nacido en torno al año 815),
tras una carrera administrativa en Macedonia, hacia el año 850 abandonó el
mundo para retirarse a la vida monástica en el monte Olimpo, en Bitinia, donde
recibió el nombre de Metodio (el nombre monástico debía comenzar por la misma
letra del de bautismo) y se convirtió en egúmeno (abad) del monasterio de Polychron.
También san Cirilo, atraído por el ejemplo de su hermano, decidió
dejar la enseñanza para dedicarse a meditar y rezar en el monte Olimpo. Ahora
bien, algunos años más tarde (en torno al 861), el gobierno imperial le encargó
una misión entre los cázaros del mar de Azov, que pidieron que se les enviara
un literato que supiera discutir con los judíos y los sarracenos. San Cirilo,
acompañado por su hermano san Metodio, vivió largo tiempo en Crimea, donde aprendió
el hebreo. Allí buscó también el cuerpo del Papa Clemente I, que había sido
desterrado a ese lugar. Encontró su tumba y, cuando emprendió el regreso,
juntamente con su hermano, llevó las preciosas reliquias. Al llegar a
Constantinopla, los dos hermanos fueron enviados a Moravia por el emperador
Miguel III, a quien el príncipe de Moravia, Ratislao, había hecho una petición
precisa: "Nuestro pueblo —le había dicho—, desde que renunció al
paganismo, observa la ley cristiana; pero no tenemos un maestro capaz de
explicarnos la verdadera fe en nuestro idioma". La misión tuvo muy pronto
un éxito insólito. Al traducir la liturgia a la lengua eslava, los dos hermanos
se ganaron una gran simpatía entre el pueblo.
Esto, sin embargo, suscitó la hostilidad contra ellos por parte del
clero franco, que había llegado precedentemente a Moravia y consideraba el
territorio como perteneciente a su propia jurisdicción eclesial. Para
justificarse, en el año 867 los dos hermanos viajaron a Roma. Durante el viaje
se detuvieron en Venecia, donde tuvo lugar una acalorada discusión con los que
defendían la así llamada "herejía trilingüe": estos consideraban que
había sólo tres idiomas en los que se podía alabar lícitamente a Dios: hebreo,
griego y latín.
Obviamente los dos hermanos se opusieron a esto con fuerza. En
Roma, san Cirilo y san Metodio fueron recibidos por el Papa Adriano II, que les
salió al encuentro en procesión para acoger dignamente las reliquias de san
Clemente. El Papa también había comprendido la gran importancia de su
excepcional misión. De hecho, desde la mitad del primer milenio los eslavos se
habían asentado en gran número en los territorios situados entre las dos partes
del Imperio romano, la oriental y la occidental, que experimentaban tensiones
entre sí. El Papa intuyó que los pueblos eslavos podían desempeñar el papel de
puente, contribuyendo así a conservar la unión entre los cristianos de ambas
partes del Imperio. Por eso, no dudó en aprobar la misión de los dos hermanos
en la Gran Moravia, acogiendo y aprobando el uso de la lengua eslava en la
liturgia. Los libros eslavos fueron colocados en el altar de Santa María de
Phatmé (Santa María la Mayor) y se celebró la liturgia en lengua eslava en las
basílicas de San Pedro, San Andrés y San Pablo.
Por desgracia, en Roma san Cirilo enfermó gravemente. Al sentir que
se acercaba su muerte, quiso consagrarse totalmente a Dios como monje en uno de
los monasterios griegos de la ciudad (probablemente en Santa Práxedes) y tomó
el nombre monástico de Cirilo (su nombre de bautismo era Constantino). Luego
pidió con insistencia a su hermano Metodio, que mientras tanto había sido
consagrado obispo, que no abandonara la misión en Moravia y regresara a
aquellas poblaciones. Y dirigió a Dios esta invocación: "Señor, Dios mío...,
escucha mi oración y conserva fiel a ti el rebaño que me habías encomendado...
Líbralos de la herejía de las tres lenguas, reúnelos a todos en la unidad, y
haz que el pueblo que has elegido viva concorde en la auténtica fe y en la
recta confesión". Fallecióel14defebrero del año 869.
