sábado, 29 de febrero de 2020

El Catecismo de la Iglesia Católica comentado 2 (Por Mons. José Ignacio Munilla)


Catecismo 1

PROLOGO

La vida del hombre: conocer y amar a Dios 1

Mons. JOSE IGNACIO MUNILLA

PRÓLOGO y NÚMERO 1


PRÓLOGO
"PADRE, esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo" (Jn 17,3). "Dios, nuestro Salvador... quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1Tm 2,3-4). "No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hch 4,12), sino el nombre de Jesús.
1  Dios, infinitamente perfecto y bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para hacerle partícipe de su vida bienaventurada. Por eso, en todo tiempo y en todo lugar, se hace cercano del hombre: le llama y le ayuda a buscarle, a conocerle y a amarle con todas sus fuerzas. Convoca a todos los hombres, que el pecado dispersó, a la unidad de su familia, la Iglesia. Para lograrlo, llegada la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo como Redentor y Salvador. En Él y por Él, llama a los hombres a ser, en el Espíritu Santo, sus hijos de adopción, y por tanto los herederos de su vida bienaventurada.


Prólogo
"PADRE, esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo" (Jn 17,3). "Dios, nuestro Salvador... quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1Tm 2,3- 4). "No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hch 4,12), sino el nombre de Jesús.

Tiene su importancia por dónde comienza el Catecismo, eso no es baladí. A la hora de comenzar a exponer tantas cosas, uno dice bueno por dónde empezamos. Sin duda alguna, el ver por dónde comienza el Catecismo es también indicativo de en qué se quiere poner el acento.
Quiere desde el comienzo mostrar sus cartas, desde el comienzo quiere ir a lo esencial, quiere ir al corazón del meollo, no empezar un discurso por cuestiones periféricas en las que uno se pierde y como si fuesen los lectores del Catecismo se desenganchan o se desencantan porque resulta que ha comenzado el Catecismo en lugar de ir a la esencia de lo que quiere enseñar pues se ha ido por las ramas. Lógicamente el Catecismo quiere ir a lo esencial.

Juan 17, 3:
3 Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo.

Por lo tanto, primera convicción desde la que parte el Catecismo: la primera convicción es que la vida eterna, el sentido de la existencia consiste en que el hombre no camine a ciegas, no de palos de ciego como se dice, sino que el hombre viva de cara a la realidad, que el hombre conozca a Dios, conozca a su Padre, conozca de dónde ha venido, conozca a dónde va.


Es que claro, vivir una existencia siendo ignorante de eso, es tremendo, es vivir de espaldas a la realidad. Igual que vivir de espaldas a la realidad sería que alguien no sea consciente de que tiene que trabajar para vivir y le diríamos pero espabila, tú no te das cuenta que tienes que dar cara a la vida, que hay que trabajar para vivir, que aquí no se come de la sopa boba. Este no pone los pies en el suelo. Vive de espaldas a la realidad. Pues algo parecido. O cuando vemos que un hijo nuestro no quiere estudiar, no estudia, o se da cuenta de que lo que lleva entre manos está labrando su futuro.

Cuando el hombre no vive de cara a Dios, cuando el hombre no quiere conocer a Dios, vive de espaldas a la realidad. Vivir como si Dios no existiese es una contradicción. Una criatura que no hace referencia al Creador; eso es bastante contradictorio. Es como un hijo que vive como si no tuviese padre. Y esto es posible.

Yo recuerdo haber escuchado una pequeña parábola de la vida que es la siguiente: imagínate lo que es un autobús de esos de largo recorrido y en ese autobús que hace largos recorridos algunos están todo el viaje recostados y durmiendo, y durmiendo y durmiendo y durmiendo; se pasan el viaje entero descansado. Otros viendo vídeos, pues venga un vídeo, otro vídeo y luego para descansar otro vídeo y con los cascos puestos y música y vídeo y vídeo y música. Otros están todo el viaje ligando, venga atrás hay una chica rubia pues venga a por ella, ahí hay otra, pues venga me cambia de sito, me hago el simpático con ella, a ver si tengo éxito. Otros están todo el viaje intentando sacar dinero, van y venden cosas, voy a ver si vendo a los viajeros esto, vendo bollos, vendo objetos de regalo; la cosa es ganar dinero, sacar dinero, aprovechar el viaje para sacar dinero. A otros lo que les gusta es el protagonismo, lo que les gusta es coger el micrófono y ser los que lleven la voz cantante e intentan organizar la vida de todos los demás; sería un poco el mundo político.

