Presentación de Mons. José Ignacio Munilla al inicio del ciclo
radial del Comentario al Catecismo de La Iglesia Católica
El 3-10-2005 a las 8:00 el director de Radio Maria (Esteban
Munilla) presenta al que en aquel tiempo era sacerdote, párroco de El Salvador
en Zumárraga (Guipuzcoa), D. Jose Ignacio Munilla, que tomaba el relevo en la
radio al P. Julio Sainz, claretirano, en la explicación diaria del Catecismo de
la Iglesia Católica.
Descripción de Introducción al Catecismo 2011-01-25 Mons. José Ignacio Munilla
Introducción al catecismo que punto a punto se va a explicar en el resto
de los programas de radio
Introducción al Catecismo de la Iglesia Católica 2011
Mons. JOSE IGNACIO MUNILLA
Un saludo a todos
los oyentes de Radio María. Comenzamos hoy este programa llamado explicación
del Catecismo de la Iglesia Católica en el que esperamos desarrollar desde el
punto 1 del catecismo hasta el punto 2865, en el tiempo que Dios nos permita,
esperamos desarrollar todos los contenidos del Catecismo. En este primer día
queremos hacer una exposición introductoria a la explicación del Catecismo.
En el inicio se nos
ofrece el texto de la Constitución Apostólica que tiene el nombre de “Fidei Depositum” con la que se
promulgó el Catecismo que vamos a explicar. “El Depósito de la Fe” para la publicación del Catecismo de la
Iglesia Católica escrito en orden a la publicación del Concilio Vaticano II,
Juan Pablo II, Obispo, Siervo de los Siervos de Dios para perpetua memoria.
Esta es la Constitución que acompaña al Catecismo. La publicación del Catecismo
de la Iglesia Católica fue introducida con esta constitución en la que se
promulga.
En este primer
programa introductorio vamos a comentar brevemente esta constitución
apostólica, que dice en su primera frase:
“La misión que el Señor le confió a la Iglesia y que ella quiere
realizar en todo tiempo es la de conservar el depósito de la fe”.
Cristo le encomendó
a la Iglesia la fe, y le pidió que la guardase virginalmente, pero por otra
parte que no la enterrase, sino que la difundiese.
Podríamos pecar de
dos formas contra ese depósito de la fe:
− Una es la de deformarla, con nuestras ideologías, o
conforme al espíritu de cada tiempo y de cada momento, hacer de ese depósito de
la fe un espejo de nuestra subjetividad, y eso, obviamente sería un pecado
grave contra ese depósito de la fe.
− Otro pecado
posible sería la de enterrarla, como
enterrar los talentos como también nos habla el Evangelio. No se ha encendido
una luz para esconderla sino para que alumbre a todos los hombres.
Por tanto, estamos
llamados a mostrar¸ pero al mismo tiempo a no mostrarnos, sino mostrar a
Jesucristo. Predicar a Cristo es predicarle a Él, no predicarnos a nosotros
mismos. Los que somos predicadores hemos de dirigirle esta oración al Señor, “Señor, que yo te predique a ti, que no me
predique a mí, que sea instrumento tuyo para proclamar el depósito de la fe.”
Bien, pues decimos
que este es el Catecismo del Concilio
Vaticano II, concilio que fue inaugurado
por Juan XXIII y que tenía como propósito y deseo hacer patente la misión
apostólica y pastoral de la Iglesia y conducir a los hombres de todos los
tiempos al resplandor de la verdad. Juan XXIII a esa asamblea del Concilio
Vaticano II le dio como misión principal la de conservar y explicar mejor la
del depósito de la fe con el fin de hacerla más accesible a los fieles
cristianos y a todos los hombres. Pero lo hizo de una forma especial, no debía
comenzar el concilio por condenar los errores de la época, como habían hecho
otros concilios (muchos concilios fueron convocados para dar respuesta a los
errores de la época, por ejemplo, el Concilio de Trento, que se convoca para
responder los errores de la reforma protestante y renovar la vida de la
Iglesia).
Juan XXIII tuvo la
intención de que el Concilio Vaticano II fuera convocado no tanto para
responder a unos errores sino para mostrar serenamente la fuerza y la belleza
doctrina de la fe.
