SANTO PADRE
SAN JUAN PABLO II
EN LA BEATIFICACIÓN
DEL SACERDOTE
LUIS ORIONE,
LA RELIGIOSA
MARÍA ANA SALA
LUIS ORIONE,
LA RELIGIOSA
MARÍA ANA SALA
Y EL LAICO
BARTOLO LONGO
BARTOLO LONGO
Plaza de San Pedro
Domingo 26 de octubre 1980
Domingo 26 de octubre 1980
Don Luis Orione se nos presenta como una maravillosa y genial expresión de la
caridad cristiana.
Es imposible sintetizar en
pocas frases la vida azarosa y a veces dramática de aquel que se definió,
humilde pero sabiamente, "el maletero de Dios". Pero podemos decir
que fue ciertamente una de las personalidades más eminentes de este siglo por
su fe cristiana, profesada abiertamente, y por su caridad vivida heroicamente.
Fue sacerdote de Cristo total y gozosamente, recorriendo Italia y América Latina,
consagrando la propia vida a los que sufren más, a causa de la desgracia, de la
miseria, de la perversidad humana. Baste recordar su activa presencia entre los
damnificados por el terremoto de Mesina y Mársica. Pobre entre los pobres,
impulsado por el amor de Cristo y de los hermanos más necesitados, fundó la
Pequeña Obra de la Divina Providencia, las Pequeñas Hermanas Misioneras de la
Caridad y, luego, las Sacramentinas ciegas y los Eremitas de San Alberto.
Abrió también otras casas
en Polonia (1923), en los Estados Unidos (1934) y en Inglaterra (1936), con
verdadero espíritu ecuménico. Después quiso concretar visiblemente su amor a
María, erigiendo en Tortona el grandioso santuario de la Virgen de la Guardia.
Me resulta conmovedor pensar que Don Orione tuvo siempre una predilección
particular por Polonia y sufrió inmensamente cuando mi querida patria, en
septiembre de 1939, fue invadida y destrozada. Sé que la bandera polaca blanca
y roja, que en aquellos trágicos días llevó triunfalmente en procesión al
santuario de la Virgen, está colgada todavía en la pared de su pobrísima
habitación de Tortona: ¡Allí la quiso él mismo! Y en el último saludo que
pronunció, la tarde del 8 de marzo de 1940, antes de trasladarse a San Remo,
donde moriría, dice también: "Amo tanto a los polacos. Los he amado desde
chico; los he amado siempre... Amad siempre a estos hermanos vuestros".
El secreto y la genialidad
de Don Orione brotan de su vida, tan intensa y dinámica: ¡Se dejó conducir sólo
y siempre por la lógica precisa del amor! Amor inmenso y total a Dios, a
Cristo, a María, a la Iglesia, al Papa, y amor igualmente absoluto al hombre, a
todo el hombre, alma y cuerpo, y a todos los hombres, pequeños y grandes, ricos
y pobres, humildes y sabios, santos y pecadores, con particular bondad y
ternura para con los que sufrían, los marginados. los desesperados. Así
enunciaba su programa de acción: "Nuestra política es la caridad grande y
divina que hace el bien a todos. Que sea nuestra política la del 'Paternóster'.
Nosotros sólo miramos a salvar almas. ¡Almas y almas! Esta es toda nuestra
vida; éste es nuestro grito y nuestro programa; ¡toda nuestra alma y todo
nuestro corazón!". Y exclamaba así con acentos líricos: "¡Cristo
lleva en su corazón a la Iglesia y en su mano las lágrimas y la sangre de los
pobres; la causa de los afligidos, de los oprimidos, de las viudas, de los
huérfanos, de los humildes, de los rechazados: detrás de Cristo se abren nuevos
cielos: es como la aurora del triunfo de Dios!".
Tuvo el temple y el corazón
del Apóstol Pablo, tierno y sensible hasta las lágrimas, infatigable y animoso
hasta la intrepidez, tenaz y dinámico hasta el heroísmo, afrontando peligros de
todo género, tratando a altas personalidades de la política y de la cultura,
iluminando a hombres sin fe, convirtiendo a pecadores, siempre recogido en
continua y confiada oración, acompañada a veces de terribles penitencias. Un
año antes de la muerte, había sintetizado así el programa esencial de su vida:
"Sufrir, callar, orar, amar, crucificarse y adorar". Dios es
admirable en sus Santos, y Don Orione es para todos ejemplo luminoso y consuelo
en la fe.
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