Pero bueno, imaginaros que en un autobús resulta que todos esos se dedican a todo menos a hacer una reflexión: oye y este viaje quién lo ha preparado, quién lo ha fletado. Y detrás de las cortinas y de las ventanas, qué es lo que hay ahí fuera y este autobús a dónde me lleva y dónde me voy a bajar.

Es posible que en esta vida uno se dedique sencillamente a viajar, a vivir, a subsistir, a tirar palante, a descansar, a intentar tener ocio, a pasármelo bien, a ligar, a sacar dinero y a sacar más dinero o a intentar destacar sobre los demás, pero el caso es que de una forma o de otra uno puede estar viviendo bajo una droga, bajo la droga de estar fuera de la realidad, de no plantearme yo en esta vida qué pinto, de dónde vengo y a dónde voy.

En su tempo, Carlos Marx formuló aquella famosa acusación o sospecha diciendo que la religión es el opio del pueblo”, la religión le saca al hombre de la realidad y le hace vivir como drogado. Yo diría que el materialismo es el opio del pueblo. Perfectamente ocurre que el materialismo nos saca de la realidad de la vida y de preguntarnos qué pintamos aquí. La droga, el alcohol claro que es el opio del pueblo. Porque nos saca de la realidad y nos propone sencillamente tener momentos de placer, renunciando a buscar un sentido a la vida.

La política es el opio del pueblo, muchas veces, cuando nos muestra unos ideales de confrontación, unos con otros, y de lucha por el poder, vendiendo muchas veces nuestra conciencia.
No es cierto que la religión sea el opio del pueblo. Todo lo contrario: se ha manifestado históricamente capaz de hacerle vivir al hombre más dignamente en esta vida. Que se lo digan por ejemplo a los polacos que tuvieron desde su convicción católica la capacidad de rebelarse contra la opresión de aquel gobierno o aquel sistema soviético comunista que quería esclavizarles.

No es cierto que la religión sea el opio del pueblo. El opio del pueblo es una vida intranscendente, el opio del pueblo es un planteamiento de vida en el que cada uno busca lo suyo y no se plantea ni de dónde vengo, ni a dónde voy, ni quién soy yo, ni qué sentido tiene esta vida. Eso sí que es el opio del pueblo. Eso sí que es el opio del pueblo.

Es que la vida del hombre, la vida eterna, la Vida con mayúsculas, porque nosotros a veces por vivir entendemos subsistir, ir tirando, no, no, la vida, lo que me llena, lo que me da plenitud es conocer a Dios, es conocer la fuente de mi vida. Conocer a Dios y conocer a Jesucristo porque es el enviado de Dios.

Y eso es vida eterna, no solamente en el cielo, sino que el cielo comienza ya aquí entre nosotros, el cielo está adelantado a esta vida en la medida en que comenzamos a conocer a Dios. Lo contrario, la paradoja es que si en esta vida no hemos conocido a Dios, luego, cuando muramos, nos vamos a encontrar con un desconocido. No es lo mismo ser juzgado por un perfecto desconocido para nosotros, que ser juzgado por nuestro amigo, por aquel que hemos tratado como Padre, por aquel a quien hemos hablado, a quien hemos suplicado, con el que hemos tenido una relación profunda. No es lo mismo, claro que no es lo mismo. Y no es lo mismo afrontar una muerte teniendo esa relación íntima con Dios que no teniéndola. No es lo mismo.