“Confiamos que la Iglesia, -decía Juan XXIII- iluminada por la luz
de este Concilio, crecerá en riquezas espirituales, cobrará nuevas fuerzas y
mirará sin miedo hacia el futuro. Debemos dedicarnos con alegría, sin temor, al
trabajo que exige nuestra época, manteniéndonos en el camino por el que la
Iglesia marcha desde hace casi veinte siglos”. Ese fue su
propósito.
Fueron cuatro años
de Concilio Vaticano II, en los cuales se elaboraron un conjunto considerable
de exposiciones doctrinales y de directrices pastorales ofrecidas a la Iglesia.
Se ha dicho que el Concilio Vaticano II no fue dogmático, sino más bien
pastoral, pero lo cierto es que hay de todo. Es decir, hay documentos
dogmáticos como por ejemplo la Lumen Gentium, la Constitución sobre la Iglesia,
y otros más de contenido pastoral, como cómo organizar la estructura de la
Iglesia.
Pasados 20 años de
la clausura del Concilio Vaticano II, en 1985, el Papa Juan Pablo II convocó un sínodo
eclesial con ocasión del vigésimo aniversario, para tomar el pulso,
podríamos decir, a cómo iba la recepción del Concilio Vaticano II veinte años
después, profundizando sus enseñanzas para una más perfecta adhesión y
promoviendo el conocimiento y la aplicación de los documentos conciliares.
Bueno, pues ocurrió que en esa asamblea los padres del sínodo expresaron su
deseo de que se elaborase un de la Iglesia Católica, vieron conveniente que,
habiendo pasado veinte años con una crisis grande en Europa (El Concilio se
clausura en 1965 y a los pocos años viene el Mayo del 68 y toda la revolución
cultural que se produce en Europa y en América del Norte, que hace temblar las
raíces de la tradición cristiana) habiendo el postconcilio coincidido con una
etapa muy turbulenta, los padres conciliares dicen “Conviene que se escriba el Catecismo de la Iglesia Católica”.
Después del Concilio
ya se habían dado otros pasos, como por ejemplo, la renovación de la liturgia,
el nuevo Código de Derecho Canónico y faltaba para concluir esa obra y esos
frutos del postconcilio la renovación del Catecismo de la Iglesia Católica. Ése
es el momento en el que el Papa hace suya esa proposición del sínodo de los
obispos, y en 1986 confía a una comisión de 12 cardenales y obispos, presidida
por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger. Le confía a este cardenal la tarea
de elaborar un proyecto del Catecismo tal y como lo habían solicitado los
padres del Sínodo, se elige un comité de redacción de siete obispos, expertos
en teología y en catequesis, y comienza la redacción del Catecismo. Tiene 7
borradores a lo largo de su elaboración que son enviados a todos los obispos
del mundo, a expertos en teología y en catequesis. Se reciben unas 24000
enmiendas, no por estar mal redactado, sino que la exposición del Catecismo
tiene muchas expresiones que pueden ser matizadas, son aportaciones de todos
los obispos, de la iglesia universal, para el enriquecimiento y la fijación más
exacta de los términos en los que se expresa la fe (la práctica totalidad de
esas 24000 enmiendas fueron asumidas para mejorar el texto). Fue redactado en
francés, porque el latín se había perdido como lengua vehicular, hoy quizá
podría ser el italiano que está siendo asumida como una lengua muy universal en
el seno de la iglesia para sus trabajos internos últimamente, pero fue el
francés el idioma en el que se hizo ese gran trabajo.
La intención de la
Iglesia fue la de hacer un catecismo
mayor, redactado con la finalidad de que sus destinatarios fueran los
responsables de la catequesis, comenzando por los obispos, confiando en que
ellos ya sabrían hacerlo llegar pedagógicamente al pueblo de Dios, como por
ejemplo, Radio María, que tiene un carisma fundacional de la difusión del
Catecismo de la Iglesia Católica. También es cierto que, aparte de que este
catecismo sea un catecismo mayor que sea entregado a los obispos para que
ellos, a partir de él, elaboren catecismos menores para niños, jóvenes, etc… también
es verdad que la cultura ha crecido y ha recibido la capacidad de recibir
directamente por parte de los seglares este catecismo (quizá hace 60 o 70 años
hubiesen sido muy pocos, por el nivel cultural que se tenía, los seglares que
hubiesen podido leer directamente y recibir este catecismo, pero el auge
cultural y acceso de las clases más populares a un nivel medio de estudios,
permite que este catecismo pueda ser recibido directamente por una parte muy
importante del pueblo de Dios.