Fiel al compromiso asumido con su hermano, al año siguiente, 870,
san Metodio regresó a Moravia y a Panonia (hoy Hungría), donde afrontó
nuevamente la violenta animadversión de los misioneros francos, que lo
encarcelaron. No se desalentó y cuando, en el año 873, fue liberado se dedicó
activamente a la organización de la Iglesia, cuidando la formación de un grupo
de discípulos. Gracias a estos discípulos se superó la crisis que se había
desencadenado tras la muerte de san Metodio, que tuvo lugar el 6 de abril del
año 885: algunos de estos discípulos, perseguidos y encarcelados, fueron
vendidos como esclavos y llevados a Venecia, donde fueron rescatados por un
funcionario de Constantinopla, quien les permitió regresar a los países de los
eslavos balcánicos. Acogidos en Bulgaria, pudieron continuar la misión
comenzada por san Metodio, difundiendo el Evangelio en la "tierra de la
Rus'". Así, Dios, en su misteriosa providencia, se servía de la
persecución para salvar la obra de los santos hermanos. De ella queda también
la documentación literaria. Basta pensar en obras como el Evangeliario (perícopas
litúrgicas del Nuevo Testamento), el Salterio, varios textos
litúrgicos en lengua eslava, en los que trabajaron los dos hermanos.
Tras la muerte de san Cirilo, se debe a san Metodio y a sus discípulos, entre
otras cosas, la traducción de toda la Sagrada Escritura, el Nomocanon y
el Libro de los Padres.
Resumiendo brevemente el perfil espiritual de los dos hermanos, hay
que constatar ante todo la pasión con la que san Cirilo se acercó a los
escritos de san Gregorio Nacianceno, aprendiendo de él el valor del idioma en
la transmisión de la Revelación. San Gregorio había expresado el deseo de que
Cristo hablara a través de él: "Soy servidor del Verbo, por eso me pongo
al servicio de la Palabra". Queriendo imitar a san Gregorio en este
servicio, san Cirilo pidió a Cristo que hablara en eslavo por medio de él. Introduce
su obra de traducción con la invocación solemne: "Escuchad, eslavos todos,
escuchad la Palabra que procede de Dios, la Palabra que alimenta las almas, la
Palabra que lleva al conocimiento de Dios".
En realidad, ya algunos años antes de que el príncipe de Moravia
pidiera al emperador Miguel iii el envío de misioneros a su tierra, parece que
san Cirilo y su hermano san Metodio, rodeados por un grupo de discípulos,
estaban trabajando en el proyecto de recoger los dogmas cristianos en libros
escritos en lengua eslava. Entonces se constató con claridad la necesidad de
contar con nuevos signos gráficos, que fueran más adecuados a la lengua
hablada: nació así el alfabeto glagolítico que, modificado posteriormente, fue
designado con el nombre de "cirílico" en honor a su inspirador. Fue
un hecho decisivo para el desarrollo de la civilización eslava en general. San
Cirilo y san Metodio estaban convencidos de que los diferentes pueblos no
podían considerar que habían recibido plenamente la Revelación hasta que no la
hubieran escuchado en su propio idioma y leído en los caracteres propios de su
alfabeto.
A san Metodio corresponde el mérito de haber permitido que la obra
emprendida por su hermano no quedara bruscamente interrumpida. Mientras san
Cirilo, el "filósofo", tendía a la contemplación, él se inclinaba más
bien a la vida activa. Gracias a ello pudo poner los cimientos de la sucesiva
afirmación de lo que podríamos llamar la "idea cirilo-metodiana", que
acompañó en los diferentes períodos históricos a los pueblos eslavos,
favoreciendo su desarrollo cultural, nacional y religioso. Lo reconoció ya el
Papa Pío XI con la carta apostólica Quod sanctum Cyrillum, en
la que definía a los dos hermanos: "hijos de Oriente, bizantinos de
patria, griegos de origen, romanos por su misión, eslavos por los frutos
apostólicos" (AAS 19 [1927] 93-96). Después, el papel
histórico que desempeñaron fue proclamado oficialmente por el Papa Juan Pablo
II, que, con la carta apostólica Egregiae virtutis viri, los
declaró copatronos de Europa junto con san Benito (AAS 73 [1981]
258-262).
En efecto, san Cirilo y san Metodio constituyen un ejemplo clásico
de lo que hoy se indica con el término "inculturación": cada pueblo
debe hacer que penetre en su propia cultura el mensaje revelado y expresar la
verdad salvífica con su lenguaje propio. Esto supone un trabajo de
"traducción" muy arduo, pues exige encontrar términos adecuados para
volver a proponer, sin traicionarla, la riqueza de la Palabra revelada. En este
sentido, los dos santos hermanos han dejado un testimonio muy significativo,
que la Iglesia sigue mirando también hoy para inspirarse y orientarse.
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