Esta es la vida eterna: el hombre ha sido creado para dar gloria a Dios (esto a lo largo del Catecismo lo escucharemos muchas veces). Pero es imposible dar gloria a Dios sin conocerle. Lo primero es conocer. Es importante conocer, no es un conocimiento teórico, es un conocimiento sapiencial, la sabiduría que es saborear, porque es imposible conocer a Dios sin amarle.

En este sentido de conocimiento de sabiduría cristiana. Es imposible conocerle sin amarle. Y es imposible amarle sin seguirle. Por eso aquí dice que Jesucristo pide que le conozcamos, que le conozcamos al Padre y que le conozcamos también a Jesucristo. Porque si le conocemos, en el sentido, claro nosotros hemos hecho de la palabra “conocimiento” a veces algo totalmente extrínseco a nosotros (sí, sí, ya le conozco) aquí por “conocer” entendemos un conocimiento sapiencial en el que no se distingue “conocer” y “amar”.

Conocemos, amamos y nos entregamos. Es un conocimiento que lleva inmediatamente por el amor a la entrega.

Este es nuestro ideal. Esto es lo primero que dice el Catecismo a los que se asoman a él. Ven a conocerle a Dios.

Este catecismo quiere abrirte las páginas de la Sagrada Escritura, quiere introducirte en la revelación de Dios, Dios no juega al escondite con el hombre, Dios hace tempo que te está buscando, hace tempo que quiere decirte muchas cosas, que quiere revelarte su intimidad e igual tú no le has dado ocasión para ello.

Uno puede decir: ¿no es muy largo esto? ¿Somos conscientes de que no puede haber algo más importante en esta vida que conocer a Dios? ¿Que en Él lo tenemos todo? Que en Él no vamos a conocer una pequeña cuestión de la vida. Sino que en Él va a adquirir un sentido especial nuestra familia, va a adquirir un sabor especial nuestro trabajo, nuestro ocio, es decir, todo.

Dios no es un capítulo aparte de la existencia sino que en Él se sostiene todo. Por tanto, merece la pena este esfuerzo que vamos a afrontar, que estamos comenzando a afrontar: el del conocimiento de Dios.

Dios no es un capítulo aparte de la existencia sino que en Él se sostiene todo. Por tanto, merece la pena este esfuerzo que vamos a afrontar, que estamos comenzando a afrontar: el del conocimiento de Dios.

1ª Timoteo 2, 3-4:
3 Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador,
4 que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad.

Segundo pilar, segunda convicción desde la que parte el Catecismo: Dios quiere nuestro bien, Dios quiere que todos los hombres se salven, Dios quiere nuestra salvación, Dios es bueno. Tiene esto mucha importancia porque a la hora de acercarnos a este conocimiento de Dios en el ser humano puede anidar una especie de sospecha o miedo a lo desconocido, podríamos decir una proyección en nuestros días de esa tentación que en el pecado original Satanás confundió y engañó verdaderamente a Adán y a Eva.

La sospecha de que Dios tiene intereses personales o egoístas, como si Dios no quisiese nuestro bien. Mira, él te ha prohibido comer de ese árbol, porque en el fondo si tú comes de ese árbol serías como Dios entonces Dios no quiere tener competidores. Es siempre la sospecha de que Dios pueda tener otros motores que no sean el amor; y no es verdad.
Aquí se subraya de una manera determinante: Dios quiere nuestro bien, Dios es bueno y no tiene otra razón ni para crearnos ni para llamarnos a conocerle.
Es como decir: quita toda sospecha de tu corazón y comprende que Dios es amor, Dios es amor.

Dice el refrán “que se piensa el ladrón que todos son de su condición”. A nosotros nos ocurre que como no somos santos, nos cuesta creer que Dios sea tan bueno, igual uno dice, “si… pero me quita la libertad, me quita autonomía, es que si soy seguidor de Dios entonces voy a ser menos libre, voy a ser menos yo mismo, voy a tener menos personalidad, no me va a dejar esto no me va a dejar lo otro…” Tenemos como la sospecha de que Dios viene a sofocarte, Dios viene a quitarte. No, no, eso es absolutamente falso.