Es verdad que se suele
decir que las iglesias particulares tienen que inculturizar el catecismo mayor en sus distintas culturas, recibir
el catecismo mayor, promulgado para toda la iglesia universal, e inculturizarlo
por ejemplo en la cultura africana, y obviamente se explica la misma fe pero se
explica según expresiones, términos e imágenes de África, o en otro lugar ese
catecismo se incultura según el ámbito cultural de Oceanía, por ejemplo.
Es la misma fe, pero
haciendo el esfuerzo catequético de expresarlo en los parámetros culturales de
cada lugar. Pero como también hemos vivido un proceso de globalización cultural
tan grande, que conlleva que muchos habitantes de la Tierra están recibiendo la
misma cadena de emisión de noticias, Etc., Etc., y tenemos mucho más
homogeneizadas las formas de comunicación y nuestra cultura en mucho más global
que hace unas décadas, también es mucho más fácil que este catecismo mayor de
la Iglesia Católica, pueda ser recibido por personas de lugares muy distintos,
sin duda pues, en México, en España, en Rusia, puede leerse este catecismo
aunque todavía no se haya producido esa especie de inculturación que se suele
realizar. También la globalización ayuda al acceso directo, a poder llegar directamente
a las fuentes. Éste es el modo en el que nació este catecismo que nos
disponemos a explicar.
Tiene 3000 citas
bíblicas, miles de citas patrológicas, entendiendo por patrología a los padres
de los primeros cinco o seis siglos de la Iglesia donde tenemos una gran
riqueza para entender la Sagrada Escritura, de cómo fue leída por los primeros
padres de la Iglesia. Tiene también muchas expresiones litúrgicas, citas de
prefacios, de oraciones colecta, así la liturgia también es una fuente de este
catecismo. Tiene unas 1000 citas del Concilio Vaticano II, que sin duda, es el
más citado en este catecismo. Es de una riqueza inmensa en sus fuentes, de
manera que quien tenga la perseverancia del estudio del Catecismo de la Iglesia
Católica, se va a enriquecer bíblicamente, va a conocer el Concilio Vaticano
II, se va a asomar a los Padres de la Iglesia, se va a familiarizar con la
liturgia…Nunca en la historia de la Iglesia se había elaborado un catecismo tan
amplio, tan rico y tan revestido de sus fuentes, fuentes bíblicas, litúrgicas,
patrológicas… jamás la Iglesia había hecho un esfuerzo tan grande como en la
elaboración de este catecismo, y sin duda, es la mejor educación que podemos
recibir en nuestro seguimiento de Jesucristo.
Además de ese
contexto del Sínodo que tuvo lugar en el 1985, también hay que hacer referencia
a la crisis que se estaba produciendo en ese momento. El postconcilio coincidió
con una fuerte crisis en la vivencia del
catolicismo, la crisis era social, no de la Iglesia. Algunos quisieron
achacarle al Concilio la causa de esa crisis, pero obviamente esa acusación en
injusta, ya que el concilio Vaticano II no provocó una crisis sino que
lamentablemente, el Concilio que estaba llamado a dar un gran fruto, a ser
verdaderamente fructífero para la vida de la vida de la Iglesia, coincidió que
justo después del concilio se produjese una gran crisis, no provocada por el
concilio.
Precisamente la
potencialidad del concilio, muchas veces, se quedó sin desarrollar por motivo
de esa crisis de secularización y ruptura interior, crisis de autoridad, etc.
que impidió que el concilio se quedase sin desarrollar en todas sus
potencialidades.
