viernes, 7 de febrero de 2020

Examen de conciencia sobre actitudes cristianas básicas



EXAMEN SOBRE ACTITUDES CRISTIANAS BÁSICAS

*En la vida somos tentados continuamente a dejar el camino de Jesús y seguir los criterios del mundo. Nos creemos suficientemente fuertes. Nos dejamos llevar por la tentación confiando en que no llegaremos al pecado. Pero somos débiles y caemos en la tentación.
¿Qué actitud tengo yo ante mis tentaciones: sé cortar a tiempo o me dejo llevar por ellas?

*El mundo nos bombardea constantemente con propues­tas deslumbrantes. Las costumbres, el estilo de vida, los ideales y los valores del mundo van penetrando en noso­tros sin darnos cuenta. La vida cristiana se va apagando en nosotros.
¿Procuro vivir austeramente, controlando mis gas­tos de vestido, comida, bebida, diversiones, viajes, aparatos domésticos, etc.?

*Jesús fue tentado como nosotros. El mundo de su tiempo le ofreció otros caminos a seguir. Con la fuerza del Espíritu venció las tentaciones y fue fiel a su Padre.
¿Pido alguna vez a Jesús que me dé fuerzas para vencer las tentaciones y serle fiel?


*Encontrarse con Dios, orar, no nos resulta fácil, significa un esfuerzo: dejar las cosas que estamos haciendo, con­centrarnos, dedicarle tiempo... Seguramente que nos da pereza, no buscamos los momentos más oportunos, siem­pre encontramos excusas, no ponemos condiciones favo­rables.
¿Qué tiempo dedico a orar? ¿Qué tiempo debería dedicar?

* Pensamos que rezar es sólo pedir a Dios cuando tenemos algún problema. Tratamos a Dios como si fuera un mago. Olvidamos que Dios se nos ha manifestado en la persona de Jesús, y que orar a Dios es contemplarlo en Jesús, en su vida, meditar sus palabras, sus obras tal como nos lo cuenta el evangelio.
¿Cuando rezo, doy gracias a Dios, le alabo, le pido perdón, le pido fuerzas para amar, para solucionar yo mismo mis problemas?

* Jesús nos enseña que a Dios hemos de encontrarlo en el hermano, en el pobre y en el enfermo, en el marginado, en los hechos que nos pasan, en los acontecimientos del mundo.
¿En la oración tengo presentes las personas que trato y los hechos y problemas que viven?

*El mal que hay en el mundo, las desgracias que sufrimos nosotros o aquellos que tenemos cerca, son cosas que nos paralizan. Quizá nos dejan impotentes y no sabemos qué hacer; quizá nos sirven de excusa para no hacer nada... No es éste el estilo de Jesús: él es activo contra el mal y da frutos de bondad, de justicia, de amor...
¿Cuál es mi actitud ante el mal? ¿Digo: «¡ No hay nada qué hacer!»? ¿Lo tomo como una excusa para no hacer nada? ¿O sigo a Jesús que cargó con esperanza su cruz?

*A veces pensamos que el cristianismo consiste en ser sumisos, resignados, aceptar con paciencia los males y las injusticias. Y en cambio, Jesús luchó contra el dolor y el mal, criticó la injusticia, no se resignó ante las cosas que nece­sitan cambiar.
¿Soy capaz de luchar por una vida más digna y feliz, para mí y para todos?

* Dios es paciente. Siempre espera con los brazos abiertos. Acoge y ayuda. Nosotros, a veces, somos impacientes, intolerantes con los demás si nos parece que no hacen las cosas bien hechas, no damos segundas oportunidades, queremos a los demás más perfectos de lo que somos nosotros mismos.
¿Soy comprensivo, paciente? ¿Ayudo a los demás a cambiar?

*Muchas veces nos creemos mejores que los demás, porque a lo mejor no hemos cometido grandes pecados ni hemos abandonado nunca la fe. Pensamos tener el dere­cho de ser reconocidos y valorados por estos méritos. Y no nos damos cuenta de la mediocridad de nuestra fe y de nuestro amor.
¿Reconozco mi pecado de orgullo, de autosuficien­cia, de creerme superior a los demás? ¿Pido perdón por la mediocridad de mi fe y de mi amor?

*Ante Dios todos somos hijos, y él nos ama con todo su corazón de Padre. Y, porque nos ama, perdona nuestros pecados, sean grandes o pequeños.
¿Cómo acojo a aquellos hermanos míos que me han injuriado, que me han criticado, que me han hecho algún daño?

* Nos resulta más fácil criticar que alabar alas personas; ver sus defectos antes que sus cualidades; condenar antes que salvar.
¿Qué mirada tengo hacia las personas que me rodean: en casa, en e! trabajo, en la escuela, en la parroquia, en el vecindario?

*El hecho de criticar y acusar a los demás esconde muchas veces los propios defectos y pecados, y nos justificamos ante Dios como si nosotros no cayésemos en estos peca­dos.
¿Me pregunto a menudo cómo se manifiestan en mi los defectos que veo en los demás?

*Muchas veces confundimos el pecado con el pecador. Y condenamos el pecado y el pecador a la vez. El proceder de Dios con nosotros no es éste: él siempre nos perdona y nos salva.
¿Condeno a los demás? ¿Soy vengativo? ¿Guardo rencor? ¿Me cuesta perdonar?

*Siempre nos quejamos, pero tenemos que reconocer que hemos avanzado en bienestar y comodidades. Este progre­so material quizá nos lleva a poner el corazón en los bienes de consumo, y a disfrutar egoístamente de ellos. Se reseca entonces nuestra capacidad de amar, de convivir, de ser solidarios.
¿Dónde pongo el acento en mi vida: en mi bienestar y comodidad personal, o más bien en el convivir con los demás, en el compartir mis cosas, en el colaborar en las tareas comunes? ¿Me intereso y hago algo al servicio de la justicia y del bienestar para todos?


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