Dios cuando te pide algo, en realidad, te está dando. Dios te pide que cumplas los mandamientos, en realidad, te está dando, es un privilegio, es una suerte, es un chollo el que Él te esté mostrando el camino, que es tu bien, porque cumplir los mandamientos no es un bien para Dios, es un bien para ti mismo.
Eso es como el hijo pequeño que se piensa que estudiar es hacerle un favor a su padre, oye no, estudiar no es hacerle un favor a tu padre, es hacerte un favor a t mismo. Y tú lo vives como ¡que mi padre me manda estudiar! Pero hombre… ¿tú no te das cuenta que tu padre te manda a estudiar por tu bien?, luego el beneficiado eres tú mismo, tú no le haces un favor a tu padre.

Es verdad que a veces Dios, ocurre como con nuestro padre, que un padre le premia a su hijo porque ha sacado buenas notas y le compra una bici, porque ha sacado buenas notas en el examen. Ya, pero en realidad, debiera ser el hijo el que le comprara a su padre algo, no el padre al hijo.
Sirvámonos de la comparación en la medida en la que nos sirva. Pero con Dios pasa algo similar: Dios, en realidad, cuando te pide te está dando. Él no te quita la libertad, te permite ser libre.
Luego, partamos de esto: Dios quiere mi salvación, Dios quiere nuestro bien, Dios quiere que todos los hombres se salven. Dios, en consecuencia, sufre de que algunos hombres rechacen la salvación que Dios les ofrece, la "no-salvación" del hombre, la posibilidad de que el hombre no se salve, se condene, se pierda, etc. que en su momento hablará el Catecismo de esto, nace entre otras cosas del dolor de Dios de ver que algunos no se dejan querer, que algunos no se dejar amar.
Si no, preguntémoselo a tantos padres que intentan darles a sus hijos el bien y sus hijos lo rechazan y no pueden sin violentar la libertad de sus hijos, que no quieren hacerlo, porque ante todo son libres y quieren respetar su libertad, no pueden obligar a sus hijos a que hagan el bien.

Luego, Dios quiere la salvación de todos nosotros, pero quiere que también nosotros lo queramos, no quiere hacerlo, no quiere salvarnos contra nuestra libertad, sino quiere que la salvación sea gratuita sí, pero libre también.

Porque tiene una relación con los otros de libertad, no nos trata como a un árbol, no nos trata como a una piedra, no, nos trata como a personas que están creadas a imagen y semejanza de Dios y tienen que obrar libremente.

Pero, subrayémoslo, DIOS QUIERE NUESTRO BIEN, por lo tanto, puede ocurrir que en nuestro corazón aniden sospechas, aniden temores, aniden cosas, cualquier cosa que Dios nos muestre, cualquier cosa que Dios nos pida, es nuestra gloria, es nuestro bien.

Hechos 4, 12:
12 Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos.»

No hay bajo el cielo otro nombre que el nombre de Jesús. Jesús es nuestro salvador. Jesús es el camino de salvación que Dios ha trazado para el mundo, es decir, Dios se ha revelado, Dios ha mostrado un camino de salvación y ese camino se llama Jesucristo.

Sería erróneo el planteamiento decir: bueno, vamos a ver, hay tantos caminos como religiones; pues no es correcto ese planteamiento, no es correcto, porque hay que distinguir entre una religión revelada por Dios o unas religiones naturales que en el fondo han nacido del hombre que busca a Dios.
No es lo mismo una religiosidad que nace de la sensibilidad del hombre que busque a Dios que sea Dios mismo el que se revele, el que se muestre, el que venga a nosotros y nos muestre un camino para llegar a Él. No es lo mismo.
Luego, esa afirmación de que todas las religiones son iguales no la podemos aceptar, porque es tanto como decirle a Dios que Él no ha entablado un camino concreto para llegar a nosotros.
Sí lo ha hecho en Jesucristo. Esto no quiere decir que nosotros despreciemos las demás religiones, que no las despreciamos y estamos llamados a tener una colaboración y una relación de hermandad, etc. No las despreciamos y sería contrario al propio espíritu de Dios despreciarlas.

Pero no equiparamos todo, no todo es lo mismo, no todo es igual.