Hay que decir que
también hubo una conferencia histórica que pronunció en 1983 el entonces Cardenal
Ratzinger en Paris bajo el título “Crisis actual de la catequesis” y él constataba que había un fracaso en la
catequesis moderna. Lamentó el error de haber abandonado el catecismo anterior,
el catecismo de San Pio V, promulgado después del concilio de Trento. Éste era
un catecismo que había pervivido en la iglesia cuatro siglos y medios. Se había
cometido el error de abandonar el catecismo de San Pio V sin que se hubiese
promulgado el nuevo catecismo. Nadie lo había derogado formalmente, pero en la
práctica se había abandonado ese catecismo entendiendo que debía hacerse un
catecismo nuevo después del Concilio Vaticano II. Y en ese ínterin de facto ser
abandonado el catecismo de San Pio V y sin haberse promulgado el nuevo, pues
hace referencia el cardenal Ratzinger en aquella conferencia que muchos niños,
en aquella época, podían haber sido conejillos de indias con todo tipo de
experimentos catequéticos en los que había habido un vacío muy grande en los
contenidos, muchos esfuerzos pedagógicos pero un vacío grande en la transmisión
de los contenidos.
Se habían cometido
errores como hacer una dicotomía entre
ortodoxia y ortopraxis, elegir entre repetir fielmente los contenidos
dogmáticos de la tradición de la Iglesia o la ortopraxis, es decir, no
preocuparse tanto por las doctrinas sino porque nuestra vida y nuestras
opciones sean acordes con el Evangelio, sean coherentes. ¿Qué es mejor, ir a
misa, estar rezando, ser cumplidor de los mandamientos…o por el contrario que,
aunque uno no vaya a misa, no rece…sea solidario con los pobres y ser una
persona entregada al necesitado? Es decir, fue un gran error de ese momento el
contraponer ortodoxia y ortropaxis, cuando en la vida de la Iglesia, ambas
están llamadas a conjugarse perfectamente. La coherencia de vida tiene que
estar sustentada en una adhesión firme al depósito de la fe. Ortodoxia y
ortopraxis han de ser una sola cosa.
Por eso, esa
oposición entre teoría y experiencia pudo hacerle daño a la catequesis, a la
catequética, según decía el Cardenal Ratzinger en esa conferencia. Él decía que
esta crisis se había traducido en construir una catequesis demasiado
circunscrita a las experiencias subjetivas, olvidándose de transmitir los
contenidos de la fe. Tan preocupados pudimos estar en los años postconciliares
en cómo decir las cosas, que pudimos olvidar el qué transmitir, en los
contenidos objetivos que debieran ser transmitidos. La catequética, decía el
Cardenal Ratzinger, se ha podido reducir a una técnica de expresión experiencial,
debiendo tener cuidado, porque lo importante es transmitir los contenidos
objetivos de la fe, y para ello, se ha de servir también de la propia
experiencia, pero la experiencia no ha de sustituir a los contenidos objetivos
que hemos de transmitir. Cuando se tiene claro lo que creemos, el Señor nos
dará la imaginación para cómo transmitirlo, de qué modos concretos para hacer
cercano ese contenido de la fe. Es más importante el qué, en qué creo, cual es
nuestro credo, que el cómo.
Pues bien, este fue
un juicio crítico que hizo el cardenal Ratzinger en el año 1983, dos años antes
de que Juan Pablo II convocó esa asamblea sinodal donde los obispos pidieron
que se elaborara ese catecismo, luego no era solo una idea del Cardenal
Ratzinger, sino que había una conciencia clara de que la Iglesia necesitaba un
depósito de la fe, un referente donde mirar todos para no subjetivar la fe. En
ese contexto fue cuando en 1984 se publicó el famoso libro “Informe sobre la fe”. Fue un libro-entrevista que tuvo muchos
millones de ejemplares de difusión, en el que el entonces Cardenal Prefecto de
la Doctrina de la Fe, manifestaba un informe preocupante de la crisis que se
había producido en el postconcilio. También este libro-informe sobre la fe
estaba ayudando a la concienciación de la necesidad de ese catecismo, para que
se pudiese salir de esa crisis.
Crisis que ¿exactamente en qué podía consistir?
Pues quizá en el intento de explicar los misterios de la fe pero con el riesgo
de reducirlos a lo que es racionalmente aceptable por la sensibilidad del
momento presente. Quizá el error de nuestro tiempo no consiste tanto en negar
dogmas concretos. La herejía de nuestro tiempo, yo creo que es, no tanto negar
dogmas sino vaciarlos de su contenido, reduciéndose como si fueran un género
literario, que niegan un contenido histórico, objetivo y reduce esas
formulaciones de la fe como si fueran un mero símbolo.