Creo que estamos en una cultura que se tiende a veces con el pretexto de no discriminar, muchas veces se tiende a no diferenciar, no es lo mismo “discriminar” que “distinguir” o “diferenciar”; hay que distinguir, hay que diferenciar con lo cual no se discrimina, no se desprecia, no, eso es otra cosa distinta.

Pero reconocemos en Jesucristo al Dios encarnado que ha llegado a nosotros como vida del mundo. También tendremos sobre este aspecto otras determinaciones. Somos conscientes de que también el hombre, los creyentes de otras religiones pueden salvarse, somos conscientes de eso, sin embargo, lo que afirmamos es que aunque ellos no lo sepan, los creyentes de otras religiones que se salven porque han sido fieles a lo que han conocido en su conciencia, a lo que su conciencia les ha permitido conocer como verdad, pero que ellos no lo sepan y lo sabrán en la próxima vida, en la vida eterna, es que se han salvado por Jesucristo, que Jesucristo ha sido salvador de todos, de los que le hemos conocido incluso de aquellos hombres de buena voluntad que han intentado seguir a Dios, que no han tenido la suerte de conocerle plenamente pero Cristo también ha llevado su salvación a ellos, a esos hombres de buena voluntad.

Por eso dice este texto, Hch 4, 12 “que en el cielo no hay otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos”.

Por lo tanto, no creemos en el relativismo religioso, a veces también se habla de pluralismo religioso. La palabra “pluralismo” tiene un sentido que puede ser entendido positivamente pero generalmente cuando se habla de pluralismo se refiere a este sentido negativo, al del relativismo religioso, no creemos en él.

Tampoco creemos en una especie de fundamentalismo o intolerancia religiosa, en absoluto, tampoco creemos en tal cosa; pero el error yo creo que más extendido hoy en día, especialmente en occidente es el relativismo, y al mismo tempo (son como las dos caras de este momento, de este tempo posmoderno, de esta posmodernidad), está creciendo el relativismo, el relativismo religioso (todas las religiones son iguales), el laicismo, de alguna manera, y por otro lado crecen los fundamentalismos.

Es como un sándwich, es como una acción y reacción, los fundamentalismos se están enfrentando al occidente que no cree en nada, que es un occidente materialista, es un sándwich, en medio del cual están los creyentes, que muchas veces son agredidos tanto por el laicismo como por los fundamentalismos.

Creo que nosotros estamos llamados a creer en Jesucristo como único Salvador del mundo pero al mismo tempo a tener relaciones de colaboración, de amistad con todos los hermanos de otras religiones, no digamos nada de ecumenismo con los que son cristianos también de otras confesiones cristianas: eso ya es más que un diálogo interreligioso, eso ya es una búsqueda de la unidad entre los cristianos.

Punto 1:
Dios, infinitamente perfecto y bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para hacerle partícipe de su vida bienaventurada.

La primera parte de la frase hace referencia a cómo es Dios, sus atributos, Dios es infinito, Dios es Perfecto, Dios es Bienaventurado en sí mismo, es decir, que es feliz, en esa relación que tienen entre Padre, Hijo y Espíritu Santo, la relación intratrinitaria es una relación de plenitud, es bienaventurado, es dichoso, es inmensamente feliz. También dice que es perfecto, en Dios no hay imperfección alguna.

A la hora de hablar de los atributos de Dios, se suele distinguir entre los atributos que son positivos y los atributos que son negativos (lo que pasa que la palabra “negativo” puede llevar un poco a confusión, por negativo se entienden los que excluyen imperfección, por ejemplo, Dios es perfecto: o sea que no tiene imperfección, Dios es inmenso: que no tiene límite, Dios es eterno: o sea que no tiene tempo, Dios es inmutable: o sea, que no se muda.
Los atributos a veces se formulan en este sentido negativo que quiere decir que Dios no tiene imperfecciones y a veces también hay atributos que son de afirmación positiva de cualidades de Dios, por ejemplo, Dios es justo, Dios es bueno, Dios es misericordioso, Dios es santo, Dios es omnipotente (lo puede todo), Dios es sabio.
A eso se llaman los “atributos” de Dios, que tenemos la capacidad de conocerlos por dos caminos, porque Dios también nos ha revelado, hay salmos que se habla: “¡cuántas son tus obras!” “¡cuán sabiamente ordenadas!” “tu inteligencia es infinita, es inenarrable”.