Por ejemplo, la
Eucaristía no es que Cristo esté realmente presente en las especies del pan y
el vino, no, la Eucaristía es como un símbolo del compartir la mesa, un símbolo
de la fraternidad…
O por ejemplo, la
Concepción Virginal, no es que la Virgen María concibiese milagrosamente por
obra del Espíritu Santo y sin tener relaciones con San José, eso es una especie
de mito, sino que hay que entenderla en un sentido espiritual, María tenía un
corazón virgen en el sentido de que era un corazón de Dios.
O por ejemplo, el
Pecado Original, no es que Adán y Eva cometieran un pecado que luego ha sido
transmitido1, sino que el pecado original quiere decir que todos de alguna
manera estamos contagiados del pecado del mundo que nos afecta a todos.
O por ejemplo, los
ángeles no hay que entender que sean seres reales y existente sino que son una
especie de escenificación o símbolo de Dios que te acompaña, igual que el
demonio, no es que el demonio exista, sino que es como una personificación del
mal del mundo, etc., etc.
Es decir, el error
de nuestro tiempo no es negar algunos dogmas, sino que, en cierto modo es creer
en todos ellos pero vaciándolos de contenido. A uno le parece muy bonito el
Evangelio, pero no cree en la historicidad de los milagros, incluso cree que la
Resurrección de Jesucristo, no es en sentido de que el cuerpo de Cristo
resucitase y el sepulcro quedase vacío, sino más bien en un sentido espiritual
y no de acontecimiento histórico…Este es el riesgo, de alguna manera, vaciar el
contenido de la fe y convertirla en un símbolo. Es como desencarnar la fe,
deshistorizarla, reducir el Evangelio y la fe católica a una simbología
sugerente para nuestra vida ética, moral, pero no poner en el centro de la fe
los acontecimientos salvíficos por los que Cristo nos trajo la salvación al
mundo.
Este era básicamente
el contexto de crisis que también se manifestó en 1969 con el famoso catecismo
holandés que requirió una intervención de Pablo VI. Llega un momento en que la
iglesia dice: “vamos a formular nuestra fe entre todos”, uniéndose en un acto
magisterial muy importante, para que todo católico pueda saber cuál es su fe
por encima de todo subjetivismo, de errores, de confusiones.
Continuamos con la
introducción al Catecismo.
El Catecismo está dividido en cuatro partes, también esta Constitución
Apostólica “Fidei Depositum” en la que el Papa Juan Pablo II presentaba y
promulgaba el Catecismo de la Iglesia Católica, nos recuerda esto, es decir, ha
seguido el método tradicional a la hora de exponer el Catecismo en cuatro
partes. También el Catecismo anterior, el de San Pio V tenía cuatro partes, el
credo, la Sagrada Liturgia - los Sacramentos, el obrar cristiano y la Oración
Cristiana. Pero al mismo tiempo, el contenido se ha expresado de una forma
nueva con el fin de responder a los interrogantes de nuestra época. (éste es el
motivo por el que los catecismos de vez en cuando se renuevan, ya que los
catecismos no solo se limitan a recoger la fe, sino que también intentan
responder a las dudas de la época en la que son escritos, por tanto, pasado un
determinado tiempo, se renueva el catecismo mayor).
¿Cuánto tiempo podrá durar este Catecismo promulgado en el año
1992? Pues no los sabemos, si tanto como el Catecismo anterior que duró
cuatro siglos y medio. Pero sí que está hecho con vocación de permanencia, no es una obra que sea hecha para unas
décadas, sino que un catecismo mayor es una gran obra. El Catecismo se articula
en cuatro partes: fe-credo, sacramentos o liturgia, mandamientos o el obrar
cristiano y la oración.
En el texto de San
Juan “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por mí”,
estas tres descripciones de quién es Jesucristo, están muy gráficamente
expresadas en el Catecismo:
• Yo soy el camino se refiere a la parte del
Catecismo de la moral, de los mandamientos, de cuál es el camino para llegar a
Dios.
• Yo soy la verdad se refiere especialmente al
credo, cuál es la fe que profesamos.