Hay salmos que nos hablan de los atributos de Dios. Pero también nosotros con nuestra razón, con el ejercicio de nuestra razón, podemos conocer la existencia de Dios y también podemos asomarnos a conocer un poco cómo es Dios, sus atributos, Dios siendo infinito tiene todas las perfecciones, etc. También con el ejercicio de nuestra razón podemos asomarnos un poco a conocer cómo es Dios.

La afirmación que se hace aquí es la siguiente: que Dios siendo infinitamente feliz, siendo infinito, teniéndolo todo para entendernos, por pura bondad ha creado libremente al hombre, por pura bondad.

Esta es la primera cuestión que queremos: yo, ¿por qué existo? yo, ¿qué pinto en esta vida? Pues mira, la primera cosa que te dice el Catecismo es tú aquí no estás por casualidad, tú aquí no estás porque Dios estuviese aburrido y se le ocurrió crear, como igual puede ocurrirle a un pintor que diga estoy aburrido, voy a ver si hago algo para matar el tempo, pues no, eso no es así, sino que “por pura bondad”.

Primero porque Él vive la plenitud del amor, es como una fuente de esas que desbordan, esas fuentes que tienen como una especia de concha y la fuente cae en la concha y la concha desborda por todos los lados porque no cabe en ella todo el contenido del agua, algo es así, es como que Dios desborda por su infinitud y Dios ha querido libremente de la plenitud de su bondad y de su gracia crearnos; podríamos no existir (fíjate bien), es más, lo lógico sería no existir, pero Dios ha querido compartir su gloria y la ha querido compartir con nosotros.

Saber esto, esto es importantísimo, porque es imposible que nosotros en esta vida demos lo mejor de nosotros mismos si no tenemos conciencia de dónde venimos. Cuando uno conoce que viene del amor de Dios, que ha sido creado por amor y que su destino es el amor, entonces es capaz de dar lo mejor de sí mismo, de lo contrario, pedirle a alguien (que no ha recibido esta noticia, que no tiene esta convicción), piensa que él es meramente un átomo ciego, fruto de una evolución ciega, etc. Pedirle a ese que tenga una entrega heroica en el amor es pedirle peras al olmo.

Solamente cuando uno sabe que viene del amor y que vuelve al amor, es capaz de dar lo mejor de sí mismo. Esto tiene muchísima importancia: aquí nos estamos jugando la felicidad del hombre.

Esta es la afirmación primera.
Aquí el Catecismo pone las bases: mira, tú has sido creado por amor y para el amor, eres llamado a una vida bienaventurada, Dios quiere compartir su felicidad contigo, por eso el hombre es totalmente distinto al resto de los seres de la creación porque los demás seres de la creación han sido llamados a la existencia pero no pueden tener con Dios esa relación de amistad.

Continua este punto:
Por eso, en todo tiempo y en todo lugar, se hace cercano del hombre: le llama y le ayuda a buscarle, a conocerle y a amarle con todas sus fuerzas.

Es decir, Dios no está en paro. Cuando Dios tiene este designio para nosotros, Dios sale a nuestro encuentro y en todo tempo y lugar, a veces, a tempo y a destiempo, en el sentido de que uno dice, “otra vez me están proponiendo, me están hablando de esto.”