• Yo soy la vida, y la vida se refiere
principalmente a nuestra vida de unión con Dios, a los Sacramentos, a la
Liturgia y a la oración.
Camino, verdad y
vida viene a ser el compendio del Catecismo. A veces se ha dividido el
Catecismo en credo, sacramentos y mandamientos, y otras veces se le ha añadido
otra parte que es la de la oración. La primera parte es la confesión de la fe,
la fe que creemos, credo. La segunda parte es la fe que celebramos, sacramentos
y liturgia. La tercera parte es la fe que vivimos, moral y mandamientos. Y la
cuarta parte es la fe que oramos, la oración y la explicación del padrenuestro.
Aquí tenemos una breve explicación de cómo se ha divido el Catecismo.
El último punto que
la Constitución Apostólica explica es qué valor doctrinal tiene el Catecismo.
Dice que:
“El Catecismo de la Iglesia Católica, es una exposición de la fe de
la Iglesia y de la doctrina católica, comprobada o iluminada por la sagrada
Escritura, la Tradición apostólica y el Magisterio de la Iglesia. Yo lo
considero un instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial,
y una regla segura para la enseñanza de la fe.”
Nos damos cuenta
como es un acto magisterial, el de la promulgación de un Catecismo, muy
importante, máxime cuando en su elaboración ha participado el papa y todo el
colegio apostólico del mundo, teniendo el pleno apoyo de éste, y que la
totalidad de los obispos colaboraron en su redacción, sus 24.000 enmiendas
fueron admitidas…el valor magisterial es muy grande.
También para
enfatizar esto, quisiera mentar que, en el año 2010, con motivo de la clausura
del año sacerdotal, en la víspera del día del Sagrado Corazón que era cuando se
clausuraba, el papa tuvo un encuentro con todos los sacerdotes. Uno de los
sacerdotes de Costa de Marfil le preguntaba al papa:
“Usted es un papa
teólogo mientras que nosotros no seguimos la teología tan de cerca, y unos
parece que se ha creado una fractura entre teología y doctrina y entre teología
y espiritualidad. Se siente la necesidad de que el estudio no sea totalmente
académico, sino que alimente la espiritualidad, sentimos esta necesidad en
especial en el ministerio pastoral. A veces la teología no parece tener a Dios
en el centro y a Jesucristo como primer lugar teológico, sino que parece más
bien adherirse a los gustos y tendencias generalizadas, y la consecuencia es la
proliferación de opiniones subjetivas que permiten que se introduzca en la
Iglesia un pensamiento no católico. ¿Cómo evitar la desorientación en nuestra
vida y en nuestro ministerio? Nos sentimos descentrados”.
El papa le contestó
con una respuesta muy bien argumentada, digna de ser estudiada, haciendo un
análisis de la crisis, de esa arrogancia de la razón:
“Dice Benedicto XVI
que pretende tener a Dios como objeto de su estudio y no como sujeto que te
habla a ti y que te guía”.
Es como si alguien
pusiese encima de la mesa un cuerpo para diseccionarlo, y tratamos a Dios como
un objeto de estudio, y esto sí, y esto no me convence…Pues no es así, no es un
objeto de estudio, sino que es un sujeto que te habla y te pide tu conversión.
Hay pues una manera racionalista de estudiar la teología que hay que purificar.
Al final de su explicación dice:
“El papa Juan Pablo
II nos dio un criterio seguro en el Catecismo de la Iglesia Católica, ésta es
la síntesis de nuestra fe, y este Catecismo es el criterio para ver a donde va
una teología aceptable o no aceptable. Por tanto, recomiendo la lectura y
estudio de este texto y así podemos avanzar en una teología crítica en el
sentido positivo, es decir, crítica ante las tendencias de moda y abierta a las
verdaderas novedades, a la profundidad de la Palabra de Dios que se revela
nueva en todos los tiempos, también en nuestro tiempo”.
Bueno, lo que me
parece muy importante es que el papa diga que el Catecismo de la Iglesia Católica
es el criterio para ver dónde está la teología aceptable o no aceptable. Esto
es lo que queremos hacer, a partir de ahora, en la explicación del catecismo
punto por punto, comenzando por el primero hasta poder concluirlo si Dios
quiere.
ALABADO SEA
JESUCRISTO
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