Pero a veces uno siente cuántas personas han tenido esa experiencia de estar dando portazos a Dios que le llama en su vida y le llama a través de su madre, a través de la Iglesia, a través de un conocido, a través de un amigo y están haciéndose los remolones, resistiéndose a esa llamada, sin ser conscientes de que es Dios el que está saliendo a su camino, a través de esas mediaciones. Hay un texto impresionante de la poesía española que dice: “Alma, asómate, verás con cuánto amor llamar porfa. Mañana le abriremos, respondía, para lo mismo responder mañana”.
Esa poesía (no estoy seguro si es de Calderón de la Barca o de Lope de Vega) hace referencia a ese hacer largas a la llamada de Dios, es la historia muchas veces de nuestra vida, pero Dios no se cansa, porque cuando se ama, uno no se cruza de brazos, el amor no soporta el cruzarse de brazos mientras vemos la perdición de las personas que amamos, el que ama lo hace todo, lo intenta todo, así es Dios.

Termina este punto diciendo:
Convoca a todos los hombres, que el pecado dispersó, a la unidad de su familia, la Iglesia. Lo hace mediante su Hijo que envió como Redentor y Salvador al llegar la plenitud de los tiempos. En El y por El, llama a los hombres a ser, en el Espíritu Santo, sus hijos de adopción, y por tanto los herederos de su vida bienaventurada.

Cómo hace Dios, cómo Dios sigue nuestra pista; Dios tiene muchos caminos pero el camino principal que ha sido ofrecido para el mundo, para todos nosotros, es Jesucristo, Jesucristo es Camino, Verdad y Vida. Cristo es el mediador a través del cual Dios viene a nosotros, es Dios mismo que viene a nosotros. Y la Iglesia es prolongación de Jesucristo, es el Cuerpo místico de Cristo, Cristo es la Cabeza, la Iglesia es su Cuerpo y a través de esa Iglesia, escuchamos la llamada de Dios.

Ya sé que se ha introducido mucho entre nosotros ese engaño de “Cristo sí, Iglesia no”, pero no existe Jesús sin Iglesia ni tampoco existe Iglesia sin Jesús, ni una cosa ni otra (ahora mismo Radio María perfectamente puede estar siendo una llamada de Dios para ti en tu vida, ¿o te crees que una radio por el hecho de que sea un instrumento material no puede ser instrumento de Dios para que Él hable contigo? ¿es que piensas que para que Dios hable contigo hace falta que se te aparezca un ángel, un ángel del cielo? No.

Acordaos de esa parábola tan impresionante del pobre Lázaro y de quien la tradición llama el rico Epulón que cuando el rico Epulón estaba en el inferno y le pedía a Abraham que mandase a sus familiares, a alguien que les avisase de lo que luego les esperaba, y que por lo tanto tuviesen conversión de vida para que no fuesen también ellos a condenarse en esas llamas de perdición, Abraham les dice: “No, ya tienen a Moisés y a los profetas, que les escuchen a ellos, porque le pedía mándales un muerto que se les aparezca y si mandas un muerto entonces seguro que creerán, pero Abraham le dice: “No, mira, tienen a Moisés y a los profetas, si no les escuchan a ellos, no harán caso ni aunque un muerto resucite, es decir, Dios te está hablando, pero no esperes tener visiones, no esperes tener un tipo de manifestaciones pues así extraordinarias, Dios te habla a través de la vida ordinaria de la Iglesia.

Dios te habla a través de los instrumentos que ha puesto en tu vida, de tus padres, … es así. Y te convoca a participar de la vida de la Iglesia, para que en ellas recibas a Jesucristo y Jesucristo sea camino, verdad y vida para t y sea tu alimento y sea el motor de tu vida, y sea… Y en Él recibas, gracias al Espíritu Santo, la adopción y vivas como un hijo y así como hijo, puedas llegar al Cielo, porque nuestra meta es el Cielo (me lo vais a oír muchísimas veces en la explicación del Catecismo), nuestra meta es el Cielo, sin eso estamos frustrados, es que ¿de qué me sirve ganar el mundo entero si pierdo la vida eterna? Pues no me sirve de nada.

Por lo tanto, Dios no ceja en este empeño. Dios es constante en llamar a la puerta de nuestro corazón, como dice el libro del Apocalipsis:
“Si escuchas hoy su voz, si escuchas su llamada y le abres la puerta, Él entrará y cenaremos juntos”.
Es la llamada a la conversión que Él nos hace, la llamada a conocerle, a tener intimidad con Él

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